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Hoy es el día, nos vamos a Bolivia (con lo que hay atrasar una hora el reloj), vamos en busca del increíble Salar de Uyuni. A las siete y media de la mañana, pasan a recogernos los de la agencia cordillera traveller, antes de eso desayunamos con Ivo, charlamos un rato con él y nos despedimos.
Puntualmente nos recogen, nos trasladan a la gasolinera de San Pedro, donde nos montamos todos en un autobús que nos llevará hasta la frontera con Bolivia, en el hito cajones, por la misma carretera que te lleva a los monjes de Pacana. Allí tenemos cinco o seis vehículos por delante por lo que nos toca esperar un poco, hacemos los trámites de salida de Chile y tres kilómetros más adelante, llegamos al puesto fronterizo de Bolivia, donde nos estampan un nuevo sello en el pasaporte. Mientras hemos hecho los trámites de aduana, los guías han preparado un desayuno del que damos buena cuenta.
Llega uno de los momentos más importantes, y es ver con que grupo te toca, a nosotros nos tocó en suertecon un chico y una chica de Suiza que no llegaban a los veinte y un matrimonio de brasileños que rondaban los sesenta, junto con nuestro guía Samuel. Tuvimos mucha, muchísima suerte, hubo mucha afinidad y se formó rápidamente un muy buen ambiente, con la pareja de suizos ofreciéndose a ir en los asientos de atrás prácticamente todo el viaje, con intereses parecidos, no hubo el típico gracioso, el que acapara al 100% al guía, el que te hace esperar, en fin que formamos un grupo buenísimo en el que nos lo pasamos muy bien.
Al poco de acomodarnos en el vehículo, toca bajar de nuevo, hay que dar los datos y pagar las entradas (en bolivianos) a la reserva andina Eduardo Avaroa, ojo que al salir del parque te vuelven a pedir que les enseñes las entradas y si no las tienes o las has perdido, te toca pagar de nuevo.
Ahora si que arrancamos el tour, vamos a cumplir un sueño, en realidad dos
(El Salar de Uyuni y el Parque Eduardo Avaroa, que desde tuve conocimiento de su existencia hacia unos años, tenía entre ceja y ceja su visita) y muy cerquita, tenemos nuestra primera parada, la laguna blanca, laguna andina que presenta un color blancuzco, debido a la elevada presencia de diversos minerales.
El guía-conductor-cocinero, nos da una breve explicación de la laguna, nos da un rato para que paseemos, tomemos fotos y nos marca un punto donde nos estará esperando.
Casi pegada a la laguna blanca, se encuentra la laguna verde, de hecho se encuentran comunicadas y la primera abastece a la segunda, dicen que su coloración esmeralda es debida a la alta concentración de minerales, en particular de plomo y arsénico, pero nosotros muy verde no la vimos.
Con el Licancabur, ahora lo vemos desde la parte boliviana.
Continuamos nuestro camino, tenemos mucha suerte, el día es fantástico, a pesar de estas a 4.500 metros de altura, hace un día soleado, apenas sopla el viento. Nuestro guía Samuel nos dice que vamos a tener mucha suerte, que los días pasados ha soplado mucho el viento y cuando eso pasa, luego vienen tres, cuatro días de calma y luego otra vez un período de mucho viento.
Avanzamos hasta llegar al desierto de Dalí, dicen que se llama así por la similitud que muestra con alguna de sus cuadros. A mi simplemente me pareció un sitio surrealista, increíblemente bonito, inmenso, silencioso.
Un lugar para saborear su variedad de texturas ocres y rojizas, un paisaje utópico.
Siempre, hay alguien cerca, estamos a unos 4.700 metros y cualquier problemilla se puede convertir en problemón.
Continuamos hasta las termas de Polques, hay dos piscinas naturales, a los pies del Salar de Chalviri. Sólo dos valientes del grupo hicieron frente a desvestirse y disfrutaron de un baño calentito con excepcionales vistas. El resto nos dedicamos a pasear a la orilla de la laguna, cada uno buscando su espacio.
