A las 7 y media en la puerta .... ohhh sorpresa, nos espera .... Nader, el mismo guía del tour XXL de tres días antes a Ksar Ghilane in the desert.
A las 6 de la tarde, nos apeamos del Land Cruiser que nos vuelve a dejar en la puerta del hotel. Regresamos de un tour sin incidencias, con recogida puntual, buen trabajo del guía, y el cumplimiento del programa.
La visitas a los miméticos graneros o ksars bereberes de la región de Tataouine, incluyendo el de Star Wars, han sido interesantes y bonitas, y el postre, después de la comida en Guermassa, de la ascensión y recorrido por la antigua ciudad troglodita de Chenini, un remate magnífico.
El paisaje de esta parte del Gran Sur de Túnez es un espectáculo predesértico de cordilleras, superficies lunares, y palmerales aquí y allá, rompiendo el autoritario tono marrón del territorio.
La región de Tataouine en el extremo sur del país, haciendo frontera con Libia y Argelia, es la más grande en extensión pero la de menos densidad de población, de las 24 regiones de Túnez. Con la ciudad de Tataouine como capital, con un censo de unos 70.000 habitantes, esta extensa gobernación tunecina cuenta con aldeas como Maztouria, Ghomrassen, Douiret, Bir Amir o Remada; antiguos cascos trogloditas semi abandonados, cuyos habitantes se mudaron hace tiempo a núcleos de nueva construcción, como Guermassa y Chenini; y decenas y decenas de graneros como Ksar Ouled Soltane, ksar Beni Barka, ksar Hadada, ksar El Air, ksar Gattoufa, ksar Jlidet, ksar Ouled Mhemed, ksarr El Ferich, ksar Ezzahra, ksar Beni Blel, ksar Bir Lahmar, ksar Ouled Boubaker, ksar Mourabtine, ....
Tras arrancar a las 7 y media, y salir de la isla por El Kantara, tomamos la misma carretera del primer tour, volviendo a cruzar por en medio del lago salado de Sebkhet el Melah, y paramos a tomar un café a 70 kms de la salida, en la cafetería Elbaraka, en la intersección de nuestra carretera a Tataouine con la autovía que va de Túnez a Libia, semidesierta en este tramo. En una hora y 67 kilómetros más de carretera, tras haber dejado atrás Tataouine, aparcamos el coche en las faldas del
KSAR BENI BARKA
el primer granero que vamos a visitar, erigido por una tribu procedente de Libia en el siglo XIV. Desde la distancia, el ksar Beni Barka es simplemente el perfil de una meseta, y solo a medida que nos vamos acercando, se empiezan a distinguir los bloques de la muralla, y la silueta arqueada de la bóveda de alguna gorfa, pero siempre fundiéndose con el contorno de la montaña sobre la que fue erigido.
Ya ascendiendo por el camino que lleva al ksar, algunas viviendas trogloditas excavadas en la falda de la montaña, bajo el granero fortificado, se ven restauradas y con puertas, probablemente utilizadas como almacén por alguno de los vecinos de las casas que se ven un poco más abajo, en la ladera de la montaña.
Una vez arriba, las vistas en 360 grados son magníficas. Cordilleras en el horizonte, valle con palmeras y parcelas verdes con Tataouine al fondo, las colinas de los alrededores, la ladera de la montaña con grandes rocas desprendidas, la mancha blanca de un menzel.
Subir con mucho cuidado por el estado semi ruinoso del granero, a una azotea en el punto más alto de la fortificación, nos permite tener una estupenda perpectiva de la estructura de la colmena de celdas del granero, en la que se ven claramente los revoques de la restauración realizada, sobre todo en la parte superior de los muros y en los arcos de entrada a los silos.
