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21 días en la parte continental de Ecuador dentro de un viaje de 6 meses. Pasando por la selva amazónica, en la Reserva de producción de fauna Cuyabeno. El Volcán Reventador. El bosque nuboso de Maquipucuna, hábitat del oso de anteojos. La cordillera de los andes, con el Cotopaxi, el Chimborazo, Quilotoa y el Altar. El parque nacional Cajas y las ciudades de Quito, Riobamba y Cuenca.Autor: Daniorte Fecha creación: ⭐ Puntos: 5 (20 Votos) Índice del Diario: Ecuador Continental
01: Preparación
02: Día 1: Llegada a Quito
03: Día 2: Quito
04: Día 3: Amazonas 1
05: Día 4: Amazonas 2
06: Día 5: Amazonas 3
07: Día 6: Amazonas y llegada a El Reventador
08: Día 7: Volcán El Reventador
09: Día 8: El Reventador - Quito
10: Día 9: Reserva de Maquipucuna 1
11: Día 10: Reserva de Maquipucuna 2
12: Día 11: Reserva de Maquipucuna - Cotopaxi
13: Día 12: Parque Nacional Cotopaxi
14: Día 13: Sygchos - Chugchilan (trekking Quilotoa)
15: Día 14: Chugchilán - Laguna Quilotoa (Trekking Quilotoa)
16: Día 15: Llegada a Riobamba
17: Día 16: Reserva de Chimborazo
18: Día 17: Trekking el Altar 1
19: Día 18: Trekking el Altar 2
20: Día 18: Llegada a Cuenca
21: Día 19: Cuenca
22: Día 20: Parque Nacional Cajas
23: Día 21: Guayaquil
24: IMPRESONES
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Etapas 4 a 6, total 24
A las 11:30 de la noche apareció el autobús. La espera se había hecho eterna. Cuando llegó el autobús, todo el mundo salió en tropel. Junto al bus había una furgoneta, y ambos conductores charlaban tranquilamente, así que, viéndomelo venir, fui directo a ellos. Casi sin hablar, me dijeron que la furgoneta iba porque el bus estaba lleno y que subiera corriendo a la furgoneta, que iba a ir mil veces mejor que en el bus. Ventajas de compartir idioma. En la furgoneta, los asientos se reclinaban 180 grados y no hay comparación.
A las 6:30 de la mañana llegué a Lago Agrio, donde tuve que hacer tiempo durante tres horas mientras desayunaba en el hotel donde nos recogen. Llegar a la selva es una historia interminable. Realmente, viendo la paliza que implica el bus, coger el bus nocturno no lo veo nada recomendable. Sale más caro que el transporte público y te hace viajar de noche. Uno puede pensar que va a descansar, pero para nada, se malduerme de mala manera y luego estás esperando en Lago Agrio como un tonto cuando podrías estar durmiendo. Si lo hiciera otra vez, pillaría un bus público que saliera de Quito a mediodía para dormir a gusto en Lago Agrio e ir a la selva descansado. Yo, el tour por la selva, he decidido hacerlo con un lodge que se llama Waita Lodge. No puedo más que recomendarlo. Es perfecto. Está en una zona de la reserva de Cuyabeno sin otros lodges alrededor, por lo que estás solo en los tours. La gran mayoría de mochileros va al Tucan Lodge o al Guacamayo Lodge. No digo que no estén bien, son algo más baratos, pero están todos concentrados en la misma zona, por lo que en los tours te encontrarás con más turistas seguro. Además, en aguas bajas, la zona de Tucan Lodge se seca y la de Waita Lodge permite la navegación todo el año. Nos recogieron a la hora a una pareja de alemanes y a mí. Desde Lago Agrio son dos horas por caminos de mala muerte entre plantaciones de palma y cacao hasta un pueblo perdido de la mano de Dios en el que increíblemente viven 500 personas. Tierras Orientales se llama. Es curiosísimo porque está lleno de niños y adolescentes. Aquí no llega cobertura alguna y se relacionan a la antigua usanza. Al bajar de la furgoneta, el calor ha sido brutal. Nos prepararon un almuerzo mientras cargaban la barca, y en media hora estábamos camino al interior de la Amazonia por un paisaje precioso. Tres horas de camino en barca, en un