Como todos los viajes, la ida se convierte en un penar. Un día entero he tardado en llegar
Madrid - Abu -Dhabi. Abu Dhabi - Mumbai. Mumbai - Amritsar.
En la escala de Mumbai he aprovechado para comprar la tarjeta de datos y sacar dinero. He llegado a Amritsar a las 11 de la mañana. Llegar a Amritsar ha sido como cambiar de mundo. Al llegar he pillado un Uber que me ha dejado a la entrada del "casco viejo" de Amritsar.
Amritsar es famosa porque es donde se encuentra el templo más sagrado de la religión Sij. Los sij son una religión que se da en esta parte de la India y son famosos por sus turbantes, las barbas y los sables. Está toda la ciudad llena de sijs. Hay un choque cultural importante. Quizá de primeras me recuerda algo a Katmandú pero aquí hay como diez veces más gente. Sin marear mucho he ido directo al alojamiento. Como la habitación no estaba preparada me han dejado acceder a otra habitación mientras. He aprovechado para hacer el lavado del gato, cambiarme de camiseta y ponerme el outfit de turista. Bandolera, crema solar y la cámara. Aquí de momento no he visto turistas así que doy el cante con o sin outfit turista.
Tras dejar la mochila recogida me he metido de lleno en Amritsar. Entre las calles he llegado al templo dorado. Me he fijado que hay una casa donde se guardan las zapatillas y en la entrada unos cubos con pañuelos. Al recinto del templo solo se puede entrar descalzo y con el pañuelo en la cabeza. Como no llevo ni una hora, y mi paranoidismo aún no se ha relajado, he cogido la bolsa del Mercadona y he metido las zapatillas dentro, me he puesto un pañuelo del cubo sin mirarlo mucho y me he metido al recinto. Ni dos minutos ha tardado en aparecer un guardián del templo. Un morlaco de dos metros, de piel tostada y barba imponente, con turbante y sable que me ha dicho, muy educadamente, que con calcetines no. Ya descalzo paso por una zona de jardines donde la gente descansa a la sombra y me acerco donde se escucha un ruido constante metálico. La religión de los sijs tiene como sacramento el alimentar a todo el mundo independientemente de raza, casta o religión. Anexo al templo hay un edificio y una cola enorme de gente se introduce dentro del comedor. Una vez en la cola la cosa avanza rápido, yo no he cogido bandeja porque vengo a cotillear. Con la bandeja se sube a un salón enorme en donde la gente se sienta una junto a la otra con las piernas cruzadas y van pasando con unos carritos rellenando las bandejas y repartiendo panes. Una vez que terminas sales del comedor bajando unas escaleras y llegas al origen del estruendo metálico. La gente le da la bandeja a una cola humana de personas que se van pasando las bandejas y las van tirando a una especie de tina desde donde continua la cola en la que centenares de sijs limpian las bandejas de forma voluntaria. El ruido es ensordecedor. De locos. Me imaginaba mucha gente pero es que esto es demasiado.

