BUENOS AIRES
En agosto de 2009 decidimos organizar un viaje a La Paz (Bolivia) para ver a una hija que está trabajando allí. Como no conocíamos ningún país de América del Sur, nos planteamos aprovechar la ocasión para visitar algo más que La Paz en las tres semanas de las que disponíamos. Decidimos hacer en primer lugar el vuelo Madrid-Buenos Aires (con Iberia) para pasar en Buenos Aires, tres días a la ida y dos días a la vuelta. Pensamos que de este modo el viaje se nos haría menos pesado y aprovecharíamos la oportunidad para conocer la capital argentina que sin duda merece la pena.
El viaje de ida lo hicimos durante el día, salimos de Madrid sobre las 12h. y llegamos a Buenos Aires a las 20h., hora local, con una diferencia horaria de 5 horas con respecto a España. El vuelo dura unas trece horas y se hace pesado, quizá más a la ida que a la vuelta, porque a la vuelta, al hacerlo durante la noche, siempre que se consiga dormir, es más llevadero. No tuvimos prácticamente problemas de jet lag ni a la ida ni a la vuelta porque a la ida llegamos casi a la hora de acostarnos y a la vuelta habíamos dormido durante el vuelo.
Habíamos llevado para el viaje euros y dólares porque no sabíamos qué interesaba más. Yo diría que es indiferente. Se puede pagar con dólares en todos los sitios e incluso con euros, aunque en ese caso te dan el cambio en pesos. Como no sabíamos que admitían dólares en todos los sitios, nada más llegar a Buenos Aires cambiamos en el aeropuerto dólares en una oficina de cambio. No es recomendable porque el cambio fue muy malo. Además, si se quiere coger un taxi, existe una oficina en el mismo aeropuerto en donde dices a dónde vas y te dan la tarifa que tienes que abonar allí mismo, no al taxista. La tarifa cambia, a la ida son unos 90 pesos (sobre 20 €) y a la vuelta sólo 70 pesos. La verdad es que con el euro alto, en este momento los precios resultan baratos. Así que nos movimos siempre en taxi. También porque estaban en el pico de afectados por gripe A y aconsejaban no frecuentar lugares cerrados para evitar el contagio. Llevábamos mascarillas, por si acaso, pero no las usamos. Nadie las llevaba.
Además de no cambiar en el aeropuerto, tenemos que hacer otra recomendación: mucho cuidado con los billetes falsos. A nosotros un taxista nos dijo que el billete de 20 pesos con el que le estábamos pagando era falso, nos miró todos los billetes para comprobar que los demás no lo eran y a partir de ese momento empezamos a tener problemas, los billetes que teníamos eran falsos. Nos había dado el cambiazo y nos dio dos billetes de 100 pesos y dos de 20 pesos falsos. Al principio pensamos que había sido en el aeropuerto donde habíamos cambiado, pero nos confirmaron mediante un vídeo que sus billetes eran correctos. Nos preguntaron si alguien nos había tocado nuestro dinero y caímos en la cuenta: el taxista! Así que ¡ojo! Debe de haber mucha falsificación porque cuando pagas miran los billetes con atención.
En Buenos Aires nos había reservado una habitación en el Hotel Mariposita (www.mariposita.com.ar) otra hija que también había hecho escala en Buenos Aires antes a ir a La Paz para ver a su hermana. Ella lo había localizado por Internet, le había gustado y nos lo recomendó. El Hotel Mariposita en realidad más que un hotel parece un B&B. Pero lo que es de verdad es una escuela de tango con unas pocas habitaciones que alquilan a bailarines extranjeros que vienen a perfeccionar su técnica en la escuela de baile. Leti, su propietaria, nos contó durante los amenos desayunos, cómo había recorrido durante dos años la ciudad buscando un local que se adaptase a lo que estaba buscando. Ella, arquitecta de profesión, quería acondicionar una sala de baile donde su hija, Carolina Bonaventura, bailarina profesional de tango, pudiera ensayar con su compañía y dar lecciones, siempre que no estuviese de gira. Esta actividad que, según su madre, podría prolongar durante mucho más tiempo que la de bailarina profesional, le daría una seguridad económica. Leti fue quien reformó la casa que compraron en el barrio de San Telmo, una casa antigua en la que se había instalado una imprenta, para convertirla en lo que es hoy: una sala de baile, cuatro habitaciones que alquilan y las dependencias privadas que ellas ocupan.
El ambiente no podía ser más auténtico. Desayunábamos escuchando a Leti que nos hablaba de su Buenos Aires y al volver al hotel nos quedábamos un rato viendo los ensayos. Sólo viendo porque, aunque los huéspedes pueden participar en las clases si lo desean, nosotros nos contentamos con mirar.
El precio de la habitación que nos había reservado nuestra hija eran 60 dólares con desayuno. Se trataba de una habitación en la parte antigua de la casa, con techos altísimos y un balcón a la calle que dejaba pasar todos los ruidos y toda la luz del mundo. Sin tapones y sin antifaz no hubiéramos podido dormir. Sin embargo, a la vuelta estuvimos en otra habitación, en la parte nueva, que daba al patio y era silenciosa y relativamente confortable. No era por supuesto un hotel de lujo, pero estaba bien.
