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El itinerario previsto para el día de hoy es el siguiente:
- Iglesia Panagia Paraportiani.
- Zona de Little Venice.
- Molinos de viento.
- Iglesia Agios Charalambos.
- Calles y zonas con encanto: Agias Paraskevis, Georgouli, Drakopoulou, Delou, Matogianni, Enoplon Dinameon, 3 wells…
- Molino Boni.
- Playa del pueblo – Paralia Choras Mikonou.
Iniciamos camino empezando por la Iglesia de Paragia Paraportiani.
[align=justify]También conocida como Iglesia de la Resurrección o Iglesia de la Virgen María, su construcción comenzó en 1425. Lo que es único y especial de este sitio religioso es el hecho de que consta de cinco capillas más pequeñas, construidas entre los siglos XV y XVII. Otra parte igualmente importante de esta iglesia es su importancia histórica, ya que fue utilizada como refugio para mujeres y niños durante la invasión otomana en 1822.
- Iglesia Panagia Paraportiani.
- Zona de Little Venice.
- Molinos de viento.
- Iglesia Agios Charalambos.
- Calles y zonas con encanto: Agias Paraskevis, Georgouli, Drakopoulou, Delou, Matogianni, Enoplon Dinameon, 3 wells…
- Molino Boni.
- Playa del pueblo – Paralia Choras Mikonou.
Iniciamos camino empezando por la Iglesia de Paragia Paraportiani.
[align=justify]También conocida como Iglesia de la Resurrección o Iglesia de la Virgen María, su construcción comenzó en 1425. Lo que es único y especial de este sitio religioso es el hecho de que consta de cinco capillas más pequeñas, construidas entre los siglos XV y XVII. Otra parte igualmente importante de esta iglesia es su importancia histórica, ya que fue utilizada como refugio para mujeres y niños durante la invasión otomana en 1822.
Llegamos y aquello ya empieza ser un caos de gente. Excursiones de pasajeros de cruceros por doquier y mucha aglomeración. Empezamos a darnos cuenta que va a ser complicado disfrutar plenamente la visita a la isla. Personalmente, esta iglesia no me dice nada (sólo se ve por fuera) pese a la fama que tiene como de las más bonitas del archipiélago griego.
Continuamos camino en dirección a los famosos molinos de Mykonos y para ello nos acercamos a la zona denominada “Little Venice”.
Este lugar se caracteriza por los balcones turcos cerrados de madera de colores "colgando" sobre el mar y pintados sobre todo en tonos rojos, azules y verdes. Las casas, como Venecia, de ahí su denominación, están construidas a lo largo del agua y siguiendo la línea de la costa se arraciman sin solución de continuidad bares de copas, comercios y restaurantes con precios “populares”.
Aquello es ya una procesión con mayúsculas. Nos vamos desplazando como podemos pero el movimiento depende de la parte delantera de la riada por lo que es un continuo andar y parar.
Por fin, triste es decirlo, nos alejamos de la zona y llegamos a los emblemáticos molinos de Mykonos.
Las Islas Cícladas pertenecen a las zonas más ventosas del Mediterráneo y Mykonos especialmente (no hay más de diez días sin viento al año, de promedio). Al contar con molinos de viento, los habitantes pudieron aprovechar esta fuente de energía para mejorar las condiciones de sus vidas en estas pequeñas y remotas comunidades isleñas. Además, en tiempos en que el trigo y La cebada era el ingrediente básico de la dieta local, el molino de viento servía como máquina para ahorrar tiempo y trabajo. La isla contaba con más de 20 molinos pero hoy en día se mantienen 7.
También aquí hay mucha, mucha gente. Recorremos los molinos, nos hacemos las fotos de rigor y nos recuperamos un tanto del agobio del gentío, de los palos selfie, del postureo de las redes sociales que nos impregna…
A la sombra de los molinos viene a mi recuerdo lo que nos contaba el poeta griego Hesiodo en su Teogonía, que explica el origen del universo y la genealogía de los dioses griegos, acerca de los Hecatonquiros.
Los Hecatonquiros o Hecatinqueros ("los de cien manos") eran personajes de la mitología griega, gigantes con 50 manos y 50 cabezas. Eran hijos de Gaia y Urano y durante la Guerra de los Titanes, arrojaban rocas de 100 en 100 a éstos. Los Hecatonquiros eran Briareo ("fuerte"), Giges y Coto ("hijo de Cotito"). El también poeta heleno Homero también se refería a Briareo como Egeaon ("cabruno"), diciendo que era un dios del mar e hijo de Poseidón.