En el ksar, ya hay pocos pisos de gorfas en pie, pero si que queda algunas con la estructura en suficientes buenas condiciones como para poder ver los nichos en la pared del fondo donde se depositaban las vasijas de aceitunas, los estantes de obra de las paredes donde se dejaban los quesos, o el suelo donde se depositaban las ánforas con los cereales, y en alguna de ellas, si eran del mismo propietario, una abertura para comunicar con la colindante.
Nos entretenemos durante más de media hora en el interior, y emprendemos felices la bajada hacia la explanada donde está aparcado el todoterreno, porque hemos de dirigirnos 20 kilómetros al sur hacia nuestro segundo destino, quizás el plato fuerte de los graneros de Tataouine, el
KSAR OULED SOLTANE
un granero bereber del predesierto sahariano construido de adobe, que con una superficie rectangular de unos 60 por 40 metros, y una sola entrada, está situado en lo alto de una colina que domina todo el territorio de los alrededores.
Esta situación privilegiada permitió al Ksar Ouled Soltane, además de cumplir con su función de almacenamiento comunitario y de refugio contra el abrasador sol sahariano, sustituir a las aldeas fortificadas aledañas de Tazeghdanet, Techout y Beni Oussine, por tener mucha más fácil defensa ante los ataques de las tribus de la época.
Erigido según opiniones entre el siglo XIV y el XVII, el ksar cuenta con dos patios con conjuntos de edificaciones de 4 y hasta 5 pisos de gorfas (cámaras de almacenaje), de los cuales uno formaba parte de la construcción original, y el otro, fue construido en el siglo XIX como una extensión, alrededor del segundo patio.
Todo el ksar fue completamente restaurado a finales del siglo XX, utilizando cemento y revocando la mampostería original, lo que dio un aspecto arcilloso o de plastilina a los pisos de las 287 gorfas que tiene el ksar, que en su momento llegó a contar con una cantidad record de 400. Aun así, este ksar es uno de los antiguos graneros mejor conservados de Túnez.
La gran cantidad de escaleras exteriores pegadas a las paredes del edificio para acceder a las gorfas, y la existencia de ganchos de madera que se utilizaban para subir las mercancías a los pisos superiores de celdas, son elementos que distinguen al ksar Ouled Soltane de otros ksars del territorio.
Aunque todavía sirve de vivienda para algunos lugareños, la mayor parte de ellos vive en un núcleo de nueva construcción edificado al lado, junto a la moderna mezquita. Aun así, muchas gorfas del granero son utilizadas de diversas maneras por la gente del pueblo, una cafetería, salas de juegos, almacenes, y hasta como galería de un artista que vende sus obras a los turistas ...
Al granero se accede por una entrada desde la plaza del pueblo nuevo, donde había gran actividad cuando llegamos, con puestos de mercado y tenderos trajinando mercancías en sus tiendas. Al entrar y llegar a los patios, la vista de las tubulares gorfas apiladas de color dorado, con las escaleras exteriores es espacial, especial y muy fotogénica.
El ksar Ouled Soltane por méritos propios, entra dentro de muchos circuitos turísticos del sur de Túnez, tanto por su conservación, como por la notoriedad que le proporcionó ser en “La amenaza fantasma” de La guerra de las galaxias, el barrio de esclavos Mos Espa, donde vivían Anakin Skywalker y su madre.
Nos despedimos de la fortaleza galáctica estelar, y tomamos rumbo noroeste hacia el desierto, atravesando el grandioso valle que se extiende a los pies del ksar, con la vista puesta en la cordillera rocosa del horizonte, tras la que se esconden la dunas del Sahara en el Parque Nacional de Jbil, a pocos kilómetros de ella.
Mientras tanto, tras desviarnos hacia el oeste de la carretera principal hacia Tataouine, por una carretera secundaria, el recorrido es un fascinante cuadro ocre, manchado de árboles verdes y palmeras de dátiles, entre peladas colinas a ambos lados y el perfil serrado de una cordillera al fondo.
