Como ya he dicho en la introducción, mi vuelo a Bolivia tenía varias escalas. Lo cierto es que cuando reservé el billete me había propuesto viajar, a menos que las restricciones COVID me lo impidiesen. Por aquel entonces se podía viajar, pero sometidos a unas restricciones que evolucionaron en los dos meses posteriores a la compra del vuelo. Así, inicialmente, Alemania imponía muchas restricciones para pisar su territorio, restricciones que en el mes de junio desparecieron por completo. Colombia y Bolivia también flexibilizaron sus condiciones de entrada, suprimiendo, en el caso de Bolivia, en un primer momento, la obligación de aislarse en las 72 horas posteriores a la entrada en el país hasta obtener, pasado ese tiempo, una PCR negativa, y posteriormente, la obligatoriedad de un seguro médico.
El día de mi vuelo las condiciones de ingreso a los distintos países en que iba a hacer escala en lo relativo a la COVID eran las siguientes: Alemania, ninguna exigencia; Colombia y Bolivia, vacunación, PCR con 72 horas de antelación o test de antígenos con 48 horas. Sin embargo, para mi sorpresa, tanto cuando fui a embarcar, como cuando llegué a Bolivia, además del certificado de vacunación me exigieron una PCR. Puesto que, conforme a la normativa que había consultado, no era obligatoria, no disponía de ella, y lo cierto es que tanto al facturar como al entrar al país no me pusieron problemas.
Aunque el vuelo fue largo (un día), las escalas habían sido cortas (dos horas), lo suficiente para garantizar no perder la conexión en caso de un retraso (que no hubo), y pese a no haber dormido nada, no me encontraba especialmente cansado. Quiero señalar que me llamó especialmente lo bien organizado que está el aeropuerto El Dorado de Bogotá, pues en poco menos de veinte minutos había desembarcado y ya estaba en la puerta de embarque de donde iba a salir mi vuelo con destino a La Paz. La conexión en Fráncfort fue igualmente ágil, aun cuando no es un aeropuerto que me guste especialmente. De hecho, esa agilidad se perdió en el vuelo de vuelta, como explicaré a su debido momento.
Aunque inicialmente había barajado siempre volar a Santa Cruz y no a La Paz, mi intención respondía más bien a una cuestión práctica. El aeropuerto internacional de Bolivia por excelencia es el de Santa Cruz de la Sierra, pues a él llegan todos los vuelos transoceánicos. El aeropuerto de La Paz es también un aeropuerto internacional, pero por su ubicación y su limitado tamaño solo acoge vuelos procedentes de otros países sudamericanos. Como finalmente volaba haciendo escala en Bogotá, tuve la posibilidad de tomar un vuelo a La Paz, lo que me permitía llegar a un aeropuerto de Bolivia y salir de otro, ahorrándome consiguientemente un vuelo interno. En cualquier caso, lo más recomendable hubiese sido a la inversa, entrar a Bolivia por Santa Cruz y salir por La Paz. En mi caso no pudo ser porque el incremento de precio era considerable. De todos modos, es lo idóneo, ya que permite un aclimatación progresiva a la altura (Santa Cruz está a solo 400 m de altura frente a los más de 4.000 de La Paz).
Es cierto que tenía cierto miedo con el tema de la altura y el soroche. No había tenido problemas con ellos ni en Perú ni en Argentina, pero de ello habían pasado más de veinte años y siempre se dice que el que no hayas sufrido el mal de altura en un momento dado no significa que no lo vayas a sufrir posteriormente. En todo caso, había leído que en el aeropuerto de La Paz están preparados para tal contingencia y cuentan con máscaras de oxígeno, una vez pasados los controles, para aquellos pasajeros que experimenten problemas respiratorios al desembarcar.
En cuanto al tema de los controles, querría hacer un comentario. Ya he indicado que me exigieron una PCR al llegar a Bolivia, a pesar de contar con el certificado de vacunación COVID y de ser (teóricamente) uno y otro requisitos alternativos. Quería mencionar ahora el paso por Inmigración. Gracias a la información facilitada por la web del Ministerio de Asuntos Exteriores, conocía la obligación de registrarse en el sistema DIGEMIC. Este servicio, dependiente de la Dirección de Migración boliviana, exige que los extranjeros nos registremos diariamente en una web nacional indicando dónde estamos alojados. El no hacerlo está sancionado con una multa de 500 bolivianos (unos 35 euros). Al llegar, te dan un código que, escaneado, te lleva a la web del ministerio, pero quiero señalar que no te dan ninguna información acerca de qué es ese código ni para qué sirve.
Quiero resaltar que los trámites de emigración y aduaneros en el aeropuerto son bastante lentos y me llevaron, sin tener ningún problema especial, más de una hora. Aunque no fue mi caso, por si pudiera ser de interés a otros viajeros, dejo constancia de que algunos turistas con los que coincidí me dijeron que los trámites en las fronteras terrestres son muy superficiales. En muchos casos no llegan siquiera a pedir el certificado de vacunación o la realización de PCR o de prueba de antígenos ligados a la COVID, aunque en todo caso sí entregan el código que se ha de escanear a efectos del registro en DIGEMIC.
