Nuevamente nos tocó llevar el desayuno con nosotras, ya que la primera visita del día era el concurrido Valle de los Reyes, y queríamos llegar lo antes posible para evitar las aglomeraciones. Hay que tener en cuenta que si te alojas en el East Bank cuesta unos 50 minutos llegar allí, ya que hay que ir hasta el puente que cruza el Nilo y se pierde bastante tiempo. La alternativa es cruzar el río con el ferry público que sale en las inmediaciones del Museo de Luxor y quedar con el taxista en la otra orilla, pero entre ir al embarcadero, esperar a la barca y cruzar, no se gana demasiado tiempo y se resta mucha comodidad.
En el Valle de los Reyes, al igual que en el de las Reinas, existe una entrada general que te da derecho a visitar tres de las tumbas que en ese momento hayan decidido abrir (van turnando las aperturas para evitar el deterioro o para realizar restauraciones) y el pago de unas entradas extra para acceder a las que están consideradas más espectaculares. Días antes de comenzar nuestro viaje intentamos enterarnos bien de qué tumbas del valle estaban abiertas y cuáles sería más recomendable visitar, aunque en Egipto todo está en continuo cambio y no siempre se puede tener la seguridad de que lo planeado se vaya a cumplir; pero bueno, también tiene su gracia ir adaptándose a la situación y por eso es recomendable llevar alternativas a todo lo previsto.
Durante la preparación estuvimos viendo muchas fotos, videos y opiniones de las tumbas de este valle, y tras descartar entre las especiales las de Seti I y Tutankamón (la primera por precio y la segunda por no tener nada realmente especial, a excepción de la momia), decidimos comprar la entrada extra para la de Ramsés V y VI (KV9), y visitar de entre las disponibles con la entrada general, la de Ramsés IX (KV6), la de Merenptah (KV8) y la de Tausert/Sethnakht (KV14). Sería muy difícil decir cuál nos gustó más, porque cada una tiene sus peculiaridades y algo que las hace especiales, pero si tuviésemos que decantarnos por alguna sería por la KV9, que es la más grande y tiene un techo espectacular.
En el Valle de los Reyes, al igual que en el de las Reinas, existe una entrada general que te da derecho a visitar tres de las tumbas que en ese momento hayan decidido abrir (van turnando las aperturas para evitar el deterioro o para realizar restauraciones) y el pago de unas entradas extra para acceder a las que están consideradas más espectaculares. Días antes de comenzar nuestro viaje intentamos enterarnos bien de qué tumbas del valle estaban abiertas y cuáles sería más recomendable visitar, aunque en Egipto todo está en continuo cambio y no siempre se puede tener la seguridad de que lo planeado se vaya a cumplir; pero bueno, también tiene su gracia ir adaptándose a la situación y por eso es recomendable llevar alternativas a todo lo previsto.
Durante la preparación estuvimos viendo muchas fotos, videos y opiniones de las tumbas de este valle, y tras descartar entre las especiales las de Seti I y Tutankamón (la primera por precio y la segunda por no tener nada realmente especial, a excepción de la momia), decidimos comprar la entrada extra para la de Ramsés V y VI (KV9), y visitar de entre las disponibles con la entrada general, la de Ramsés IX (KV6), la de Merenptah (KV8) y la de Tausert/Sethnakht (KV14). Sería muy difícil decir cuál nos gustó más, porque cada una tiene sus peculiaridades y algo que las hace especiales, pero si tuviésemos que decantarnos por alguna sería por la KV9, que es la más grande y tiene un techo espectacular.
De vuelta al taxi (qué cómodo nos resultó que Ahmed nos esperase y nos llevase a todas partes), nos dirigimos al Templo funerario de Hatshepsut en el cercano Valle de Deir el-Bahari. Aquí ya empezamos a notar el calor (unos 35 grados a eso de las 10 de la mañana) y al estar el templo estructurado en terrazas, la mayoría de lo que se visita está a pleno sol. Lo que más nos gustó de este lugar es el entorno en el que está enclavado y el simbolismo que supone que Hatshepsut fuese la única mujer faraón de la historia de Egipto. Por lo demás, el templo decepciona un poco comparado con los de días anteriores y además hay zonas a las que no se puede acceder, que posiblemente revistan mayor interés. Con todo, no nos arrepentimos de haberlo visitado, simplemente esperábamos algo más.
