![]() ![]() TAILANDIA A LAOS POR EL MEKONG Y LA ISLA ELEFANTE ✏️ Blogs de Tailandia
RUTA CIRCULAR STANDAR CON MUCHO ASFALTO, TREN, FERRY Y RACIÓN DE BOTEAutor: Chungking Fecha creación: ⭐ Puntos: 5 (14 Votos) Índice del Diario: TAILANDIA A LAOS POR EL MEKONG Y LA ISLA ELEFANTE
01: UNO: Bangkok 1ª parte
02: DOS: Bangkok-Ayutthaya-Bangkok
03: TRES: del chino de Bangkok hacia el norte
04: CUATRO: Sukhothi sabatino
05: CINCO: destino Chiang Mai
06: SEIS: masajes a 100 en Chiang Mai
07: SIETE: Tigel Kingdom, Doi Suthep, el jade y no shopping en Chiang Mai
08: OCHO: de Chiang de abajo a Chiang de arriba
09: NUEVE: Chiang Rai, escorpión Mae Sai, monkey cave, y hot springs
10: DIEZ: tribus, elephant camp y preparación de la marcha
11: ONCE: cruce a Laos por el Mekong y slow boat
12: DOCE: entre los dos ríos de Luang Prabang
13: TRECE: vuelta ciclista a Luang Prabang
14: CATORCE: waterfalls y billetes anticipados
15: QUINCE: hacia la controvertida VANG VIENG
16: DIECISÉIS: rodeados de arroz en Vang Vieng
17: DIECISIETE: extracto de Vang Vieng y regreso a Tailandia
18: DIECIOCHO: transbordo en Bangkok dirección Este
19: DIECINUEVE: Koh Chang, llegada a la isla elefante
20: VEINTE: en la laguna de Koh Chang
21: VEINTIUNO: refranero con pescadores y cascadas de Koh Chang
22: VEINTIDOS: Bang Bao, Coco massage y el energúmeno
23: VEINTITRES: cerrando el círculo de Koh Chang-Bangkok
24: VEINTICUATRO: penúltimo dia pasado por agua
25: VEINTICINCO: chatuchak y adios
26: HOTELES DEL VIAJE
27: TRANSPORTES DEL VIAJE
28: y the end: SUGERENCIA DE ACTIVIDADES
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Etapas 13 a 15, total 28
Desayunamos en el Ancient café al lado de la oficina de turismo. Colocan seductora pastelería encima de una mesa en la acera, y no puedo evitar casar con el café, una madalena de coco. Sandra pide una baguette con tortilla francesa y dos cafés. El pan en Laos tiene fama ganada, y se encuentran panaderías y bakerys con buenas hogazas y diversas variedades de buen pan. En el Ancient, preparan además desayunos continentales, americanos, africanos, o lo que haga falta, aunque de cualquier manera, en esta ciudad hay muchos sitios para desayunar al estilo que uno quiera. Tras una ducha, alquilamos unas bicicletas, en una de los muchos hogares particulares de los callejones, que ofrecen este servicio junto con el de lavandería. El día de bicicleta sale a 20000 kips (2 eu). Arrancamos el pedaleo por la orilla del Mekong donde se encuentran las paradas de los botes, siguiendo calle adelante en dirección a la salida del centro, hasta enlazar con la gran avenida diagonal, que corta en dos la franja de tierra entre los ríos. En dos horas, hemos dado la vuelta a la ciudad, hasta la punta donde confluyen el Nam Khong (Mekong) y el Nam Khan. Merece la pena este transporte alternativo. Los conductores son absolutamente respetuosos circulando, y en ningún momento se tiene sensación de peligro. Los tuctucs, autos, motos, camiones, bicicletas, peatones y hormigas, mantienen una feliz convivencia, que hace que junto a la bondad del terreno, y la cadencia de la bicicleta, se disfrute enormemente del tour. Las dos ruedas, también permiten el desvío de las vías más transitadas, hacia el interior de las tierras húmedas, o zonas menos concurridas, donde la vida diaria es sensiblemente diferente a la del centro. Como hasta las 6 de la tarde, no hemos de devolver los biciclos, volvemos a salir del centro en dirección al Phosi Market a unos dos kilómetros, quizás el mayor mercado de Luang Prabang, en busca de “la piedra del río que depila” que le han descrito a Sandra. El mercado es muy popular, y la presencia de forasteros anecdótica, lo que hace que el inglés prácticamente inexistente, deje paso al universal lenguaje de la gesticulación. En la mayoría de puestos donde pregunta, ni siquiera intentan responderle, sino que la rechazan de inmediato apartando la mirada. Los laosianos sin generalizar, sobre todo los de mediana y tercera edad, porque los jóvenes son mucho más abiertos, son esquivos y distantes, mucho, supongo que primordialmente, por su ajetreada historia reciente: 1) colonización francesa a finales del XIX; ocupación japonesa durante la 2ª guerra mundial; ... ... 