Jueves, 23 de octubre de 2014.
El trayecto de Rurrenabaque a La Paz fue como un hechizo. El avion rápido asciende sobre la selva verde, para pronto atravesar un manto de nubes. En el tiempo que bebo un vaso de coca-cola, el avión desciende entre las nubes sobre un paisaje cambiado, el verde ondulante cambia a un monótono plano marrón salpicado por brillantes lentejuelas plateadas, que reflejan los tejados de El Alto. Y es que en 30 minutos pasamos de los 225m de altura a los 4200m, de los 36ºC a los 10ºC, de un pueblo casi caribe a una ciudad alpina.

La llegada a La Paz ha sido impactante. No ha sido el frío ni las modestas instalaciones del aeropuerto. Ni siquiera el vetusto autobús escolar americano que hace el recorrido hasta el centro de la ciudad, ni las vistas increíbles desde la autopista que desciende desde los 4200m de la ciudad de El Alto hasta los 3800m de la de La Paz. Lo sorprendente es que el día a día de esta ciudad, capital administrativa del país, poco se diferencia de lo visto en las áreas rurales. Multitudes cargadas con fardos, puestos callejeros por doquier, mujeres vestidas con el traje típico de cholita,…
Pregunto a una chica si el autobús para en la Plaza de San Francisco, referencia para llegar al hotel que había reservado, localizado en el barrio de la hechicería. Me dice que sí y me indica la parada. No había pérdida, los sillares de la iglesia del s.XVIII destaca entre los feos edificios modernos y los bellos, pero deteriorados, más antiguos.

Lo bueno de viajar ligero es que no tienes pereza en sacar la cámara de fotos y no puedo dejar de disparar mientras asciendo la empinada calle Santa Cruz, llena de puestos de flores, hojas de coca, hierbas, picos de tucán, fetos de llama disecados y otros elementos necesarios para realizar los remedios caseros de acuerdo con la tradición aymara.


El hotel sólo tenía habitación para ese día, así que me acomodo y encuentro alternativa para los días siguientes en el establecimiento de al lado. Paso la tarde callejeando en el entorno y averiguando las opciones de realizar diferentes excursiones en los próximos días.
La Ciudad de Nuestra Señora de la Paz fue fundada el 20 de octubre 1548 por orden de Pedro de la Gasca, máximo representante en el Perú, para conmemorar el final de casi diez años de cruenta guerra civil entre las facciones rivales que luchaban sobre los territorios combinados de Alto y Bajo Perú. Gasca ordenó al capitán Alonso de Mendoza que estableciese un nuevo enclave a medio camino entre la ciudad de Cuzco y la recientemente descubierto la riqueza mineral de Potosí. La ceremonia de fundación de la nueva ciudad se llevó en Laja, en pleno Altiplano. Tres días más tarde, el nuevo asentamiento se establece en el valle del Choqueyapu, valle minero que ofrecía mejores condiciones: protección de los vientos fríos del Altiplano, suministro de madera, el agua y mano de obra indígena de asentamientos cercanos. El oro encontrado en el valle se agota rápidamente y el comercio, en lugar de la minería, se convierte en la base de la economía nueva ciudad hasta hoy.
Los comerciantes de La Paz se han enriquecido a través del comercio de la coca de los Yungas a las minas de Potosí, y la ciudad también ha prosperado como punto de paso en la ruta entre las minas y la costa y entre Lima y Buenos Aires, los dos grandes centros de la dominación colonial en América del Sur.
En 1665 unos quinientos españoles vivían en La Paz, mientras que una población indígena mucho más grande se establece en la margen derecha del Río Choqueyapu, claramente separado de la ciudad española.
Cuando recorres las zonas rurales del país vas constatando que Bolivia es un país muy pobre: edificaciones son de materiales como adobe, cañizo, tejados de hoja de palma o chapa, apenas existe el transporte privado, los sistemas de cultivo son bastante anticuados,… Pero cuando realmente descubres las dimensiones del problema es cuando aterrizas en la gran ciudad, capital administrativa del Estado Plurinacional de Bolivia. Una población de un millón de habitantes expone sin filtros cómo es el país.