Se preguntará el ávido lector a qué viene esta lección de acerbo popular y de leyenda, así de sopetón, aparte de saber el porqué Coto Matamoros, haciendo honor a su nombre, gesticulaba tanto cuando vociferaba en los programas de televisión. Pues todo tiene su aquél... En la novela del Ingenioso hidalgo de los de lanza en astillero, adarga antigua, rocín flaco y galgo corredor se nos cuenta lo siguiente:
"En esto, descubrieron treinta o cuarenta molinos de viento que hay en aquel campo; y, así como don Quijote los vio, dijo a su escudero:
- La ventura va guiando nuestras cosas mejor de lo que acertáramos a desear, porque ves allí, amigo Sancho Panza, donde se descubren treinta, o pocos más, desaforados gigantes, con quien pienso hacer batalla y quitarles a todos las vidas, con cuyos despojos comenzaremos a enriquecer; que ésta es buena guerra, y es gran servicio de Dios quitar tan mala simiente de sobre la faz de la tierra…
Levantóse en esto un poco de viento y las grandes aspas comenzaron a moverse, lo cual visto por don Quijote, dijo:
Pues, aunque mováis más brazos que los del gigante Briareo, me lo habéis de pagar.
Y, en diciendo esto, y encomendándose de todo corazón a su señora Dulcinea, pidiéndole que en tal trance le socorriese, bien cubierto de su rodela, con la lanza en el ristre, arremetió a todo el galope de Rocinante y embistió con el primero molino que estaba delante; y, dándole una lanzada en el aspa, la volvió el viento con tanta furia que hizo la lanza pedazos, llevándose tras sí al caballo y al caballero, que fue rodando muy maltrecho por el campo".
- La ventura va guiando nuestras cosas mejor de lo que acertáramos a desear, porque ves allí, amigo Sancho Panza, donde se descubren treinta, o pocos más, desaforados gigantes, con quien pienso hacer batalla y quitarles a todos las vidas, con cuyos despojos comenzaremos a enriquecer; que ésta es buena guerra, y es gran servicio de Dios quitar tan mala simiente de sobre la faz de la tierra…
Levantóse en esto un poco de viento y las grandes aspas comenzaron a moverse, lo cual visto por don Quijote, dijo:
Pues, aunque mováis más brazos que los del gigante Briareo, me lo habéis de pagar.
Y, en diciendo esto, y encomendándose de todo corazón a su señora Dulcinea, pidiéndole que en tal trance le socorriese, bien cubierto de su rodela, con la lanza en el ristre, arremetió a todo el galope de Rocinante y embistió con el primero molino que estaba delante; y, dándole una lanzada en el aspa, la volvió el viento con tanta furia que hizo la lanza pedazos, llevándose tras sí al caballo y al caballero, que fue rodando muy maltrecho por el campo".
Caminamos por la parte de atrás de los molinos y llegamos a la iglesia de Agios Charalambos. La iglesia es la típica ortodoxa ubicada en una terraza encima del mar y el lugar destaca por las vistas panorámicas de esa parte de la isla, más que por la iglesia en sí. Al lado hay una playita con escasa arena-piedra pero que está atestada de bañistas dándose un remojón. Ya nos tocará luego...
Lo siguiente es adentrarnos en el casco urbano para contemplar sus calles y sus contrastes, tanto de colores como de decoración, dentro de su albo entorno. Una vez más las procesiones se suceden…. En una pequeña placita alguien se está haciendo un “flying dress” que consiste en hacerse fotos cuquis con vestidos ligeros y vaporosos de vivos colores y largas telas que se mecen con el viento o con el ventilador de turno. Más postureo…. Nos paramos en una esquina resoplando y nos planteamos recalcular ruta porque en este plan no estamos disfrutando del paseo pese a que el entorno, objetivamente hablando, es un placer para la vista. Hay una sensación de pertenencia a un rebaño, un seguir por seguir a la muchedumbre que nos antecede….