En aproximadamente una hora, aparcamos al final del nuevo pueblo, en el restaurante Realais Dar Guermassa, bajo el espectacular peñón con vistas al desierto, donde las antiguas y abandonadas ruinas de las viviendas trogloditas de Guermassa, al lado de una inmaculada mezquita blanca, se van desmoronando día a día.
En el nuevo y muy cuidado restaurante, atento servicio y sencilla, auténtica y sabrosa comida local con productos de la zona, un tradicional brik de verduras y huevo duro, un buen cuscus de cordero, y la bebida.
Para la visita estrella de la tarde a Chenini, no hay otro camino que volver atrás. Guermassa y Chenini están en las puntas superiores de una V de 27 kilómetros de longitud, y para ir de una a otra hay que bajar y volver a subir. A pesar de eso, en una media hora, llegamos a
CHENINI
donde en una cafetería en la falda del decrépito ksar, casi deshabitado junto a la mezquita en la cresta central del anfiteatro de las dos colinas donde se asienta el pueblo, nos está esperando uno de sus 600 vecinos, que nos hará de guía por las ruinas.
Chenini, el pueblo bereber más icónico de la región, tiene su origen en un primer fuerte levantado por los bereberes en la cima de la montaña, el kalâa, del que todavía quedan restos, con el propósito de repeler los ataques de los invasores árabes. Ya en tiempos de paz, la población comenzó a construirse progresivamente viviendas a los pies de la fortificación, y en las laderas y cresta de las dos colinas, hasta que quedó configurado el ksar, cuyas edificaciones más antiguas, datan del siglo XII.
En la década de los 60’s del siglo pasado, la mayoría de los habitantes se mudaron a las casas de nueva construcción del nuevo pueblo construido por el gobierno tunecino a unos 2 kilómetros del casco antiguo, y el ksar quedó semi abandonado.
Los Bereberes
Los habitantes del pueblo, que todavía hablan bereber, son descendientes de los Zenatas, una de los tres grandes confederaciones bereberes musulmanas de la Edad Media, formada por tribus nómadas amazigh de las llanuras del Magreb, que se desplazaron lentamente de este a oeste, y fundaron varios reinos en Libia, Argelia, Túnez y Marruecos, entre ellos Fez o Kairouan.
A pesar de la controversia sobre el origen de los bereberes, con teorías que abarcan desde un origen en las guerras entre romanos y cartagineses, y por tanto occidental, hasta uno yemení, y por tanto árabe, evidencias de investigaciones más recientes habrían demostrado que los bereberes han vivido desde la prehistoria en el territorio comprendido entre Egipto y Mauritania. Por dicho motivo, hoy en día se entiende que los bereberes son cualesquiera de los descendientes de los habitantes del norte de África, antes de la conquista árabe del siglo VIII.
En la actualidad hay alrededor de 14 millones de bereberes en Marruecos, unos 9 millones en Argelia, unos 6 millones en Libia, aproximadamente 1 millón de tuaregs bereberes repartidos por el Sahara, y poblaciones menores en Túnez, Egipto y Mauritania.
El recorrido
El lugareño no pierde el tiempo, y apenas saludarnos, comienza a subir como una cabra montaña arriba por el camino de tierra o entre las rocas, de tal manera que lo único que puedo verle todo el rato, es una “cruz del sur” bereber que lleva en la espalda de su camisón amarronado, un amuleto protector, cuyo símbolo está extraído de la figura de la constelación del mismo nombre, que desde la antigüedad servía a los amazighs para orientarse durante sus desplazamientos.
Como al poco rato se vuelve a mirar y se le hace evidente que no vamos a seguir su ritmo, continua su ágil ascensión pero se va deteniendo cada tanto para permitir que le alcancemos o para enseñarnos los rincones o lugares de su recorrido: cuevas abandonadas pero en razonable buen estado, grupos de antiguas viviendas, patios, etcétera.