Del comedor he intentado acceder al centro del templo. Para acceder hay que pasar por un charco de agua purificadora. Nada más cruzarlo un guardián del templo me ha llamado y señalándome la bolsa del Mercadona, nuevamente muy amable, me ha dicho que los zapatos no pueden entrar. Asi que a la orden, media vuelta. Viendo la cola que hay en los zapatos decido dejarme el templo para mañana y me voy a ver si pillo el autobús para la otra atracción de Amritsar, la Wagah border.
La Wagah border es una especie de ritual surrealista que se hace todos los días en la frontera con Pakistán. Caminando por las calles se escucha continuamente a los vendedores de boletos gritar "Wagah border, Wagah border, border, border, border!". Yo he llegado donde los autobuses y he pillado un ticket. Tengo 40 minutos para comer así que me acerco a un restaurante que había fichado en internet.
En el restaurante me han atendido super rápido. He pedido algo al azar y me han traído una bandeja con dos panes y tres salsas, parecido a lo que ponían en el comedor del templo. Al empezar a comer se me ha sentado al lado una india y se me ha puesto a darme conversación. Entre el ruido que había y que no le entendía nada apenas he podido adivinar que se llama Jessica, que es empresaria y le gusta viajar, que ayer estuvo en Wagah border y poco más. Yo le he intentado explicar que tenía que irme en diez minutos, no quería parecer que me iba porque justo ella se me ha sentado. Me ha pedido el Instagram y resulta que no se llama Jessica, si no Ishika. Me he despedido de mi amiga india y he tirado para el bus.
El trayecto a Wagah Border son unos 40 minutos. Wagah border es el único paso terrestre con Pakistán. Desde 1959 se realiza TODOS los días una especie de festival que simboliza la amistad entre los dos pueblos. La realidad es que es una especie de festival en el que se provocan unos a otros y de amistoso se ve poco.
Las dimensiones de aquello no son imaginables hasta que no se ve. Hay un recinto con forma elíptica en el que miles de indios acceden como si fuera aquello el concierto de sus vidas. Los turistas podemos entrar en la zona VIP que está justo pegada a la valla con Pakistán y se ven ambas partes. Si quisiéramos podríamos entrar con los indios también, la vista es peor pero el ambiente sin duda es mejor.

Me siento al lado de dos niños indios y a la hora empieza la exaltación nacionalista más bestia que he visto en mi vida. En el centro del recinto se empiezan a acumular cientos de mujeres y al inicio del mismo se forman 20 parejas de mujeres. Por la megafonía ponen el himno de la india a todo lo que da y, mientras todo el mundo canta, las mujeres salen corriendo con la bandera hacia la frontera y vuelven rotándose la bandera. Una vez pasean la bandera las mujeres empiezan a agolparse mientras los militares las sujetan. Dicen cosas por megafonía y tras poner musicote todas las mujeres echan a correr para empezar a bailar a 50 metros de la frontera. Mientras en el lado pakistaní, apenas habrá 100 personas, mujeres con burka y hombres con túnicas. Ellos también ponen su música pero es ridículo en comparación con miles y miles de indios gritando mientras cientos de mujeres y niñas bailan en el medio las canciones que parecen sacadas de Bollywood

Tras bailar 15 minutos empieza el ritual en sí. Lo protagonizan por el lado indio unos guardas con una especie de cresta y en el lado pakistaní el mismo número de guardias con el mismo uniforme pero en negro. El ritual consiste en lanzarse gritos provocativos los unos a los otros. Luego abren la frontera y un soldado desfila con el característico paso en el que levantan las piernas todo lo que pueden al ritmo de la marcha. El primer soldado llega a la frontera y tras pavonearse frente a su homónimo pakistaní se dan la mano. Después se repite lo mismo pero con más provocaciones, incluso se llegan hacer la peineta. Mientras el público grita "Indostán" jaleados por un militar que hace de animador. En el otro lado se escucha tímidamente como gritan "Pakistán". Después de un buen rato, la cosa termina con otro ritual de pavoneo mientras bajan al unísono las banderas para terminar dándose la mano y cerrando la frontera. Increíble, los niños que tenía al lado se desgañitaban gritando Indostán y cantando el himno



Con la cantidad de gente que había se ha liado un atasco para salir monumental. Hemos tardado una hora y media en llegar a Amritsar. He aprovechado para comerme un bocata de jamón que había traído conmigo como si fuera un tesoro. Aunque algo reblandecido me ha sabido a gloria.
Ya en Amritsar viendo que el cansancio que tenía era extremo me he ido para el hotel. La habitación es fácil de lo mejorcito de Amritsar por poco menos de 20 euros, Vrinda Apartments. Dos camas enormes, una terracita para mí solo y un aseo con agua caliente. Un lujo. He caído rotísimo