asiento de madera bajo un soletón del quince. Con el cansancio que llevaba del viaje desde Quito, el paisaje por momentos dejaba de ser tan idílico y me daban ganas de tirarme al río. A las dos horas y media, el barquero cogió un afluente que resulta ser el río Cuyabeno. Al ser la orilla más estrecha, la selva se echa encima. Es época de agua baja y se van sorteando troncos con una pericia admirable. Al poquito se dejaron ver delfines rosados del Amazonas. Se asoman y se meten rápidamente, tardando en volver a salir varios minutos. No son como los delfines del mar, que te van siguiendo y juegan, sino que estos simplemente sacan el espiráculo para coger aire y se vuelven a meter, sacando alguno de vez en cuando un poquito el morro. De las 9:30 que salimos de Lago Agrio, llegamos al alojamiento a las 15:30. Casi nada, vuelvo a repetir: no coger el autobús nocturno. El alojamiento de Waita Lodge es una pasada. Son unas pequeñas cabañas metidas dentro de la selva. Es el único lodge en la zona y, además, en época de agua baja sigue siendo totalmente navegable. Te aseguras recorrer la selva sin más gente salvo los del lodge. La zona norte es la más explotada y, por tanto, más barata, pero por 70 € más la diferencia merece la pena de lejos. Tengo la suerte de que solo estamos en el alojamiento la pareja de alemanes y yo. Tengo una cabañita para mí solo y, mientras esparcía la mochila por toda la cabaña, sudando como un animal, se acercó el que será el guía y nos dijo a los alemanes y a mí que nos preparáramos, en una hora salimos con la barca. El paseo en la barca, a diferencia de la ida, que íbamos rapidísimo, aquí vamos poco a poco. Nuestro guía, que se llama Neiser, nombre raro para ser ecuatoriano, es una máquina viendo cosas. Nada más empezar el paseo en barco, vemos una nutria que se mete y se asoma al lado nuestra y luego todo tipo de aves que el guía, con una increíble habilidad, las identifica tan a lo lejos que parece broma. Lleva un altavoz poniendo los reclamos con la app de Merlin, respondiendo sobre todo los tucanes como los pájaros carpinteros. Hay un punto en el que nos ponemos en un recodo del río y empiezan a asomar delfines por todas partes. El guía dice que debe ser un grupo de al menos 10. Salen del agua tan brevemente que fotografiarlos es prácticamente imposible. Abandono la idea y los disfruto sin más. Con la barca vamos a una especie de playa natural y ahí bajamos para ver el atardecer, algo descafeinado por las nubes. El guía en ese rato me ha ido contando el problemón que hay al prohibir recientemente la extracción de petróleo en la selva. Dice que no han dado alternativa a la gente. Media hora hablando de eso y de las elecciones. El hombre ha concluido básicamente en que nos vamos a la mierda y que habrá que disfrutar mientras podamos. Coincido. Después de ver el atardecer, volvemos, ya de noche, con la barca iluminando con las linternas los laterales del río buscando ojitos que brillan. El guía, desde una distancia de 100 metros, vio unos ojitos y nos acercamos para descubrir una boa arborícola del Amazonas pequeñita, de medio metro como mucho y finita finita. La cogió con el palo para enseñarla e iba tirando bocados a quien se acercara. Aun sabiendo que no es venenosa, es inevitable que dé cosilla acercarse. Ya en el alojamiento, el cansancio era extremo, así que cené deprisa y a las 9:30 ya estaba en la cama, inundado de sonidos de la selva, dentro de la mosquitera y más a gusto que un niño en brazos. A ver si me regulo el sueño por fin. Etapas 4 a 6, total 24
Por fin he dormido increíblemente bien, incluso he pasado un poquito de frío. Creía que con este calor no iba a dormir bien, pero a medianoche hasta me he tenido que tapar. He dormido 9 horas. Ya no tengo jet lag.
