Hoy amanece un poco más despejado y soleado. Tenemos esperanza de poder ver alguna de las cimas que se nos esconden. Por eso compramos el Jungfrau Travel Pass, un tique válido durante varios días consecutivos que permite el ascenso en varios remontes y trenes en la zona de Jungfrau (no incluye la subida a Jungfraujoch, pero sí un descuento). Como siempre, hay que hacer números para ver si compensa comprarlo, porque es carete.
Más info aquí: Jungfrau Travel Pass
La foto pertenece a la misma web.
GRINDELWALD: DE FIRST A BACHALPSEE
Nos dirigimos a Grindelwald; desde Wilderswill seguimos adelante y en vez de entrar en el valle de Lauterbrunnen, lo hacemos en el de Grindelwald, desde donde parte el remonte a First. Aparcamos muy cerca de la estación inferior (4 horas por 4 CHF), con el Mönch de frente.
En una media hora estamos en First. Desde el restaurante se tienen ya buenas vistas. Dos grandes cimas dominan el panorama: Wetterhorn a la izquierda y Eiger a la derecha, con su característica forma de pétalo enrollado. Por fin se dejaba ver.
Las crestas triangulares sucesivas corresponden al Metttenberg y al Schreckhorn. Con forma triangular, al lado del Eiger, el Fiescherhörner. Después del Eiger, aparecen el Mönch y la Jungfrau.
Una simpática vaquita custodiada por el Eiger, al que parece que roza con su cuerno izquierdo, al inicio del camino al Bachalpsee.
La excursión hasta el lago Bachalp es muy facilita, concurrida (incluidas familias con niños) y nos lleva una hora y media. Nos permite disfrutar del Mönch en todo su esplendor.
Paramos un buen rato junto al lago, mientras las nubes juegan a ocultar las cimas de las montañas.
DE GRINDELWALD GRUND AL KLEINE SCHEIDEGG PARA SUBIR AL GLACIAR DEL EIGER
De vuelta en Grindelwald, bajamos en coche hasta Grindelwald Grund para subir al Kleine Scheidegg en su tren amarillo y verde. En esta estación se cambia de tren y se coge el rojo Jungfraubahnen.
En nuestro caso hacemos parada en el Eigergletscher. Fue un alivio bajar de ese tren atestado de gente que subía a Jungfraujoch.
Caminamos entre piedras preguntándonos dónde está el glaciar y nos damos cuenta de que esta es otra víctima del calentamiento.
Para ver el glaciar tenemos que mirar hacia arriba, donde queda nieve en la corola del Eiger, que se desangra perdiendo agua en forma de finas cascadas. La desaparecida morrena por la que caminamos fue el punto máximo del glaciar hace 150 años; hoy retrocede unos 300 metros cada cinco años.
Sí perviven algunos trozos de hielo, que pierden vida ante nuestros ojos.
Estamos solos y sobrecogidos en silencio, oyendo solo el latir del hielo bajo la pared norte del Eiger.