Seguimos paseando por el barrio de Anafiotika y por fin nos topamos con el Ágora Romana.
El Ágora romana ocupaba un espacio rectangular rodeado de stoas (espacio arquitectónico cubierto de planta rectangular muy alargada conformado mediante una sucesión de columnas) que albergaban diferentes comercios. Destaca la puerta de Atenea Arquegetis y la Torre de los Vientos. La Puerta de Atenea Arquegetis era la entrada occidental y fue construida en el año 11 a.C., mediante donaciones de Julio César y Augusto. Se trata de un monumento dedicado por los atenienses a su patrona, la diosa Atenea Arquegetis. La puerta monumental tiene cuatro columnas dóricas sobre un zócalo de mármol que soportan un amplio frontón. La Torre de los Vientos, del siglo II a.C., era un reloj público en un edificio en forma de torre de planta octogonal. En las paredes externas había diales de reloj de sol y en el interior se contenía una clepsidra o reloj de agua. Se hallaba dotada con una brújula y posiblemente una veleta ubicada en el tejado con la que apuntaba a cada uno de sus ocho lados, según la rosa de los vientos. Su peculiar estructura ha inspirado construcciones posteriores como la Tribuna de la Galería de los Uffizi en Florencia o el observatorio astronómico de Oxford en Inglaterra.
[align=center]AGORA ROMANA EN ATENAS
El Ágora romana ocupaba un espacio rectangular rodeado de stoas (espacio arquitectónico cubierto de planta rectangular muy alargada conformado mediante una sucesión de columnas) que albergaban diferentes comercios. Destaca la puerta de Atenea Arquegetis y la Torre de los Vientos. La Puerta de Atenea Arquegetis era la entrada occidental y fue construida en el año 11 a.C., mediante donaciones de Julio César y Augusto. Se trata de un monumento dedicado por los atenienses a su patrona, la diosa Atenea Arquegetis. La puerta monumental tiene cuatro columnas dóricas sobre un zócalo de mármol que soportan un amplio frontón. La Torre de los Vientos, del siglo II a.C., era un reloj público en un edificio en forma de torre de planta octogonal. En las paredes externas había diales de reloj de sol y en el interior se contenía una clepsidra o reloj de agua. Se hallaba dotada con una brújula y posiblemente una veleta ubicada en el tejado con la que apuntaba a cada uno de sus ocho lados, según la rosa de los vientos. Su peculiar estructura ha inspirado construcciones posteriores como la Tribuna de la Galería de los Uffizi en Florencia o el observatorio astronómico de Oxford en Inglaterra.

Tampoco entramos en el recinto al tener coste aparte (incluido en la entrada combinada ya comentada) pero rodeamos su perímetro e intentamos hacernos una composición de lugar de cómo sería el ágora en todo su esplendor. Es complicado… Al final va a tener razón el entrañable cómico Gila cuando hablaba de los viajes y, en particular, de Grecia: pero cómo está, todo roto, todo tirado por el suelo, viejo, del año del pedo. Todas las estatuas rotas, a una le falta la cabeza, a otra un brazo, a otra una pierna, decía yo: «¡coño! que hagan una con todas».
Al lado del Ágora Romana está el último punto interés de la mañana, la Iglesia Ieros Naos Pammegiston, entre el callejón Taxiarchon y la calle Dexippou.
Esta iglesia bizantina data del siglo XII y tiene una gran fachada de dos pisos, de color amarillo mantequilla cremoso, con molduras blancas alrededor de las ventanas, columnas y arcos. En el interior, la iluminación es bastante tenue pero cada superficie está cubierta con una ornamentada decoración dorada.

Pasamos un momento a su interior pero tampoco nos aporta nada nuevo a lo ya visto con anterioridad, artísticamente hablando, por lo que nos limitamos a recorrer las tiendas que rodean el recinto de la Biblioteca de Adriano, hacemos compras de rigor (los precios son algo más económicos por esta zona con respecto a lo que vimos ayer) y ya nos vamos para buscar el sitio para comer, descansar y reponer fuerzas de cara a la subida de la Acrópolis prevista para esta tarde.
Para la comida lo tenemos más o menos claro y es acercarnos al restaurante Kyklamino, en la Plaza Avissinias nº 3.

