Dia 8. Salta - El Tren a las Nubes. Parte 2.
El paisaje es desértico, lunar, arisco, duro pero espectacular. Una vez mas, unas quebradas de colores rojos infinitos combinados entre sí. Apenas hay vegetación, más que algunos matojos y los cardosos, esos cactus que solo crecen a partir de 2000 metros y no pasan de 3500 mt de altura. Una de las pocas cosas que oigo bien del guía, porque ya me encuentro mal con el maldito mal de altura, es que estos cardosos son una especie super protegida. Solo pueden trabajarlos y hacer artesanias o objetos como ventanas, puertas o lo que sean, si el cactus está muerto o se han quedado destrozados por causas naturales, como un rayo o derrumbes. [/b]
Sobre las 11’30 llegamos a San Antonio de los Cobres, una población de unos 10.000 habitantes que vive de la minería y ahora más, del turismo. A juzgar por las casas del pueblo construidas o a medias, en este lugar hay mucha "plata"…
Abordamos el tren, que es la expresión que utilizan para "subir al tren" y aunque está lleno, en nuestros asientos de 4 no hay nadie más, por lo que podemos movernos bien y abrir y cerrar las ventanas cuando queremos..

El momento culminante es cuando llegas al Viaducto de la Polvorilla, momento que acompañan con la música de La Misión. Es muy emocionante. Todo el mundo enloquece, empieza a aplaudir y empiezan a sacar los móbiles por la ventana para captar esa imagen tan típica como el tren sobre el puente de hierro haciendo la curva. A los pies de la estructura, allí abajo, como hormigas, fotografiando el momento.
Realmente espectacular.

Pasado el puente, como no se puede dar la vuelta, se para. El maquinista y la máquina del tren que ahora van en el vagón de adelante, se cambian al vagón posterior, que ahora será el primero. Y la gente es "invitada" a cambiar de lado de asientos. Los de la izquierda a la derecha, y al revés, y así todos pueden fotografiar la curva..

Ya en el otro lado del Viaducto, el tren para durante 30 minutos. Hace viento y debemos estar a una temperatura baja pero no importa. Carpe Diem. Y el momento culminante es cuando hizan la bandera argentina en el mirador y suena el himno.

No tengo muchas fotos porque el cuerpo no estaba para más…
El regreso es igual, unos 45 minutos pero ahora ya de silencio porque la mayoría duermen. De hecho, son las 2 de la tarde y si contamos, llevamos ya 7 horas de excursión.
Sobre las 3 llegamos a la estacion de San Antonio de los Cobres y en el mismo bus te llevan al centro del pueblo, donde hay varios restaurantes y paraditas de comida para que escojas la opción que quieras. Yo estoy hecha polvo por el mal de altura y ya llevo un par de chutes de oxígeno pero no me encuentro nada bien, y tengo que aguantarme como pueda porque la vuelta es también larga. En cas bus hay unos cuantos "tocados" que nos dejan quedar en el bus mientras los demás van a comer o a tomar fotos. Con el solecito, el cansancio y esos sillones mulliditos más de uno aprovecha para hacer una siestecita. Por lo que me comentan, el pueblo en sí no tiene mucha cosa.
A las 4’30 emprendemos el camino de regreso hacia Salta , con alguna paradas mas. Una de ellas, para la merienda. Y es que lo tienen tan bien organizado que reparten unos bolsitas con snacks, chocolatinas, crackers y un vaso de plástico reciclable dentro del cual hay un sobre de te, café solubre y azúcar. Eliges la bebida que quieres y pasas por las “termeras” del bus del agua caliente.
Llegamos a Salta sobre las 8 y después de haber hecho una excursión preciosa. E inolvidable.
Por suerte, el mal de altura se ha pasado y la recuperacion es buena. Ha sido bajar de altura hacia los 2000 e ir encontrándome mejor. Oímos que las enfermeras han trabajado mucho durante el trayecto porque el mal de altura es diferente para cada uno. Algunos han necesitado oxígeno pero los vómitos, dolor de cabeza, nauseas y sensación de estar destrozada es terrible. Y eso que en Perú estuve varias veces entre 3000 y 4000 metros, entre el Valle del Colca y el Cuzco y no lo pasé tan mal.. O quizás es que hace tanto tiempo que no me acuerdo…
Llegados al hotel, y aunque cansados, salimos a cenar algo sólido porque yo no he comido en todo el día.A 2 minutos del hotel está La Casa de la Milanesa donde hay de todo un poco, pero como bien dice el nombre, optamos por unas ensaladas y milanesas que dan fama al lugar, que se puede recomendar.
Y felices por este día maravilloso, nos vamos a dormir. Una cura de sueño no nos vendrá mal y mañana no nos pondremos el despertador.