Mientras, aprovechando mis paradas para tomar un respiro durante la subida, voy tomando fotos del patio abierto de una vivienda en la falda de la montaña, las casas más cercanas al valle, los muros de mampostería de una vivienda habitada, una edificación desmoronada, las casas y los patios de la ladera opuesta, ...
Al llegar a la altura de la cresta donde se encuentra la mezquita, el guía se sienta en un murete y nos invita a acercarnos hasta el templo y su increible cafetería con terraza, en el filo del precipicio. Nos sentamos, y el espectáculo nos los ofrecen unos aldeanos ascendiendo entre las rocas por la ladera y las increibles vistas del perfil de la mezquita con el núcleo antiguo detrás, cuyo minarete servía de luminoso faro a las caravanas del desierto.
Regresamos al encuentro del bereber, quien tras enseñarnos una antigua prensa de aceite, nos guía hasta una azotea del primigenio fuerte en la cumbre de la colina, donde la panorámica de 360 grados es grandiosa; al sur y a nuestros pies, las ruinas de las viviendas excavadas a varios niveles en la ladera, y más allá el valle entre las montañas; al este, la mezquita y las casas en el filo de la cresta del anfiteatro de las colinas; al norte, la llanura y el horizonte; al oeste, un barranco verde en la montaña de la otra orilla del valle, ...
Agradecidos y sonrientes, emprendemos la bajada hacia la base intentando cazar más rincones y recreándonos con los últimos del menú del guía: las ruinas del fuerte, primera edificación de los bereberes en la montaña; un enorme y peligroso dintel vencido, que aguanta a duras penas el paso del tiempo; otra cueva restaurada, ...
Recapitulando sobre la visita, el recorrido por el ksar semiruinoso de Chenini es interesante y encantador, un viaje al pasado de los bereberes y de la historia, y además, las vistas son espectaculares.
Aun así, me hubiera gustado visitar el núcleo habitado, y la famosa mezquita subterránea de los Siete Durmientes, con sus piedras funerarias de 4 metros, ubicada a 1 kilómetro de distancia en dirección al New Chenini.
A las 6 de la tarde, nos apeamos del Land Cruiser que nos vuelve a dejar en la puerta del hotel. Regresamos de un tour sin incidencias, con recogida puntual, buen trabajo del guía, y el cumplimiento del programa.
La visitas a los miméticos graneros o ksars bereberes de la región de Tataouine, incluyendo el de Star Wars, han sido interesantes y bonitas, y el postre, después de la comida en Guermassa, de la ascensión y recorrido por la antigua ciudad troglodita de Chenini, un remate magnífico.
El paisaje de esta parte del Gran Sur de Túnez es un espectáculo predesértico de cordilleras, superficies lunares, y palmerales aquí y allá, rompiendo el autoritario tono marrón del territorio.
La región de Tataouine en el extremo sur del país, haciendo frontera con Libia y Argelia, es la más grande en extensión pero la de menos densidad de población, de las 24 regiones de Túnez. Con la ciudad de Tataouine como capital, con un censo de unos 70.000 habitantes, esta extensa gobernación tunecina cuenta con aldeas como Maztouria, Ghomrassen, Douiret, Bir Amir o Remada; antiguos cascos trogloditas semi abandonados, cuyos habitantes se mudaron hace tiempo a núcleos de nueva construcción, como Guermassa y Chenini; y decenas y decenas de graneros como Ksar Ouled Soltane, ksar Beni Barka, ksar Hadada, ksar El Air, ksar Gattoufa, ksar Jlidet, ksar Ouled Mhemed, ksarr El Ferich, ksar Ezzahra, ksar Beni Blel, ksar Bir Lahmar, ksar Ouled Boubaker, ksar Mourabtine, ....