A las 5:30 ha sonado el despertador para dar un paseo en barca río arriba. Vamos solo los tres turistas que estamos en el lodge y durante todo el tiempo que esté en el Amazonas no nos encontraremos a nadie más. El paseo ha sido precioso. Algo más de dos horas en las que hemos visto sobre todo muchas aves. Muchísimos tucanes, con alguna especie que el guía se ha emocionado de ver genuinamente. Sin duda es un paraíso de aves. El juego de estar identificando, poniendo reclamos y buscando con los prismáticos es una gozada para quien le guste el pajareo. Muchos tucanes y guacamayos. Siendo el punto fuerte un guacamayo rojo junto a un mono aullador, precioso, con el sol perfecto y relativamente cerca. Ley de Murphy: se me ha acabado la batería de la cámara. Quedará en el recuerdo. Tonto de mí por no llevarla lista desde ayer. Aún tengo que cogerle el ritmo a la cámara. A las 8:15 hemos llegado al alojamiento para desayunar y a las 9:30 estábamos listos para un paseo por la selva. Han sido 3 horas en las que el guía ha ido parando cada dos por tres explicando mil cosas. Es un apasionado este hombre, así da gusto. Lo pone fácil la cantidad de vida que se ve, es un vergel. Ha habido un momento que parecía una peli de fantasía. Un colibrí se ha puesto a volar en unas flores que había cerca de nosotros, iba de una a otra cruzando el camino en el que estábamos y literalmente se quedaba estático volando delante de nosotros. Era como Navi, el hada del Zelda. El guía me decía que le hiciera un video, pero con la poca luz que había era absurdo. Ni lo he intentado. Hay momentos que hay que dejar la cámara y disfrutarlos. Durante el trekking hay que ir con botas de agua al estar todo embarrado, le da el toque auténtico. Hemos encontrado un grupo de monos ardilla junto con capuchinos. Pero en el paseo lo más chulo son las explicaciones del guía de toda la flora que vamos viendo. Se ven ceibas brutales. Las raíces son más altas que una persona y el tronco no lo rodean ni entre diez. Hemos visto todas las hormigas que hay, incluida la famosa hormiga bala que si te pica te arregla el viaje. La llaman también Conga. Aquí las hormigas pican casi todas. Después de la caminata hemos comido y descansado hasta las 4:30. Por la tarde hemos ido con la barca de remos río abajo. Para sacar la barca de remos de la laguna lo hemos pasado regular mal. La conexión con el río no llevaba suficiente agua, nos hemos tenido que bajar y, con el barro hasta las rodillas, ir arrastrando penosamente la barca hasta sacarla del agua. Menos mal que contextualizo la situación como una aventura, pero el chaval alemán se ha visto jodido. Ha habido un momento en que ha hincado la pierna tan profunda que era incapaz de salir del barro. Cuanto más lo intentaba más se hundía. Yo me partía el culo junto al guía porque la situación tenía un toque cómico, pero el crío estaba apurado. Se ha tenido que tirar al barro para que el guía tirase de él y sacarlo. Ni diez minutos llevábamos y teníamos barro hasta las cejas. Al menos nos hemos reído. Después de una hora remando hemos llegado a la orilla del río. Caminando se llega a una estructura vertical que han construido alrededor de una ceiba. 25 metros tiene la estructura. Da poca seguridad, pero según el guía lleva construida más de 20 años. No creo que se caiga hoy. Desde arriba se ve toda la parte alta de la selva. Espectacular. Lo increíble es que en la parte alta del árbol se sigue viendo vida, no ya en forma de pájaros, que también. Nos hemos encontrado una ranita arbórea y una mantis espectacularmente camuflada con la corteza. Ya de noche hemos vuelto caminando, buscando insectos. Tarántulas de palmo, ranas, grillos... muy chula la vida nocturna. Llegados al alojamiento, poco más. Cena y a dormir. Llego tan cansado que me duermo en tiempo récord. ![]() ![]() ![]() ![]() ![]() ![]() ![]() ![]() Etapas 4 a 6, total 24
Hoy la fiesta ha empezado en el mismo campamento. Un grupo de titis se despertaban al lado nuestro, montando una escandalera importante. El paseo de las 6 de la mañana es, sin duda, el mejor momento. Nuevamente estamos solos, la pareja de alemanes y yo. Solo tres turistas en todo el tramo sur del río Cuyabeno. El guía nos dice que después de la pandemia, los bloqueos que sufre el país y la inestabilidad política, apenas viene gente, pero tienen que sacar turistas con lo que haya porque de parar se arruinan.