Tiramos de mapa y como suponemos que todas las calles “conocidas” estarán por el estilo comenzamos a serpentear huyendo de la multitud y, al final, llegamos a la zona de los 3 pozos y la pequeña iglesia de San Jorge. Ya que estamos allí vamos a entrar a verla detrás de una pareja y ella se da cuenta, antes de traspasar el umbral, de que lleva los hombros al descubierto por lo que se queda parada y hace amago de retroceder. En ese momento, el encargado de la iglesia le espeta en ingles: “ Señora, esto no es Italia, pase”. Nos reímos todos los que estamos alrededor y accedemos al interior de esta modesta edificación del siglo XV adornada con sus iconos de rigor.
Salimos de la iglesia y ponemos rumbo al molino Boni.
Este molino fue construido probablemente en el siglo XVI y pertenece a la categoría de "Molinos de Apano", cuyas características son que son cilíndricos, están construidos en piedra y tienen tres pisos de altura. La planta baja, situada sobre el nivel del suelo, se utiliza para recoger y pesar la hari-na. La harina del piso medio es donde se recoge la harina, mientras que la antigua máquina trituradora se encuentra en el segundo piso. La rueda de vela tiene 12 radios de madera con el mismo número de velas triangulares.
Lo peculiar de este molino es que está en lo alto del casco urbano por lo que tiene unas vistas de la bahía bastante destacables. Para allá que vamos subiendo pendientes, encadenando escaleras y cruzándonos continuamente con turistas cargados de maletas. Afortunadamente, por estas calles no hay marabunta por lo que, al menos, eso que nos ahorramos. Llegamos arriba y nos deleitamos con la perspectiva que se abre ante nuestros ojos.
Realizada la parte “cultural” del recorrido decidimos que no vamos a volver al pandemonium de las calles principales aunque nos perdamos bonitas estampas. De hecho también descartamos un plan B que había buscado para aprovechar el tiempo si nos salía un día de lluvia: Una exposición de fotografías antiguas de Mykonos en la Galería Municipal sita en la calle Matoyanni del 12 al 30 de septiembre.
Descendemos y nos encaminamos a la playa del casco urbano: Paralia Choras Mikonou porque ya hace calor y va apeteciendo darse un bañito. Preparando el viaje busqué opciones de playas próximas a Chora a las que se pudiese ir andando y barajé también la playa de Agios Stefanos, relativamente cerca del puerto nuevo donde podría atracar el barco. Al final me decanté por la playa de Megali Amnos pero la descarté a última hora porque hablaban de que el suelo de piedrecillas provocaba cortes en las plantas de los pies y no era cuestión de jugarse una infección a las primeras de cambio. Por ello, la opción erá la propia playa de la ciudad.
Llegamos a las inmediaciones y procedemos a cambiar el calzado deportivo por las chanclas de piscina (ya llevábamos puesto el bañador). Para dar la medida de lo hartos que tienen que estar los lugareños del enjambre de turistas que asola continuamente la isla sucede lo siguiente: antes de las escaleras del extremo de la calle desde donde se baja a la playa hay una especie de zaguán perteneciente a una casa particular. Pasando delante del mismo me detengo a ajustarme las chanclas y hago ademán de apoyarme en una de las columnas que delimitan dicho zaguán. Ipso facto sale del interior de la casa una señora mayor y me grita que es una propiedad privada (se lo debe haber aprendido en inglés). Le hago un gesto de disculpa para no remover el fuego con la espada, como dicen por aquí, y bajamos a la playa propiamente dicha. Estaba la mujer con la escopeta cargada…
La playa en la que estamos es manifiestamente mejorable pero es lo que hay en el sentido de que la superficie es una mezcla de guijarros con arena gruesa, no tiene muchas dimensiones y, además está pegada al paseo marítimo por lo que no es nada tranquila. Como hemos venido a jugar desplegamos nuestras toallas azules de Royal, tomamos el solecito y nos damos un buen chapuzón en unas aguas bastante limpias y no muy frías, todo hay que decirlo. Nos recreamos en el momento y gozamos de un buen rato de solaz sin personas pegadas a los costados.
Toca volver al barco a comer por lo que recogemos los avíos y recorremos la orilla en dirección a la zona de embarque en el seabus. De camino nos encontramos la “lonja” del puerto donde a primera hora de la mañana los pescadores locales colocarán su mercancía.
La cola para subir al siguiente seabus es apreciable, hay empujones y la gente empieza a ponerse nerviosa porque está deseando ponerse a buen recaudo del sol que nos castiga en esos momentos. Llega el barquito, nos subimos y llegamos al puerto nuevo para embarcar en el crucero.
De lo que sobrevino a lo largo del día se reseñará en la siguiente etapa.
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