Segundo desayuno. El toyota nos espera a la luz de otro día deslumbrante. Arrancamos con parada intermedia para recoger a viajero de Perpignan, que se dirige al campamento para dar una vuelta en dromedario, alias “camello arábigo”. Tras dejarle...
Segundo desayuno. El toyota nos espera a la luz de otro día deslumbrante. Arrancamos con parada intermedia para recoger a viajero de Perpignan, que se dirige al campamento para dar una vuelta en dromedario, alias “camello arábigo”. Tras dejarle, nos adentramos en la arena al ritmo de la música del Atlas de Abdelaziz Ahouzar, y de la conducción de Hassan, chófer apacible y de mirada perdida.
Circulamos por rodadas anteriores que se encuentran y de repente se pierden. Arenas y piedras, tamarindos, dromedarios, nómadas desperdigados, chamizos de adobe. El jeep es cómodo y Hassan tiene pericia. Un par de paradas: en un cementerio en un montículo que domina un oasis con un fuerte militar, y en un pozo, a dos pasos de las dunas de Erg Chigaga, donde un viejo saharui lava ropa en cuclillas, al lado de un monton de bidones de agua para llenar.
El sol está en su cenit cuando llegamos al campamento en las faldas de las dunas, que dominan un mar de arena que se pierde hacia Argelia, a 20 kms al sur. Después de bajar en el rectangular campamento de jaimas de chocolate, marchamos sin perder tiempo en dirección al filo de la gran duna. Escalamos, divisamos, cabalgamos, oteamos, jugamos, y descendemos surfeando, creando pequeños aludes de arena.
Nos esperan una tetera y frutos secos, unas alfombras, sombra, y cojines. Aparece Mohamed “el saharaui lavandero” del pozo. Dialogamos sin idiomas, y amable y entrañable, trata de comunicarse aunque sea con el tambor de la jaima. Es divertido. Dos saharauis más que llegan nos preguntan si hemos visto alguien con pinta de náufrago. Se les ha perdido alguien, y el sol del desierto es traicionero y justiciero. El más joven de ellos sale a la carrera y nos impresiona. En un parpadeo se convierte en un espejismo en la cima de una duna. Se oye gritar un nombre y el espejismo desaparece.
Hassan “el chófer” se incorpora y junto a Mohamed y un tercer bereber innombrable, coreografían un musical. Con palmas y un tambor nos cantan un “vamos a la playa” bereber. Nos involucramos, y Mohamed nos regala una canción desde sus adentros. Se levanta la sesión y aparecen una tajine, una gran y apetitosa ensalada, y al instante, el perdido Daniel, un mexicano que nos pone al día con gran entusiasmo de los entresijos de los desiertos blancos, de arena, bajos, salados, y de los premios desiertos. Nos aclara convencido que de “perdido” nada, que solo se fue a dar una vuelta por Argelia y que para encontrar el camino de vuelta sólo hay que volver de espaldas por donde se ha venido. Facilísimo.
Nos chupamos los dedos hasta los nudillos con la tajine; té, charla entusiasta, sesión de fotos al bereber y al camello porteador de Daniel, bautizado como “Cheriff” por algún demente gracioso. Intercambiamos mails, sacamos el pañuelo y marchamos. La vuelta es relajada y en paz. Fotos a dromedarios comiendo rúcula, antes del Desierto negro de piedras relucientes como el alquitrán. Recogida de bártulos y a por transporte para Zagora. No nos quedamos una tercera noche. Aterrizamos donde los taxis colectivos y el minibus de línea. Quieres taxi?, sí, chaal? El intermediario le pasa la pregunta al taxista, el taxista le pasa la respuesta al intermediario, y a este no se le ocurre otra cosa que decirnos: 300 DH. Soltamos una carcajada, y atónitos por las risas infieles, se petrifican.
El intermediario reacciona, esboza una sonrisa y nos explica que taxi vacío y que cuanto pagamos. Le decimos divertidos que es un precio de locos, que jallah!, y que ya esperamos el minibus. Sentada, espera, peloteo futbolero con el intermediario, escucha de los corrillos (los guiris jajaja, blablabla), sentada, preguntas, vienen, van, y aparecemos sentados en el taxi con una pareja de franceses, 2 bereberes, una víbora cornuda dentro de una botella de fontvella, y el taxista.
El viaje en el cacharro se hace largo, y me chupo todo el viaje el tubo de escape o mejor dicho el escape del tubo. En la descarga en Chez Alí, el hotel de los galos, le pago al taxista los 40 Dh acordados con el intermediario. Cólera, espectáculo, teatro, declamaciones. Paro la magnífica interpretación del “erase un hombre pegado a un turbante”. Le suelto unas monedas en la mano, y salimos zumbando dejando atrás las perplejas miradas de los parisinos, los bereberes, los recepcionistas del hotel, la víbora cornuda, el taxista y los que se apuntan a un bombardeo. Preguntamos por un hotel pero el horno no está para bollos y nos anclamos. Vemos pero nos vamos, y volvemos al punto de origen: Chez Alí.
Muy bueno y entretenido el diario,me ha servido para sacar algunos datos y tambien precios ,es justo el recorrido que quiero hacer !!
Van mis estrellas y muchas gracias !!.las fotos fantasticas.
babel, muchísimas gracias de verdad, pero ... sobre los datos, has de tener en cuenta que el diario es de hace casi 8 años, y supongo que alguna cosa, sobre todo los precios, pueden haber cambiado. un saludo, y te agradezco la lectura y tu voto. buenas fiestas, y que tengas un magnífico 2017.
Marrakech express en Noviembre 2019Fin de semana en Marrakech con amigas, disfrutando de las visitas culturales, la vida...⭐ Puntos 4.91 (11 Votos) 👁️ Visitas mes actual: 152
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