En el paseo de la mañana se nota un poco de fresco, lo que hace que se vea una cantidad de aves enormes. Van cruzando de un lado al otro del río, muchas de ellas atraídas por el reclamo que les va poniendo el guía. Hemos ido hasta un saladero que usan los loros y guacamayos para comer arcilla. Se veían unos cuantos en las ramas, sobre todo una especie de loro verde con las mejillas naranjas. Después de un buen rato viendo los loros, ha aparecido un grupo de titis de manos amarillas, un mono precioso que parece que lleva guantes. Después de los monos río arriba, hasta el alojamiento para el desayuno. Son dos horas de paseo en barca que bien merece el esfuerzo de llegar hasta aquí; con estos ratos se te olvida la tortura del bus de Quito. Después de desayunar, hemos vuelto al bote, esta vez armados con unas rústicas cañas de pescar hechas con palos. Hemos remontado el río, con la barca de remos enganchada atrás, hasta donde se encuentra el río que llaman Aguas negras. El patrón del barco nos ha dejado en la barca de remos y se ha ido. Remando, nos hemos colocado en un remanso y el guía nos ha enseñado cómo pescar pirañas. La historia es sencilla: enganchas un trozo de carne en el anzuelo, lo tiras al agua, golpeas el agua con la caña para que vengan las pirañas y esperas. En cuanto notas un tirón, hay que subir la caña corriendo. Parece fácil pero no lo es. En media hora yo solo he conseguido que las pirañas se coman 10 trozos de cebo sin tocar el anzuelo; los alemanes, más de lo mismo, y el guía, un crack. En media hora ha pescado como una especie de sardinilla, 6 peces gato y dos pirañas. Los peces gatos son peligrosos, ya que cuando saltan a la barca se retuercen y hay que llevar cuidado porque tienen un aguijón venenoso. Las pirañas son potentes; la primera ha sido pequeña y la segunda tenía ya un tamaño decente. Tiene unos dientes que, si te pillan, te apañan; el guía le ponía una rama de madera y cuando se la metía en la boca, la piraña cerraba como si fuera un cepo, partiendo la rama. Vaya bicho. Después de marear a la pobre, la hemos devuelto al agua. Media hora más de pesca y yo solo he conseguido pillar dos peces gato que, con ayuda del remo, devolvía corriendo al agua sin tocarlos. La vuelta al alojamiento, aun con el calor, ha resultado de las más entretenidas. Íbamos río abajo dándole un poco con los remos y parando en unas playas que se forman en los meandros. El agua está fresquita y el contraste con el calor que hace se agradece. En la playa se ven huellas de caimán y capibara. A medio río nos hemos encontrado con un grupo de delfines rosados. Hemos parado y el guía y yo nos hemos tirado al agua. Mi ilusión es que los delfines se pongan a jugar como en el mar, pero qué va, son incluso asustadizos. Aun así, al ir con la barca de remo, los vemos salir cerca nuestro, escuchando perfectamente cómo respiran. Yo me he ido acercando a donde salen; mientras estaba en el agua, uno ha asomado a escasos metros para volver a salir cada vez más lejos. El guía dice que los viejos cuentan que si tienes problema en el río, los delfines te ayudan; yo creo que a los delfines les da exactamente igual si te ven ahogarte, al menos conmigo se alejaban. Siguiendo el río, nos hemos encontrado una familia de monos saki, uno de los monos que más ganas tenía de ver por el extraño aspecto que tienen, una pasada. Se mueve bastante rápido y pillarlos con la cámara es jodido. Lo malo del Amazonas es que los animales, por norma general, se ven desde la barca y relativamente lejos, lo que hace la fotografía aún más desafiante. De nuevo en el lodge, nada más bajar, nos ha sorprendido un tucán pechiblanco muy cerca nuestro cantando, la típica portada del National Geographic. Después de la comida, hemos descansado y el guía nos ha propuesto ir a la tarde a buscar la anaconda. Hace tres días vieron una huella fresca y cree que debe andar cerca, pues puede estar sin moverse meses. Hemos ido con la barca de remos y aquí ha empezado la experiencia salvaje. El guía, este es un motivado, lo vive mucho y realmente quería encontrar la anaconda cueste lo que cueste. Hemos dejado el bote de remo en una zona pantanosa. El guía se ha puesto a pegar machetazos, avanzando por la orilla del pantano. Los pies se hundían hasta el borde de la bota de agua. Además, el guía avanzaba el doble de rápido que nosotros y