Cataratas del Niágara ✏️ Diarios de Viajes de CanadaHemos dormido fenomenal en las comodísimas camas del Motel 6 de Huntsville . ¡Un diez para este hotel! Aunque la reserva es sólo de alojamiento, sin desayuno, en recepción ponen unas mesitas de cortesía con café, té y muffins del Tim Hortons, que...Diario: DOS SEMANAS EN EL ESTE DE CANADÁ (ONTARIO Y QUÉBEC)⭐ Puntos: 5 (19 Votos) Etapas: 20 Localización: CanadaHemos dormido fenomenal en las comodísimas camas del Motel 6 de Huntsville. ¡Un diez para este hotel! Aunque la reserva es sólo de alojamiento, sin desayuno, en recepción ponen unas mesitas de cortesía con café, té y muffins del Tim Hortons, que funcionan perfectamente para empezar el día. Hoy tenemos 335 km por delante hasta llegar a Niágara Falls; tres horas y media de conducción hacia el sur atravesando la región de los lagos de Muskoka. La imaginación me hacía ver una idílica carretera que iba bordeando un lago tras otro, a cuál más bello; pero la realidad es mucho más prosaica y se repite la misma situación que venimos teniendo a lo largo de todas las carreteras de nuestro viaje por Canadá: el bosque no te deja ver nada más. Sí, el bosque es precioso, muy frondoso, y suficientemente bonito por sí solo, pero saber que estás atravesando una región cuajada de lagos y no poder ver ni uno es un poco frustrante. (Imagen obtenida de Google Maps) En un momento dado en que cruzamos sobre un puente, el bosque se interrumpe y a nuestra derecha vemos por un resquicio un fragmento de un lago bellísimo, de un azul intenso, con pequeñas y coloridas construcciones de madera edificadas sobre el mismo borde, reflejando sus colores sobre el agua. Es una imagen fugaz a la velocidad de la carretera, pero nos gusta tanto que el Míster echa el pie al freno y coge un desvío a la derecha que hay nada más pasar el puente. El desvío nos lleva a una zona residencial situada dentro del bosque, donde todas las callecitas son en fondo de saco y desembocan en propiedades privadas: preciosas edificaciones y lindísimos jardines. Se ve todo muy cuidado, y podemos observar que muchas de las viviendas tienen acceso directo al lago por la parte de detrás. Circulamos un poco por las callecitas y llegamos a la conclusión de que no hay posibilidad de acceder al lago si no es desde las propiedades privadas. Menuda desilusión… Esto es algo que había leído con anterioridad y que parece ser cierto: En Canadá, los terrenos a la orilla de los lagos son a menudo de propiedad privada y muchas veces es imposible aproximarte a ellos. Ya lo vimos en Desbiens y ahora lo volvemos a comprobar. Lo que en principio iban a ser tres horas y media de viaje se convierten en una pesadilla de cinco horas. Entre Toronto y Niágara, en la carretera llamada Queen Elizabeth Way (QEW) hay una retención enorme que nos hace desesperar. ¡Unos 40 kilómetros de embotellamiento! Por fin, de repente, todos los coches que estaban parados empiezan a correr y se disuelve el atasco como por arte de magia (esto es algo que sucede habitualmente en todas partes y que nunca entenderé). Llegamos al hotel Rodeway Inn Fallsview, en Niágara Falls, a primera hora de la tarde. Por el camino hemos parado en una hamburguesería de carretera para comer. El hotel, a pesar de su nombre, no tiene vistas a las cataratas (ya lo advierten antes de hacer la reserva para evitar malentendidos), pero está situado bastante cerca de ellas en línea recta. Y digo “en línea recta” porque sobre el terreno hay que dar un gran rodeo para llegar a las cataratas, de unos veinticinco minutos andando (se puede ver en la siguiente imagen). Esto lo comento para tenerlo en cuenta a la hora de reservar un hotel, para no llevarnos a engaño, porque entre la Portage Road y el borde del río hay un desnivel enorme (de hecho, hay un funicular que lo salva), de modo que, aunque el hotel elegido aparente estar muy cerca de las cataratas, no se puede ir en línea recta y hay que dar toda la vuelta que indica Google Maps. Imagen tomada de Google Maps: En cualquier caso, el hotel está bastante bien y la habitación es magnífica. Lo primero que hacemos es, por supuesto, ir a ver las cataratas. El Niágara, río-frontera entre Canadá y Norteamérica, es muy cortito; apenas 56 kilómetros entre el lago Erie y el Ontario, que, comparados con la inmensidad de otros ríos norteamericanos, es una auténtica insignificancia. Sin embargo ostenta el honor de albergar las impresionantes cataratas, las más caudalosas de toda Norteamérica, y eso es lo que le ha dado la fama. Aquí el río ha tenido la gentileza de dividirse en dos cascadas, separadas por un montículo de tierra central (la Goat