Después de un breve viaje sin contratiempos en la primera planta del Cruz del Sur llegamos a la estación de bus de Ica, donde queríamos coger un taxi que nos llevara a Huacachina. Los taxistas que están dentro de la propia estación son los “oficiales” y por tanto más caros que los que hay justo en la puerta, que no tienen autorización para entrar en la estación. Cuando uno de los oficiales nos dijo que nos cobraba algo como 15 ó 20 soles por llevarnos a Huacachina y le dijimos que eso era muchísimo, él mismo nos sugirió que fuéramos con un chaval que había justo en la puerta. Nos dijo que al no ser oficial, él podía llevarnos por menos, y que era totalmente de fiar. Sin saber muy bien si nos estaba tomando el pelo o no, nos fuimos con el chaval, que por S/7 nos llevó hasta nuestro hotel de Huacachina (la referencia que teníamos eran S/5 por el trayecto, pero entre que era de noche y que los precios parecían haber subido para todo lo aceptamos). Era un chaval bastante grande en un taxi de esos enanos (un tico), y tuvimos que hacer un poco de tetris para entrar los tres con las dos mochilas, menos mal que no era un trayecto muy largo.
Como llegamos de noche no vimos nada de la laguna y fuimos directamente al hotel. La noche anterior la pasamos en el bus nocturno y ese día no habíamos podido ducharnos, así que lo primero que hicimos fue ir derechitos a la ducha. El hotel que teníamos era una especie de hostal de mochileros pero que tiene algunas habitaciones muy nuevas con baño privado. Había sido bastante caro pero cuando estuvimos mirando los precios de Huacachina todo nos parecía casi igual de caro y bastante más cutre, y este nos gustó bastante. Resultó ser un acierto, porque aparte de que la habitación y el baño estaban muy bien, el hostal tenía muy bien ambiente internacional pero no mucho ruido, y la comida estaba buenísima, aunque eso lo descubriríamos al día siguiente. Esa noche dimos una vuelta rápida por la única calle de Huacahina y cenamos pizza en uno de los hostales (Carola del Sur), bastante aceptable y bien de precio (S/41).
El plan del día siguiente era sencillo: descansar y relajarnos por la mañana y hacer el tour por las dunas con sandboarding por la tarde antes de coger el bus a Paracas. Llevábamos mucha tralla encima y habíamos dejado esa mañana “libre” a posta para poder dormir un poco más y descansar en la piscina del hotel. Resultó hacer más frío de lo que pensábamos así que la piscina estaba descartada, pero nos dimos una vuelta por la laguna para poder verla a la luz del día:
Huacachina: oasis
Lo llaman oasis de Huacachina por algo!! Es una imagen muy bonita y curiosa, la laguna verdosa en medio de un desierto de dunas. Coincidió que era domingo y había muchas familias peruanas pasando el día allí, de picnic y con los niños jugando en el agua. Personalmente yo no hubiera metido ni la punta del dedo meñique en ese agua, pero los niños estaban tan contentos. Después de bordear la laguna, que no es tan grande, volvimos a nuestro hostal a pasar el resto de la mañana entre cervezas y picoteos. Nos gustó mucho la comida del hostal (el desayuno, los sándwiches, las tartas…) así que nos agenciamos una de las hamacas a la sombra y allí pasamos la mañana hasta que fue hora de prepararse para el tour, que estaba incluido en el precio de la habitación (para los que quieran cogerlo con ellos sin haber dormido allí, nos dijeron que el precio eran S/40 por persona). Aparte de esto hay que pagar la “dune tax” o tasa de las dunas, que es simplemente un colega que se pone donde empieza el camino por donde suben los buggies y te pide S/4 por persona para poder pasar. No sé hasta qué punto es legal o es simplemente alguien muy avispado…
Como en esta actividad te llenas de arena hasta en los sitios más insospechados, te recomiendan llevar lo justo. No podíamos resistirnos a llevar la cámara, pero intentamos protegerla lo más posible metiéndola en una bolsa de plástico de esas con zip, y esta a su vez dentro de otra bolsa para que no le entrara nada de arena. Sólo llevábamos la cámara, gafas de sol y una botella de agua, y el resto de cosas las dejamos en uno de los lockers que hay en el hostal (gratis si lo pillas, porque hay pocos, y pones tu propio candado). Los cacharros donde te montan para subir a las dunas son los buggies (o tubulares, como los llaman ellos), unas bestias pardas capaces de lidiar con la arena y subir las dunas más pronunciadas. La mayoría de alojamientos de Huacachina ofrece este tour, y también hay agencias que lo organizan al margen de los hostales, pero hay algunas diferencias entre los conductores y los buggies, el número de gente que montan, el tiempo que pasan en las dunas, la calidad de las tablas… Se hace durante todo el día pero se supone que las mejores horas para hacerlo son a primera hora de la mañana o a eso de las 3-4 de la tarde, para que no pegue tanto el sol y se disfrute más. Nosotros salimos sobre las 3:15 y volvimos poco después de las 5, así que fueron casi dos horas de excursión.
