Por la noche ha caído un diluvio tremendo. Con el techo de chapa, sonaba como si estuviéramos en medio de una guerra. Gracias a la lluvia, al menos ha refrescado y hemos dormido de escándalo.
A las 8 hemos desayunado una junto con Amy, la niña de la casa que tiene 3 años y le encanta hablar de animales. Se dedica a marear a todos los que tienen: pollos, gatos, perros, patos, loros... Mientras repite "yo amo gato". La niña monísima, aquí no se aburren.
A las 8:30 nos ha recogido el barquero, un chaval de 18 años que se llama Macguiver. Y no es un apodo, sus padres le pusieron así. Con la barca hemos cruzado a la zona peruana. Hemos llegado al embarcadero de una comunidad indígena llamada San Antonio de Cacao, donde nos recibía la bandera de Perú. El pueblo se encuentra selva adentro porque el río se llevó por delante la antigua ubicación y decidieron reubicarse lejos de la orilla, por lo que ahora se llama "San Antonio de Cacao Reubicación". Se reubicaron en una antigua pista de aterrizaje de Pablo Escobar. Descubrieron que pertenecía a los narcos porque, antes de reubicarse, fue bombardeada y abandonada.
En el puerto nos esperaba Geraldo, el chaval que nos haría de guía. La ruta ha estado chulísima. Es un sendero por pura selva. Con las lluvias de anoche, es un auténtico barrizal; nos llega el barro a media bota. Durante el sendero hemos visto fácilmente 8 perezosos, y bastante de cerca. Resulta que en este lado del Amazonas, al llevar más caudal, hay más agua y crece un árbol del que se alimenta el perezoso, el guarumo. Con este árbol también hacen el mambe, una pasta de coca que mastican, la misma que llevaba la chica con la coincidimos en la reserva barbas. En el lado colombiano no hay tanto guarumo, por lo que los perezosos se ven en el de Perú con una facilidad asombrosa.
La ruta pasa por un lago precioso lleno de victoria regia y termina llegando a la comunidad de San Antonio. Aquí nos hemos pedido una cusqueña, aprovechando que estamos en Perú, y nos han hecho enseñado la comunidad con una calidez tremenda, al ser los únicos turistas imagino que tenían ganas de recibirnos.
Además de enseñarnos la comunidad nos han explicado como se gestionan respecto a la ley, el cómo se lleva a cabo la justicia en caso de pillar ladrones. Dependiendo de lo grave del delito, se elige entre latigazos o atar a la persona desnuda a un nido de una hormiga llamada tangarara. Tanto los latigazos como las hormigas se aplican hasta que el ladrón exprese arrepentimiento. Por si lo expresa rápido, se establece un mínimo de latigazos y de tiempo con las hormigas. Hace quince días le aplicaron las hormigas a un chaval que robó dos sacos de cemento. Dijo que no pediría perdón, pero dice Geraldo entre risas que a los diez minutos estaba chillando perdón como si fuera a morir. Desde entonces no ha salido de casa. En una comunidad tan pequeña, al final es peor el castigo social de la vergüenza que las hormigas.
Hemos comido en un comedor mientras Macguiver nos contaba historias de sus amigos y su deseo de irse a Bogotá. Después de comer hemos vuelto para Puerto Nariño. Aquí Macguiver se ha descubierto como un personaje buenísimo regalándonos un choque cultural importante. Se ha puesto a hablarnos de que sus abuelos son chamanes, que él tiene energía y que podría ser chamán porque ve cosas, aunque la iglesia se lo prohíbe. Nos ha contado historias de encuentros con monstruos. Yo he ido apuntando los nombres que me decía y luego, en internet, son todos monstruos de la mitología amazónica: el Mapinguarí, el duende Yachingo, la Patasola... Nos ha contado que hace 5 años desapareció una niña; los abuelos se juntaron y se pusieron a fumar para ver qué había pasado. Dice que los abuelos la vieron debajo de una de las islas del Amazonas encantada por un delfín rosado, el Bufeo, y que no pudieron hacer nada por devolverla. Los abuelos dijeron que volvería convertida en delfín y que encantaría a un hombre, y justo este año ha desaparecido un hombre en el pueblo. Son mil historias fantásticas que estoy convencido de que se las cree y que culturalmente hay una creencia real en esto. Lo que pasa es que suena tan fantástico y da tanto detalle que en España uno pensaría que el chaval ha perdido la cabeza. Si nos situamos en el contexto social que viven aquí es entendible que lo crean como una realidad. Sin internet, sin televisión y con las historias de los abuelos como principal entretenimiento. La conversación con Macguiver no tiene desperdicio si te dejas llevar por lo que cuenta y vas tirando del hilo.
Hemos llegado a Puerto Nariño después de las historias para no dormir. La tarde la hemos pasado descansando un rato en la hamaca junto a Fermín. Hace un calor tan bestia que poco se puede hacer. Al caer el sol, nos hemos acercado a un mirador que hay en el pueblo, al embarcadero y nos hemos echado una cerveza mientras veíamos una clase de rumbaterapia en la cancha municipal. Tiene ambientazo el pueblo.
Hemos cenado unos pinchos de pollo y nos hemos ido a dormir. Justo al llegar a la cabaña, nos ha recibido una zarigüeya que se ha ido árbol arriba. Aquí hay vida por todas partes.