Como es habitual, cuando uno decide visitar un país, tiene más o menos una idea de lo que quiere visitar o al menos de aquello que, según las guías, parece revestir para él mayor interés.
Yo hubiese querido haber dedicado algunos días más a Bolivia, pero por problemas de organización en el trabajo, no podía disponer de más días. Al final, fueron algo más de dos semanas de viaje, con lo que me dio tiempo a ver casi todo lo que había previsto ver. Desde un principio había descartado la Amazonía, porque eso de estar rodeado de bichos (algunos peligrosos), me da un poco de yuyu. Aparte del hecho de las vacunas que exige y de las picaduras de insectos.
Lo que sí había barajado y tuve que abandonar fue visitar el Parque Nacional Sajama. Me parecía interesante y un rincón de Bolivia poco conocido. Como digo, al final, por una cuestión de tiempo, tuve que abandonarlo, aunque también influyeron en mi decisión varios factores. En primer lugar, la dificultad de acceso. Al igual que con otras zonas del país, pedí presupuesto para visitarla desde La Paz a varias agencias, pero todas me dieron presupuestos desorbitados, por tratarse de un viaje a medida para mí solo. En consecuencia, barajé la alternativa de visitar el parque por mi cuenta. Sin embargo, no es fácil. Exige tomar un transporte de La Paz a Patacamaya, en la ruta hacia Oruro. Y de ahí, un combi, que solo pasa al mediodía. Como ese transporte ya haya pasado o esté lleno, uno se queda colgado y queda a merced de los transportistas aprovechados que quieren hacer el agosto con el turista incauto que se ha quedado tirado. Una vez allí, existen pocas posibilidades de alojamiento: en un alojamiento gestionado por la comunidad ayumará de la zona (Ecolodge Tomarapi: turismocomunitario.cebem.org/ ...-tomarapi/) o en casas de particulares, con servicios más precarios (como la Posada Mariana: whattsapp +591 73727956). El primero cuesta 360 bolivianos en una habitación simple (unos 50 euros) y el segundo 40 bolivianos más 20 por el desayuno y 15 por la cena (en total, unos 10 euros diarios). Allí se pueden hacer caminatas, ver los volcanes de la zona (en concreto, el Sajama es el más alto de Bolivia), los géiseres, bañarse en las termas, etc. En resumidas cuentas, que una vez hecho lo de Tupiza y el salar de Uyuni, me temía que fuera más de lo mismo, por lo que lo descarté también por este segundo motivo. No fui yo el único que se hizo este razonamiento, pues llegó a la misma conclusión la pareja francesa con la que coincidí en el salar, cuya intención inicial era ir del salar a Sajama, pero quienes finalmente, después de lo que habían visto y vivido en el circuito, decidieron subir directamente a La Paz.
Aunque yo no lo sabía, en Tupiza Tours, cuando reservé mi circuito por el salar de Uyuni, me informaron de que en el mes de agosto (solo en el mes de agosto, pues es cuando hay más demanda) organizan circuitos que, además del recorrido que yo hice, incluyen el P.N. Sajama. Yo le pregunté a Raúl, mi guía, si él hacía también este circuito y me contestó que sí, que además se trata de un circuito complementario al del salar, en el que se visitan cosas distintas. Valga este comentario para señalar que no todo el mundo comparte mi opinión ni la de los franceses que he mencionado anteriormente. Como referencia, indicaré que Viajes Banoa incluye en sus circuitos por Bolivia, el P. N. Sajama después de visitar Tupiza y el salar de Uyuni (www.banoa.com/viaje/bolivia/583), quizás en colaboración con Tupiza Tours.
Por lo demás, si hubiese tenido más tiempo, probablemente también habría incluido algo del sur de Perú, que me quedó por visitar cuando estuve, porque un terremoto en la zona, cortó todos los accesos por carretera. Quizás no tanto la parte peruana del lago Titicaca, que creo que es menos bonita que la boliviana y más turística, aunque sí me habría acercado a Arequipa, la ciudad blanca, y de allí al Cañón del Colca. Yo, en su momento, lo miré desde La Paz, pero desistí pues, aunque supuestamente en un mapa no están muy lejos, las distancias se hacen largas y las comunicaciones no son demasiado fáciles. Esta extensión requeriría, probablemente, un mínimo de 3-4 días adicionales.
