Después de comer, mi amiga y yo estuvimos paseando un rato antes de volver a la calle Pijarska, donde se encuentra el Museo Czartoryski, para el que habíamos comprado entradas online con bastante antelación. Una vez allí, no vimos demasiada gente y creo que hubiésemos podido entrar incluso sin reserva previa. Abre todos los días de 10:00 a 18:00, salvo los lunes. La entrada general cuesta 65 zl; la entrada senior nos costó 50. Lo de estar jubilada no es que sea una gozada porque tienes los años que tienes, pero en ciertas ocasiones... sale a cuenta
Este museo fue fundado en 1706 por la princesa Izabela Czartoryska con idea de preservar el legado artístico polaco y las obras de arte que fue adquiriendo la familia, incluyendo la Dama del Armiño de Leonardo da Vinci y Retrato de un joven, de Rafael Sanzio. Los nazis saquearon el museo; la pintura de Leonardo fue recuperada, pero la de Rafael, no. En 2016, el Estado polaco compró la colección por 100 millones de euros, precio casi simbólico teniendo en cuenta el valor de las obras adquiridas. Hoy en día ocupa tres edificios históricos y cuenta con una colección muy variada de arte antiguo, pintura europea de los siglos XIII-XVIII, artesanía islámica y oriental, objetos militares de diversas épocas, tapices, porcelanas, esculturas…
El museo no es muy grande y se recorre bastante bien, está muy organizado y al ser tan variado resulta muy entretenido. Nos gustó. Está permitido hacer fotos en todas las salas, sin flash, naturalmente.
[align=justify]Entre las pinturas más destacadas están El Paisaje con el buen samaritano, de Rembrant, y, por supuesto, La Dama del Armiño, que por sí solo ya merece la visita a este Museo o a cualquier otro. Una auténtica maravilla.
Después de relajarnos un poco en Plenty, volvimos a comprar chocolates y otros dulces a la Plaza del Mercado. Desde allí, empezamos a regresar lentamente al hotel recorriendo la calle Grodzca, una de las más antiguas de Cracovia, que formaba parte del Camino Real, comunicando la Plaza del Mercado con la colina de Wawel. Es otra de las imprescindibles; e inevitable, por otra parte. Suele estar abarrotada de gente.
Además de las casas renacentistas de los siglos XVI y XVII, en las inmediaciones hay varios templos interesantes, como la Iglesia de la Santísima Trinidad, en la calle Dominikańska, que formaba parte de un monasterio dominico erigido en el siglo XIII, cuyo templo se amplió como basílica posteriormente. Contiene un gran número de capillas funerarias y tumbas. En 1850, resultó muy afectada por un gran incendio y gran parte del interior fue reconstruido en estilo neogótico.
De vuelta a la calle Grodzca, llegamos a la Iglesia de San Pedro y San Pablo, barroca, del siglo XVI, muy llamativa por contar en su fachada con las esculturas de los doce apóstoles, aunque son copias de las originales de piedra caliza del siglo XVIII, que hubo que sustituir al estar muy deterioradas por la lluvia ácida.
Al lado, aparece la Iglesia de San Andrés, del siglo XI, uno de los edificios más antiguos de la ciudad, construida en estilo románico como una iglesia fortaleza, con aberturas defensivas y dos torres.
Al final de la calle, se obtienen unas buenas vistas de la zona posterior de la colina de Wawel, en la que destaca la Torre Danesa. En unos jardines, junto a las murallas, está la réplica de la escultura del Ídolo de Zbruch, del siglo IX, cuyo original está expuesto en el Museo Arqueológico de Cracovia. Es una de los pocos monumentos de las creencias precristianas eslavas que se conservan. Se trata de un pilar de cuatro lados de caliza grisácea, con una altura de 2,67 metros, y tiene tres hileras de relieves grabados en cada uno de los cuatro lados.
Kazimierz. El Barrio Judío.
Kazimierz fue una ciudad fundada por Casimiro III en el siglo XIV. Por entonces, era una isla, separada de Cracovia por un brazo del río Vístula, que actualmente ya no existe. En 1495, los judíos que vivían en el entorno de la Universidad Jagellónica fueron expulsados para ampliar las instalaciones y obligados a trasladarse a Kazimierz. Con el tiempo, se convirtió en lugar de residencia de la población judía más pobre y conservadora, lo que permitió que la mayor parte de los edificios antiguos se conservasen. Durante la II Guerra Mundial, los nazis trasladaron a los judíos al Gueto de Cracovia, para ser después asesinados o deportados a los campos de exterminio. Después de la guerra, el barrio quedó casi abandonado y durante la época comunista gozaba de mala reputación, considerándose un refugio de delincuentes y vagabundos.
