Otro madrugón, es lo que toca en vacaciones



Disfrutamos de nuestro último amanecer en el Salar y a las seis y media que abren el restaurante para el desayuno allí estamos, tenemos hasta las siete y veinte que vendrá a recogernos el mismo taxista que ayer nos trajo. Cinco minutos antes de la hora fijada, ya está esperando nuestro taxista que en un trayecto de escasos treinta minutos, nos deja en Uyuni, la calle desde la que salen todos los autobuses, es muy curioso escuchar como anuncian las diferentes líneas a voz en grito.
Nos apuntamos en el autobús que sale a Potosí a las 08:00 de la mañana, pero después de cinco minutos las misma mujer que nos ha vendido los billetes, nos dice que se cancela el viaje, pero que el de las 09:00 si que sale. Nos advierten que llegará a Potosí (está habiendo paros cívicos y bloqueos), pero puede que no al centro, a la terminal terrestre.
Faltan cuarenta minutos para que salgamos y ya hemos desayunado, así que nos dedicamos a contemplar la vida de los locales, a escuchar el soniquete de las vendedoras anunciando las próximas salidas y a ayudar a unas cholitas a cargar en el autobús que nos llevará a Potosí sacos de cebollas de 60 kilos.






Finalmente a las nueve de la mañana, salimos rumbo a Potosí, viajamos con la empresa Diana Tours y exceptuando a dos chicos suizos que se dirigen a Sucre, todos los demás pasajeros son gente local. El viaje dura alrededor de tres horas para unir los doscientos kilómetros que separan las dos poblaciones, el viaje no tiene desperdicio, subidas inacabables, bajadas vertiginosas, pasos de montañas, pueblos andinos, paradas en medio de la nada para que alguien suba o baje, o simplemente para “visitar” el baño, todo ello en medio de tres horas de música a todo volumen. Una experiencia.
La Villa Imperial de Potosí, ciudad del sur de Bolivia, situada a 4.067 metros de altitud (os puedo asegurar que el cuerpo lo nota), situada a las faldas de una legendaria montaña, llamada Cerro Rico y es legendaria porque en tiempos de la colonia española, tenía las vetas de plata más importantes del mundo y está considerada como la fuente de plata más rica de la historia de la humanidad. Allá se dice, que con la plata que robamos los españoles, se podría haber construido un puente que uniera Potosí con España.


Tal y como nos habían advertido, es imposible llegar a la terminal, por los bloqueos que hay dentro de la ciudad, no circulan coches, ni taxis, ni movilidades, así que no nos queda más remedio que cargar con los mochilones y recorrer los dos kilómetros que según el maps.me nos separan de nuestro hotel, una mujer boliviana va en nuestra misma dirección y nos va acompañando. Es inevitable ir haciendo paradas, las cuesta son considerables.
Nos acomodamos en nuestro hotel y nos acercamos directamente a la casa de la moneda, ya que con estos paros y bloqueos no se sabe a ciencia cierta si abrirán para las visitas guiadas.
Tenemos, suerte en cinco minutos empieza una visita guiada, a la que por supuesto nos apuntamos. La casa nacional de la moneda es un museo y archivo histórico El museo abre de martes a sábados, de 9 a 12 horas y de 14:30 a 18:30 horas. Los domingos sólo abren desde las 9 hasta las 12 de la mañana.
Nos tocó en suerte, uno de los guías más preparados que haya visto nunca, de la gente a la que la ves disfrutar con su trabajo, sus cambios de tono, la modulación de su voz, te obliga a prestarle toda tu atención. La visita es muy interesante, visitamos las diferentes salas y nos contó anécdotas muy curiosas.



La visita dura entre hora y media y dos horas y a nuestro gusto, es una de las visitas imprescindibles a hacer en Potosí.
Al finalizar la visita, contratamos la visita para mañana al Cerro Rico y nos compramos unas salteñas, mientras callejeamos por el centro histórico de la Villa. Contemplamos la Catedral, la plaza 10 de noviembre, es el corazón de la ciudad


Y nos dedicamos a pasear sin rumbo, apreciando la arquitectura colonial, los palacios, sin duda en sus tiempo Potosí fue las Vegas del siglo XXI, buena muestra de ello, lo dan la cantidad de iglesias que salpican sus calles y plazas. En ciertos momentos se da un aire a Trujillo en Perú.


Potosí, tiene mucha vida (y eso que nosotros nos la encontramos a medio gas, por los paros y bloqueos), aún así las calles están rebosantes de puestos callejeros donde puedes comer por muy poco dinero. Probamos la cerveza Huari y Potosina (más rica la primera) y nos fuimos a cenar a la trufa negra, que estaba justo al lado de nuestro hotel y estaba bien valorado en tripadvisor, pero no nos gustó, nos trajeron la carne fría y no valía nada
