Sucrerie de la Montagne y Parc Omega ✏️ Diarios de Viajes de CanadaComo venía diciendo, hoy toca madrugón: a las 6:30 suenan las alarmas de los móviles. Hemos dormido, por segunda noche consecutiva, en el hotel de Shawinigan y a las 11:30 tenemos que estar en la Sucrerie de la Montagne , a 230 km de aquí, al...Diario: DOS SEMANAS EN EL ESTE DE CANADÁ (ONTARIO Y QUÉBEC)⭐ Puntos: 5 (19 Votos) Etapas: 20 Localización: CanadaComo venía diciendo, hoy toca madrugón: a las 6:30 suenan las alarmas de los móviles. Hemos dormido, por segunda noche consecutiva, en el hotel de Shawinigan y a las 11:30 tenemos que estar en la Sucrerie de la Montagne, a 230 km de aquí, al oeste de la ciudad de Montreal, casi en el límite con la provincia de Ontario. Según Google Maps son 2 horas y 40 minutos en coche, pero no descartamos encontrar obras por el camino, o incluso algo de retención al atravesar Montreal. Por la tarde, después de visitar la Sucrerie de la Montagne iremos a ver el Parc Omega, en Montebello. (Imagen obtenida de Google Maps) A las 7:00 estamos desayunando en el buffet del hotel. Hoy, premio por madrugadores, pillamos tortitas y gofres. (Ayer cuando bajamos a desayunar, más tarde, ya no quedaban). Nos ponemos en camino a las 8:00. Es un día soleado y sin excesivo calor. A la Chiquilla hoy otra vez le pican un montón las piernas. ¡Tiene nuevas picaduras! Ayer en La Mauricie no se echó repelente de mosquitos en las piernas porque llevaba unas mallas largas ¡pero se conoce que estos individuos son capaces de picar a través de los tejidos finos! La siguiente foto está tomada tres días después, pero sirve para hacerse una idea de la voracidad de los mosquitos canadienses: El trayecto se nos da muy bien: ni obras, ni atascos en Montreal. Así que llegamos a la Sucrerie de la Montagne a las 10:40, exactamente como Google había vaticinado. Llevamos ocho días en Canadá y todavía no he mencionado el jarabe de arce, el dulce por excelencia de las provincias de Ontario y Québec. Hoy es el momento, porque vamos a visitar una Sucrerie. El jarabe o sirope de arce es una especie de miel, pero más líquida y algo menos dulce, que se obtiene de la savia del arce, árbol que es un auténtico emblema de Canadá y cuya hoja es el distintivo de su bandera. Su origen es tan antiguo que ya los indígenas lo elaboraban antes de ser colonizados por los europeos. Se utiliza como ingrediente en muchos postres e incluso para elaborar salsas para carnes o cualquier otra comida, o bien simplemente para verter sobre unas tostadas o unos crêpes. También hacen caramelos y piruletas con él. Para conseguir el jarabe hay que extraer la savia del arce y hervirla, con lo que pierde humedad, gana consistencia y se intensifica su sabor. Estas labores se vienen haciendo desde tiempos inmemoriales en unas cabañas de madera que se construían en los bosques de arce, en cuyo interior instalaban una especie de olla gigante con una chimenea que salía por el tejado. Estas eran las Sucreries, “cavanes à sucre”, o “cabañas de azúcar”, para entendernos. La tradición no se ha perdido sino todo lo contrario; cada vez hay más demanda de jarabe de arce porque parece ser que tiene buenas propiedades nutritivas, y lo sano está muy de moda. Muchas cabañas de azúcar se han industrializado para tener mayor capacidad de producción, pero aún quedan algunas que continúan haciéndolo de la forma tradicional. Hay muchas Sucreries en Ontario y en Québec y la mayoría admite visitas para conocer las instalaciones e incluso organizan comidas y cenas, aunque sólo suelen abrir en primavera, que es cuando se produce el jarabe. Estas visitas no son un invento creado para atraer turismo, sino algo que a los propios canadienses les encanta hacer cada año como parte de sus propias tradiciones. La Sucrerie de la Montagne es una de esas cabañas de azúcar que mantienen la elaboración tradicional. Es de explotación familiar y abre todo el año, aunque la producción es