Hoy, viernes 19, es mi último día en casa de Elvira, así que después de un montón de selfies, cojo mi mochila y me voy a la oficina de la agencia de viajes. Hoy toca continuar con la visita de la parte oriental del país: Telavi-Shuamta-Ikalto-Alaverdi-Tsinadali. En su mayor parte monasterios.
El viaje ha salido hacia las 9:30 y hemos estado de vuelta a las 18:00. Hemos ido un grupo de lo más cosmopolita: letones, alemanes, austriacos, filipinos, israelíes, Bahrein, otros árabes de no sé dónde…
De los monasterios visitados, tal vez el de Alaverdi ha sido el más espectacular. Si bien, he de advertir que en todos ellos los frescos estaban casi desaparecidos. Nada que ver con los de Rumanía o, más reciente para mí, Macedonia.
El paisaje georgiano muy bonito. Con multitud de montañas no muy altas y bosques. Me recordaba a Euskadi.
En los monasterios hay que llevar pantalones largos. Recuerdo que en el último sólo había un pantalón para ponerse y las monjas no nos han dejado usar las faldas. Así que ha sido un poco larga la espera de todos los hombres por el pantalón de marras. Tonterías que nunca entenderé. Si lo importante es que no se exciten con nuestras belludas piernas, por qué no les vale la túnica.
Otra parada que me ha gustado ha sido la mansión Tsinadali
Se trata de una casona, con los lujos propios que cabe esperar. Pero lo realmente hermoso es el parque que la circunda, con todo tipo de árboles. Asi como otra parte, más parecido a un jardín.
El recorrido ha terminado con el monasterio de mujeres Akhali Shuamta, nada interesante en mi opinión, más allá de ser del año de la turuta.
Al volver a la ciudad me he dirigido al hostel que he reservado en el móvil con Booking (vendita app). Jodé, estoy rodeado de Tai massage. Aquí Moshen estaría más feliz que un niño hambriento con la teta. Me ha costado un poco encontrarlo, pues no tiene ningún letrero, pero preguntando he llegado. Duermo en una habitación con cuatro camas (no literas, fundamental), por 6 euros la noche. Además tiene wifi y está cerca de la parada de metro de rustaveli. Vaya, que la zona es una mierdilla, pero por este precio, me quedaré hasta que vengan nazanin y su madre y me mude a algo mejor.
Tras la ducha necesaria, recibo el mensaje de Magda, una chica georgiana de CS, para quedar a las nueve. Tengo tiempo para ver algo más. Algo que le pueda enseñar a Nazanin. Así que opto por el parque de atracciones que está donde termina el funicular.
Buscando el funicular resulta que he llegado a arriba del todo andando. Casi 45 minutos de sudor. Pero misión cumplida. Sé dónde se coge para el lunes.
En el monte, con bonitas vistas de Tbilisi, hay una zona de esparcimiento, muy curiosa. Con multitud de atracciones para niños y mayores. Ya le he echado el ojo a la noria suspendida en el acantilado y a los espejos deformantes; además de multitud de restaurantes y jardines donde poder sentarse.
Para la vuelta he tomado el funicular, así sabía dónde hay que tomarlo. Para usarlo se necesita otra tarjeta magnética, como la del transporte, pero otra. Cuesta 2 laris y 2 laris más cada trayecto.
Llego puntual, como me gusta, a mi cita con Madga. Le comento que me gustaría ir a algún sitio íntimo, chulo, con bonita atmósfera para chequearlo para el lunes. Así, hemos ido al restaurante La Boheme, situado detrás de los baños de la zona antigua. En el camino hacia la cascada. Ya le tenía echado el ojo antes. Es un sitio perfecto: con música relajante en directo, con butacones comodísimos para relajarte y con comida georgiana, además de cafés. He probado Chakafuli. Un estofado de carne que no me ha gustado mucho, la verdad. Pero no importa, porque le he acompañado del kinzmarauli fresquito. Además la compañía de Magda ha sido muy agradable, hablando hasta las 12:30 de la madrugada.
