Hoy hemos desayunado con una pareja de españoles que llegaron ayer. Hemos intercambiado sensaciones sobre el calor y los mosquitos. Consuela ver que mal de muchos, consuelo de tontos. Buena gente.
Hoy vamos a hacer una caminata de 8 kilómetros por la selva partiendo del parque nacional de Amacayacu. A las 9 hemos ido junto con los españoles en la barca. Con nosotros viene Macguiver de barquero y el que será nuestro guía, Santos. Hemos dejado a los españoles en la parte peruana y hemos continuado con el barco por la orilla norte del Amazonas hasta llegar a Amacayacu. Hemos ido remontando río arriba poco a poco por el parque; el paisaje es idéntico al del Amazonas en Ecuador. Tras una hora de barca, hemos llegado a la comunidad indígena tikuna de San Martín de Amacayacu. Aquí nos hemos bajado y hemos estado visitando la comunidad. Es bastante grande, unos 700 habitantes. Hablan tikuna y se escucha mezclado con el español. Santos nos comenta que son una comunidad muy cerrada e incluso agresiva cuando beben. Santos nos cuenta que hace un año vino cuando estaban en fiestas, se le ocurrió bailar 5 minutos con una muchacha y le calzaron una guantada que lo tumbaron al pobre. A primera vista nadie diría que es una comunidad así; se ve todo bien con sus niños jugando y tirándose al río desde los árboles, pero parece ser que el alcohol hace mella.
Después de visitar la comunidad, Macguiver nos ha cruzado el río y aquí hemos empezado la caminata. La caminata transcurre por toda la selva. Antiguamente se hizo un proyecto de puente que está totalmente destruido y solo quedan ruinas. Al empezar la ruta, Santos nos ha dicho que nos embadurnemos de antimosquitos porque aquí pican duro. A los pocos minutos teníamos una nube de mosquitos sobre nosotros que nos ha acompañado todo el rato. Santos llevaba pantalones vaqueros y una camiseta, y al pobre se lo comían. Iba dándose palmotazos por el cuerpo, a la vez que pegaba un grito cada vez que le picaban. Este guía es un dramático. El momento surrealista ha sido cuando hemos llegado a un río. El puente estaba totalmente roto y Santos se ha puesto a buscar cómo cruzar. No quedaba otra que mojarse hasta medio muslo, agarrándonos de unas ramas y sobre un tablón roto del puente a medio hundir sobre una de las orillas. Hay que tener en cuenta que es zona de cocodrilos y no es como el que cruza un rio en España. La cosa no estaba muy clara y a Belén la he visto dudar. El problema ha sido cuando Santos se ha decidido a cruzar. No he visto en mi vida a un guía gritar y quejarse tanto como a este hombre. Mientras cruzaba iba gritando "¡Madre mía!" mientras intercalaba pequeños grititos junto con resoplidos. Encima, el tío no se ha quitado las botas de agua y le llegaba el agua a media pierna. Cuando termina de cruzar, me giro a Belén y me dice que ni de coña cruza, que si el guía lo ha pasado tan mal, ella qué iba a hacer. Yo le he intentado hacer ver que no hay mucha más opción, pero al final Santos, desde la otra orilla, la ha convencido y ha terminado cruzando con mucho menos drama que Santos. Menos al final en el que Santos la agarraba y Belén quería subir a la vez que ambos se resbalaban por el barro y Santos se agarraba a unas ramas para evitar cae al agua los dos. Desde mi punto de vista resultaba un poco cómico pero ellos lo estaban viviendo como una cuestión de vida o muerte. Belén decía que si el guía no se quitaba las botas, ella tampoco. Yo me he descalzado y, aunque he pisado lodo, he cruzado sin problema y me he puesto las botas con los pies secos. Santos y Belén llevaban medio Amazonas en las botas y quedaban mas de 7 kilómetros de selva por delante.
A los 10 minutos de marcha, Santos se ha parado a quitarse el agua de las botas y aquí ha sentenciado la frase que resume el Amazonas. Tras varios resoplidos, mientras se golpeaba con el machete la espalda para matarse mosquitos, dice: "Aquí, si te quedas un rato parado, terminas llorando." Hemos terminado con un ataque de risa al ver lo cómico de la situación. Definitivamente, nos ha tocado el guía más dramático del pueblo.
El resto de la ruta ha sido un sendero estrecho por la selva; es totalmente llano, lo que lo hace asequible. Un buen tramo va siguiendo el antiguo puente destrozado. Al ser bosque primario, selva densa, la vida que se ve es más bien poca. Algún pájaro y poco más. Santos iba apretando el ritmo, pero nosotros poco a poco, que la idea es disfrutar el paseo. No es mal hombre, pero está lejos de estar en condiciones para la caminata, no ya físicamente, sino anímicamente. Realmente el guía no hacía falta, pero sin guía, Belén me decía que tururú. Después de tres horas hemos llegado al pueblo. Santos estaba contentísimo y deseando quitarse las botas de agua. Tanto él como Belén llevaban los pies recocidos desde que cruzaron el río dos horas atrás. Aunque contado parezca algo poco envidiable, la experiencia nos ha gustado, mas a Belén que todo es nuevo para ella. El caminar por la selva no se hace todos los días; me ha recordado al Darién, pero en este caso, mucho más sencilla al ser en llano. He terminado igual de comido por los mosquitos, eso sí.
Hemos llegado a las 15 al alojamiento y Charly nos ha colmado de elogios por la "proeza". Dice que no todo el mundo lo aguanta... yo creo que nos ha sobrerreforzado porque realmente la mayor dificultad es la humedad y los mosquitos. El resto es seguir una senda relativamente bien marcada.
Nos hemos pegado una ducha y nos hemos ido a comer como Dios manda a un restaurante peruano que está mas que decente: causa limeña, ceviche y tallarines con pollo. Cuando ha caído el sol, hemos ido dando un paseo hasta la comunidad vecina "20 de Julio". El paseo está bonito, tienen todo el pueblo a lo largo muy bien cuidado.
A la noche hemos cenado un par de pizzas bajo un buen bochorno. Hemos coincidido con los españoles con los que hemos estado un buen rato hablando y a descansar. Hoy llevo un nivel de cansancio extremo. La selva es dura de narices. El que vive aquí o está adaptado genéticamente desde generaciones atrás o, para mí al menos, es inconcebible solo por la cantidad de mosquitos que te pican. Si tuviera que estar aquí un año o un mes solo, no entiendo cómo podría sobrellevar el tema de los mosquitos, las hormigas, los tábanos o las moscas que llaman arenilla y que también pican. Esta gente vive en unas condiciones extremas, pero los ves que ni sudan ni les pican los mosquitos, y los guiris, en cambio, parece que estemos en la guerra. Con razón cuando Orellana descendió el Amazonas en el siglo XVI, se fueron 200 hombres y volvieron con 50 y de aquella manera.