Otro sitio en el que muy posiblemente, de haber tenido tenido más tiempo, me hubiese detenido algo más, es Sucre, cuya visita, como ya he dicho, tuve que reducir para poder visitar las misiones jesuitas. Es una ciudad que me gustó mucho y que me sorprendió muy gratamente. Recuerdo de nuevo que la propietaria de mi alojamiento en Sucre me reprochó que dedicarle medio día a una ciudad con la historia de Sucre, tanto durante el período del imperio español, como ya siendo capital de la Bolivia independiente, era darle un trato que no se merecía.
Asimismo, puedo decir que también barajé acercarme a Tarija, casi en la frontera con Argentina. Allí, Eva organiza visitas al Valle de los Cóndores, un lugar donde su padre, ya fallecido, inició un proyecto de reintroducción de esta especie, así como otras muchas excursiones a los viñedos circundantes (de reconocida fama en el país), etc., por lo general de varios días. Sin embargo, al final lo descarté, a pesar de que las posibilidades de ver cóndores están casi garantizadas (confiando, no obstante, en lograr verlos en el Codo de los Andes, lo cual finalmente no fue el caso), también principalmente por los transportes. Tarija se encuentra a cuatro horas de Tupiza y a otras cinco de Potosí, en uno y otro caso por malas carreteras. Tendré que contentarme con haber probado los vinos de Tarija.
Otra de las excursiones que se quedaron en el papel fue acercarme un día a Tiwanaku o combinarlo con el lago Titicaca. Dos motivos llevaron a eliminarla del programa: por una parte, el coste de la entrada (100 bolivianos, casi 15 euros), y por otra, ciertos comentarios negativos de turistas. No es que 15 euros por una entrada sea desorbitado, pero sí en un país como Bolivia, donde más de 40 bolivianos ya es caro. Además, y principalmente, aun cuando he visto y oído comentarios positivos, la opinión mayoritaria que puede leerse en los foros es que poco queda en pie de lo que fue una de las primeras civilizaciones americanas. Y esa pobreza contrasta evidentemente en especial con cualquier yacimiento arqueológico de los que existen en el vecino Perú, en donde la calidad de las piezas que se exhiben en los museos y sitios arqueológicos es abrumadora. Cuestión distinta habría sido combinar la visita a Tiwanaku (a hora y media de La Paz) con una visita al lago Titicaca, pero para ello se exige, bien contratar una excursión (con lo que el precio se encarece aún más, pues al precio de la entrada hay que sumar el de la agencia, que no suele ser barato en esta ocasión) o bien depender de los transportes locales, que, por lo que leí en su día, no presentan gran coordinación y que exigen varios transbordos.
Yo hubiese querido haber dedicado algunos días más a Bolivia, pero por problemas de organización en el trabajo, no podía disponer de más días. Al final, fueron algo más de dos semanas de viaje, con lo que me dio tiempo a ver casi todo lo que había previsto ver. Desde un principio había descartado la Amazonía, porque eso de estar rodeado de bichos (algunos peligrosos), me da un poco de yuyu. Aparte del hecho de las vacunas que exige y de las picaduras de insectos.
Lo que sí había barajado y tuve que abandonar fue visitar el Parque Nacional Sajama. Me parecía interesante y un rincón de Bolivia poco conocido. Como digo, al final, por una cuestión de tiempo, tuve que abandonarlo, aunque también influyeron en mi decisión varios factores. En primer lugar, la dificultad de acceso. Al igual que con otras zonas del país, pedí presupuesto para visitarla desde La Paz a varias agencias, pero todas me dieron presupuestos desorbitados, por tratarse de un viaje a medida para mí solo. En consecuencia, barajé la alternativa de visitar el parque por mi cuenta. Sin embargo, no es fácil. Exige tomar un transporte de La Paz a Patacamaya, en la ruta hacia Oruro. Y de ahí, un combi, que solo pasa al mediodía. Como ese transporte ya haya pasado o esté lleno, uno se queda colgado y queda a merced de los transportistas aprovechados que quieren hacer el agosto con el turista incauto que se ha quedado tirado. Una vez allí, existen pocas posibilidades de alojamiento: en un alojamiento gestionado por la comunidad ayumará de la zona (Ecolodge Tomarapi: turismocomunitario.cebem.org/ ...-tomarapi/) o en casas de particulares, con servicios más precarios (como la Posada Mariana: whattsapp +591 73727956). El primero cuesta 360 bolivianos en una habitación simple (unos 50 euros) y el segundo 40 bolivianos más 20 por el desayuno y 15 por la cena (en total, unos 10 euros diarios). Allí se pueden hacer caminatas, ver los volcanes de la zona (en concreto, el Sajama es el más alto de Bolivia), los géiseres, bañarse en las termas, etc. En resumidas cuentas, que una vez hecho lo de Tupiza y el salar de Uyuni, me temía que fuera más de lo mismo, por lo que lo descarté también por este segundo motivo. No fui yo el único que se hizo este razonamiento, pues llegó a la misma conclusión la pareja francesa con la que coincidí en el salar, cuya intención inicial era ir del salar a Sajama, pero quienes finalmente, después de lo que habían visto y vivido en el circuito, decidieron subir directamente a La Paz.
