Era extraño, pero algo tenía ese sitio que dormíamos superbién y nos despertábamos con mucha energía y la sensación de haber descansado mucho. Aunque hoy acompañaba una sensación de gran pena.
Este día volvimos a tener para desayunar huevos fritos con patatas, dejamos los platos que no hacía falta ni fregarlos.
Salimos a la calle y en el ambiente ya se notaba que comenzaba la despedida. Vino toda la familia, nos hicimos fotos y les dimos las gracias por todo lo que nos habían dado y por todo lo que nos habían hecho sentir. Fue bastante duro, nos hicieron prometer que volveríamos, algo que pensamos hacer seguro.
Con lágrimas en los ojos nos montamos en la carreta, K se vino con nosotros para acompañarnos hasta la frontera, luego se iría a casa con sus padres antes de volver a Dhaka. Hicimos por última vez el recorrido hasta el cruce empapándonos de esos paisajes, esa luz, esa tranquilidad…. Cómo lo íbamos a echar de menos. En la carretera principal cogimos un autobús hasta Benapole, donde está la frontera con India.
Desde donde para el autobús hasta la propia frontera hay un pedazo, así que al ir cargados con las mochilas cogimos un tuktuk, pero antes compramos agua y provisiones para comer algo por el camino hasta Calcuta.
Para salir de Bangladesh hay que pagar una tasa de 500 takas por persona, así que lo primero que hicimos fue ir a la sucursal del banco a pagarla. Pensábamos que luego habría que volver a salir la calle para ir a inmigración, pero una vez dentro se hacía todo mediante pasillos y ya no se salía a la calle hasta que salías del país, así que les dijimos a los policías que por favor nos dejasen salir a despedirnos de K. Nos tocó un guardia muy majo y en vez de salir nosotros le dejó entrar a él para acompañarnos mientras hacíamos los trámites. Pasamos todos los controles y nos teníamos que despedir de K. Ufff, qué duro fue ese momento…. Después de todo lo que había hecho él por nosotros, había sido nuestro guía, compañero, protector… y desde entonces es nuestro hermano. Le dejamos el dinero que nos quedaba y la tarjeta SIM para que aprovechase el dinero y los gigas que le quedaban. No podíamos ni hablar, tampoco hacía falta. Con un gran abrazo y un montón de buenos recuerdos salimos de Bangladesh.
Si los trámites para salir de Bangladesh habían sido muy rápidos y fáciles, para entrar en India nos iba a costar un poco más. Había colas bastante largas en inmigración, y cuando por fin llegó nuestro turno, los policías se empezaron a hacer un lío con nuestros pasaportes. Como teníamos varias entradas y salidas de los países y cada uno por distinto lado, nos tocó explicarles toda nuestra ruta para hacerles entender el porqué de cada sello. No parecieron quedarse muy convencidos, pero el caso es que nos sellaron el pasaporte y pudimos pasar a India
A la salida de la frontera cogimos un tuktuk compartido a Bangaon para coger el tren a Calcula. Los billetes nos costaron 20 rupias cada uno en 2nd sitting, el viaje fue bastante incómodo porque el tren iba bastante lleno y hacía un calor horroroso, duró unas 2 horas y media.
Por fin llegamos a Calcuta y bajamos del tren, la estación era inmensa. Salimos en busca de algún restaurante con wifi para comer y poder mirar el estado de nuestros billetes a Delhi, pero en los alrededores no vimos ninguno. Sí que vimos un hotel, les explicamos nuestra situación y preguntamos si era posible conectarnos a su wifi aunque fuese pagando algo. El recepcionista, muy simpático, entró desde su ordenador a la página y nos enseñó cómo nuestros billetes estaban confirmados, y que la estación desde que la que salía el tren era la misma a la que habíamos llegado. Nos quedamos tranquilos, así que decidimos ir a la estación a dejar las mochilas en consigna (15 rupias cada una) y salir un poco a ver Calcuta.
Como en los alrededores de la estación no había nada interesante (había un mercado que ya lo estaban cerrando) y a lo largo de nuestro viaje habíamos hecho un máster en los distintos transportes públicos de aquellos países, decidimos coger un autobús urbano hacia la zona del mercado de las flores. Estuvimos paseando un rato por el mercado y después fuimos callejeando tranquilamente dirección a la estación, pero sin prisa.


Calcuta es la ciudad donde más se palpa la pobreza de todas las que visitamos en este viaje. Edificios que sin duda tuvieron un pasado más esplendoroso, ahora se ven grises y semiderruidos, muchísima suciedad por las calles (más aún que en el resto de India)… Pudimos ver y comprobar como todavía existen los “hombres caballo”. Nos hubiera gustado tener más tiempo para poder conocer más a fondo la ciudad, pero el alto precio de los billetes de avión había hecho que tuviésemos que coger un tren hasta Delhi, adelantando 1 día la salida y quedándonos sólo con unas horas para hacernos una ligera idea de lo que fue y lo que actualmente es Calcuta. Al que le guste la lectura, y si no lo ha leído ya, les recomiendo el libro “la ciudad de la alegría”, seguro que a más de uno le generará (y a otros les quitará) las ganas de visitarla.
Caminamos observando la vida de la ciudad, en una de las avenidas principales se veían preparativos para celebrar a la noche el Durga Puja. Paramos a comernos un helado y la gente venía a sacarse fotos con nosotros, algunos incluso nos ponían a sus hijos en los brazos y nos sacaban fotos. Puede parecer un poco cansado que te estén constantemente sacando fotos, pero son pequeños gestos que a ellos les hace mucha ilusión.


Así, poco a poco, llegamos a la estación, confirmamos en las listas de los tablones que aparecían nuestros nombres y buscamos el vagón que nos correspondía. Cogimos las mochilas de la consigna y compramos algo de comida y agua para el viaje, iban a ser 17 horas de tren.

A las 18:15 nos montamos en el tren, y a las 18:30 efectuaba su salida. Se veía que era un tren especial, más elegante. Al comprar los billetes vimos que ponía “super fast” y los precios eran sensiblemente más altos que el resto, sólo había opción de comprar billetes de 1ª y de 2ª. Nosotros cogimos en 2ª, pero aun así tenía más categoría que el resto de vagones de 2ª que habíamos probado, cosa que agradecimos en un viaje tan largo. Nos tocaron las 2 literas de la parte superior, y debajo teníamos a un matrimonio indio con una hija de 6 años muy graciosa que hablaba inglés mejor que nosotros y con la cual estuvimos entretenidos los ratos que estuvimos despiertos.
Para nuestra sorpresa, al poco de empezar el viaje pasó un chico repartiendo agua y un poco más tarde repartieron la cena. Aunque era comida india y no nos apetecía mucho (a esas alturas estábamos un poco cansados del arroz, y la carne la probamos pero picaba muchísimo) aprovechamos las borotas, los yogures e incluso un helado que repartieron de postre cuando pasaron a recoger las bandejas. Estuvimos un rato hablando, recordando las experiencias que habíamos vivido durante el viaje y riéndonos con la niña de abajo, y sobre las 22:00 nos quedamos dormidos