El día anterior llegamos por la noche al aeropuerto, y allí estaba nuestro guía Oumar e Ibra, nuestro chófer con la furgoneta para los seis.
Nos trasladaron al Hotel Chez Salim.
Aquí conocimos a dos chicas que venían de Tenerife, que habían contratado el servicio de Oumar (con otro chófer), con las que compartiríamos las visitas del viaje.
Nuestra habitación no tiene mosquitera, así que un vistazo rápido, matamos un par de mosquitos y a dormir.
Por la mañana, desayunamos pan con mantequilla y mermelada, un croissant y un té. Este será el desayuno que encontraremos en la mayoría de los alojamientos. En alguno había tortilla, chocopan (crema de chocolate) y poco más.
Cambiamos dinero a una persona que vino al hotel, y salimos hacia el puerto para coger el ferry que nos llevaría a la Isla de Gorea. El precio del ferry es de unos 8€ ida y vuelta.

Esta isla fue elegida para la venta de esclavos por dos motivos: está a 5km de tierra firme, por lo que no se atreverían a escapar. Y su ubicación era la más cercana a América, de manera que la travesía en barco era la más corta posible.
A esta isla llegaban esclavos de diferentes países de África. Si eran grandes y fuertes se vendían directamente. Y si pesaban poco, pasaban una temporada en una casa de esclavos, en la que se les alimentaba con judías bañadas en aceite de palma. Una vez que pesaban más de 60kg se vendían.
Museo de la Isla
Es una antigua casa de esclavos. La visita se hace con un guía local. Se pueden ver las estancias de la planta alta, en la que se instalaba el señor que gestionaba el negocio de los esclavos. Y también se pueden visitar las habitaciones de la planta baja, que son como pequeñas celdas.
Además, desde la planta baja se conducía a los esclavos que se iban a vender por un pasillo que da a una puerta que comunica directamente con el mar, lugar en el que se colocaba una plataforma para conducirlos hasta el barco.

Una vez finalizada, paseamos por las calles.


Y llegamos a la plaza en la que hay un baobab.

Subimos a un mirador y fuimos a ver algunas tiendas de artesanía.
Escultura de los esclavos
Antes de ir al restaurante, nos acercamos a ver la escultura de los esclavos, símbolo de lo que se vivió allí durante el período de esclavitud.

Instrumento musical africano
De camino al restaurante vimos a uno de los muchos vendedores que hacían música con las cáscaras de un fruto rellenas de arroz. Es curioso lo bien que suena cuando lo tocan ellos y lo torpe que se nos ve a nosotros intentándolo.
Restaurante
Nos ofrecieron varias opciones para comer. Cómo sabíamos lo que comeríamos en los próximos días, decidimos pedir mero. Nos pusieron uno por persona, diría que de unos 600 gramos cada uno.
Después de comer, regresamos en el ferry.
Viajar por libre a Senegal