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En la noche anterior y en la mañana habíamos intentado hacer un planing del día, al gusto de todos, pues había programada una visita a un poblado Samburu. Mi marido y yo no queríamos hacer esa visita.
Habíamos quedado en que finalizado el safari de la mañana nos volvíamos al hotel.
Pero desde la fuerte de Bufalo Spring a nuestro hotel había un gran trecho que los compañeros tendrían que hacer de ida y luego de vuelta, más el traslado hasta el poblado.
Así que accedimos a esa visita y nos pusimos en marcha hacia uno de los poblados del pueblo Samburu.
La visita a estos poblados no están exentas de teatralidad y eso es lo que no nos gustaba. Pero bueno, al final aprendimos algo de este pueblo y con lo que costaba, 30$, algo contribuiríamos al bienestar del mismo.
De camino al poblado aún seguimos viendo más fauna.
Una manada de facóceros con su cara verrugosa, los colmillos relucientes (son de puro marfil), la cola tiesa y andares cómicos.
Más jirafas reticuladas, los avestruces hembra y una manada de elegantes y preciosos oryx.
Muy cerca ya del poblado nos encontramos una manada de camellos que serían propiedad de alguno de ellos.
Llegados al poblado me dio la impresión de que estaban esperándonos.
Nos recibe el hijo del jefe de la aldea, un hombre de mediana edad ataviado con una falda amarilla y una blusa naranja y adornado con collares y banda en la frente. Habla un inglés fluído.
El Jefe de la aldea es más anciano y no se encuentra en la misma porque tiene una reunión de ancianos
para resolver cuestiones importantes. No olvidemos que los Samburu se organizan y conviven según las normas de una gerontocracia, (gobierno de los viejos).
Primero se colocan todos los críos como en hilera. De distintas edades. Vestidos de forma diferente. Todos en silencio, expectantes y algunos con intenciones de sonreir. Muchos de los pequeños están adornados con grandes mocarreras. Pero todos con buen aspecto y con pinta de bien alimentados.
Fallo nuestro no haberles llevado nada. Al ponerse en hilera creo que algo estaban esperando.
Gatia, que debía saberlo, fue al coche y como tenía una bolsa de patatas fritas sin empezar que le habíamos dado cuando hicimos la compra, nos pidió permiso y fue repartiéndolas entre los críos. Por supuesto se consumieron al instante. Mejor que caramelos.
El jefe los tiene bien instruidos. Van a un colegio cercano y él mismo les enseña inglés. Al final de la visita todos los niños nos cantaron una bonita canción en inglés, y se la tienen muy bien aprendida.
Mientras, habían salido del poblado un grupo de hombres y otro de mujeres. Ataviados de muy distinta forma. Pero todos con colores vivos y adornados con collares, pulseras, tobilleras, bandas en la cabeza….
Las mujeres tienen el pelo muy corto o afeitado. Los hombres, parecido
A nosotros también nos pusieron de estos collares. Al final te indicaban si querías comprarlos y si no, simplemente los devolvías.
Primero los hombres del poblado junto con los hombres de nuestro grupo estuvieron un rato haciendo saltos y distintos bailes amenizados con cantos.
Luego nos tocó el turno a las mujeres. Del poblado habría unas siete mujeres, de distinta edad. Dos de ellas portaban un crío pequeño. Una de ellas dijeron que portaba a su nieto pues la hija estaba trabajando.
Y lo mismo. Distintos bailes y distintas canciones.
Estos poblados se levantan en un sitio bastante inhóspito, un terreno semi desértico con poco o ningún árbol a la vista. Hay polvareda. De hecho vimos levantarse a lo lejos un pequeño remolino con apariencia de tornado.
Desde el poblado se contempla el monte sagrado de los Samburu, el monte Nyru Oldongo.
El poblado se encuentra rodeado de un entresijo de ramas que lo protege. Del poblado te enseñan una choza que tienen destinada para este fin. Cabañas hechas con ramas, excrementos de vaca secos, láminas de chapa, plásticos, cartones….. todo mezclado y con techos redondeados. La construcción de las cabañas es tarea de las mujeres.
Nos invitan a entrar a la misma y va explicando algo de su vida diaria. Hasta nos indican como duermen en estas cabañas.
Los samburu son un pueblo nilótico que está emparentado con el pueblo masai. Sus idiomas son casi iguales. Ambos tienen su origen de la región noroeste de Turkana que vinieron a esta zona en el siglo XVII. Los samburu se quedaron por la zona que ocupan ahora y los masai siguieron más hacia el sur.
