Al día siguiente, salimos muy temprano para llegar incluso antes de que estuviera abierto y así evitar las multitudes que lo visitan. Y, visto lo visto, fue un acierto, porque ya había bastante gente en las inmediaciones. Además, recorrer el interior lleva bastante tiempo dadas sus grandes dimensiones.



Aunque no sabría decir por qué carretera fuimos, por lo que me chivatea Google Maps, el castillo se encuentra a 62 kilómetros de Gdansk, en la población de Malbork, que creció en torno al castillo, y en la margen derecha del río Nogat, un afluente del Vístula.

En la puerta, nos recibió la señora que nos iba a hacer la visita guiada en español. Al contrario que el día anterior, en Gdansk, en esta ocasión tuvimos suerte y sus explicaciones fueron completas y muy interesantes. Estuvimos en el interior del castillo unas tres horas y, antes de entrar, ya pasamos un buen rato recorriendo su perímetro y tomando fotos. Me pareció realmente espectacular, con unas murallas exteriores que ocupan nada menos que 210.000 m2.


Fundado por la Orden de los Caballeros Teutónicos en 1274, supone un ejemplo de fortaleza medieval de estilo gótico báltico y es el castillo más grande del mundo construido en ladrillo. El castillo y su museo fueron declarados Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO en 1997.


Durante el siglo XIV, cuando fue sede de la Orden Teutónica y residencia del Gran Maestre, allí se cobraban los peajes a los barcos que transitaban por el río comerciando especialmente con ámbar, producto sobre el que llegaron a crear un monopolio. La ciudad formó parte de la Liga Hanseática hasta que pasó a poder de Polonia en 1466.

Malbork fue una de las residencias de los reyes polacos hasta la primera partición del país en 1772. Ya formando parte de Prusia, pasó a tener un uso militar. En 1945, la mitad del castillo quedó destruida y su restauración no se completó hasta 2016. En el exterior, hay expuestas fotografías del estado ruinoso en que quedó el castillo tras la II Guerra Mundial.


El castillo está dividido en tres secciones, alta, media y baja, separadas por fosos y torres. Junto a una vidriera, una escultura de la Virgen María recuerda que el primer castillo llevó su nombre. En su interior llegaron a alojarse más de 3.000 soldados.


Se accede a través del Castillo Bajo, cruzando un foso por un puente con cubierta de madera que conduce a dos puertas que desembocan en un gran patio donde nos reciben las esculturas de varios grandes maestres de la Orden. En esta parte, utilizada fundamentalmente como granero y zona de almacenaje, vivían los sirvientes y se localizaban los establos.



Pasamos a otro patio, al que dan varias estancias donde se recrean las cocinas y otras dependencias de servicio. Es un recorrido intrincado que da a entender lo difícil que resultaba acceder a las zonas nobles.



El castillo es tan grande que me resulta difícil hacer un relato de todo lo que fuimos viendo, así que me limitaré a poner algunas de las incontables fotos que fui tomando (se pueden hacer libremente durante todo el recorrido).




Pasamos por la enfermería con baño de vapor, las "torres baño" (agua va…), el dormitorio del Gran Maestre, decorado con frescos, las salas de representación, las salas de verano con sus ventanales, las salas de invierno con sus chimeneas… Una curiosidad es que el castillo contaba con su propio sistema de calefacción mediante conductos de aire caliente en el suelo hacia alguna de las salas más importantes


Una de las zonas más imponentes es el Gran Refectorio, una sala enorme de 30 metros de largo, cuyo techo abovedado y nervado de nueve metros de altura está sostenido únicamente por 3 columnas.


En el castillo alto, se encuentra también la Catedral de Santa María, con sus imponentes muros de ladrillo desnudo y también se pueden visitar exposiciones temporales de armas y diversos objetos, sobre todo de ámbar.



Al terminar, lo más recomendable es salir por el lado contrario al de la entrada y cruzar el Puente de San Adalberto para llegar a la otra orilla del río Nogat, desde donde se tiene una panorámica perfecta y completa del castillo. Para nosotros, lo malo fue que daba el sol completamente de cara, así que tuvimos que hacer malabarismos con las cámaras para salvar los terribles reflejos y sacar fotos algo decentes.


Como conclusión, decir que este castillo me gustó mucho. Creo que merece la pena verlo tanto por dentro como por fuera.
