Con el retorno a El Cairo, iniciamos la última parte de nuestro viaje, que como ya comentamos al comienzo de nuestro diario, inicialmente iba a tener un día menos y las visitas no iban a ser las mismas.
Nada más bajar del tren en la estación de El-Giza, retomamos el uso de Uber para trasladarnos al hotel, en esta ocasión el Pyramids Gate Hotel, muy cercano a la meseta de Giza. Como todavía era muy temprano para realizar el check-in, nos indicaron que podíamos esperar en la terraza mientras preparaban la habitación y nos obsequiaron con unos zumos de naranja como detalle de cortesía. Desde la terraza pudimos tener la primera imagen de las Pirámides y la Esfinge, con un cielo espectacular y una temperatura muy agradable. Nuestra intención era salir cuanto antes para visitarlas y al ver que la preparación de la habitación se iba a demorar todavía un buen rato (posteriormente nos pudimos dar cuenta de que en este hotel se tomaban las cosas con mucha calma), dejamos el equipaje en recepción y nos encaminamos hacia la taquilla de la zona de la Esfinge.
No nos costó mucho comprar las entradas para visitar el recinto y lo incluido en la entrada general, pero nos asustamos un poco al ver la gran cantidad de estudiantes que estaban haciendo cola para entrar. Sin embargo, un encargado de la seguridad nos indicó que pasásemos directamente y en un momento estábamos dentro.
Nada más bajar del tren en la estación de El-Giza, retomamos el uso de Uber para trasladarnos al hotel, en esta ocasión el Pyramids Gate Hotel, muy cercano a la meseta de Giza. Como todavía era muy temprano para realizar el check-in, nos indicaron que podíamos esperar en la terraza mientras preparaban la habitación y nos obsequiaron con unos zumos de naranja como detalle de cortesía. Desde la terraza pudimos tener la primera imagen de las Pirámides y la Esfinge, con un cielo espectacular y una temperatura muy agradable. Nuestra intención era salir cuanto antes para visitarlas y al ver que la preparación de la habitación se iba a demorar todavía un buen rato (posteriormente nos pudimos dar cuenta de que en este hotel se tomaban las cosas con mucha calma), dejamos el equipaje en recepción y nos encaminamos hacia la taquilla de la zona de la Esfinge.
No nos costó mucho comprar las entradas para visitar el recinto y lo incluido en la entrada general, pero nos asustamos un poco al ver la gran cantidad de estudiantes que estaban haciendo cola para entrar. Sin embargo, un encargado de la seguridad nos indicó que pasásemos directamente y en un momento estábamos dentro.

Como bien sabíamos e incluso nos habían advertido en el hotel, multitud de vendedores y camelleros se nos fueron acercando conforme íbamos avanzando, lo cual unido a los grupos de escolares que nos iban pidiendo selfies, pusieron a prueba nuestra paciencia durante todo el rato que estuvimos en la zona de la Esfinge. Sin embargo, tampoco nos pareció demasiado agobiante y sinceramente esperábamos que el “acoso” fuese mayor.
Nos quedamos con un poco de pena por no poder acercarnos más a la Esfinge, porque el acceso a su base está vallado, pero nos pareció tan bonita como la habíamos imaginado y no tan pequeña como mucha gente dice, aunque claro, comparada con las Pirámides su tamaño es mucho menor.
Nos quedamos con un poco de pena por no poder acercarnos más a la Esfinge, porque el acceso a su base está vallado, pero nos pareció tan bonita como la habíamos imaginado y no tan pequeña como mucha gente dice, aunque claro, comparada con las Pirámides su tamaño es mucho menor.

Al tener toda la mañana para dedicarla a la meseta, nos tomamos el recorrido con calma e incluso nos pasamos por los puestos que hay en su zona más baja, donde nos pareció que en general la calidad de los productos era bastante mala, pero eso no parecía ser un obstáculo para muchos turistas ávidos de encontrar un recuerdo a bajo precio.
Continuamos ascendiendo hacia la pirámide de Kefrén, la que más nos gustó de las tres, y posteriormente nos acercamos a la de Micerinos, que en ese momento era la única que estaba abierta al público. Muy cerca de ella hay un mirador, más bien varios, desde los que tener una perspectiva general de toda la meseta, con las pirámides principales, sus satélites y los restos de templos y mastabas. Decir que el lugar es enorme y que para recorrerlo a pie se necesita buen calzado, una temperatura no muy calurosa y echarle muchas ganas, pero a nosotras no se nos hizo pesado. Antes de llegar a Egipto habíamos leído comentarios acerca de que “te forzaban” un poco a recorrer la meseta en dromedario, diciendo que estaba prohibido el acceso a ciertas zonas, pero nadie nos dijo nada en este sentido y no tuvimos ningún problema en hacer todo andando.
Continuamos ascendiendo hacia la pirámide de Kefrén, la que más nos gustó de las tres, y posteriormente nos acercamos a la de Micerinos, que en ese momento era la única que estaba abierta al público. Muy cerca de ella hay un mirador, más bien varios, desde los que tener una perspectiva general de toda la meseta, con las pirámides principales, sus satélites y los restos de templos y mastabas. Decir que el lugar es enorme y que para recorrerlo a pie se necesita buen calzado, una temperatura no muy calurosa y echarle muchas ganas, pero a nosotras no se nos hizo pesado. Antes de llegar a Egipto habíamos leído comentarios acerca de que “te forzaban” un poco a recorrer la meseta en dromedario, diciendo que estaba prohibido el acceso a ciertas zonas, pero nadie nos dijo nada en este sentido y no tuvimos ningún problema en hacer todo andando.


Dejamos para el final la zona de la pirámide de Keops, que curiosamente impresiona mucho más desde cierta distancia que desde su base, porque es tal el tamaño que tiene que se pierde mucho la perspectiva. En esa zona, el ticket general incluye la entrada a varios lugares, entre ellos a la Mastaba de Seshemnefer IV y a la Pirámide de Hetepheres I, cuyo empinado acceso nos sirvió de entrenamiento para lo que nos íbamos a encontrar al día siguiente en Saqqara y Dashur.

Tras pasar recorriendo la meseta de Giza casi cinco horas, volvimos al hotel a comer y a descansar, en una habitación enorme y muy bien acondicionada. Temíamos que siendo un hotel económico y estando el desayuno incluido, la habitación no estuviese en las mejores condiciones, pero afortunadamente superó nuestras expectativas y disfrutamos de una reparadora siesta.

A última hora de la tarde, estuvimos descubriendo el entorno del alojamiento, viendo qué posibilidades tenía la zona para poder cenar y charlando con el dueño de una tienda, que nos aconsejó algunos lugares en los que según él se cobraba el mismo precio a los turistas y a los egipcios. Dimos un buen paseo y al volver nos pasamos por el Pizza Hut, desde el que se suele ver el espectáculo de luz y sonido de las pirámides mientras se cena, pero lo vimos tan vacío que pensamos que ese día no tocaba o era a otra hora. Así que compramos una pizza y nos la llevamos al hotel para cenar allí, que a fin de cuentas teníamos bebida fresca en el frigorífico y además así aprovechábamos para revisar la información del día siguiente, que prometía ser potente.