Para finalizar las visitas de la mañana, nos trasladamos a una de las necrópolis del conocido como Valle de los Nobles, en concreto a la de Sheikh Abd el-Qurna, no sin antes hacer una parada en la taquilla del Inspectorado de Antigüedades (muy cerca de los Colosos de Memnón) para comprar los tickets de acceso. Las entradas a las tumbas de esta necrópolis suelen estar agrupadas de dos en dos, y nosotras escogimos aquellas de las que teníamos buenas referencias, las de Nakht (TT52) y Menna (TT69) por un lado, y las de Sennefer (TT96) y Rekhmira (TT100) por otro.
Esta necrópolis, y en general toda esta zona, es un lugar muy polvoriento y no siempre está bien señalizado dónde se encuentra cada tumba. Conviene llevar un croquis de la localización aproximada y estar bien atento a cualquier cartelito o señal antes de andar deambulando bajo el sol (que aún en noviembre, al mediodía es muy fuerte). Tuvimos bastante suerte y encontramos todas las tumbas bastante rápido, habiendo rechazado amablemente la "ayuda desinteresada" de un hombre que se encontraba en el parking, que con dar propina a los que se encargaban de abrir las tumbas ya teníamos suficiente.
Sin ánimo de menospreciar a las del Valle de los Reyes, estas pequeñas tumbas nos parecieron extraordinarias, ya que algunas de ellas tienen un estado de conservación magnífico y colores muy brillantes, y normalmente no se encuentran muy concurridas, ya que su visita no se suele incluir en el programa general de los grupos.
Esta necrópolis, y en general toda esta zona, es un lugar muy polvoriento y no siempre está bien señalizado dónde se encuentra cada tumba. Conviene llevar un croquis de la localización aproximada y estar bien atento a cualquier cartelito o señal antes de andar deambulando bajo el sol (que aún en noviembre, al mediodía es muy fuerte). Tuvimos bastante suerte y encontramos todas las tumbas bastante rápido, habiendo rechazado amablemente la "ayuda desinteresada" de un hombre que se encontraba en el parking, que con dar propina a los que se encargaban de abrir las tumbas ya teníamos suficiente.
Sin ánimo de menospreciar a las del Valle de los Reyes, estas pequeñas tumbas nos parecieron extraordinarias, ya que algunas de ellas tienen un estado de conservación magnífico y colores muy brillantes, y normalmente no se encuentran muy concurridas, ya que su visita no se suele incluir en el programa general de los grupos.
De vuelta al hotel, aprovechamos para comer lo que nos había sobrado del desayuno y para descansar antes de ir a visitar el Museo de Luxor, que era nuestra intención inicial para esa tarde. Este museo cierra al mediodía, para reabrir a las 17:00, y cuando llegamos a la taquilla nos sorprendió ver bastante cola y que ésta no avanzaba. Enseguida supimos el porqué: el sistema de venta de entradas se había quedado bloqueado y los empleados se negaban a aceptar el pago en metálico, dando como única solución el comprar los tickets online a través de la plataforma egymonuments.com. Esta web también empezó a dar problemas a los que comenzaron la compra, por lo que nosotras ni lo intentamos y decidimos cambiar de planes, dedicando el atardecer a pasear por la Corniche.
Este paseo a orillas del Nilo nos sorprendió gratamente por su limpieza y su cuidada estética; de hecho, había varias personas barriendo y se veía que estaban en proceso de renovación, por el impecable aspecto de sus bancos, veladores, jardines, fuentes decorativas, etc. Junto a él es donde suelen amarrar los cruceros más lujosos (cuanto mayor es la categoría, más cerca del centro de Luxor suelen estar atracados) y disfrutamos mucho recorriéndolo, con una temperatura de lo más veraniega.
Este paseo a orillas del Nilo nos sorprendió gratamente por su limpieza y su cuidada estética; de hecho, había varias personas barriendo y se veía que estaban en proceso de renovación, por el impecable aspecto de sus bancos, veladores, jardines, fuentes decorativas, etc. Junto a él es donde suelen amarrar los cruceros más lujosos (cuanto mayor es la categoría, más cerca del centro de Luxor suelen estar atracados) y disfrutamos mucho recorriéndolo, con una temperatura de lo más veraniega.
Finalizamos el día repitiendo visita al restaurante Aboudi y nuevamente fue un acierto en todos los sentidos, tanto por la cena en sí, como por el agradable ambiente.