Island), para que americanos y canadienses tengan cada uno la suya. En la imagen anterior se aprecia la división del Niágara en dos saltos diferenciados. No obstante, todo el mundo coincide en que el salto del lado canadiense es más bonito que el americano, y es que el primero tiene una forma de herradura muy estética, y el americano es completamente plano. Las dos cascadas (en primer plano la americana): Aquí la catarata del lado canadiense, la Horseshoe Falls. Más de 60 metros de caída libre: La nube de agua pulverizada que origina alcanza más de trescientos de metros de distancia: La catarata del lado americano es imponente también. Lo que pasa es que, frente a la silueta sinuosa de su elegante hermana, ella resulta menos sofisticada: El puente que se ve al fondo de la imagen anterior es un puente internacional Canadá-Estados Unidos. No se puede cruzar sin visado. La ribera del Niágara en la zona de la catarata es una avenida ajardinada llamada Niagara Parkway, muy agradable pero abarrotada de público, al menos esta tarde de domingo. Vemos gente de multitud de razas y procedencias, y es que, aparte del turismo, Toronto y su área de influencia tienen mucha inmigración. La Niagara Parkway está presidida por la imponente presencia de la Skylon Tower, una torre que recuerda a la CNTower de Toronto pero sin la función de telecomunicaciones y con la mitad de altura, tan sólo 236 metros. En las plataformas de la cumbre hay dos restaurantes y un mirador. Nosotros tenemos reservada una mesa para cenar esta noche en uno de los restaurantes, así que ya contaré más adelante cómo sale la cosa. En Niágara Falls hay muchas posibilidades de diversión (ninguna gratuita, por supuesto), como coger el barco Hornblower, que te lleva hasta la base misma de la catarata canadiense, el Journey behind the Falls, que es un paseo a través de un túnel excavado en la roca por la que cae la cascada, con ventanas para verla desde detrás, el Niágara Fury, que es un vídeo 4D, etc. Hay un pase, el Adventure Pass, para hacer varias actividades, que sale más barato que hacerlas sueltas. Dejo aquí el enlace de la web de reservas, por si a alguien le interesa: www.niagaraparks.com/ ...tractions/ Nosotros sólo habíamos reservado el barco Hornblower. La reserva se hace por internet para un día concreto, pero sin especificar hora. La actividad se puede realizar en cualquier momento del día reservado. El viajecito cuesta nada menos que 29,32 CAD, impuestos incluidos (casi 20 €, a euro el minuto). Por lo que vimos, no hay problema de capacidad de los barcos pues, aunque se forman grandes colas, sale un barco cada 15 minutos y cabe mucha gente en cada uno. Los barcos se cogen frente a la cascada americana. En esta foto se ve la cola de gente entrando en uno de los barcos. No van todos de rojo por moda o por casualidad: antes de embarcar te dan un poncho impermeable de color rojo. Y menos mal, porque cuando el Hornblower llega a la base de la cascada es exactamente igual que cuando te pones debajo de la alcachofa de la ducha: Es innecesario advertir que si sacas la cámara de fotos en el barco será lo último que hagas con ella. Estas fotos las hemos hecho con una camarita sumergible que llevamos. El viajecito a la catarata dura 20 minutos escasos. Cerca del acceso al Hornblower hay otra actividad para los más animosos: una tirolina que sobrevuela la ribera del Niágara: A continuación vamos hacia Cliffton Hill, que es la avenida más comercial y concurrida de la población de Niágara Falls; la calle más parecida a un parque de atracciones que he visto en mi vida. Está claro que los canadienses no iban a dejar pasar la oportunidad de explotar al máximo el tirón turístico de las cataratas. A las 20:30 tenemos reserva para cenar en el buffet de la Skylon Tower, el Summit Suite Buffet. Como ya he adelantado unos párrafos más arriba, en lo alto de la torre hay dos restaurantes: uno es a la carta, más caro y formal, y el otro es un buffet. El restaurante caro es giratorio y se va viendo el panorama a 360º mientras se come. El buffet no gira, pero la zona de mesas está orientada a las cataratas. El precio del buffet es de 50,80 CAD por persona ya con impuestos (unos 33 €), bebida aparte a razón de 7 CAD la cerveza (agua siempre gratis). Tanto el restaurante como el buffet incluyen el acceso a los miradores, que están en la planta más alta. Hay que estar con quince minutos de antelación porque organizan colas para subir en los ascensores. Nosotros llegamos bastante más pronto porque queremos subir a los miradores antes de la cena para ver las cataratas desde arriba antes de que oscurezca. Pero topamos con un