A medida que el sol deja al valle de Choqueyapu en sombra, el frío se apodera de ti y debes abrigarte, porque en casi ningún local hay calefacción, ni en agencias de viaje, tiendas para turistas, restaurantes o mayoría de hoteles. De este modo, después de la gélida experiencia del día anterior, el viernes me levanto pronto, desayuno, cambio de hotel y me voy al mercado negro, próximo al hotel. En una hora y media había completado el armario de invierno: calcetines, bañador, chaleco, lucho (gorro con orejeras), guantes, bufanda y calzones. Todo por unos 15€.
Las calles son un trasiego constante de gentes llevando fardos de un lado a otro, puestos callejeros en medio de la acera vendiendo de todo, desde plantillas a flores, desde empanadas recién hechas a ropa de imitación montañera, desde miel a confeti.
Después de las compras, paseo por el mercado de hechicería y de artesanía, entrando en el muy interesante museo de la coca. En él descubro que existen antecedentes de su consumo desde hace más de 2000 años, de acuerdo con los hallazgos de representaciones de personas con el carrillo abultado en civilizaciones antiguas como la tiwanakota. Que la coca se considera un ‘lubricante social’, como el alcohol en otras culturas. Que tiene un valor nutricional equivalente al de las legumbres, resultando una rareza la desnutrición en las comunidades donde se consume. Que resulta una plantación altamente comerciable ya que crece en tierras estériles, da tres cosechas al año y es de fácil conservación. También se hace referencia al descubrimiento de la cocaína como anestésico (los incas ya utilizaban la coca para practicar trepanaciones en sus ritos) y a los efectos de la misma. Relaciona las campañas de la ONU (convención de Ginebra de 1961) de restringir las plantaciones de coca por las presiones de los lobbies farmacéuticos, propietarios de las patentes de los derivados artificiales de la cocaína. Desde Bolivia se ha tratado de justificar el consumo tradicional de esta planta, algo evidente con solo pasearse por el país, lo que no quita que la superficie de las plantaciones autorizadas exceda en mucho el necesario para el consumo interno.

Como de carta en un restaurante próximo sopa de quinoa y ravionis de llama con una cerveza Paceña.
El cauce del Río Choqueyapu ha sido sustituido por una amplia avenida que sigue la limahoya del valle. Por la tarde la cruzo, descubriendo otra La Paz, las cholitas típicas cambian a hombres trajeados, gente con prisa niños uniformados que salen del colegio… Las fachadas de las viviendas del antiguo emplazamiento colonial parecen bonitas, pero acumulan una importante pátina de deterioro y suciedad. En la Plaza Murillo, km 0, se encuentra la catedral, el Palacio Presidencial y el Congreso. En una esquina está el museo Nacional de Arte, en la que se realizan dos exposiciones de dos artistas bolivianos: Raúl G Prada y Alandia Pantoja. Tengo la suerte de que la visita es guiada y Daniela ofrece una completa información de ambos pintores y su contexto histórico.


Saliendo del museo veo que a la noche ofrecen un concierto de charango, un instrumento típico boliviano. Ceno y regreso. Mientras escucho la música en la sala donde se exponen las reproducciones del muralista Alandio Pantoja, recuerdo las palabras de Daniela: 'Es una suerte que tengamos estas reproducciones, así podemos llevarlas por toda Bolivia en el programa EL MUSEO DONDE TU ESTAS’.
El sábado, 25 de octubre, me levanto tarde y hago algo de tiempo hasta las 12:00, hora en la que empieza el Madrid-Barça. Tras no localizar ningún bar con pantalla XXL y ambiente, me recojo en el hotel donde la recepcionista ya me había avanzado que tenían cable. Compro cervezas y me siento puntual ante la tele.
Estoy solo hasta que en el min.15 se sienta un joven israelí a mi lado. Cuando me pregunta cómo vamos, da un bote. Resulta ser más culé que yo. El tío está empolladísimo, sabe hasta en que posición quedo el Celta el año pasado (!). Acaba el partido y el tío se larga jurando en hebreo, esto es, cagándose en Luis Enrique, diciendo que no es entrenador para el Barça.
Siguiendo la mala racha, por la tarde me encuentro cerrados los museos que quería visitar, así que para no repetir decepciones, decido contratar en una agencia la excursión el domingo a Tiwanaku, unas importantes ruinas a unos 45km de La Paz. Sigo caminado por el Casco Viejo, donde los hombres y mujeres salen de las iglesias llenos del confeti lanzado en las celebraciones de bautizos y comuniones, hasta llegar al Prado, la avenida principal que hace de punto bajo. Acabo el día en el mirador KilliKilli, desde donde se tienen unas vistas formidables de la ciudad.


La Paz es una ciudad que no tiene grandes atractivos arquitectónicos, mas bien los edificios nuevos tienen la misma gracia que los de la Verneda o Bellvitge y los antiguos están destartalados. Sin embargo, la orografía peculiar de la ciudad, la singular colonización de los espacios por las edificaciones, la proximidad de las nubes y el pico nevado del Huayna Potosí al fondo del valle, hacen de La Paz una ciudad singular y su contemplación hipnotizante. Pero lo más fascinante se produce al anochecer, cuando la oscuridad hace que las luces de la ciudad se enciendan a la altura de tus ojos, de manera que parece que estés en la mitad del cielo, rodeado de estrellas.