2) independencia de Francia a mediados de los 50; 3) guerra civil hasta mediados de los 70, con intervenciones estelares de Tailandia, Vietnam, la URSS, y EEUU, utilizando al pais como tablero de ajedrez, y en la que EEUU monta otra de sus guerras secretas en Laos, inscribiendo a Laos en el libro Guiness, como el más bombardeado de la Historia, ... .... arrojando indiscriminadamente sobre la población, entre 1964 y 1975, año en que se retiró de Vietnam, 260 millones (2 millones de toneladas) de bombas de racimo en 584000 misiones (más que todas las arrojadas durante la II Guerra mundial). Restos y rastros no son difíciles de encontrar, puesto que yo mismo vi dos colocadas a modo de saludo, a la entrada-peaje de un puente en Van Vieng; y 4) instauración de la comunista República Democrática Popular de Lao que se mantiene en el poder hasta el día de hoy. Por todo ese bagaje, muchos laosianos dan la sensación de que “sufren” sin disimulo al extranjero, por otro lado, ecuación comprensible. Sandra acaba gesticulando con dos chicas de una tienda de estética del mercado. Con un guijarro de la calle en la mano, hace como que se frota el brazo; una de las chicas saca una crema y hace como que se unta con ella y luego se da friegas; Sandra asiente con la cabeza y se señala el ojo, para que la chica le deje ver la crema; y así, hasta el final de la obra, que acaba con la adquisición de una especie de esponja rectangular rosa con textura de lija, y una crema de vitamina C, por 80000 kips (8 eu). Yo participo poco, y fotografío a una señora tumbada como muerta en una camilla del centro de estética de al lado, con una máscara de crema blanca, mientras las chicas que la “embellecen”, sólo tienen ojos para el espectáculo que se da en la competencia. Pasamos a la sección de alimentación, pero como todo es muy denso, no apetecen los olores y la vista de las moscas revoloteando sobre la carne, el suelo está pringoso, no llega la luz del dia, y no nos producen curiosidad los trozos de alimentos no identificados, lo rodeamos, y nos dirigimos a la verja de la entrada donde están encadenadas las bicicletas. De regreso al centro, decidimos devolver las bicis dos horas antes del límite. En la planta baja del callejón, hay un grupo de gente cocinando sobre una plancha de lata, haciendo las funciones de barbacoa. Por la mañana, nos alquiló las bicicletas una chica joven, pero ahora, bajo la vigilancia de un fornido chaval de boca y mirada torcidas, una señora recoge la bicicleta de Sandra entrándola en el chalet, y al recoger la mía, hace como que chequea, y dice “tenemos un problema”, señalándome el timbre, al que, obviamente igual que por la mañana, le falta el capuchón superior. La mete en la casa junto a la otra, y entra en escena el macizo joven de antes, balbuceando que he roto el timbre y que pague 20000 kips extras, al tiempo que el secundario de la barbacoa se me queda mirando, y aparece algún otro en el escenario. Suelto al aire un “¡joder, ya estamos!”, y al chaval que se relame, un "habla con la chica de la mañana para que diga que ya estaba roto el timbre". Entra, sale, y gruñe que pague porque él había chequeado las bicis por la mañana antes de que las alquiláramos. Le digo al zumosol, que me acompañe a hablar a otro lado, me responde que dónde, y le contesto que al