El Barrio Viejo (Stare Miasto o Starowka).
Es la principal atracción turística de Varsovia. Está limitado por Wybrzeże Gdańskie, a lo largo del Vístula, al que se asoma desde una pequeña colina, y por las calles Grodzka, Mostowa y Podwale.

El cielo se había nublado y temimos que descargase otra tormenta como la de la noche anterior. Entretanto, fuimos a comer a un restaurante en la calle Krakowskie Przedmieście, justo enfrente de la Iglesia de Santa Ana. Después, mi amiga y yo iniciamos nuestro particular recorrido por el casco viejo. Todavía quedaban nubes, pero estaba claro que ya no iba a llover.

Plaza del Castillo (Plac Zamkowy).
Se trata de una gran explanada de forma triangular que se abre entre el castillo y el barrio antiguo, actuando casi como entrada al mismo.

Es uno de los lugares más turísticos de Varsovia donde se concentra mucha gente, sobre todo alrededor de la Columna de Segismundo, dedicada al rey Segismundo III, rey de Polonia y Gran Duque de Lituania entre 1587 y 1632; y también rey de Suecia entre 1592 y 1599. Fue el monarca que trasladó la capital desde Cracovia a Varsovia, así que no resulta extraño que aquí le tengan en bastante estima.

El Castillo Real.
Entre la plaza y el río Vístula, se encuentra la que fue residencia de los reyes de Polonia hasta 1795. Aunque su origen se remonta al siglo XIV, su aspecto actual data de las reformas efectuadas por nuestro ya conocido Segismundo durante los siglos XVI y XVII. Su fachada es de ladrillo rojo y, tras su reconstrucción, se ha convertido en museo. Se nos hizo tarde y no entramos.

En la parte trasera, se encuentran los jardines (alto y bajo), la Arcada Kubiki y el Palacio del Techo de Cobre, del siglo XVIII. Pudimos echarles un vistazo aunque sesgado porque para verlos bien hay que abonar la entrada al castillo. No obstante, una vista muy bonita se obtiene desde los bulevares del Vístula.


Iglesia de Santa Ana y su torre-mirador.
A unos pasos de la plaza, vimos esta iglesia del siglo XV, si bien su aspecto actual es de 1770. Conserva el órgano, el púlpito y el Altar Mayor originales. El interior es barroco y la nave principal está decorada con frescos. El acceso es gratuito.



Como carecía de campanario, en el siglo XVI se añadió una torre anexa e independiente, que hoy funciona como mirador. Naturalmente, no perdí la oportunidad de subir. Además, resulta cómodo y fácil, pues solo tiene tres pisos. Me costó 10 zlotys. Mereció la pena: las vistas son realmente espectaculares y algunas de las fotos que tomé las he puesto e iré poniendo para ilustrar varios lugares a los que me estoy refiriendo, así que no voy a repetirlas.


La tarde estaba muy luminosa, así que pude distinguir gran parte de la ciudad: desde el barrio antiguo hasta el Vístula; y una panorámica fantástica con las casas de colores de la calle Krakowskie Przedmieście, coronadas por los rascacielos de cristal de la parte más moderna de Varsovia. En otros casos, me hubiera aterrado la visión; aquí, me encantó. Le sientan bien, parecía un cuento de hadas colonizado por mansiones alienígenas.


Calle Krakowskie Przedmieście.
Cuando bajé del mirador, me reuní con mi amiga para recorrer esta calle, que forma parte de la Ruta Real, y donde se encuentran un gran número de edificios destacados del centro de Varsovia, incluyendo el Palacio Presidencial (Palacio Radziwill), cuya entrada, además de por los guardias, está custodiada por cuatro leones con cadenas. En el patio, se divisa una estatua a caballo del príncipe Jozef Poniatowski, considerado un héroe nacional por su intervención en las guerras napoleónicas.

También hay un memorial dedicado las víctimas del accidente aéreo de Smolensk (Rusia) de 2010, en el que fallecieron todos sus pasajeros, incluyendo al presidente polaco y varios de sus ministros, lo dio lugar a todo tipo de especulaciones. Otra curiosidad es que en este lugar se firmó en 1955 el Pacto de Varsovia, la contrapartida del Bloque del Este a la OTAN. Justo enfrente, está el Palacio Potockich.


A lo largo de esta calle, hay galerías de arte, museos, facultades universitarias –situadas en antiguos palacios de estilo barroco-, hoteles de lujo (como el Bristol), esculturas de personajes ilustres y varias iglesias, cuyo interior pudimos visitar. Es muy recomendable entrar a ver todos los templos que estén abiertos, pues suelen contar con mucha decoración y, normalmente, el acceso es gratuito.

La Iglesia de la Asunción de la Virgen María y San José, del siglo XVIII, cuenta con una de las fachadas neoclásicas más notables de Varsovia. El interior es de estilo rococó y Chopin tocó su primer concierto con el órgano que todavía se conserva.

