Nuestro recorrido por la Patagonia Argentina iba a consistir en visitar el Parque Nacional de los Glaciares en dos puntos: el glaciar Perito Moreno en el sur y el Chaltén en el norte.
A la mañana siguiente, nos fuimos sin gran prisa hacia el paso fronterizo y nos encontramos con varios autobuses turísticos que ya hacían cola para los trámites aduaneros, que se retrasaron bastante más de lo que habíamos imaginado.
Pasada la frontera en Cancha Carrera, lo siguiente era dirigirnos a la estación de servicio más cercana que estaba en la localidad de Esperanza, siguiendo la Ruta Nacional 40, ya que de gasolina íbamos con lo justo.
Un problema en esta parte de la Patagonia, tanto chilena como argentina, es el repostaje de gasolina. Habíamos recargado el depósito en la ciudad de Puerto Natales, cuando dejamos Punta Arenas y, desde entonces, sólo nos fue posible conseguir un bidón por medio del recepcionista de las cabañas en el Parque Torres del Paine y pagándolo exactamente al doble de su precio en las gasolineras.
La Ruta 40 es uno de los emblemas turísticos de Argentina. Tiene más de 5.100 kilómetros de longitud y discurre paralela a Los Andes. Nosotros la íbamos a tomar, por etapas, desde Cancha Carrera hasta El Chaltén. Todo este tramo se encuentra ya asfaltado.
Repostada gasolina en Esperanza, a un precio a la mitad que el de Chile, continuamos camino hacia la localidad de El Calafate, con el fuerte viento y el paisaje desértico y solitario que caracteriza a La Pampa.
Por estos parajes vimos bastantes más guanacos que en la parte chilena y también tuvimos la oportunidad de toparnos con algunos ñandúes que, hasta entonces no habíamos visto.

Llegados a nuestro alojamiento en El Calafate, pasamos un rato charlando con nuestra anfitriona, que pasaba una parte del año en Argentina y otra en España. La conversación llevó a la noticia de aquel momento de los enormes incendios que asolaban Chile. Nos dijo que parte de ellos, al igual que en Argentina, se debían a la devoción al Gauchito Gil, una especie de santo no reconocido del siglo XIX cuyo culto pasó de Argentina a Chile y Uruguay. A él están dedicadas las casitas que se ven continuamente por las carreteras y que nosotros tomamos por mausoleos para los muertos en accidentes de tráfico. La gente pone velas en estas casitas, las deja encendidas y el viento hace lo demás.
La ciudad de El Calafate es un centro turístico estival muy animado, con gran cantidad de alojamientos, restaurantes y tiendas de souvenirs. Recorriéndola pasamos la tarde de nuestra llegada y dejamos la visita al glaciar para el día siguiente.
Desde El Calafate parten las excursiones para el Glaciar Perito Moreno, para los que no tienen vehículo propio. El glaciar se encuentra a unos 75 kilómetros siguiendo la carretera 11. Unos 20 kilómetros antes del glaciar está el acceso al Parque Nacional Los Glaciares, donde se compra el ticket de entrada.
El día de la excursión amaneció algo lluvioso y con bastante frío para ser verano. Nosotros nos fuimos en el vehículo propio y lo hicimos temprano para evitar, en la medida de lo posible, las grandes aglomeraciones de mitad de mañana.
Desde las pasarelas superiores hay una vista de la lengua del glaciar, que se pierde en la lejanía con el Campo de Hielo Patagónico Sur y el Cerro Pietrobelli tras él.

El glaciar Perito Moreno va a dar al lago Argentino, al que divide en dos brazos, que tienen el agua de color diferente: grisácea el lado sur (al que se llama lago Rico) y azul el lado norte (el Canal de Los Témpanos).

El avance del glaciar hace que se forme una barrera de hielo que separa los dos brazos del lago que, cada cierto tiempo, rompe y es el fenómeno que más turistas atrae. Cuando nosotros estuvimos, la barrera estaba rota y los dos brazos del lago estaban al mismo nivel.
Descendiendo a las pasarelas inferiores, nos acercamos al frente del glaciar, que queda a unos trescientos metros de distancia.

Desde el glaciar nos llegaba continuamente el sonido del crujir de los bloques de hielo que se parten por la presión y de la caída de grandes de bloques de hielo al mar. La gente suele esperar bastante rato sobre las pasarelas para intentar captar el momento de un desprendimiento. Nosotros grabamos alguna pequeña caída y el volteo de uno de los bloques ya caídos.
Hay navegaciones al glaciar desde los dos brazos del lago, pero los barcos no se aproximan demasiado. Como ya habíamos hecho las navegaciones en los glaciares San Rafael y Grey, unido a lo desapacible del tiempo, nosotros decidimos no hacerla.
Recorriendo las pasarelas inferiores del lado del Canal de los Témpanos, se tienen unas vistas lejanas del glaciar y de los bloques de hielo que dan nombre al canal.

Este sector del Parque Nacional de los Glaciares no tiene más recorridos que las propias pasarelas del glaciar y algún mirador hacia el Lago Rico en la carretera. De tal manera que, después de recorrer el centro de visitantes y comido un bocadillo, emprendimos retorno a El Calafate, ya que pasaríamos noche allí.
Por la tarde nos acercamos a pasear por la laguna Nímez, a orillas del lago Argentino, un humedal con marismas donde hay una colonia de flamencos.

Al día siguiente por la mañana pusimos rumbo hacia El Chaltén para nuestra última etapa en la Patagonia.