Tras arrancar a las 7 y media, y salir de la isla por El Kantara, tomamos la misma carretera del primer tour, volviendo a cruzar por en medio del lago salado de Sebkhet el Melah, y paramos a tomar un café a 70 kms de la salida, en la cafetería Elbaraka, en la intersección de nuestra carretera a Tataouine con la autovía que va de Túnez a Libia, semidesierta en este tramo. En una hora y 67 kilómetros más de carretera, tras haber dejado atrás Tataouine, aparcamos el coche en las faldas del
KSAR BENI BARKA
el primer granero que vamos a visitar, erigido por una tribu procedente de Libia en el siglo XIV. Desde la distancia, el ksar Beni Barka es simplemente el perfil de una meseta, y solo a medida que nos vamos acercando, se empiezan a distinguir los bloques de la muralla, y la silueta arqueada de la bóveda de alguna gorfa, pero siempre fundiéndose con el contorno de la montaña sobre la que fue erigido.
Ya ascendiendo por el camino que lleva al ksar, algunas viviendas trogloditas excavadas en la falda de la montaña, bajo el granero fortificado, se ven restauradas y con puertas, probablemente utilizadas como almacén por alguno de los vecinos de las casas que se ven un poco más abajo, en la ladera de la montaña.
Una vez arriba, las vistas en 360 grados son magníficas. Cordilleras en el horizonte, valle con palmeras y parcelas verdes con Tataouine al fondo, las colinas de los alrededores, la ladera de la montaña con grandes rocas desprendidas, la mancha blanca de un menzel.
Subir con mucho cuidado por el estado semi ruinoso del granero, a una azotea en el punto más alto de la fortificación, nos permite tener una estupenda perpectiva de la estructura de la colmena de celdas del granero, en la que se ven claramente los revoques de la restauración realizada, sobre todo en la parte superior de los muros y en los arcos de entrada a los silos.
En el ksar, ya hay pocos pisos de gorfas en pie, pero si que queda algunas con la estructura en suficientes buenas condiciones como para poder ver los nichos en la pared del fondo donde se depositaban las vasijas de aceitunas, los estantes de obra de las paredes donde se dejaban los quesos, o el suelo donde se depositaban las ánforas con los cereales, y en alguna de ellas, si eran del mismo propietario, una abertura para comunicar con la colindante.
Nos entretenemos durante más de media hora en el interior, y emprendemos felices la bajada hacia la explanada donde está aparcado el todoterreno, porque hemos de dirigirnos 20 kilómetros al sur hacia nuestro segundo destino, quizás el plato fuerte de los graneros de Tataouine, el
KSAR OULED SOLTANE
un granero bereber del predesierto sahariano construido de adobe, que con una superficie rectangular de unos 60 por 40 metros, y una sola entrada, está situado en lo alto de una colina que domina todo el territorio de los alrededores.
Esta situación privilegiada permitió al Ksar Ouled Soltane, además de cumplir con su función de almacenamiento comunitario y de refugio contra el abrasador sol sahariano, sustituir a las aldeas fortificadas aledañas de Tazeghdanet, Techout y Beni Oussine, por tener mucha más fácil defensa ante los ataques de las tribus de la época.
Erigido según opiniones entre el siglo XIV y el XVII, el ksar cuenta con dos patios con conjuntos de edificaciones de 4 y hasta 5 pisos de gorfas (cámaras de almacenaje), de los cuales uno formaba parte de la construcción original, y el otro, fue construido en el siglo XIX como una extensión, alrededor del segundo patio.
Todo el ksar fue completamente restaurado a finales del siglo XX, utilizando cemento y revocando la mampostería original, lo que dio un aspecto arcilloso o de plastilina a los pisos de las 287 gorfas que tiene el ksar, que en su momento llegó a contar con una cantidad record de 400. Aun así, este ksar es uno de los antiguos graneros mejor conservados de Túnez.
La gran cantidad de escaleras exteriores pegadas a las paredes del edificio para acceder a las gorfas, y la existencia de ganchos de madera que se utilizaban para subir las mercancías a los pisos superiores de celdas, son elementos que distinguen al ksar Ouled Soltane de otros ksars del territorio.