El aeropuerto de La Paz se encuentra en El Alto. Por si La Paz no estuviera suficientemente alta, el aeropuerto lo han construido aún más arriba. Hasta la construcción del aeropuerto, El Alto no existía como tal. Con la llegada del aeropuerto, surgió una ciudad que poco a poco está rivalizando en población con La Paz. Yo no la visité, aunque es cierto que las veces que pasé por allí se veía una buena vista de La Paz (de hecho, hay un lugar en El Alto llamado Mirador, desde el que se puede tener una buena panorámica de la ciudad de La Paz, aunque últimamente ha perdido parte de su interés, a raíz de la puesta en funcionamiento del teleférico, ya que desde el teleférico –una de cuyas líneas llega precisamente al Alto- se obtienen aún mejores vistas de la ciudad). En cualquier caso, dado que la población que se ha asentado en el Alto es de condición muy humilde, se dice que el grado de inseguridad de la localidad hace honor a su nombre. Al margen del Mirador, muchos turistas acuden también al Alto atraídos por su mercado (creo que tiene lugar los domingos) y por las luchas de cholitas (mujeres que luchan entre sí en presencia de un público enfervorizado, algo que me parece totalmente vergonzoso, aunque está claro que sus estándares no son los mismos que los que tenemos en Europa).
Tras este pequeño inciso en relación con el propio aeropuerto y la localidad del Alto, señalaré que, por suerte, tras pasar los controles, me estaba esperando el taxista que me había mandado a recogerme el hotel en el que me alojaría en La Paz, y en cuestión de algo más de media hora estaba en mi habitación.
El día de mi vuelo las condiciones de ingreso a los distintos países en que iba a hacer escala en lo relativo a la COVID eran las siguientes: Alemania, ninguna exigencia; Colombia y Bolivia, vacunación, PCR con 72 horas de antelación o test de antígenos con 48 horas. Sin embargo, para mi sorpresa, tanto cuando fui a embarcar, como cuando llegué a Bolivia, además del certificado de vacunación me exigieron una PCR. Puesto que, conforme a la normativa que había consultado, no era obligatoria, no disponía de ella, y lo cierto es que tanto al facturar como al entrar al país no me pusieron problemas.
Aunque el vuelo fue largo (un día), las escalas habían sido cortas (dos horas), lo suficiente para garantizar no perder la conexión en caso de un retraso (que no hubo), y pese a no haber dormido nada, no me encontraba especialmente cansado. Quiero señalar que me llamó especialmente lo bien organizado que está el aeropuerto El Dorado de Bogotá, pues en poco menos de veinte minutos había desembarcado y ya estaba en la puerta de embarque de donde iba a salir mi vuelo con destino a La Paz. La conexión en Fráncfort fue igualmente ágil, aun cuando no es un aeropuerto que me guste especialmente. De hecho, esa agilidad se perdió en el vuelo de vuelta, como explicaré a su debido momento.
Aunque inicialmente había barajado siempre volar a Santa Cruz y no a La Paz, mi intención respondía más bien a una cuestión práctica. El aeropuerto internacional de Bolivia por excelencia es el de Santa Cruz de la Sierra, pues a él llegan todos los vuelos transoceánicos. El aeropuerto de La Paz es también un aeropuerto internacional, pero por su ubicación y su limitado tamaño solo acoge vuelos procedentes de otros países sudamericanos. Como finalmente volaba haciendo escala en Bogotá, tuve la posibilidad de tomar un vuelo a La Paz, lo que me permitía llegar a un aeropuerto de Bolivia y salir de otro, ahorrándome consiguientemente un vuelo interno. En cualquier caso, lo más recomendable hubiese sido a la inversa, entrar a Bolivia por Santa Cruz y salir por La Paz. En mi caso no pudo ser porque el incremento de precio era considerable. De todos modos, es lo idóneo, ya que permite un aclimatación progresiva a la altura (Santa Cruz está a solo 400 m de altura frente a los más de 4.000 de La Paz).
Es cierto que tenía cierto miedo con el tema de la altura y el soroche. No había tenido problemas con ellos ni en Perú ni en Argentina, pero de ello habían pasado más de veinte años y siempre se dice que el que no hayas sufrido el mal de altura en un momento dado no significa que no lo vayas a sufrir posteriormente. En todo caso, había leído que en el aeropuerto de La Paz están preparados para tal contingencia y cuentan con máscaras de oxígeno, una vez pasados los controles, para aquellos pasajeros que experimenten problemas respiratorios al desembarcar.
