Datos de la etapa:
Altitud ganada: 2 m
Ascenso total del día: 526 m
Elevación máxima: 4165 m
Distancia recorrida: 11.1 km
Tiempo: 4h
Un día relativamente corto y sencillo, gracias al esfuerzo del día anterior. El camino desde Shree Kharka en seguida se bifurca del camino que habíamos seguido un par de días antes, y no es necesario volver hasta Manang para reengancharse con el AC sino que se puede atajar por Old Khangsar.

Empezamos la mañana con el olor inconfundible de la ofrenda de enebro tan típica en Nepal. El ritual de quemar ramitas de enebro a primera hora está bastante extendido, sobre todo en esta zona alrededor de Manang. Poco después de las 8:30 nos pusimos en marcha. El camino asciende poco a poco hacia el pueblo de Old Khangsar, destruido en el terremoto que asoló el país en 2015 y hoy en día abandonado. Algunas estructuras todavía están en pie y puedes caminar entre las ruinas de piedra; es una visita curiosa con unas vistas estupendas del valle desde la antigua estupa.

Así nos despedimos del valle del Khangsar Khola hacia Tilicho Peak



Old Khangsar
La verdad es que disfruté bastante del camino este día, ya que era muy distinto a todo lo que habíamos hecho hasta ese momento con su vegetación baja, como de matorral. Al poco de pasar Old Khangsar vimos un grupo de blue sheep pastando tranquilamente a pocos metros del camino. Es sorprendente que no se asustaran porque llevábamos un grupo enorme de israelíes ruidosos justo detrás nuestro. El camino llega a un punto donde gira bruscamente hacia el norte, y desde allí se tiene una panorámica perfecta de todo el valle del Marshyangdi, llegando a verse Manang y Bhraka. Estuvimos un rato allí sentados disfrutando de las vistas, pero nos juntamos con los israelíes, que eran muchos, jóvenes y, repito, ruidosos, y nos acabamos yendo antes de lo que me hubiera gustado.

Blue sheep, que ni son ovejas ni son azules…


Marshyangdi Valley, Manang y Bhraka
Este mirador es el punto más alto del día (4165 m), y a partir de aquí el camino desciende hacia el río, lo cruza a través de un puente colgante, y vuelve a ascender por el otro lado del valle hasta finalmente reengancharse con el AC. Ver cómo el camino baja hasta el fondo del valle para luego tener que volver a subir te rompe un poco el alma, pero al menos el desnivel no es demasiado. Lo mejor es la teahouse que hay justo al cruzar el puente, es un sitio ideal para parar a descansar con un ginger lemon tea (y curiosamente el wifi iba como un tiro).

La bajada, el puente, la teahouse y la subida…
A partir de la teahouse, el resto del día es de ascenso suave por el lado este del río hasta llegar a Yak Kharka. Es importante darse la vuelta de vez en cuando para admirar las montañas que dejábamos atrás, la última oportunidad de disfrutar de Annapurna II, IV, III y Gangapurna. Es increíble pensar que sólo unos días antes habíamos estado casi en la base de Annapurna II…

Nos despedíamos de los Annapurnas
Finalmente llegamos a Yak Kharka a tiempo para comer. Yak Kharka es un “pueblo” que se extiende bastante a lo largo del camino, y nuestra teahouse estaba justo en el otro extremo. Hay quien prefiere llegar a dormir a Letdar, un poco más adelante, pero la oferta de alojamiento es mucho más amplia en Yak Kharka, y Letdar tiene sentido si quieres llegar a High Camp al día siguiente, algo que nosotros habíamos descartado.


Yak Kharka
Nuestro alojamiento esa noche era el hotel Dream House, del que tenía buenas referencias, pero la habitación que nos dieron era muy oscura, recibía poca luz y por tanto era muy fría. Fue la noche más fría del viaje. La comida estaba muy buena, y la ducha nos costó 200 rupias (la primera que tuvimos que pagar). A pesar de haber llegado muy pronto, para cuando quisimos comer y ducharnos casi se había hecho de noche. Bueno, no de noche, pero el sol se pone justo detrás de la montaña y Yak Kharka queda completamente en la sombra a eso de las 3 de la tarde, por lo menos en noviembre. Fue una larga tarde en el comedor, pegados a la estufa porque no queríamos irnos a pasar frío a la habitación. Mucho té, mucha lectura, y paciencia. Esa noche descubrimos algo que ojalá tuvieran todas las teahouses: encima de la estufa habían puesto piedras, posiblemente sacadas del río porque estaban redondeadas y suaves, y podías coger una y usarla para calentarte, o incluso llevártela a la cama para calentar el saco. No era precisamente tecnología punta pero en el fondo no se necesita más… Mi saturación esa noche estaba al 82% pero me encontraba perfectamente. La verdad es que dormí bastante bien a pesar del frío, y me alegré mucho de tener un buen saco. No termino de entender a quienes prefieren arriesgarse y no cargar con el saco...