Sábado, 12 de marzo de 2022
Madrugón considerable y es que hoy toca visitar los templos de Dendera y Abidos (a 80 y 170 km al norte de Luxor respectivamente).
Vamos con nuestro amigo de Luxor. Nos recogen puntualmente en el hotel a las 7, paramos en el pueblo New Gournah a recogerlo a él y emprendemos el camino.
El templo de Dendera es un oasis al borde del desierto, un remanso de tranquilidad donde los faraones ptolemaicos y los emperadores romanos se deleitaron en la construcción de este precioso templo dedicado a la diosa Hathor.
Desde la lejanía del parking y del centro de visitantes ya se avecina espectacular, algo que se confirma conforme más nos vamos acercando. Simplemente grandioso.
Cómo era de esperar de una construcción ptolemaica no hay un hueco sin decorar, desde el suelo hasta el techo escenas religiosas y textos no dejan un centímetro al vacío y nos hacen pensar en todo el tiempo que debió llevar su construcción y decoración.
La sala hipóstila inmendiatamente nos deja sin palabras, y solo podemos seguir con la vista el fuste de las 18 columnas hasta llegar hasta el techo que es la apoteósis de esta enorme estancia. Escenas de carácter astronómico (porque para eso estamos mirando al cielo egipcio) brillan sobre el fondo azul de la bóveda celeste.
Vamos recorriendo con calma el resto de estancias del templo, pocos visitantes y ruido de trabajo y andamios pero que no nos sacan de la experiencia que estamos viviendo y contemplando. Cómo en todos los templos egipcios se oye el piar de los pájaros. Subimos a la terraza acompañando al cortejo de sacerdotes que hay en los tramos de escalera que hasta ella nos conduce, Hathor por todos lados nos contempla y la contemplamos a ella.
El templo es bonito por dentro y por fuera y rodear el edificio es casi obligatorio para admirar los hermosos relieves del exterior. Nos encontramos con Cleopatra y Cesarión, admiramos los leones que sobresalen de las fachadas y por donde discurre el agua de lluvia de la terraza y vemos cara a cara a Hathor.
Pasamos por el mammisi de época romana y nos despedimos de la diosa y de su templo. Ponemos rumbo a Abidos.
Abidos era la ciudad sagrada y lugar de peregrinaje por excelencia de los antiguos egipcios ya que aquí se encontraba la tumba del dios Osiris, dios de los muertos y de la regeneración por lo que cada año miles de personas de todos los rincones del país venían a este lugar.
El monumento más importante que ha llegado a nuestros días es el gran templo de Osiris que Seti I mandó levantar y en el que también colaboraron Ramsés II y Merenptah.
Precedida de dos patios se llega a la actual fachada del edificio donde relieves de Ramsés II saludando a los dioses nos reciben.
Tras pasar la puerta y una vez que nuestra vista se ha acostumbrado a la oscuridad, nos encontramos en una primera sala hipóstila columnada y decorada con bellos relieves. El contraste entre luz (procedente de unas ventanas estrechas en lo alto de los muros) y oscuridad le da un toque místico a esta estancia.
Lo que destaca de Abidos son la serie de capillas dedicas a Seti I, Ptah, Ra-Horakhti, Amón Ra, Osiris, Isis y Horus y donde se pueden apreciar, en mi opinión, los relieves más finos y hermosos de este periodo aparte de los colores que se conservan como si estuvieran recien pintados. Los detalles de los vestidos, de los utensilios, los gestos gráciles de las caras... es una auténtico deleite a cada paso por cualquiera de estas capillas
Otro elemento por el que Abidos destaca y es una pieza clave para la egiptología es la conocida como "Lista real de Abidos", una lista donde aparecen los nombres de todos los faraones (salvo aquellos que eran considerados ilegítimos portadores de este título) en orden de reinado desde Menes hasta Seti I y que ha permitido reconstruir la historia política de Egipto y hacer la división en periodos y dinastías.
Saliendo por la parte posterior del templo se encuentra el "Osireion", un cenotafio en honor de Osiris que se encuentra bajo el nivel del suelo y del que aún se desconoce del todo su significado religioso.
El templo de Abidos es un lugar mágico, de esos que dejan huella. Un relieve, el canto de alguien en la lejanía, la oscuridad... es un sitio especial y donde se respira aún un poco de la piedad egipcia.
Una vez salimos del templo, y volviendo a haber perdido la noción del tiempo regresamos a Luxor. Es hora de comer y vamos para el hotel El Fayrouz, cerca del río. Ambiente muy apacible y comida rica. Tomamos nota. Ya saliendo nos acercamos al borde del río para ver el templo de Luxor al otro lado y comprar unas cosas que nos servirán de cena. Tomamos un microbús que nos deja en nuestro hotel y toca descansar. ¡Mañana nuestro último día completo en Egipto!