sólo en primavera como en todas. Está situada en un bosque de arce y, aparte de la cabaña original donde elaboran el jarabe, han ido construyendo varias más, todas de madera, donde organizan comidas y cenas en las que muchas de las recetas incorporan el jarabe de arce entre sus ingredientes. En el precio de la comida o la cena incluyen una visita guiada en la que te explican el proceso de elaboración, y si es primavera lo ves de primera mano. Aquí dejo el enlace a su web por si a alguien le interesa: www.sucreriedelamontagne.com Como venía diciendo, hemos llegado pronto porque se nos ha dado bien el viaje, así que deambulamos un poco por allí hasta las 11:30, que es cuando tenemos la visita reservada. El lugar es muy auténtico, con sus cabañas de madera enclavadas en el bosque de arce. También entramos en la tienda y compramos algunos regalitos para la familia y amigos. Durante la visita, el dueño nos enseña dónde y cómo fabrican el sirope. Es un hombre simpatiquísimo, muy parlanchín y afectuoso. Nos cuenta todos los detalles de la elaboración. ¡Necesitan 40 kg de savia del arce para obtener 1 kg de jarabe! Después de la visita pasamos a uno de los comedores, donde nos van sacando bandejas y cazuelas de un menú degustación de varios platos: una especie de sopa que parece de lentejas, salchichas, jamón ahumado con puré de patatas, pastel de carne, bacon a la parrilla, albóndigas, un guiso de judías… Algunos de los platos están verdaderamente ricos. De postre, como no, tortitas con jarabe de arce y pastelillos de sirope ¡que estaban deliciosos!. El comedor, antes de arreglar las mesas para los comensales: Y aquí los cuatro, radiantes de satisfacción por lo mucho que estamos disfrutando en la Sucrerie: Salimos encantados de la visita. Ha sido una experiencia muy grata. Cogemos de nuevo el Jeep y vamos hacia Montebello, donde tenemos el alojamiento para hoy. Son 72 kilómetros, que hacemos en una hora. Hemos elegido esta localidad para pernoctar hoy porque está muy cerquita del Parc Omega que vamos a visitar esta tarde. Son las 15:00 cuando llegamos al Motel Bel-Eau Inn de Montebello. Hacemos el check-in, dejamos el equipaje en la habitación y volvemos a coger el coche para acercarnos a Parc Omega, que se encuentra a escasos 5 km del motel. Parc Omega es una especie de reserva de animales autóctonos de Canadá: ciervos, alces, wapitis, coyotes, zorros rojos, lobos árticos, bisontes, osos negros… Ellos están en “libertad” dentro de los límites del parque y los humanos vamos en plan de safari sin salir del coche. Están tan acostumbrados a ver pasar vehículos que, no sólo no se asustan, sino que salen a tu encuentro, sobre todo los cérvidos, porque saben que la gente les ofrece zanahorias a través de las ventanillas. En la recepción venden bolsas de zanahorias (si no recuerdo mal, como a 1 CAD la bolsa de 1 kg; no eran caras). Al inicio del recorrido dentro de Parc Omega hay un lago muy bonito bordeado por un camino a lo largo del cual van explicando los orígenes de Canadá a base de tótems. Este camino se recorre a pie, y ya luego coges el coche. Damos la vuelta completa al lago y ya montamos en el Jeep para recorrer la zona de animales sueltos. Es divertido ver cómo se acercan al coche en busca de zanahorias. ¿No se cansan de tanta zanahoria? Nos pasamos muchas risas cuando algunos tratan de meter la cabeza entera por la ventanilla, aunque los pobres ciervos lo tienen difícil. Al principio llevamos las ventanillas a media altura, pero cuando vemos las babas que nos están echando dentro, las subimos todas hasta dejar sólo una rendija (¡¡¡aaaaarrrrggg!!!). A algunos les damos la zanahoria a través del techo deslizante, para poder verles bien la cornamenta: ¡Menudos cuernos que tienen algunos! Se han acercado al coche dos bicharracos de estos a disputarse una zanahoria que asomaba por la ventanilla y han empezado a pegarse por ella a cornadas. Hemos temido por la carrocería del Jeep