Coño, que he tenido que mandar un sms a los del hostel, para que sepan que voy a ir a dormir. Que no me dejen fuera junto a la fauna de los tai massage.
El viaje ha salido hacia las 9:30 y hemos estado de vuelta a las 18:00. Hemos ido un grupo de lo más cosmopolita: letones, alemanes, austriacos, filipinos, israelíes, Bahrein, otros árabes de no sé dónde…
De los monasterios visitados, tal vez el de Alaverdi ha sido el más espectacular. Si bien, he de advertir que en todos ellos los frescos estaban casi desaparecidos. Nada que ver con los de Rumanía o, más reciente para mí, Macedonia.
El paisaje georgiano muy bonito. Con multitud de montañas no muy altas y bosques. Me recordaba a Euskadi.
En los monasterios hay que llevar pantalones largos. Recuerdo que en el último sólo había un pantalón para ponerse y las monjas no nos han dejado usar las faldas. Así que ha sido un poco larga la espera de todos los hombres por el pantalón de marras. Tonterías que nunca entenderé. Si lo importante es que no se exciten con nuestras belludas piernas, por qué no les vale la túnica.
Otra parada que me ha gustado ha sido la mansión Tsinadali
Se trata de una casona, con los lujos propios que cabe esperar. Pero lo realmente hermoso es el parque que la circunda, con todo tipo de árboles. Asi como otra parte, más parecido a un jardín.
El recorrido ha terminado con el monasterio de mujeres Akhali Shuamta, nada interesante en mi opinión, más allá de ser del año de la turuta.
Al volver a la ciudad me he dirigido al hostel que he reservado en el móvil con Booking (vendita app). Jodé, estoy rodeado de Tai massage. Aquí Moshen estaría más feliz que un niño hambriento con la teta. Me ha costado un poco encontrarlo, pues no tiene ningún letrero, pero preguntando he llegado. Duermo en una habitación con cuatro camas (no literas, fundamental), por 6 euros la noche. Además tiene wifi y está cerca de la parada de metro de rustaveli. Vaya, que la zona es una mierdilla, pero por este precio, me quedaré hasta que vengan nazanin y su madre y me mude a algo mejor.
Tras la ducha necesaria, recibo el mensaje de Magda, una chica georgiana de CS, para quedar a las nueve. Tengo tiempo para ver algo más. Algo que le pueda enseñar a Nazanin. Así que opto por el parque de atracciones que está donde termina el funicular.
Buscando el funicular resulta que he llegado a arriba del todo andando. Casi 45 minutos de sudor. Pero misión cumplida. Sé dónde se coge para el lunes.
En el monte, con bonitas vistas de Tbilisi, hay una zona de esparcimiento, muy curiosa. Con multitud de atracciones para niños y mayores. Ya le he echado el ojo a la noria suspendida en el acantilado y a los espejos deformantes; además de multitud de restaurantes y jardines donde poder sentarse.
Para la vuelta he tomado el funicular, así sabía dónde hay que tomarlo. Para usarlo se necesita otra tarjeta magnética, como la del transporte, pero otra. Cuesta 2 laris y 2 laris más cada trayecto.
Llego puntual, como me gusta, a mi cita con Madga. Le comento que me gustaría ir a algún sitio íntimo, chulo, con bonita atmósfera para chequearlo para el lunes. Así, hemos ido al restaurante La Boheme, situado detrás de los baños de la zona antigua. En el camino hacia la cascada. Ya le tenía echado el ojo antes. Es un sitio perfecto: con música relajante en directo, con butacones comodísimos para relajarte y con comida georgiana, además de cafés. He probado Chakafuli. Un estofado de carne que no me ha gustado mucho, la verdad. Pero no importa, porque le he acompañado del kinzmarauli fresquito. Además la compañía de Magda ha sido muy agradable, hablando hasta las 12:30 de la madrugada.
Coño, que he tenido que mandar un sms a los del hostel, para que sepan que voy a ir a dormir. Que no me dejen fuera junto a la fauna de los tai massage.