El barrio de San Telmo donde se encuentra el Hotel Mariposita es la zona vieja de Buenos Aires. Su plaza principal -la plaza Dorrego- es la más antigua de la capital. Aunque en sus orígenes se instalaron aquí las familias más adineradas, hoy es un barrio un tanto decadente, más bien modesto, pero con fachadas de interesante arquitectura que recuerdan épocas mejores. Es además el barrio de los anticuarios. Está lleno de tiendas de anticuarios y los domingos en la plaza Dorrego se monta un mercadillo de antigüedades al aire libre lleno de color y animación. Además de antigüedades, por las calles adyacentes continúan los tenderetes con todo tipo de cosas. Merece la pena dar un paseo y tomar algo en la plaza.
El precio de la habitación que nos había reservado nuestra hija eran 60 dólares con desayuno. Se trataba de una habitación en la parte antigua de la casa, con techos altísimos y un balcón a la calle que dejaba pasar todos los ruidos y toda la luz del mundo. Sin tapones y sin antifaz no hubiéramos podido dormir. Sin embargo, a la vuelta estuvimos en otra habitación, en la parte nueva, que daba al patio y era silenciosa y relativamente confortable. No era por supuesto un hotel de lujo, pero estaba bien.
El barrio de San Telmo donde se encuentra el Hotel Mariposita es la zona vieja de Buenos Aires. Su plaza principal -la plaza Dorrego- es la más antigua de la capital. Aunque en sus orígenes se instalaron aquí las familias más adineradas, hoy es un barrio un tanto decadente, más bien modesto, pero con fachadas de interesante arquitectura que recuerdan épocas mejores. Es además el barrio de los anticuarios. Está lleno de tiendas de anticuarios y los domingos en la plaza Dorrego se monta un mercadillo de antigüedades al aire libre lleno de color y animación. Además de antigüedades, por las calles adyacentes continúan los tenderetes con todo tipo de cosas. Merece la pena dar un paseo y tomar algo en la plaza.
Buenos Aires es una ciudad de contrastes. Es sin duda una ciudad muy europea con zonas en las que se ve el alto nivel de vida que tuvieron en la primera mitad del siglo XX. Por ejemplo en la avenida de Mayo, que une la Casa Rosada con el Parlamento, los edificios son impresionantes. Es obligado hacer un alto para tomar un café en el clásico Café Tortoni. Está situado en la acera derecha yendo de la Casa Rosada hacia el Congreso. Se trata de un local estupendo de principios del siglo XX, frecuentado por literatos, con decoración Art Nouveau y cuyas mesas llevan el nombre del escritor que solía ocuparla.
En la acera de la izquierda, en el nº 1370, poco antes de llegar a la plaza del Congreso, hay un edificio muy original que también merece la pena visitar. Es el palacio Barolo, también de principios del XX, de arquitectura singular –la guía dice que es un edificio expresionista- , aunque a mí me recordaba algo la arquitectura Art Decó. Tiene visitas guiadas determinados días, pero a nosotros, como no era día de visita, uno de los conserjes nos ofreció visitarlo pagando el equivalente a 3€ por persona. Merece la pena. El interior es magnífico: escalera, balaustrada, vidrieras y ascensores preciosos. Nos llevaron hasta el último balcón, que rodea todo el edificio, y desde allí la vista de Buenos Aires es impresionante. Se veía toda la ciudad que se extendía a nuestros pies sin solución de continuidad
Los barrios de Retiro -que recuerda a Madrid- y Recoleta –de ambiente más bien parisino-, son muy elegantes y muy agradables para pasear. Palermo Chico es otro barrio todavía más exclusivo, con numerosos palacetes, muchos de ellos convertidos en embajadas. El otro Palermo, el Palermo Viejo, está lleno de bares, restaurantes, librerías y comercios de diseño. Es una zona comercial especial, no son las típicas cosas que puedes comprar en cualquier ciudad. Los locales son originales y están decorados con gusto. Algunas de las casas recuerdan las casas de San Telmo. Quizás porque la burguesía bonaerense, que dejó el barrio de San Telmo en 1870 a consecuencia de la epidemia de fiebre amarilla para instalarse en Palermo, una zona alta más saneada, trasladó aquí la arquitectura de su anterior barrio. Pasearse un sábado por Palermo Viejo es muy agradable, vas descubriendo el barrio con su ambiente, lleno de gente y actividad. La plazuela Julio Cortázar, es un ejemplo. Tomar algo en una de sus numerosas terrazas atestadas, mientras escuchas la música de algún artista callejero merece la pena.
Otras zonas son sin embargo anodinas. Corrientes es una calle larguísima de edificios modernos sin ningún interés. Y Corrientes 348 -la del tango- hoy no es más que un garaje con un cartel en el que aparece “Corrientes 348” enmarcado en lo que se llama el “fileteado argentino”, un grafismo que se puede ver en muchos establecimientos de San Telmo.
La calle comercial de Florida tampoco tiene ningún interés especial. Sí lo tiene la nueva zona de Puerto Madero donde se acondicionaron los antiguos muelles con bares y restaurantes y al otro lado del río están construyendo edificios de apartamentos modernos y caros. Y la zona de Boca, en donde está la famosa calle de Caminito, que casi no vemos porque Leti nos había dicho que era una zona poco segura, está atestada de turistas. Yo creo que hay que verla, aunque sea un montaje para turistas. Tiene mucho color y no deja de ser un icono para los que conocemos la canción. Está también llena de tiendas con cosas de recuerdos, bares y restaurantes con espectáculos de tango, todo de cara al turista, claro.