Aunque yo no lo sabía, en Tupiza Tours, cuando reservé mi circuito por el salar de Uyuni, me informaron de que en el mes de agosto (solo en el mes de agosto, pues es cuando hay más demanda) organizan circuitos que, además del recorrido que yo hice, incluyen el P.N. Sajama. Yo le pregunté a Raúl, mi guía, si él hacía también este circuito y me contestó que sí, que además se trata de un circuito complementario al del salar, en el que se visitan cosas distintas. Valga este comentario para señalar que no todo el mundo comparte mi opinión ni la de los franceses que he mencionado anteriormente. Como referencia, indicaré que Viajes Banoa incluye en sus circuitos por Bolivia, el P. N. Sajama después de visitar Tupiza y el salar de Uyuni (www.banoa.com/viaje/bolivia/583), quizás en colaboración con Tupiza Tours.
Por lo demás, si hubiese tenido más tiempo, probablemente también habría incluido algo del sur de Perú, que me quedó por visitar cuando estuve, porque un terremoto en la zona, cortó todos los accesos por carretera. Quizás no tanto la parte peruana del lago Titicaca, que creo que es menos bonita que la boliviana y más turística, aunque sí me habría acercado a Arequipa, la ciudad blanca, y de allí al Cañón del Colca. Yo, en su momento, lo miré desde La Paz, pero desistí pues, aunque supuestamente en un mapa no están muy lejos, las distancias se hacen largas y las comunicaciones no son demasiado fáciles. Esta extensión requeriría, probablemente, un mínimo de 3-4 días adicionales.
Otro sitio en el que muy posiblemente, de haber tenido tenido más tiempo, me hubiese detenido algo más, es Sucre, cuya visita, como ya he dicho, tuve que reducir para poder visitar las misiones jesuitas. Es una ciudad que me gustó mucho y que me sorprendió muy gratamente. Recuerdo de nuevo que la propietaria de mi alojamiento en Sucre me reprochó que dedicarle medio día a una ciudad con la historia de Sucre, tanto durante el período del imperio español, como ya siendo capital de la Bolivia independiente, era darle un trato que no se merecía.
Asimismo, puedo decir que también barajé acercarme a Tarija, casi en la frontera con Argentina. Allí, Eva organiza visitas al Valle de los Cóndores, un lugar donde su padre, ya fallecido, inició un proyecto de reintroducción de esta especie, así como otras muchas excursiones a los viñedos circundantes (de reconocida fama en el país), etc., por lo general de varios días. Sin embargo, al final lo descarté, a pesar de que las posibilidades de ver cóndores están casi garantizadas (confiando, no obstante, en lograr verlos en el Codo de los Andes, lo cual finalmente no fue el caso), también principalmente por los transportes. Tarija se encuentra a cuatro horas de Tupiza y a otras cinco de Potosí, en uno y otro caso por malas carreteras. Tendré que contentarme con haber probado los vinos de Tarija.
Otra de las excursiones que se quedaron en el papel fue acercarme un día a Tiwanaku o combinarlo con el lago Titicaca. Dos motivos llevaron a eliminarla del programa: por una parte, el coste de la entrada (100 bolivianos, casi 15 euros), y por otra, ciertos comentarios negativos de turistas. No es que 15 euros por una entrada sea desorbitado, pero sí en un país como Bolivia, donde más de 40 bolivianos ya es caro. Además, y principalmente, aun cuando he visto y oído comentarios positivos, la opinión mayoritaria que puede leerse en los foros es que poco queda en pie de lo que fue una de las primeras civilizaciones americanas. Y esa pobreza contrasta evidentemente en especial con cualquier yacimiento arqueológico de los que existen en el vecino Perú, en donde la calidad de las piezas que se exhiben en los museos y sitios arqueológicos es abrumadora. Cuestión distinta habría sido combinar la visita a Tiwanaku (a hora y media de La Paz) con una visita al lago Titicaca, pero para ello se exige, bien contratar una excursión (con lo que el precio se encarece aún más, pues al precio de la entrada hay que sumar el de la agencia, que no suele ser barato en esta ocasión) o bien depender de los transportes locales, que, por lo que leí en su día, no presentan gran coordinación y que exigen varios transbordos.