28 de agosto de 2023. Hacemos nuestro desayuno en la cabaña del camping de Flakstad con las provisiones que vamos comprando en los supermercados. Por cierto, hemos observado que en general todos los supermercados en Noruega tienen horario continuado y cierran a las 23:00 horas.
Tan sólo 25 kilómetros nos separan del lugar donde nos alojaremos esta noche, Hamnøy. Por el camino visitaremos Ramberg y tenemos intención de hacer la ruta de senderismo hasta Kvalvika Beach (Playa de las Ballenas).

Ramberg es otro pueblecito costero de casitas de colores. Tiene una gran playa de arena blanca, y la zona del puerto se presta para un breve paseo. Está plagada de esa especie de gaviotas que hay a bandadas por todas las islas, que emiten un incesante graznido fuerte y agudo similar a carcajadas. Aprovechamos a comprar comida en un supermercado que hay allí mismo.


Continuamos por la E10 hasta el desvío de la Fv808, que nos lleva, a lo largo de un tramo precioso que va saltando de islote en islote, hacia el punto donde se inicia la ruta de Kvalvika Beach. Damos dos o tres pasadas por las pequeñas áreas laterales que hay previstas para aparcar, pero no hay manera de encontrar un hueco en ninguna de ellas. Todo lleno. No quiero ni pensar cómo estará esto en plena temporada de verano…
Nada. Nos quedamos con las ganas de ver Kvalvika Beach. Por lo que leí, es una espectacular playa aislada entre acantilados casi verticales de granito negro, a la que sólo se puede acceder tras una caminata de 2 km que va ascendiendo desde la carretera hasta la cima de los acantilados. El apelativo de “playa de las ballenas” no es porque allí se encuentren especímenes de tal especie, sino porque vivió una familia de cazadores de ballenas hasta que abandonaron el lugar a principios del S. XIX.
Para hoy teníamos previstas dos alternativas: o hacíamos la ruta de Kvalvika Beach o subíamos al monte Reinebringen. Las dos cosas el mismo día no, porque quiero seguir viviendo. El destino ha querido que tengamos que optar por Reinebringen, así que nos dirigimos ya hacia Hamnøy para tomar posesión de nuestra nueva cabaña y poder descargar el equipaje.
Habíamos reservado a través de Booking una cabaña en Hamnøy, en un complejo llamado Eliassen Rorbuer. Sabía que era una cabaña de éstas típicas de las Lofoten, de madera roja sobre pilotes, de las conocidas como “rorbuer”. Lo que no sabía, y me quedé impactada al llegar y darme cuenta, era que Eliassen Rorbuer es exactamente el conjunto de casitas que aparece en todas las fotos de Hamnøy, la icónica foto de las Lofoten que vemos en todas partes:

El “rorbuer” con dos habitaciones, salón-cocina, baño privado y una enorme terraza sobre el mar con merendero, nos costó la espeluznante cantidad de 238 € la noche

El lugar es realmente idílico. La cabaña es amplia y confortable. El complejo cuenta con un montón de “rorbuer”, un edificio de Recepción, un restaurante, un embarcadero, y hasta un museo de acceso libre sobre la historia de Eliassen, muy interesante.
Nuestro “rorbuer” es el primero que tiene el tejado negro. Si os fijáis bien, el Chiquillo os está saludando desde la terraza.


Todas las fotos anteriores están hechas desde el puente de la carretera que pasa junto al complejo, que es desde donde se toman las imágenes más típicas de Hamnøy.




Hemos descargado el equipaje en nuestra cabaña, hemos comido, y volvemos a coger el coche para acercarnos a Reine, a tan sólo 5 km hacia el sur. Vamos a subir al monte Reinebringen, desde cuya cumbre hay una de las más espectaculares panorámicas de las Lofoten.
El inicio de la ruta a la cima del Reinebringen está justo donde termina el túnel que va de Reine a Moskenes. Lo señalo con marca roja en la siguiente imagen:

Hay que dejar el coche en un parking en Reine, o bien en algún apartadero de la carretera. En cualquier caso hay que caminar como mínimo 1 km (o hasta 2 km, dependiendo de en qué parking se deja el coche) por el arcén de la carretera desde donde se aparca hasta el inicio de la ruta, porque no hay zonas de aparcamiento más cercanas.
Nosotros aparcamos en un ensanchamiento de tierra que hay en el lateral de la carretera siguiendo 1,5 km desde la salida del túnel hacia Moskenes. En este apartadero hay espacio para veinte coches o quizá más, calculo.
Así pues, cuando inicias la subida al Reinebringen ya has caminado un ratito.
Cuando vemos el panel informativo que hay al inicio de la subida al Reinebrigen, siento que se me doblan las piernas:

En el texto sobre fondo negro, arriba a la derecha, leemos que la altura que hay que subir es de 448 metros, desnivel que se corresponde con 1,1 km de longitud horizontal, lo cual quiere decir que la pendiente es importante (la verdad es que ya se nota a simple vista). Los 448 metros de altura suponen… ¡1.978 peldaños! Si ya me había quedado muerta con la subida al monte Fløyen de Bergen, que son 1.203 peldaños, por regla de tres aquí me quedo muerta y media…

Porque aquí no hay funicular, ni teleférico, ni otras alternativas. O subes andando o te quedas abajo. Esta escalinata de 1.978 peldaños de piedra fue realizada en 2019 para evitar los frecuentes accidentes que venían sucediendo de gente que escalaba el monte sin medidas de seguridad, algunas veces incluso con resultado de muerte. Desde que hicieron la escalera, la ascensión es segura, siempre que no haya inclemencias del tiempo.


No voy a invertir ni un solo minuto, ni una sola palabra, en describir lo fatigoso, agotador y extenuante que es subir 1.978 peldaños, muchos de ellos bastante grandecitos… No lo voy a hacer. Sólo diré que cuando culminas la cima, todo ha merecido la pena. Es impresionante, impactante, alucinante… Te sientes volar.





Sin lugar a dudas, la experiencia más inolvidable, junto con las auroras, que hemos vivido en las islas Lofoten.
El descenso, al igual que me pasó con el monte Fløyen de Bergen, me produce tal tiritera de piernas que a partir del escalón nº 1.000 aproximadamente ya no puedo bajar con normalidad, sino que tengo que ir como los bebés: los dos pies en un mismo escalón antes de bajar al siguiente. Al Mortadelo y al Chiquillo, que son súper-atléticos, les he dicho que tiren para abajo, que no me esperen… Si en un par de horas no he llegado abajo, que se vayan comiendo mi bocadillo.
Una vez más, hemos tenido mucha suerte con el tiempo, porque ahora que ya estamos abajo se empieza a nublar. Compadezco a la gente que está iniciando en estos momentos la subida y que, tal vez, después de todo el esfuerzo, las nubes les impidan poder ver algo desde arriba.
Volvemos al parking donde hemos dejado el coche (1,5 km que recorro con un vaivén de piernas que me hacen parecer borrachita) y nos vamos a ver Reine.
Reine es la población más grande del sur de las islas Lofoten y, dicen, la más bonita. Es posible. Yo no me atrevería a asegurarlo, porque son tan lindos todos los pueblecitos… A continuación dejo unas cuantas fotos de Reine para que cada cual juzgue a su antojo.





Volvemos a nuestra cabaña de Eliassen Rorbuer en Hamnøy y así termina este tercer día de periplo por estas islas fascinantes.