hotel. Se vuelve a meter en la casa y sale el patriarca. Ya en el jardín del hostal, le pido al chaval de recepción al que involucro, que le explique en lao al viejo, que no hemos roto nada, y que por tanto no hay nada extra que pagar. Tras 5 minutos a tres bandas, hace una llamada por el móvil, cuelga, se levanta y se larga sin decir nada. Una vez se ha ido, el chico del hotel comenta que hasta hace poco, era habitual la práctica de requerir indemnizaciones por desperfectos, que evidentemente ya tenían los vehículos, sino es que los ocasionaban ellos mismos. Vamos a comer a un chiringuito a la orilla del río, viendo de camino la parrilla de un puesto callejero, donde lo rustido ha pasado de ser, pescado y carne con buena pinta por la mañana, a un montón de ranas y cangrejos en ese momento, de los que están dando buena cuenta un grupo de chavales. A mi me da de repente un bajón, por primera vez en el viaje, y empiezo a sentirme física y mentalmente cansado, por lo que, después de comer unos platos de arroz, y beber unas beerlao, volvemos al hotel, y me tumbo bajo el ronroneo del aire acondicionado. Anochecido ya, e hidratados con otra cerveza y el agua de la ducha, nos infiltramos en el mercado nocturno a recorrer los pasillos entoldados entre los puestos de artesanía, sin duda bonita y bien trabajada, sobre todo la madera, el papel y las telas. Bajo los toldos, nos encontramos con Gorka y Rosa, que nos informan de que han resuelto seguir un viaje diferente, por lo que se separan los caminos. Compramos unas latas de beerlao, y unos paquetes de Marlboro, que resultan ser los más baratos hasta ahora (15000 kips/1'5 euros), y en la balconada de madera del Thatsaphone, con vistas a la frondosidad de los jardines de Luang Prabang, conversamos, bebemos, y fumamos hasta medianoche. Etapas 13 a 15, total 28
Hoy hay planes acuáticos y terrestres, a saber, una visita a las cercanas (10 kms) cascadas de Tad Sae, y la obtención de los billetes de bus para mañana, miércoles 5, a Vang Vieng, 273 kilómetros al sur, con una estimación de 5 horas de trayecto a través de las montañas. Tras machacar a fotos a la ronda de monjes azafranes en su cuestación de comida a los fieles devotos arrodillados, que se ha convertido en una atracción más de Luang Prabang cada día a primera hora de la mañana, le pedimos precio a un tuctuquero por "excursión waterfalls Tad Sae". La rebaja no es mucha, pero es, de manera que los 150 del principio, se quedan en 120 mil kips (12 eu). Montamos, pero luego pasamos de mano en mano, o mejor dicho de tuctuc a songthaew, porque por alguna razón los tuctucs no te llevan, y el monopolio está en manos de las camionetas. Transbordados de vehículo, el chofer se dirige a un punto de control de la orilla del río, donde da el parte y dinero, a una señorita en una mesa bajo un cartel con menú de tours, donde el plato waterfalls Tad Sae marca 150 mil kips. Acabadas las gestiones, tomamos rumbo al sur, comprendiendo por las cuestas, la imposibilidad de los tuctucs. Realiza dos paradas más antes de la llegada, un control en otra mesa en la carretera, en la que presenta un libro de autorizaciones, seguro, o lo que sea, y un peaje, que paga el chofer, media hora después ya casi al final. Desde la zona de parking del tuctuc en medio de una aldea, se baja a la orilla del río, y se pagan 10 mil kips por el ticket de una canoa a motor, que por el peso de la sobrecarga de gente, va tan a ras del río, que al atracar han de sacar unos cuantos cubos de agua. Llega en 10 minutos, navegando río arriba hacia la otra orilla, hasta el amarre casi al lado del espectacular punto donde las cascadas vierten el caudal al Mekong, que descienden escalonadas, formando graderías entre los árboles y la vegetación. En una de ellas unos metros