Aunque todavía sirve de vivienda para algunos lugareños, la mayor parte de ellos vive en un núcleo de nueva construcción edificado al lado, junto a la moderna mezquita. Aun así, muchas gorfas del granero son utilizadas de diversas maneras por la gente del pueblo, una cafetería, salas de juegos, almacenes, y hasta como galería de un artista que vende sus obras a los turistas ...
Al granero se accede por una entrada desde la plaza del pueblo nuevo, donde había gran actividad cuando llegamos, con puestos de mercado y tenderos trajinando mercancías en sus tiendas. Al entrar y llegar a los patios, la vista de las tubulares gorfas apiladas de color dorado, con las escaleras exteriores es espacial, especial y muy fotogénica.
El ksar Ouled Soltane por méritos propios, entra dentro de muchos circuitos turísticos del sur de Túnez, tanto por su conservación, como por la notoriedad que le proporcionó ser en “La amenaza fantasma” de La guerra de las galaxias, el barrio de esclavos Mos Espa, donde vivían Anakin Skywalker y su madre.
Nos despedimos de la fortaleza galáctica estelar, y tomamos rumbo noroeste hacia el desierto, atravesando el grandioso valle que se extiende a los pies del ksar, con la vista puesta en la cordillera rocosa del horizonte, tras la que se esconden la dunas del Sahara en el Parque Nacional de Jbil, a pocos kilómetros de ella.
Mientras tanto, tras desviarnos hacia el oeste de la carretera principal hacia Tataouine, por una carretera secundaria, el recorrido es un fascinante cuadro ocre, manchado de árboles verdes y palmeras de dátiles, entre peladas colinas a ambos lados y el perfil serrado de una cordillera al fondo.
En aproximadamente una hora, aparcamos al final del nuevo pueblo, en el restaurante Realais Dar Guermassa, bajo el espectacular peñón con vistas al desierto, donde las antiguas y abandonadas ruinas de las viviendas trogloditas de Guermassa, al lado de una inmaculada mezquita blanca, se van desmoronando día a día.
En el nuevo y muy cuidado restaurante, atento servicio y sencilla, auténtica y sabrosa comida local con productos de la zona, un tradicional brik de verduras y huevo duro, un buen cuscus de cordero, y la bebida.
Para la visita estrella de la tarde a Chenini, no hay otro camino que volver atrás. Guermassa y Chenini están en las puntas superiores de una V de 27 kilómetros de longitud, y para ir de una a otra hay que bajar y volver a subir. A pesar de eso, en una media hora, llegamos a
CHENINI
donde en una cafetería en la falda del decrépito ksar, casi deshabitado junto a la mezquita en la cresta central del anfiteatro de las dos colinas donde se asienta el pueblo, nos está esperando uno de sus 600 vecinos, que nos hará de guía por las ruinas.
Chenini, el pueblo bereber más icónico de la región, tiene su origen en un primer fuerte levantado por los bereberes en la cima de la montaña, el kalâa, del que todavía quedan restos, con el propósito de repeler los ataques de los invasores árabes. Ya en tiempos de paz, la población comenzó a construirse progresivamente viviendas a los pies de la fortificación, y en las laderas y cresta de las dos colinas, hasta que quedó configurado el ksar, cuyas edificaciones más antiguas, datan del siglo XII.
En la década de los 60’s del siglo pasado, la mayoría de los habitantes se mudaron a las casas de nueva construcción del nuevo pueblo construido por el gobierno tunecino a unos 2 kilómetros del casco antiguo, y el ksar quedó semi abandonado.
Los Bereberes
Los habitantes del pueblo, que todavía hablan bereber, son descendientes de los Zenatas, una de los tres grandes confederaciones bereberes musulmanas de la Edad Media, formada por tribus nómadas amazigh de las llanuras del Magreb, que se desplazaron lentamente de este a oeste, y fundaron varios reinos en Libia, Argelia, Túnez y Marruecos, entre ellos Fez o Kairouan.