empleado poco amable que está en el control de tickets y nos niega el acceso hasta las 20:15. Nos parece una estupidez o un abuso de poder; no sabemos muy bien por qué no podemos subir todavía al mirador si con el precio del buffet tenemos derecho a ello. El caso es que tenemos que esperar abajo hasta las 20:15, cuando ya nos permiten entrar a todos los que tenemos turno de cena a las 20:30 y ponernos a la cola de los ascensores. No sólo nos han fastidiado las vistas antes de anochecer sino que además hubiera sido mejor para todos que la gente hubiera ido subiendo escalonadamente, porque ahora se han formado unas colas de gente impresionantes para los ascensores. Tras esperar dos o tres subidas y bajadas de ascensor, por fin entramos en la siguiente tanda y conseguimos llegar arriba. Nos encontramos un local abarrotado de gente, con las mesas demasiado amontonadas, con colas para coger la comida y demasiado griterío. Lamentablemente hemos coincidido con un grupo muy grande de turistas que han venido en autobuses y que son de cierta nacionalidad que tiene fama de gritar demasiado. Además de estar haciendo honor a esta reputación, están colapsando los mostradores del buffet y es difícil acercarse a coger algo sin que te miren mal, como si te estuvieras queriendo colar. La siguiente decepción es que nos colocan en una mesa que no está pegada a las cristaleras sino en “segunda fila”. Pensábamos que las mesas estarían colocadas de forma que todas pudieran tener las mismas vistas, pero hay una hilera de mesas junto a las ventanas y otra hilera más adentro, y desde éstas segundas no se ven las cataratas estando sentado. Aparte de todo lo anterior, ni la variedad ni la calidad de los platos del buffet son destacables. Hay una zona de platos fríos, en la que se salvan el salmón marinado y una vinagreta de calamares que sí están bastante buenos. De la zona de platos calientes no hay nada que merezca la pena: algo de pasta muy vulgarmente preparada, nuggets, costillas, un simulacro de paella y cuatro cosas más, ninguna especialmente buena. Para terminar hay algo de fruta fresca y una gran selección de postres, pero todos del mismo estilo empalagoso, llenos de cremas. Al menos tenemos la suerte de que los que están en la mesa de al lado, junto a las cristaleras, terminan de cenar antes que nosotros y se marchan, de modo que podemos acercarnos a las ventanas para ver los fuegos artificiales que tiran sobre las cataratas a las 22:00. Terminado el espectáculo pirotécnico, que no dura más de 5 minutos, damos por concluida la cena, pagamos y subimos al mirador. Aquí arriba corre un aire muy fresquete y no vamos adecuadamente abrigados, así que no estamos mucho tiempo. Las cataratas están iluminadas con colores que van cambiando, adquiriendo de vez en cuando cada una los colores de su bandera. En las siguientes fotos puede verse, en primer lugar, la zona de Cliffton Hill, y a continuación las cataratas americana y canadiense escenificando sus respectivas banderas. En resumidas cuentas, la cena en el Summit Suite Buffet ha sido una experiencia decepcionante que no repetiría. Estuvo mil veces mejor en variedad y en calidad, y menos estresante, el buffet Tucker’s Marketplace donde comimos en Ottawa. Bajamos en uno de los ascensores (esta vez no hay tanta cola) y nos despedimos de la Skylon Tower. Son las 23:30 cuando nos metemos en nuestras camas del hotel Rodeway dando por terminada otra jornada y con la pena de que esto se está terminando. Es innegable que las cataratas del Niágara son impresionantes, pero a nosotros nos impactaron más algunas cascadas de Islandia, donde estuvimos hace dos años, como Gullfoss, Seljalandsfoss, Skógafoss o Dettifoss. Algunas de ellas ni siquiera eran tan grandes, pero quizá el hecho de que el entorno de las cascadas en Islandia no estuviera tan desnaturalizado, sino absolutamente virgen, produce una emoción más profunda. En Niágara ves las cascadas desde un paseo pavimentado con barandilla y lleno de gente sin poderte acercar a ella. Por si alguien está interesado en el viaje a Islandia, este es el enlace del diario que escribí en su día: www.losviajeros.com/ ...-2016.html . Índice del Diario: DOS SEMANAS EN EL ESTE DE CANADÁ (ONTARIO Y QUÉBEC)
01: Preparación del viaje
02: Documentación necesaria
03: Llegada a Toronto
04: Todo el día en Toronto (I)
05: Mil Islas y Brockville
06: Montréal
07: Québec
08: Montmorency, Basílica Sainte-Anne de Beaupré, Cañón Sainte-Anne y Tadoussac
09: Avistamiento de ballenas, Fiordo de Saguenay y Desbiens
10: La Tuque: Parc Chutes Petite Rivière Bostonnais
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