El día de hoy he decidido hacer una excursión con transporte público a David Kareja. Existe desde hace poco tiempo un autobús diario que sale de la plaza de la independencia a las 11:00 y regresa hacia las 19:00. El precio no llega a 10€
El complejo Davit Kareja está formado por un grupo de monasterios, escavados en la roca. Está a unas dos horas de Tbilisi. Si no se tiene mucho tiempo libre (en mi caso, no hay problema) es mejor ir a otro sitio más verde.
El monasterio mejor conservado es el Lavra, pero carece de frescos, por desgracia.
También destaca la capilla de la resurrección (tal vez demasiado restaurada)
y las cuevas de Udabno, donde quedan algunos restos de frescos, pero nada que ver con lo que esperaba encontrarme. Por cierto, que para llegar a estas cuevas, los quince del grupo nos hemos desperdigado y ha sido difícil encontrarlas. He sido yo el que lo ha hecho, de chiripa.
Después de un par de horas en el recorrido no muy bien señalizado, con bonitas vistas de la frontera con Azerbajan, hemos seguido el recorrido (vaya mierda de carretera), deteniéndonos en el pueblito de Udabno. Básicamente no hay nada más que un hostal, regentado por unos polacos, donde nos hemos quedado a comer algo (ensalada de berenjenas) y disfrutar del tiempo.
Seguimos el camino hacia Tbilisi, donde llegamos a las 19:30. Antes de volver a casa de Elvira compro unos guantes de un solo uso, ya que quiero darle más intensidad a mi color amatista, con la ayuda de mi anfitriona.
Cuando llego a casa está Georgy, el hijo de Elvira, un chaval majete que ha venido haciendo dedo desde Batumi hasta Tbilisi. Una opción.
Ah, se me había olvidado. En el camino de vuelta he recibido un mensaje de Nazanin diciéndome que al final la madre ha accedido a venir con ella una semana y se vienen el próximo lunes. Quiere ir a Batumi, así que tendré que planificar mi viaje en Georgia teniendo en cuenta esa semana en la costa del Mar negro. Decir que me he alegrado es como decir que te alegras cuando el Athletic le mete una goleada al Madrid, es algo mucho más intenso.
Al llegar a casa le he propuesto a Elvira ir a cenar, ya que no tenemos al qatarí y podemos andar tranquilos. Así, hemos cenado en la calle de la música de jazz que me recomendó Misha. Por desgracia, no ha sido comida muy georgiana. Pero estaba rica y con la compañía de la música, mejor. Hemos cenado mcvadi y tkemali: una especie de espeto o kebap (sí, no es una broma) con una salsa dulce muy rica. Acompañado, claro está, por el vino semidulce georgiano que tanto me gusta. Después ha caído un bayles y un cafecito… y para casa en taxi que es tarde.
Ya en casa, con la ayuda de Elvira me he coloreado de amatista el cabello.
El complejo Davit Kareja está formado por un grupo de monasterios, escavados en la roca. Está a unas dos horas de Tbilisi. Si no se tiene mucho tiempo libre (en mi caso, no hay problema) es mejor ir a otro sitio más verde.
El monasterio mejor conservado es el Lavra, pero carece de frescos, por desgracia.
También destaca la capilla de la resurrección (tal vez demasiado restaurada)
y las cuevas de Udabno, donde quedan algunos restos de frescos, pero nada que ver con lo que esperaba encontrarme. Por cierto, que para llegar a estas cuevas, los quince del grupo nos hemos desperdigado y ha sido difícil encontrarlas. He sido yo el que lo ha hecho, de chiripa.
Después de un par de horas en el recorrido no muy bien señalizado, con bonitas vistas de la frontera con Azerbajan, hemos seguido el recorrido (vaya mierda de carretera), deteniéndonos en el pueblito de Udabno. Básicamente no hay nada más que un hostal, regentado por unos polacos, donde nos hemos quedado a comer algo (ensalada de berenjenas) y disfrutar del tiempo.
Seguimos el camino hacia Tbilisi, donde llegamos a las 19:30. Antes de volver a casa de Elvira compro unos guantes de un solo uso, ya que quiero darle más intensidad a mi color amatista, con la ayuda de mi anfitriona.
Cuando llego a casa está Georgy, el hijo de Elvira, un chaval majete que ha venido haciendo dedo desde Batumi hasta Tbilisi. Una opción.
Ah, se me había olvidado. En el camino de vuelta he recibido un mensaje de Nazanin diciéndome que al final la madre ha accedido a venir con ella una semana y se vienen el próximo lunes. Quiere ir a Batumi, así que tendré que planificar mi viaje en Georgia teniendo en cuenta esa semana en la costa del Mar negro. Decir que me he alegrado es como decir que te alegras cuando el Athletic le mete una goleada al Madrid, es algo mucho más intenso.
Al llegar a casa le he propuesto a Elvira ir a cenar, ya que no tenemos al qatarí y podemos andar tranquilos. Así, hemos cenado en la calle de la música de jazz que me recomendó Misha. Por desgracia, no ha sido comida muy georgiana. Pero estaba rica y con la compañía de la música, mejor. Hemos cenado mcvadi y tkemali: una especie de espeto o kebap (sí, no es una broma) con una salsa dulce muy rica. Acompañado, claro está, por el vino semidulce georgiano que tanto me gusta. Después ha caído un bayles y un cafecito… y para casa en taxi que es tarde.
Ya en casa, con la ayuda de Elvira me he coloreado de amatista el cabello.