Vuelta a casa.
El fin del viaje en Varsovia ya lo he contado en la etapa correspondiente. Tras la última caminata, fuimos al aeropuerto y volamos de vuelta a España sin ninguna incidencia digna de mención. Desde la ventanilla del avión pude distinguir los rascacielos de la capital polaca.
Aeropuerto de Varsovia.
Los rascacielos de la capital polaca desde el avión.
Conclusiones.
Más o menos, a lo largo de las etapas he ido poniendo mis impresiones de las distintas ciudades que visitamos. Todas me gustaron bastante: me lo esperaba de Gdansk y de Wroclaw, y mejoraron mis previsiones tanto Torun como Varsovia. Poznan tiene poquito que ver, pero su Plaza del Mercado es fantástica. En cuanto a Cracovia, me resulta complicado aclararme yo misma. Me había forjado tantas expectativas que, quizás, en cierto modo me dejó un poco... ¿fría? Y con eso no quiero decir que no me gustase, que me gustó mucho, pero no sé… Tal vez influyeron esos andamios en la Catedral de Wawel y en la Basílica de Santa María; o que estaba abarrotada o que las otras ciudades me habían conquistado con esas casas tan coloristas, tan diferentes de las nuestras y por las que siento debilidad. Y sí, ya sé que Cracovia tiene sus edificios originales, al contrario que Varsovia, Gdansk y parte de Wroclaw, que están reconstruidas, pero la reconstrucción les ha quedado muy bien.
En cualquier caso, volví muy contenta del recorrido por Polonia, aunque, por supuesto, fue demasiado corto para un país tan extenso. Lo bueno que tiene eso es que me animará a plantearme regresar con más tranquilidad en otro momento y de otra forma, yendo a esos sitios que no he podido ver ahora, sobre todo de naturaleza.
Por lo demás, a finales de mayo y principios de junio, nos hizo buen tiempo (salvo un par de tormentas), con una temperatura agradable, incluso calor en algún momento. Los precios me parecieron similares a los de España y no tuvimos ningún problema de seguridad para movernos por las ciudades incluso de noche. En los lugares turísticos había mucho ambiente y mucha gente, demasiada, la verdad. Pero, beno, ese es un inconveniente con el que hay que contar ahora mismo en casi cualquier viaje.
En cuanto a la comida, varía según la región y fuimos tomando un poco de todo. Entre los platos más típicos están los pierogi, una especie de empanadillas rellenas de varios ingredientes (carne y repollo, patata, queso…), los golabki (rollos de repollo rellenos de carne picada y arroz), el zurek (sopa agria de masa fermentada de centeno, en fin, una sopa de pan), la sopa de remolacha o barszcz y las salchichas, llamadas kielbasa, aunque las negras a mi me parecían morcillas, la verdad.
También recierdp las tortitas de patata y el bigo, un guiso tradicional. Y otros que no recuerdo su nombre. No faltan las ensaladas, tienen bastante fruta y chocolates muy ricos. En general, todo (casi) estaba bueno, aunque no cuentan con la variedad que tenemos nosotros, sobre todo en cuestión de pescado, que apenas hay.
En fin, en un diario de tantas etapas, creo que ya he ido contando todo lo que tenía que contar, así que me despido de Polonia con un hasta pronto, porque me he quedado con ganas de volver.