porque oíamos rozar la cornamenta contra la chapa. ¡Vaya susto! Menos mal que luego hemos visto que sólo lo han ensuciado y no han rayado la pintura. A los cervatillos y a los jabalíes también les gustan las zanahorias: Sin embargo, los bisontes ni se inmutan al paso de los coches. Hay algunos animales a los que está prohibido ofrecer comida, como los lobos, los zorros árticos y los osos: También hay animalillos más pequeños, como mapaches, y miles de ardillas por todas partes. Menos mal que se circula despacio, porque cruzan los caminos sin mirar. Al fondo del parque hay una enorme explanada de tierra con varias construcciones de madera donde está permitido descender del coche porque está vallada. Entre las edificaciones hay una granja, una tienda, una cabaña de azúcar, etc. Nosotros no nos detuvimos a ver ninguna de estas construcciones, pero sí nos acercamos a los cervatillos inofensivos que hay en este área, que se dejan acariciar a cambio de una preciada zanahoria. A lo largo del día hay diversos “espectáculos”, como cuando dan de comer a los lobos, pero a las horas en que estamos nosotros no coincidimos con ninguno. En total hemos estado en Parc Omega como dos horas y media. El coche ha quedado lleno de babas y churretes, sobre todo en los cristales, pero eso se limpia y ya está. Los Chiquillos lo han pasado muy bien, y eso que ya son unos mozos de 20 y 22 años, así que supongo que para los niños pequeños debe de ser divertidísimo. Regresamos al motel de Montebello. Dejamos el coche y nos vamos andando a dar una vuelta por el pueblecito, que es, básicamente, una calle principal (la propia carretera) y un puñado de perpendiculares, con casas a los lados. Hay casitas verdaderamente bonitas, y el conjunto del pueblo resulta agradable. Caminamos hacia el extremo oeste de Montebello para ir a ver el Hotel Fairmont. Para llegar a él hay que atravesar un portón de entrada a una reserva boscosa de más de 26.000 hectáreas de su propiedad, donde se encuentra ubicado, y a partir de ahí caminar unos 300 metros por la carretera interior. La peculiaridad de este edificio es que está todo construido con troncos de cedro rojo, lo que le da un aspecto bastante singular. Damos unas vueltas por los jardines pero nos sentimos un poco intrusos porque el hotel es de lujo y no llevamos las pintas adecuadas a la categoría del lugar. ¡¡¡Además hay muchos mosquitos!!! Así que nos vamos enseguida. A estas alturas se me ha agotado la batería de la cámara, así que pongo una foto tomada de Internet. Volvemos hacia el centro de Montebello a buscar un supermercado donde comprar algo para que cenen el Míster y los Chiquillos (yo aún estoy llena de lo que he comido en la Sucrerie ) y aprovechamos a comprar también algún producto que calme el escozor de las picaduras de los mosquitos. Desde que nos picaron por primera vez en Toronto (hace ocho días), la Chiquilla y yo seguimos rabiando de picor. Nos venden uno llamado Polysporin que resulta ser bastante efectivo porque tiene una acción sedante local y parece que nos deja las picaduras más relajadas, por lo menos durante unas horas. Cenamos en la habitación del hotel, hacemos un poco de sobremesa y damos el día por terminado. Ha sido una jornada muy intensa, desde que nos levantamos esta mañana a las 6:30 en Shawinigan, a más de 300 km de aquí. Tanto la Sucrerie de la Montagne como el Parc Omega han sido dos visitas divertidas que consideramos un acierto dentro de la programación del viaje. Índice del Diario: DOS SEMANAS EN EL ESTE DE CANADÁ (ONTARIO Y QUÉBEC)
01: Preparación del viaje
02: Documentación necesaria
03: Llegada a Toronto
04: Todo el día en Toronto (I)
05: Mil Islas y Brockville
06: Montréal
07: Québec
08: Montmorency, Basílica Sainte-Anne de Beaupré, Cañón Sainte-Anne y Tadoussac
09: Avistamiento de ballenas, Fiordo de Saguenay y Desbiens
10: La Tuque: Parc Chutes Petite Rivière Bostonnais
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