La Plaza Avissinias está totalmente ocupada por un mercadillo dominguero de enseres, trastos viejos y de colección y de todo lo que a uno se le pueda ocurrir. Algunas cosas son de coleccionista y otras son carne de desván pero todo ello tiene su particular encanto. Esperamos algo y ya nos hacen pasar al interior del local donde nos facilitan la carta y nos toman la comanda, compuesta por salchichas a la parrilla, dolmades, keftedes y calamares fritos, regados con su respectiva cervecita fresca marca Alpha y unos ravani de postre.
Saboreamos los platos con fruición. Algunos están especiados por lo que la cerveza viene ni que pintada. En general nos gusta lo que hemos comido aunque, hay que decirlo, el sitio no tiene tanto encanto, en cuanto a decoración, como sí lo tenía En Iordani la noche pasada.

Una vez cumplimentada la comida decidimos volver al hotel y descansar un poco hasta la hora de ir a la Acrópolis y, porque no, echarnos un sueñecito para compensar los desmanes producidos de madrugada por la nevera. De camino nos vamos fijando en detalles de la propia ciudad: el caos circulatorio, la mezcla de estilos en las edificaciones, la proliferación de grafitis… Me fijo también en los carteles de las calles, que me gusta siempre reflejar, dado que cada ciudad, cada país, tiene un estilo propio a la hora de establecer su iconografía urbana.

Llegamos al hotel y aprovechamos para hacer la encuesta de salud de la naviera para que mañana en el embarque todo vaya como la seda, podamos subir al Voyager of the seas de una tacada y comenzar a disfrutar de las instalaciones del barco lo antes posible. Aseguramos que ni estamos embarazados ni griposos y ya es esperar al día siguiente.
Tras un sueñito escaso pero reparador cogemos los bártulos y nos encaminamos a la Acrópolis.
Antes de proseguir conviene dar el dato siguiente: de un tiempo a esta parte la entrada a la Acrópolis se hace previa cita de día y hora, reservándose un tramo horario de una hora y teniendo que estar allí entre 15 minutos antes de tu tramo y 15 minutos después del inicio del mismo. A primeros de julio salieron las entradas a la venta y, en ese momento, me planteé qué horario escoger para optimizar la visita.
Leyendo blogs, foros y demás información que circula por internet la unanimidad era total: comprar las entradas para la primera hora del día y entrar por el acceso sureste, el más cercano al teatro de Dionisio y el museo de la Acrópolis. Todo el mundo justificaba estas elecciones en que a primera hora hay menos aglomeración y que había que evitar la entrada principal fuera la hora que fuere porque se formaban muchas colas. Ante esto mi razonamiento fue el inverso: vamos a comprar las entradas para última hora del día y vamos a acceder por la entrada principal porque como todo el mundo va a hacer lo contrario según dicta la “viajosfera”…. También justifiqué mi proceder en que en un domingo de septiembre por la tarde los viajeros de crucero y fin de semana ya se habrán marchado y que las temperaturas en ese mes a esas horas serán benignas, amén de ahorrarnos un buen madrugón. Esperemos que la elección haya sido la acertada porque, como dice el proverbio de la tierra, el camello no se ve su joroba.
Dicho y hecho: según salieron las entradas las compré y elegí el tramo horario de las 17:00-18:00 teniendo en cuenta que la duración de la visita del recinto viene a durar entre 1 hora y media y 2 horas, dependiendo del ritmo de cada uno, y que salir hacia las 19:00 sería buena cosa coincidiendo además con los últimos rayos del Dios Helios previstos antes de la puesta del astro rey hacia las 19:25.

Ponemos marcha cuesta arriba y, sin duda, el peor tramo por su pendiente es el comprendido entre la última parte de la calle Dioskouron con el entronque a derechas con la calle Theorias que te lleva a la entrada al recinto. Recuerdo que ésta es la entrada principal por la cual lo primero que te encuentras es el Odeón de Herodes Agripa y los Propileos. Sinceramente, me esperaba mucho peor la subida y estando en una forma física entre normal (mi caso) y mejorable (mi acompañante) se puede hacer el camino sin grandes sobresaltos.
Por fin llegamos a la cola de entrada hacia las 16:50, esperamos unos 5 minutos, dan el visto bueno al billete y antes de las 17:00 ya estamos subiendo para comenzar la visita al recinto milenario de la Acrópolis de Atenas. ¡Objetivo cumplido!
De lo que dio de sí la visita a aquélla se contará en la próxima etapa.[/align]