Ambos son pueblos dedicados a la cría del ganado. Eran nómadas pero actualmente se encuentran algo más asentados en sus poblados, pero sin abandonar el pastoreo ya que toda su economía y su vida gira entorno al ganado. Crían ovejas, cabras, vacas y, últimamente, camellos. Los camellos han demostrado tener mayor resistencia contra la sequía por lo que su pastoreo está en aumento. Una serie de sequías y las incursiones crecientes de los somalíes provocaron la caída del número de bovinos.
Los samburu dependen principalmente de la leche, la sangre y la carne para su dieta. Comenzaron a intercambiar ganado por camellos de pueblos del sureste del lago Turkana. Así que la leche de camello se convirtió en una gran fuente de alimento para una población en crecimiento que tenía menos ganado vacuno.
Al tener las tierras de Samburu la calificación de reservas permite en ocasiones difíciles de falta de agua y ausencia crítica de pastos, el pastoreo dentro de sus límites.
En nuestros recorridos dentro de Samburu y Buffalo Springs vimos a lo lejos, en algunas colinas, algunos rebaños y algunos niños al cuidado del ganado. Los vigilantes hacen la vista gorda… Pero estos niños, en alguna ocasión, tendrán que enfrentarse con las fieras que merodean por allí….
Después de todo, la experiencia de visitar el poblado fue mejor de lo que yo me esperaba. Me quedo con el soniquete de su canción en inglés y las lindas caritas de los niños.
Después de comer y descansar un poco salimos a dar una última vuelta por la reserva de Samburu.
La tarde no fue muy prolífica en avistamientos Los animales andaban erráticos o escondidos.
Aunque volvimos a ver más jirafas reticuladas que siempre alegran la vista. Así como las idas y venidas de una familia de elefantes a la que seguimos entre la vegetación ribereña del río.
Algunas aves zancudas a lo lejos en el lodazal del río.
Una carraca de pecho lila. Es un símbolo nacional en Botswana en donde la vimos en varias ocasiones. También es un símbolo en Kenia, aunque no tuvimos ocasión de verla mucho. Esta era la primera que veíamos y me dio mucha alegría.
Tiene un plumaje magnífico destacando el de su pecho y nuca de color morado, de ahí su nombre.
Por un aviso de radio se supo que en una oquedad del río había una mamá leopardo con dos crías.
Llegamos y ya había varios coches en el lugar. Y más que llegaron después.
Los leopardos estaban como en una pequeña cueva formada en una de las escarpas del río. Ellos estaban a la sombra, casi a oscuras, y nosotros con el sol de frente. Era muy difícil verlos y mucho menos hacerles una foto decente.
Cada vez llegaban más coches. Yo creo que allí se congregarían unos 30 o 40.
De pronto Gatia nos dijo que nos íbamos y estuvimos de acuerdo. Los dos coches nos alejamos de allí.
Es lo que tiene la masificación en los safaris. Por la posición en la que los leopardos se encontraban ningún coche podía conseguir un lugar de contemplación privilegiada y, seguramente, que estaríamos estresando a los animalitos. Allí no pintábamos nada.
Nos dedicamos a recorrer otros caminos de Samburu y contemplar los bonitos paisajes que tiene. A veces, por el afán de ver lindos gatitos nos perdemos puntos de vista espléndidos.
Antes de retirarnos nos detuvimos en una zona de arbustos espinosos, con unas colinas de fondos. Cerca de un aeródromo que hay cerca del Sopa Lodge.
Y allí contemplamos una hermosa puesta de sol africana. De esas que te van enganchando. Los atardeceres pueden parecer todos similares. Aunque es el mismo hecho, las circunstancias pueden variar mucho.
Los cielos son cambiantes. Ver el sol trasponer detrás de una colina. Sus rayos dorados tamizados entre las ramas secas y espinosas de una acacia. Los tonos dorados, rojizos, anaranjados….
Pues eso…. Que fue un gustazo ver un atardecer en la colina reseca de la Reserva Nacional de Samburu.
Aquella noche Gatia se marchaba de vuelta a Nairobi por un asunto familiar. Se despidió nada más dejarnos en el hotel. Le quedaban por lo menos seis horas de duro viaje.
Un gran guía. Y una gran persona. Mitad kikuyu y mitad otra raza que no recuerdo. Modernizado por su nuevo estilo de vida y residir en una ciudad con hábitos y costumbres distintas. Pero aún arraigado a sus orígenes. Con respeto total a sus ancestros. Nos contaba que a su mujer él no la había elegido. Era la que sus padres habían escogido para él.
Y un respeto y admiración al entorno salvaje por el que va desarrollando su trabajo. Ya nos lo había demostrado en un par de ocasiones. En lugar de acosar y molestar a los animales prefería retirarse a tiempo de que eso no ocurriera.
No pudimos compartir con él una copa de vino que nos acompañaba en la cena. Su empresa nos había añadido a la cena un par de botellas de vino en compensación por el tiempo perdido cuando se confundieron con el hotel Ashnil.
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