más arriba, se forma una balsa más amplia y mansa, donde está indicado el punto de baño, que no desaprovechan los visitantes para darse un chapuzón. El agua está perfecta, y es un placer remojarse y tomar algo luego, en las mesas de piedra al lado de los 2 o 3 chiringuitos que hay. Un poco más abajo, los elefantes cruzan por en medio de las graderías de agua, portando a los que han decidido montarse. Estuvimos 1 hora y media más o menos, pasando un buen rato, antes de tomar camino de vuelta hasta la bus station en las afueras de la ciudad, donde bajamos tras pagarle lo convenido al taxista. En la estación, la única taquilla abierta, nos expide cómodamente 2 billetes a Vang Vieng por 33 dólares ambos, para el Vip bus de las 9 de la mañana. El sol pega, pero salimos contentos y nos metemos en el vacío y tranquilo mercado chino que hay unos pocos metros abajo, frente a la estación, donde perdemos el tiempo trasteando con la mercadería de los puestos, y realizando una única compra, una afilada navaja china que me cuesta 4 euros, tras un mínimo regateo por medio de una calculadora, china claro. ![]() En la carretera, un tuctuc con un solo chaval de pasajero, para a nuestro lado y nos ofrece llevarnos al centro por 10 mil kips. Nos ahorrarnos la caminata, y en 10 minutos pisamos de nuevo Sisavangvog Road. Con unas cervezas, y un pescado a la parrilla, ensartado en un trozo de bambú, y envuelto en hoja de banano, nos vamos felices al balcón del hotel, mientras en mi bolsa, descansa el rey de picas que se descubrió al darle una patada a la carta boca abajo tirada en mitad de la calle. De la siesta, corta pero profunda, me despiertan los tambores budistas de los templos cercanos, que son graves y retumban como los de Calanda. Al rato cesan, y salimos a por un café y el chute dulce de un pastel de plátano y chocolate, que no sé porqué, me hace pensar en el bocadillo Elvis, o “ fool's gold loaf”, elaborado con un bote de mantequilla de cacahuete, otro de mermelada de uva, ½ kilo de tocino frito, y algunos plátanos caramelizados, y llamado así por la adicción del bulímico Elvis Presley a este explosivo sándwich regado con botellas de Dom Perignon, y por el que en alguna ocasión se dice, gastó buenas sumas de dinero por el antojo de traerlo o ir en jet privado, al restaurante 5 estrellas de Denver, inventor de esta bomba. En fin divagaciones. Luego, derivamos. Luang Prabang es turística, pero es una ciudad de deriva. Se anda sin pisar a fondo, sin dejar huella, porque es liviana y no cargas losa; aunque eso sí, cuando llegas, sorprende encontrarte una ciudad burguesa y refinada como ésta, porque no concuerda con lo que uno se imagina, o quizás sea la mayor parte de Laos. ![]() Avanzamos en dirección contraria al mercado, donde la calle cambia de nombre a Sakkaline Road, y el ruido mengua progresivamente. Sandra se mete en un locutorio, mientras a mí fuera en la puerta, se me cruza el loco del pueblo, un monje azafrán espigado y quijotesco, pero sin pelo, barba, armadura, caballo y lanza, que recorre las aceras, colocando objetos en su sitio; en el sitio de su cabeza no del objeto, porque los objetos no tienen sitio, o mejor dicho tienen el que uno les de. ![]() El monje, le da la vuelta a un casco, endereza un papel, saca el apoyapiés de una moto, inclina una lata, pone en fila objetos varios, junta o desune, y sigue recorriendo la calle, ubicando cosas hasta el infinito, igual que el universo. Supongo que es budismo extremo lo de este monje, loco del pueblo. Seguimos en la noche, y damos una vuelta a la manzana, que aquí son dos ríos. Elegimos uno y nos vamos al hermano mayor Merkong, donde unos juegan a la petanca nocturna, y otros ven la tele en la intimidad de sus rincones. Es gustosa Luang Prabang, o quizás es el ritmo de vida que tiene. Ya en la amiga terraza de madera, antes de acostarme para levantar y marchar, escribo esto, bebo beerlao, la tinta de mi rotulador se agota, y escucho a los vecinos que hablan mientras ven la tele reunidos, en medio del callejón. Mañana será otro día en otro sitio. Quedan 11 días para volver. Etapas 13 a 15, total 28
