Hoy tenemos 10 horas de coche. Tardamos unas 11 horas y media en llegar al alojamiento, pues cada 2 o 3 horas hacíamos paradas de 15 minutos.
En el camino vemos como va cambiando todo. La autovía desaparece en pocos km convirtiéndose en una larga nacional y finalmente en una carretera de arena rojiza rodeada de vegetación. Por otro lado las viviendas pasan de ser firmes, a ser de adobe y cañizo, hasta encontrarnos rodeados de aldeas y casas de cañas, cañizo y paja.


También cambian los mercados, que pasan de tener una gran variedad de opciones a encontrar una cantidad mínima de género que se oferta en la plaza del pueblo o junto a la carretera, siendo las propias vendedoras las que se acercan a la ventanilla del coche para hacer la venta.
Nuestro chófer compró varias bolsitas de cacahuetes para que los probemos. Este es el principal fruto seco que tienen en el país.

En el día de hoy teníamos previsto visitar el mercado de Kaolak, pero debido al tema de las elecciones (que por cierto, según nos cuenta el guía ganó el partido que esparaba el pueblo senegales) Oumar modificó el itinerario y lo dejó para la vuelta. Cerca de Kaolak vimos una mezquita desde la carretera.

La nacional está llena de camiones que toca ir adelantando continuamente. Nuestro chófer muestra gran habilidad al volante y pisa el acelerador cada vez que puede para no alargar aún más el tiempo que nos toca pasar en la furgoneta.
Desde la furgoneta vamos viendo pasar pequeños pueblos en los que destacan la venta de leña junto a la carretera. Y pensamos ¿leña?, pero si estamos a más de 40 grados, y claro, las viviendas empiezan a no tener electricidad, por lo que necesitan el uso de leña para poder cocinar.
A ambos lados de la carretera vemos un sinfín de baobabs, haciendo una parada en una zona que estaba repleta de este árbol sagrado.

Otra parada la hacemos al llegar a Parque Nacional Niokolo Koba, en el que nos reciben unos amigables facóqueros (Pumba de El Rey León) a los que nos vamos acercando poco a poco.

Viajar por libre a Senegal