Huacachina: buggy por las dunas
Tengo que decir que esta excursión fue una de las mejores que hicimos en Perú, o por lo menos de las más divertidas. Primero te suben desde el oasis hacia la parte alta de las dunas a toda velocidad en el cacharro ese lleno de tubos, que hace un ruido infernal. Nuestro conductor era un señor muy cachondo que se aseguró de que soltáramos toda la adrenalina del mundo. Aquí os dejo un video de la experiencia:
Al llegar a una duna que él consideró apropiada, paró el buggy y nos dio una tabla de madera a cada uno, y un trocito de vela para encerarla. Cuanto más la enceras, más rápido vas, así que ahí ya depende de ti. Nos dio unas lecciones básicas de cómo bajar la duna montados en la tabla y nos dijo que él nos esperaba abajo. Nosotros llevamos muchos años esquiando pero no hacemos snow, y esto de la tabla era nuevo. Se puede bajar de pie pero lo más sencillo es bajar tumbados boca abajo, sobre todo en las dunas más grandes. Yo intenté bajar de pie la primera duna, pensando que no podía ser tan difícil, y lo hice más o menos bien hasta mitad de camino que me pegué un ostión impresionante y comí arena a cucharadas. Huelga decir que las siguientes las bajé tumbada…
Huacachina: dunas
Como veis, es un auténtico desierto, y esto también era una experiencia nueva para nosotros. Después de bajar la primera duna y volver a montar en el buggy, nos llevaron a la segunda, un poco más alta que la anterior, y de ahí a una tercera y a una cuarta. La última era monstruosa, mirad lo pequeñitos que se veían los buggies y la gente abajo:
Huacachina: dunas
Como veis, algunos se lo pensaban, y no era para menos. Nosotros nos lanzamos y fue toda una experiencia! Eso sí, acabamos con arena hasta en el último centímetro cuadrado de nuestro cuerpo! La cámara sobrevivió, pero hay que tener muchísimo cuidado.
Después de otro recorrido a toda velocidad duna arriba duna abajo (si os gustan las montañas rusas como a mí, os gustaría esto seguro!) volvimos hacia el oasis, haciendo primero una paradita para admirar las vistas de la laguna desde arriba y la puesta de sol.
Huacachina: dunas
Aquí vimos que había bastantes valientes que se atrevían a subir la duna gigante que hay justo detrás de Huacachina (la que se ve en la panorámica de arriba) para la última bajada del día. Y no digo valientes porque la duna fuera enorme, que también, sino porque subían andando y con la tabla a cuestas! Sinceramente, aunque haya sitios donde te presten las tablas y puedas hacer sandboarding gratis, los buggies son la mitad de la experiencia así que lo de subir andando me parece de locos.
Teníamos billetes para el bus de las 7 así que tuvimos el tiempo justo para sacudirnos la arena, tomar un café con un trozo de tarta en el hostal, recoger las mochilas y llamar a un taxi que nos llevara por otros S/7 a la estación de Ica, donde cogimos el Cruz del Sur que nos dejaría en Paracas. Al día siguiente tocaba visita a las islas Ballesta y la Reserva Nacional de Paracas!