.
El primer día entero en Seúl empezaba de forma muy diferente a como habían empezado el resto de mañanas del viaje y es que, cuando miramos por la ventana, estaba lloviendo. En los quince días que llevábamos sólo nos había llovido (y sólo un poco) cuando nos trasladábamos a Busan. La temperatura también era fresquita, 7 °C. Lo malo es que, al mirar las previsiones del tiempo, daban lluvia para todo el día.
A pesar de que la sentencia sobre la destitución del presidente había sido ayer (los palacios habían cerrado por seguridad), las noticias seguían recomendando no transitar por las zonas cercanas a la Corte de Justicia (todos los palacios están todos por esa zona). Y, sobre todo, hacían hincapié a que los extranjeros no podían participar en protestas políticas (ni en un sentido, ni el otro).
Como no queríamos tener problemas, cambiamos los planes y decidimos visitar las zonas más alejadas del hotel. De camino al metro, pudimos comprobar que Seúl está lleno de esculturas, de todos los tamaños y temáticas.
A pesar de que la sentencia sobre la destitución del presidente había sido ayer (los palacios habían cerrado por seguridad), las noticias seguían recomendando no transitar por las zonas cercanas a la Corte de Justicia (todos los palacios están todos por esa zona). Y, sobre todo, hacían hincapié a que los extranjeros no podían participar en protestas políticas (ni en un sentido, ni el otro).
Como no queríamos tener problemas, cambiamos los planes y decidimos visitar las zonas más alejadas del hotel. De camino al metro, pudimos comprobar que Seúl está lleno de esculturas, de todos los tamaños y temáticas.


Nuestra primera parada del día fue Seongsu-dong Café Street, uno de los rincones más modernos y creativos de Seúl. Lo que antes era una zona industrial llena de fábricas y talleres de calzado, hoy se ha transformado en calle llena de cafeterías con estilo moderno, galerías de arte y tiendas de diseño. Vamos, lo que viene a ser un lugar perfecto para pasear sin rumbo.


No sabemos si fue por la lluvia o que el ambiente es más de tarde/noche (nosotros fuimos un sábado por la mañana), pero la cuestión es que quedamos un poco decepcionados con la zona. Sí que vimos algún mural y algún antiguo taller reconvertido en cafetería que había mantenido la fachada de ladrillos típica de otros tiempos, pero apenas vimos gente paseando o en las tiendas.
Como seguía lloviendo, hicimos una parada técnica en un Starbucks que vimos por la zona, para intentar decidir que hacíamos el resto del día. Lo que teníamos claro, es que no hacía día para hacer actividades al aire libre.
Como seguía lloviendo, hicimos una parada técnica en un Starbucks que vimos por la zona, para intentar decidir que hacíamos el resto del día. Lo que teníamos claro, es que no hacía día para hacer actividades al aire libre.

Antes de abandonar la zona, visitamos la tienda Kwangya de SM Entertainment, para ver qué tenían de EXO, el grupo coreano que más le gusta a Anna, pero la verdad es que apenas tenían algún detalle con su logo.

De camino a nuestro siguiente destino, paramos en un restaurante a pie de calle que anunciaban unos sándwiches que de patata y huevo frito (juntos, pero no revueltos). A pesar de la sencillez, tenemos que reconocer que estuvieron muy ricos. La comida, junto con unos refrescos, nos costó 9.100 krw (6 €).

Como no paraba de llover, decidimos que, la mejor forma de pasar la tarde era, en algún lugar a cubierto, así que pensamos que el Museo Nacional de Corea, era una buena opción. Además, el Museo del Hangul (así se llama el alfabeto coreano) estaba al lado. Ambos gratuitos.

Desafortunadamente, al llegar al museo del Hangul, nos encontramos una señal que avisaba de que el museo permanecería cerrado por obras, hasta por lo menos, octubre de 2025). Una pena, porque Anna que está empezando a aprender coreano, tenía muchas ganas de poder visitarlo. Queda apuntado para la siguiente.

Estos surcoreanos, están en todo. Fijaos qué sistema más bueno tienen para escurrir el agua de los paraguas mojados. El material nos pareció como el de las “gamuzas” para secar los coches. Nosotros no lo hemos visto hasta ahora en ningún otro sitio.

