Fue un viaje de lo más tranquilo, era el trayecto más largo que hacíamos pero a la vez se nos hizo el más corto, ya que aunque la duración al final fue de algo más de 18 horas, pasamos unas 11 dormidos. No sabemos si era el traqueteo de los trenes o lo qué pero en la mayoría dormimos muy agusto.
Por la mañana pasaron repartiendo el desayuno, borotas con tortilla (cómo no, muy picante) y un té. Y tras desayunar, lo que a mí más me gusta en el mundo mundial, volver a meterme en la cama, bueno por eso y porque el aire acondicionado estaba a -15ºC y me había agarrado un catarro de mil pares de narices. Y a dormir un par de horas más. Al final de cuentas nos despertamos a las 11. Entre desperezarnos un poco, interactuar con la niña que viajaba en las camas de abajo y poco más, llegamos a Delhi.
Sobre las 13:00 del mediodía bajamos del tren. Esta vez cruzar la estación de tren y llegar a Main Bazar fue “pan comido”. Fuimos a un hotel que teníamos mirado, pero estaba lleno, así que tuvimos que improvisar. Entramos a otro que parecía que tenía mejor pinta, pero la habitación estaba bastante mal y era más caro. Al final vimos el Hotel Vivek y resultaba que estaba mejor, aunque era viejillo, y nos pedían 900 rps, así que ahí nos quedamos.
Salimos a comer a un restaurante que estaba cerca, porque el Katmandu estaba cerrado. Y comimos una pizza y una hamburguesa. No queríamos ni oír hablar del arroz.
La tarde fue de lo más tranquila. Callejear por Main Bazar, ojear cosas para hacer las últimas compras, tomar un sweet lassi en un establecimiento local, y poco más.


También compramos unos dulces típicos de allí que estaban buenísimos, y tanto el local como los trabajadores eran de lo más auténtico

Fuimos a cenar al restaurante de un hotel con terraza, Krishna restaurant, y cenamos en la terracita y con cerveza, después de 10 días de sequía en Bangladesh el cuerpo nos lo pedía. Parece mentira pero echábamos de menos el bullicio de Delhi, cenamos de lo más agusto con los pitidos de fondo. Y la verdad que de vuelta en India nos sentíamos como uno más. Durante la primera estancia en India sentíamos que todo el mundo nos miraba como si tuviéramos “monos en la cara” pero después de estar en Bangladesh eso no era nada.
Nos comimos unos helados (los últimos días iban a ser de capricho) y al hotel a descansar que el día siguiente iba a ser largo.