no había quién lo pillara. Llegamos por fin a una especie de árbol gigante que le llaman falso manglar. Es una especie de ficus que tira unas raíces aéreas que hacen que parezca un manglar de verdad. Es un disparate de grande el árbol y el entramado que crea. El guía nos dice que esperemos y se mete dentro de las raíces. Al rato veo que me pica la espalda y descubro que tanto yo como los alemanes estamos llenos de hormigas. Se me han metido hasta por dentro de las botas de agua. Le grito al guía la situación y me responde a gritos que esas solo muerden, que no son venenosas; la chica alemana no lo terminaba de entender y ha entrado en pánico, pidiendo a su novio que se las quitara a palmotazos; estaba la situación para grabarla. Al final nos hemos pegado manotazos, haciendo una especie de trenecito, los unos a los otros. En el Amazonas, pegándole palmotazos en la espalda y en el culo a un alemán de casi dos metros, diciéndole en un inglés castellanizado "a lot of ants my friend", mientras su novia me los pega a mí; pero es que encima, las hormigas mordían de verdad y se notaban como pequeños pellizquitos. Viendo que estamos rodeados de hormigas que no paran de subirnos, decidimos meternos por donde se había ido el guía dentro del árbol. En qué momento meterse dentro de un árbol gigante, a oscuras y anocheciendo, para buscar una anaconda se antoja buena opción... Ir por dentro del árbol es una peli de miedo total; uno se ríe para contextualizar la situación pero si te sugestionas te cagas de miedo. Entre el ambiente, que está anocheciendo y que el objetivo es buscar una anaconda, más auténtico no puede ser. La chavala alemana va comprometida, por mucho que entre el novio y yo intentamos relajar el ambiente. La pobre se ha subido los pantalones hasta los sobacos y encima los alemanes me siguen a mí que no tengo ni idea de por dónde está el guía. A gritos terminamos alcanzándolo después de 10 minutos sorteando raíces gigantes. Ha aparecido sudando y quitándose hormigas con desprecio, usando para ello el machete, épico. Tras recuperar el resuello, nos lleva a un lado del árbol y nos muestra la huella de la anaconda. Brutal la huella. Es como si hubieran arrastrado un tubo de medio metro por el barro. La huella es recta, ya que cuando la anaconda se mueve por tierra que no está muy embarrada, se desplaza de forma recta. La huella, efectivamente, se pierde dentro del falso manglar. Nos hemos vuelto a meter con las linternas y tras darle la vuelta entera al manglar, no la hemos encontrado. El manglar es tan grande y profundo que Dios sabe. Para colmo, el guía dice que llega a enterrarse, por lo que más difícil todavía. Yo lo veía tan motivado al hombre que estaba convencido de que la encontrábamos. Hemos conseguido salir a la orilla del río ya de noche. El broche lo ha puesto que a nuestro lado ha empezado a cantar un urutaú o también llamado pájaro estaca o pájaro fantasma. Hace un canto que es una especie de grito espeluznante seguido de un silbido parecido a un lamento aún peor. Al escucharlo por primera vez, se me han puesto los pelos de punta y todos a la vez nos hemos quedado mirando al guía mientras este, a susurros para acojonarnos más, nos cuenta que se considera, por los indígenas, mal agüero y anunciador de muertes. No es de extrañar por el grito que pega. Dice que en Colombia se llama pájaro bruja y en Venezuela pájaro ayaymama. Buenísimo ese último. Entre el pájaro y las luciérnagas destellando por el bosque, la alemana yo no sé si estaba pasándolo bien o muerta de miedo. La barca a motor ha tardado como media hora en venir a por nosotros. Solos en el río, el pájaro del demonio ese y todos los ruidos que uno se imagina, momento bien chulo. Ya con la barca a motor, hemos remontado el río buscando caimanes. Se les encuentra porque los ojos les brillan con la luz de la linterna. Vamos viendo varios que se esconden en el agua al pasar y al final terminamos dando con dos caimanes pequeñísimos en la orilla. Son tan pequeños que aún no tienen miedo y con delicadeza se dejan coger. Con el caimán, las pirañas y la búsqueda de la anaconda, esto ya parece un capítulo de monstruos en el río. El caimán monísimo. Tras dejarlo descansar, media vuelta, cena, un poco de charleta con el guía y a dormir. ![]() ![]() Etapas 4 a 6, total 24
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