El Museo Nacional del Corea contiene más de 420.000 piezas que abarcan desde la prehistoria, hasta la era moderna, incluyendo arte budista, caligrafía, cerámica, esculturas y arte internacional y está organizado en tres plantas, cada una con un enfoque distinto:
1ª planta: Historia antigua y medieval de Corea, desde el Paleolítico hasta la dinastía Joseon. Incluye objetos como la corona dorada de Silla, armaduras de Gaya y urnas rituales de bronce.
2ª planta: Caligrafía, pintura y obras donadas.
3ª planta: Escultura, cerámica y arte asiático. Incluye una colección de celadones de Goryeo, porcelanas blancas de Joseon y arte de India, China y Japón. (no nos dio tiempo a verla).
1ª planta: Historia antigua y medieval de Corea, desde el Paleolítico hasta la dinastía Joseon. Incluye objetos como la corona dorada de Silla, armaduras de Gaya y urnas rituales de bronce.
2ª planta: Caligrafía, pintura y obras donadas.
3ª planta: Escultura, cerámica y arte asiático. Incluye una colección de celadones de Goryeo, porcelanas blancas de Joseon y arte de India, China y Japón. (no nos dio tiempo a verla).





Uno de los objetos que más nos gustaron fueron los biombos, unas auténticas obras de arte. El primero representa una escena legendaria de la dinastía Joseon: el banquete de Xiwangmu (Seowangmo en coreano). Esta escena fue plasmada en un biombo conmemorativo creado para celebrar la investidura de un príncipe heredero, combinando simbolismo político, espiritual y artístico.
El segundo es una pintura que ilustra dos celebraciones significativas que tuvieron lugar en 1829: el 30º aniversario de la subida al trono del rey Sunjo y su cuarenta cumpleaños. Los eventos fueron organizados por el Príncipe Heredero Hyomyeong y se llevaron a cabo en dos salones distintos del palacio Changgyeong.
El segundo es una pintura que ilustra dos celebraciones significativas que tuvieron lugar en 1829: el 30º aniversario de la subida al trono del rey Sunjo y su cuarenta cumpleaños. Los eventos fueron organizados por el Príncipe Heredero Hyomyeong y se llevaron a cabo en dos salones distintos del palacio Changgyeong.


Además de las salas con las diferentes exposiciones, en cada planta, había una sala con contenido multimedia. En la que estuvimos nosotros, había un sistema de proyección espectacular ya que prácticamente toda la pared de la sala, hacía de pantalla haciendo que la experiencia fuera increíble.

En otra de las salas, vimos el trono real, que se colocaba frente a un biombo especial pintado con una escena donde compartían espacio el sol, la luna, cinco picos montañosos y unos cuantos pinos. Este biombo representaba el poder absoluto y eterno del rey. Junto al trono también había varios retratos de reyes como el rey Taejo y el rey Gojong.

A la segunda planta, no le pudimos dedicar todo el tiempo que hubiésemos querido, pero no quisimos marcharnos sin echar un vistazo al tema de la caligrafía, tema en el que Anna está muy interesada.



A las 18h30 hicimos una parada técnica (no había parado desde que habíamos entrado a las 14h30) para descansar un poco y reponer fuerzas, 14.000 krw (8,95€). A través de las cristaleras pudimos comprobar que seguía lloviendo y que la niebla estaba bastante abajo. Tanto que casi no se veía la torre Namsa.

A las 20h vimos que se preparaba algo junto a la pagoda de la planta principal. Esta pagoda es una réplica de la que hubo en el templo Gyeongcheonsa (año 1348) y es una de las joyas más impresionantes del Museo Nacional de Corea en Seúl. Con más de 13 metros de altura, es una de las pagodas más altas y su diseño es simétrico, con detalles decorativos en cada nivel. Cada piso está adornado con relieves de guardianes celestiales, flores de loto y motivos budistas, tallados con una precisión impresionante. Fue trasladada a Japón durante la ocupación colonial, pero regresó a Corea en 1918. Su restauración fue un símbolo de recuperación cultural.
Pues eso… que de repente apagaron las luces y pudimos disfrutar de un espectáculo de luces proyectadas sobre la pagoda, simplemente espectacular. Qué mejor manera de finalizar la visita al museo.
Pues eso… que de repente apagaron las luces y pudimos disfrutar de un espectáculo de luces proyectadas sobre la pagoda, simplemente espectacular. Qué mejor manera de finalizar la visita al museo.

Cuando salimos a la calle, sobre las 20h30, había dejado de llover (por fin) y en la calle había 9 °C. Cerca ya del hotel, vimos un restaurante que tenía buena pinta y entramos a cenar. Pedimos dos platos de tonkatsu, que nos salieron por 26.000 krw (17 €).


En la tienda de conveniencia, al lado del hotel, compramos unos cafés de postre y el desayuno para la mañana siguiente, 15.350 krw (8,95 €).
*** final del día 16 ***
.