No hay descanso, nos acercamos a “sol de mañana”, campo geotérmico de unos dos kilómetros cuadrados de extensión y situado a 4.850 metros de altitud. Posee una gran actividad volcánica con geyseres, fumarolas y cráteres con lava hirviendo. El mejor momento para visitarlo dicen que es al amanecer, cuando el frío y las primeras luces resaltan las columnas de vapor que pueden alcanzar alturas de diez a cincuenta metros.
Está claro que el sitio es una maravilla, las fumarolas, el burbujeo del agua hirviendo, el olor, el azufre. Nos está encantando este primer día, es un no parar de ver cosas increibles.
Si tuviera que elegir entre los geyseres del Tatio y los del Sol de mañana, sería muy difícil, “Sol de mañana” son más agrestes, más naturales, salvajes, pero “Geyser del Tatio” son más grandes y el espectáculo de verlos al amanecer los hace ganar muchos puntos. Así que me quedo con los dos, que son muy chulos.
Vamos agotando el día, nos dirigimos a nuestra última visita del día, la laguna colorada, pero antes de visitarla, nos acomodamos en nuestro hotel de hoy, un sitio básico y rudimentario en el que se comparten habitaciones para seis personas, nosotros sólo compartiremos con los chicos suizos, puesto que el matrimonio brasileño ha escogido la opción de dormir en habitación privada. Hoy seguro que nos van a hacer falta los sacos de dormir, a pesar de que las camas cuentan con 3-4 mantas. Dicen que normalmente fuera hará unos diez grados bajo cero y la habitación estará a cero grados.
Vamos al comedor y tenemos la comida preparada, puré de patata, filetes de cordero y ensaladas, agua y coca-cola para comer y de postre, una fruta, de momento la comida es correcta, yo no tengo queja.
Nos dirigimos ahora a la laguna colorada, que queda a escasos 10-15 minutos en coche desde nuestro alojamiento.
La laguna colorada, a unos 4.300 metros de altura, es sin duda la alguna más rara y espectacular de todo el recorrido (y es mucho decir). Fue una de las candidatas a ser elegida entre las siete maravillas naturales del mundo y su sorprendente color es debido a los sedimentos de color rojo y el color de un tipo de alga muy particular que sólo se desarrolla en estas específicas condiciones ambientales. También cuenta con islas de bórax en las zonas norte y sudeste que le dan apariencia de nieve, y es zona de cría y reposo de miles de flamencos
La explicación menos técnica, es que es una pasada de sitio, una inmensa laguna de un intenso color rojo, salpicada de miles de flamencos. Uno de esos lugares que irremediablemente te arrancan un guauuuuu!!
Nos deja Samuel al comienzo del sendero y nos da tiempo suficiente para que iniciemos el sendero que nos llevará a recorrer una parte de la laguna, primero por la parte alta y después bajando hasta la orilla.
Las vistas son insuperables y no dejas de sentirte un afortunado por estar aquí, admirando miles de flamencos sobre una laguna de fantasía con las vicuñas y llamas correteando libremente de un sitio para otro. Una maravilla de la naturaleza.
Pasamos por delante de la cafetería que han instalado en lo alto del mirador, es inevitable hacer cientos de fotos, bajamos a la orilla y a disfrutar.
El tiempo se pasa volando, no soy consciente del tiempo que hemos pasado, desde luego, en estos lugares, nunca en suficiente.
Finalmente, completamos la vuelta, hemos disfrutado como niños chicos, y nos volvemos al hotel, allí cenamos sopa, pasta y fruta, compartimos vivencias y al poco nos vamos a la cama, no hay mucho que hacer aquí y el frío empieza a ser intenso, tan intenso como el día de hoy.
Como me pasó cuando visité Arches en Utah, me voy a la cama con la misma sonrisa y con el mismo pensamiento: yo, soy de Eduardo Avaroa
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