Ya en los años 90 de pasado siglo cuando Kazimierz empezó a transformarse, convirtiéndose en barrio de moda para intelectuales, artistas y jóvenes universitarios, lo que atrajo también al turismo. También colaboró a su recuperación el rodaje de la película La Lista de Schindler, dirigida por Spielberg, aunque los hechos que narra no sucedieron aquí sino en el Gueto de Podgorze, adonde se puede llegar cruzando el puente del Padre Bernatek para, si interesa el tema, visitar la Fábrica de Schindler, el Museo Judío y la emblemática Plaza Bohaterow Getta (Memorial Gueto Judío) con sus sillas vacías. Volviendo a Kazimierz, el centro neurálgico del barrio es la Plaza Wolnica, donde se encuentra el antiguo ayuntamiento, convertido ahora en el Museo Etnográfico. Actualmente, hay un sinfín de cafeterías, restaurantes de comida judía y pubs, sobre todo en Szeroka, la calle más animada con multitud de gente y terrazas.
Otro punto destacado es la Plac Nowy (Plaza Nueva), también conocida como plaza de los judíos. Fue a principios del siglo XIX cuando se estableció su estructura actual de trapecio rectángulo. En el centro, rodeado de puestos, hay un edificio (monumento desde 2008) con forma de rotonda (Okrąglak), que nació como pabellón de ventas en 1900 y se vendió posteriormente a los judíos, que lo utilizaron como matadero de aves de corral. Hoy en día alberga tiendas de abastos, carnicerías y puestos de comida rápida, entre la que reinan los tradicionales zapienkankas, pan con jamón, champiñones, queso y verduras, aunque también puede tener otros componentes. Esta plaza también está muy animada y, en ocasiones, hay conciertos y se celebran festivales y eventos.
En Krazimierz, se conservan seis sinagogas, aunque solo está abierta al culto la de Remuh, que se encuentra junto al antiguo cementerio judío. La Vieja Sinagoga, del siglo XV y la más antigua, alberga actualmente un museo dedicado a la cultura hebrea.
Estuvimos dando una vuelta por toda la zona y terminamos en un restaurante típico, donde nos sirvieron un menú tradicional judío con una actuación en directo de música Klezmer, que se interpretaba antaño en bodas y festejos con instrumentos clarinete, clarín, acordeón, bombo, platillos… La comida me gustó y la música tampoco estuvo mal, pero se me hicieron demasiado largas (y muy pesadas, lo confieso) las más de dos horas que duró la cena.
Otros lugares de Cracovia.
En diferentes momentos, estuvimos también en otros lugares de Cracovia no tan conocidos, de algunos de los cuales me acuerdo. Además de descansar en varias zonas de los Jardines Planty, fuimos a dar una vuelta por unas calles que están enfrente de la Barbacana, de la que se obtiene una bonita perspectiva al caminar un poco cuesta arriba.
En la Plaza Jana Matelki, rodeada por edificios universitarios, está el Monumento Grundwald, que conmemora la victoria de los ejércitos polaco y lituano sobre los teutones en una decisiva batalla que tuvo lugar en 1410. Se trata de una copia, ya que los nazis destruyeron el original. También está en los alrededores la Iglesia de San Florián, construida en su día para albergar las reliquias del santo, martirizado en el año 304. La primitiva iglesia gótica fue destruida por un incendio y se reconstruyó en estilo barroco en 1684.
A última hora de la tarde, fuimos a la estación principal para subirnos al tren de alta velocidad que nos llevaría hasta Varsovia, donde dormiríamos esa noche, pues al día siguiente salía nuestro avión hacia Madrid. Llegamos con un poco de antelación y estuvimos pasean un rato por la adyacente Plaza Jana Novaka Jezioranskiego, que muy concurrida y en torno a la cual se encuentran varios edificios y monumentos destacados, como la antigua estación de ferrocarril, la biblioteca pública o el Teatro Stowackiego.
También nos resultó muy curiosa una pasarela sobre las vías pintada de color azul, con farolas a juego. Y nos dio tiempo a recorrer un poco las enormes Galerías Krakowska, con las mismas franquicias e iguales agobios de gente que las que puede haber en cualquier otra ciudad de nuestro continente. Por un paso subterráneo, conectan con el metro y la estación de tren.
El tren salió puntual y por el camino pudimos ver algunos paisajes de la campiña polaca. En algunos puntos, había tormenta y llovía bastante, lo que daba un brillo especial a las panorámicas, que semejaban pinturas. Llegamos en hora a la capital, donde hacía buen tiempo. El servicio de tren polaco nos pareció muy eficiente.