A pocos pasos, está la Iglesia de las Visitacionistas, de estilo barroco y una de las más bonitas de la ciudad. Además, como sufrió poco la devastación de 1944, mantiene el aspecto que tenía cuando se terminó de construir en 1751.


Casi al final de la calle, está la Iglesia de la Santa Cruz, en la que reposa el corazón de Chopin dentro de una urna encajada en uno de sus pilares. Visita obligada, pues, para sus admiradores.


Llegamos hasta la plaza donde se encuentra el Monumento a Nicolás Copérnico, situado delante del Palacio Staszic, también reconstruido tras la II Guerra Mundial y que actualmente alberga la Academia Polaca de Ciencias.

En ese punto termina esta hermosa calle, por la que pasamos varias veces, una por la noche, ya de regreso hacia nuestro hotel. Sin duda, una de las imprescindibles de Varsovia.


Por las orillas del Vístula.
El Vístula es el río polaco por excelencia, ya que con sus 1.070 kilómetros de longitud recorre el país de punta a punta, desde los Cárpatos hasta Gdansk; de modo que te lo encuentras casi en cualquier parte, Varsovia incluida, claro está. Queríamos ver de cerca los bulevares que hay junto al río y cruzar la pasarela peatonal (también circulan bicicletas) que, entre otros lugares, conduce al barrio de Praga, muy de moda últimamente como zona alternativa de ocio.


Para llegar hasta el río, tuvimos que bajar por un entramado de callejuelas y escaleras hasta alcanzar un largo paseo donde se reúnen turistas y lugareños los fines de semana. Hay muchos puestos callejeros, bares, atracciones, juegos infantiles, graderíos para asistir a espectáculos al aire libre o simplemente disfrutar de un picnic. A poca distancia está el Museo Copérnico, muy interesante si se va con niños. También se divisa el puente atirantado y el Estadio Nacional.


La pasarela, de diseño vanguardista, es más larga de lo que parece en un principio y lleva un buen rato cruzarla. Esa tarde estaba muy concurrida. Desde ella se obtiene buenas vistas del casco antiguo y también un curioso skyline con los principales rascacielos.


Retornar a la Plaza del Castillo nos costó algunos sudores porque tuvimos que subir empinadas cuestas y escaleras, aunque fuimos contemplando bonitas perspectivas del castillo y sus jardines. Dilucidamos si entrar a visitarlo, pero se nos había hecho tarde y estaban a punto de cerrar. Así que nos dedicamos a patear el barrio antiguo.
Recorriendo Stare Miasto.
Es pequeño, apenas son unas cuantas calles, pero muy agradecidas. Quizás la más bonita es Piwna, con suelo empedrado y flanqueada por casas de colores.


Catedral de San Juan.
En la calle Swietojanska, paralela a la anterior, se encuentra la Catedral de San Juan, cuya fachada es muy complicado fotografiar porque la calle es muy estrecha y se apiña mucha gente alrededor. Aunque en Varsovia hay tres catedrales, esta tiene la condición de Archicatedral por ser la sede arzobispal. Se trata de una de las iglesias más antiguas de la capital, pues se construyó en el siglo XIV en estilo gótico mazoviano. En su interior se coronaban los reyes, se celebraban las bodas reales y se enterraba a los personajes ilustres del país. En el siglo XVII estaba unida al castillo por un paso elevado de 80 metros de longitud.


En 1944, quedó prácticamente destruida por los nazis, que hicieron detonar explosivos en su interior. Su reconstrucción se basó en unos grabados del siglo XVII que, al parecer, reflejaban su aspecto original del siglo XIV.

La Plaza del Mercado. La sirenita.
Es la más antigua de la ciudad, pues su origen se remonta al siglo XIII, cuando se fundó la ciudad. Allí tenían lugar tanto festejos y ejecuciones como ferias y mercados.

Está rodeada por encantadores edificios de colores, muchos con grabados en las fachadas, que fueron reconstruidos según sus respectivos patrones originales del siglo XVII. Hay multitud de terrazas de bares y restaurantes donde se agolpa el gentío.

En la parte central, se encuentra la escultura en bronce de la Sirenita de Varsovia, que con su espada y su escudo se ha convertido en un símbolo de la ciudad.


La Barbacana.
Seguimos avanzando hacia la Barbacana, el único resto de la antigua muralla de la ciudad que se conserva, aunque también ha sido reconstruida conforme a su estructura original del siglo XVI, según grabados de 1540.


Aunque es una réplica, la edificación de ladrillo rojo queda muy chula. Con sus cuatro torres y un gran bastión semicircular ofrece una idea de cómo debían ser las fortificaciones de la ciudad en tiempos medievales.

A ambos lados de la Barbacana, por la calle Podwale, se reconstruyó un doble anillo de murallas que delimita la Ciudad Vieja, a lo largo del cual hay elementos arquitectónicos, esculturas y objetos conmemorativos.