A pesar de la controversia sobre el origen de los bereberes, con teorías que abarcan desde un origen en las guerras entre romanos y cartagineses, y por tanto occidental, hasta uno yemení, y por tanto árabe, evidencias de investigaciones más recientes habrían demostrado que los bereberes han vivido desde la prehistoria en el territorio comprendido entre Egipto y Mauritania. Por dicho motivo, hoy en día se entiende que los bereberes son cualesquiera de los descendientes de los habitantes del norte de África, antes de la conquista árabe del siglo VIII.
En la actualidad hay alrededor de 14 millones de bereberes en Marruecos, unos 9 millones en Argelia, unos 6 millones en Libia, aproximadamente 1 millón de tuaregs bereberes repartidos por el Sahara, y poblaciones menores en Túnez, Egipto y Mauritania.
El recorrido
El lugareño no pierde el tiempo, y apenas saludarnos, comienza a subir como una cabra montaña arriba por el camino de tierra o entre las rocas, de tal manera que lo único que puedo verle todo el rato, es una “cruz del sur” bereber que lleva en la espalda de su camisón amarronado, un amuleto protector, cuyo símbolo está extraído de la figura de la constelación del mismo nombre, que desde la antigüedad servía a los amazighs para orientarse durante sus desplazamientos.
Como al poco rato se vuelve a mirar y se le hace evidente que no vamos a seguir su ritmo, continua su ágil ascensión pero se va deteniendo cada tanto para permitir que le alcancemos o para enseñarnos los rincones o lugares de su recorrido: cuevas abandonadas pero en razonable buen estado, grupos de antiguas viviendas, patios, etcétera.
Mientras, aprovechando mis paradas para tomar un respiro durante la subida, voy tomando fotos del patio abierto de una vivienda en la falda de la montaña, las casas más cercanas al valle, los muros de mampostería de una vivienda habitada, una edificación desmoronada, las casas y los patios de la ladera opuesta, ...
Al llegar a la altura de la cresta donde se encuentra la mezquita, el guía se sienta en un murete y nos invita a acercarnos hasta el templo y su increible cafetería con terraza, en el filo del precipicio. Nos sentamos, y el espectáculo nos los ofrecen unos aldeanos ascendiendo entre las rocas por la ladera y las increibles vistas del perfil de la mezquita con el núcleo antiguo detrás, cuyo minarete servía de luminoso faro a las caravanas del desierto.
Regresamos al encuentro del bereber, quien tras enseñarnos una antigua prensa de aceite, nos guía hasta una azotea del primigenio fuerte en la cumbre de la colina, donde la panorámica de 360 grados es grandiosa; al sur y a nuestros pies, las ruinas de las viviendas excavadas a varios niveles en la ladera, y más allá el valle entre las montañas; al este, la mezquita y las casas en el filo de la cresta del anfiteatro de las colinas; al norte, la llanura y el horizonte; al oeste, un barranco verde en la montaña de la otra orilla del valle, ...
Agradecidos y sonrientes, emprendemos la bajada hacia la base intentando cazar más rincones y recreándonos con los últimos del menú del guía: las ruinas del fuerte, primera edificación de los bereberes en la montaña; un enorme y peligroso dintel vencido, que aguanta a duras penas el paso del tiempo; otra cueva restaurada, ...
Recapitulando sobre la visita, el recorrido por el ksar semiruinoso de Chenini es interesante y encantador, un viaje al pasado de los bereberes y de la historia, y además, las vistas son espectaculares.
Aun así, me hubiera gustado visitar el núcleo habitado, y la famosa mezquita subterránea de los Siete Durmientes, con sus piedras funerarias de 4 metros, ubicada a 1 kilómetro de distancia en dirección al New Chenini.