En cuanto al tema de los controles, querría hacer un comentario. Ya he indicado que me exigieron una PCR al llegar a Bolivia, a pesar de contar con el certificado de vacunación COVID y de ser (teóricamente) uno y otro requisitos alternativos. Quería mencionar ahora el paso por Inmigración. Gracias a la información facilitada por la web del Ministerio de Asuntos Exteriores, conocía la obligación de registrarse en el sistema DIGEMIC. Este servicio, dependiente de la Dirección de Migración boliviana, exige que los extranjeros nos registremos diariamente en una web nacional indicando dónde estamos alojados. El no hacerlo está sancionado con una multa de 500 bolivianos (unos 35 euros). Al llegar, te dan un código que, escaneado, te lleva a la web del ministerio, pero quiero señalar que no te dan ninguna información acerca de qué es ese código ni para qué sirve.
Quiero resaltar que los trámites de emigración y aduaneros en el aeropuerto son bastante lentos y me llevaron, sin tener ningún problema especial, más de una hora. Aunque no fue mi caso, por si pudiera ser de interés a otros viajeros, dejo constancia de que algunos turistas con los que coincidí me dijeron que los trámites en las fronteras terrestres son muy superficiales. En muchos casos no llegan siquiera a pedir el certificado de vacunación o la realización de PCR o de prueba de antígenos ligados a la COVID, aunque en todo caso sí entregan el código que se ha de escanear a efectos del registro en DIGEMIC.
El aeropuerto de La Paz se encuentra en El Alto. Por si La Paz no estuviera suficientemente alta, el aeropuerto lo han construido aún más arriba. Hasta la construcción del aeropuerto, El Alto no existía como tal. Con la llegada del aeropuerto, surgió una ciudad que poco a poco está rivalizando en población con La Paz. Yo no la visité, aunque es cierto que las veces que pasé por allí se veía una buena vista de La Paz (de hecho, hay un lugar en El Alto llamado Mirador, desde el que se puede tener una buena panorámica de la ciudad de La Paz, aunque últimamente ha perdido parte de su interés, a raíz de la puesta en funcionamiento del teleférico, ya que desde el teleférico –una de cuyas líneas llega precisamente al Alto- se obtienen aún mejores vistas de la ciudad). En cualquier caso, dado que la población que se ha asentado en el Alto es de condición muy humilde, se dice que el grado de inseguridad de la localidad hace honor a su nombre. Al margen del Mirador, muchos turistas acuden también al Alto atraídos por su mercado (creo que tiene lugar los domingos) y por las luchas de cholitas (mujeres que luchan entre sí en presencia de un público enfervorizado, algo que me parece totalmente vergonzoso, aunque está claro que sus estándares no son los mismos que los que tenemos en Europa).
Tras este pequeño inciso en relación con el propio aeropuerto y la localidad del Alto, señalaré que, por suerte, tras pasar los controles, me estaba esperando el taxista que me había mandado a recogerme el hotel en el que me alojaría en La Paz, y en cuestión de algo más de media hora estaba en mi habitación.

Durante mi estancia en La Paz me alojé en el Qantu Hotel (www.myqantuhotel.com/). El hotel tenía una buena relación calidad-precio. Este tres estrellas es probablemente de lo mejorcito de La Paz en su categoría. El desayuno no es gran cosa, pero está en línea con lo que ofrecen los hoteles en Bolivia. Además, el hotel está muy bien situado, junto al Mercado de la Brujería y la calle Sagárnaga, cerca del centro histórico y de la terminal de autobuses. Por allí pasan montones de trufis, con los que se puede ir a cualquier sitio de La Paz.
He de llamar la atención sobre el hecho de que el hotel no cuenta con calefacción. Aunque es cierto que la tiene, no está encendida. En su lugar, la habitación disponía una estufa que prácticamente no calentaba nada y que era bastante ruidosa. Como las noches en La Paz son frías, no me quedó más remedio que abrigarme bien y enrollarme las toallas del baño para entrar en calor.
Por tres noches y media en la habitación superior (como el día 4 de junio llegué a las 02.00 de la mañana, solo me cobraron media tarifa) más el traslado del aeropuerto al hotel me cobraron algo más de 1.000 bolivianos (unos 140 euros). Ciertamente es una ventaja que el hotel ofrezca la posibilidad de reservar medios días, tanto cuando se llega como cuando uno se marcha (especialmente si hay que tomar un transporte a medianoche), pues por un precio razonable se puede descansar o tomar una ducha.
He de llamar la atención sobre el hecho de que el hotel no cuenta con calefacción. Aunque es cierto que la tiene, no está encendida. En su lugar, la habitación disponía una estufa que prácticamente no calentaba nada y que era bastante ruidosa. Como las noches en La Paz son frías, no me quedó más remedio que abrigarme bien y enrollarme las toallas del baño para entrar en calor.
Por tres noches y media en la habitación superior (como el día 4 de junio llegué a las 02.00 de la mañana, solo me cobraron media tarifa) más el traslado del aeropuerto al hotel me cobraron algo más de 1.000 bolivianos (unos 140 euros). Ciertamente es una ventaja que el hotel ofrezca la posibilidad de reservar medios días, tanto cuando se llega como cuando uno se marcha (especialmente si hay que tomar un transporte a medianoche), pues por un precio razonable se puede descansar o tomar una ducha.