![]() Tal como anoche los dejé, siguen. La gente del callejón sigue de cháchara mientras amanece. El sueño ha sido inquieto y he salido a fumar al balcón dos o tres veces, en las que no ha cesado el parloteo de los parroquianos. En este instante son las 6, acabo el cigarrillo y voy a clausurar la maleta que, en ningún momento del viaje he deshecho. Solo coger, guardar, coger, guardar, para hacer fáciles las marchas y las llegadas. Ahora toca desfilar al canto de los gallos de los jardines. Lo que entienden por Vip, del bus que despega con puntualidad británica a las 9, dispuesto a cruzar las montañas, es un misterio. Siendo generoso con la descripción sería un Frankenstein bus de 4 ruedas, de tanto remiendo que luce. La TV, de tubo catódico por supuesto, y embadurnada de una especie de alquitrán, que está sujetada con cables a unas barras elevadas y metida en una caja de escai plástico marrón de primera generación, preferiría que no fuera encendida. Son las 6 de la tarde, cuando lo que queda de nosotros, aterriza al lado de la estación de buses de Vang Vieng. En total, 9 horas de viaje con sus correspondientes incidencias, que a posteriori siempre tienen una vertiente divertida. Por desgracia, la televisión sí fue encencida, y no explotó. Las que sí explotaron fueron las neuronas del pasaje, con la sesión ininterrumpida de videoclips a todo volumen, de baladas tailaosianas interpretadas por divos de ambos sexos, que nos amenizaron la tortura de trayecto con los mismos alaridos que la banda sonora de una matanza del cerdo. ![]() Para descansar los oidos, disfrutamos junto al resto de participantes en el atasco de dos horas, con parada y paseo voluntario, conversando con los arrozales y admirando el bello paisaje, debido a la caida de varias torres de alta tensión sobre la carretera, a unos 70 kilómetros de la meta, de los cuales, una vez reanudada la marcha, reservaron los 30 últimos para la práctica del bus-cross, gracias a un cursillo pagado de monta de asiento salvaje sobre bache, socavón, charco y pedrusco, incluyendo un concierto magistral en do mayor para bocina y orquesta, dirigido por el chófer, con el que además de obsequiarnos a nosotros, desplazaba a los niños hacia las cunetas, advertía al resto de vehículos y de animales no humanos, y atomizaba a los insectos que osaban acercarse a su parabrisas. Encantados de acabar el tour y el curso, ya de noche a las 6 como dije antes, montamos en un tuctuc que nos teletransporta al centro por 10 mil kips, junto a 2 machacadas inglesas, y dos amigos, uno de Andorra y el otro de Mataró, con los que nos vamos viendo desde el slow boat, y que van a estar recorriendo el sudeste asiático hasta Diciembre. En 10 minutos desmontamos en el centro de Lloret, perdon de Vang Vieng, inundado de kayaks, neumáticos de agua, guiris con bandoleras de chupitos, all the world's fast food, cibercafés, sesión contínua de la serie ”friends” en todas los bares del pueblo con colchonetas chill-out a disposición de los clientes, antros de luces de colores, bungalós coleccionables, y mini Mc Mansions yankees como estilo arquitectónico predominante. Como pienso que cuando se llega de noche a un lugar, la percepción está distorsionada por el estado en el que te encuentras por el trote, prefiero darme una ducha, y dejar pasar la noche, reiniciando a la luz del nuevo dia. Etapas 13 a 15, total 28
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