Hoy será mi último día en Kyoto, ya que mañana marcho a las 8:31 hacia Takayama. El plan de hoy, como ya he anunciado en días anteriores, se escapa un poco de lo habitual, ya que me voy a desplazar al norte, a una pequeña localidad costera llamada Amanohashidate.
Se trata de una recomendación explícita de Frogg.
Yendo hacia la parada de autobús me cruzo con un montón de pequeñitos escolares, uniformados y con la mochila de cuero colgada en la espalda (típica imagen de película de dibujos japonesa). Estando esperando al bus, veo que un niño de no más de siete – ocho añitos, recoge un cigarrillo encendido de la acera… yo flipo, hostias, que casi salgo a quitárselo de la mano… hasta que me percato que con dos deditos, como si tuviese una probeta con Ébola, lo lleva con sumo cuidado hasta una alcantarilla, donde lo tira. No me extraña que las calles estén tan limpias en estos países.
Para llegar a allí hay que combinar el JRPass (hasta Fukuchiyama) con una línea privada que recorre esa parte norte. Se puede hacer el trayecto directo, sin transbordos, pero hay que abonar en el tren (por supuesto, en efectivo) el importe por el uso de esa vía (1560Y).
El viaje directo dura exactamente dos horas, en un tren cómodo, medio vacío y con aire acondicionado.
En efecto, Amanohashidate es una localidad muy pequeña, de turismo interior (no vi occidentales). Lo más característico es que está separada por una lengua de tierra de 2’6km, que se encuentra sobre el propio mar. Hay más animación (tampoco mucha, la verdad) en la zona primera, donde te deja el tren.
En la estación de tren se encuentra también la oficina de turismo, donde en un ingés bastante básico me han mostrado los puntos más turísticos de la localidad. Éstos, se reaparten en las dos zonas de Amanohashidate. Pero no busquéis templos como en Kyoto, esta aldea es más para relajarse tranquilo. Incluso tienes la opción de descansar en la pequeña playa (vacía) que hay en la lengua de tierra.
El calor era agobiante (otra vez más), pero yo he perdido el traje de baño (sí, ya sé, es el enésimo recuerdo que voy dejando a mi paso por Corea y Japón). No sé cómo se vería aquí el nudismo, y no me he atrevido a sacar el micropene al fresco.
Como iba a estar unas cinco horas en el pueblecito, me he decidido a caminar a la zona boscosa del otro lado. Para llegar, después de los 2’6km, se puede subir en el telesilla (como los de las estaciones de esquí, 450Y) o, como un campeón, sudar la gota gorda por las escaleras que se encuentran paralelas y se adentran en el bosque. Se tarda en llegar apenas 25 minutillos.
El esfuerzo merece la pena, sí o sí. Porque las vistas desde este mirador son simplemente magníficas.
Una vez estar allí arriba y descansar un poquito contemplando esta maravilla, en vez de volver a bajar otra vez, he continuado el sendero hasta un templo, 1’5km más arriba en la montaña. Para llegar, he tenido que seguir la carretera, pues no venía indicado sendero alguno. Por supuesto, todo esto más sólo que la una.
A pesar de estar a más altura, no se tienen vistas de la zona del mar, pues estoy en medio del monte. Entonces he decidido terminar de hacer una especie de ruta circular, bajando el monte por el otro extremo, entre pinos y preciosos bambúes. He salido a la carretera, a unos dos kilómetros de Amanohashidate.
En total, habrán sido unas 3 horas de caminata, contemplando las vistas y la perspectiva montañosa, de suaves colinas, de este precioso lugar.
Ya con un hambre voraz, me he vuelto a la zona del tren, donde he comido un plato de udon al estilo de la localidad: asari udon (fideos gordos con almejas). Estaban realmente ricos, aunque han ganado con un poco de especie picantes… será que me estoy acostumbrando a los sabores orientales.
Mirando Hyperdia, he comprobado que hay una combinación del tren privado que te lleva a Fukuchiyama por sólo 760Y, haciendo un transbordo previo, pero en el mismo tiempo. Evidentemente, no estoy por la labor de pagar el doble (aunque sólo me ahorre 6 eurillos). Ya en Fukuchiyama he cogido, después de diez minutillos de espera, el JR que me llevaría a Kyoto. El recorrido habrá durado130 minutos aproximadamente.
En la estación de kyoto no me apetece hacer nada, así que me vuelvo a casa de Frogg. Los húngaros me han mandado un mensaje advirtiéndome que me han dejado la llave en unas botas que tiene Frogg en el exterior de su casa. En efecto, allí estaban. Me apetecía comer algún vicio “occidental” y me he comprado, después de buscar en tres supermercados, mantequilla para hacerme unas tostadas. Jodé qué buenas me han quedado. He gastado el paquete entero de 150 gramos de mantequilla,… pero es que me ha hecho volver a casa mientras me lo comía.
Al de muy poco ha llegado Frogg… con Jokin!! Otra vez. Quería despedirse “como Dios manda”. Total, que la despedida se ha prolongado más de tres horitas. Esperpéntica la perspectiva de ver a Jokin hablando en japonés con Frogg, traduciéndome después de lo que hablaban; mientras yo hablaba en ingés con Frogg, traduciéndole después lo que decíamos. La imagen de ver y oir a un vasco hablar en japones con un taiwanés se ha quedado grabado en la retina de por vida.
A la madrugada nos ponemos a hacer la mochila, pues mañana salimos de casa hacia las 7:15. El tren directo a Takayama lo tenemos a las 8:31.