Las 6.00h de la mañana y suena el despertador. Soy incapaz de levantarme. Finalmente a las 6.30h consigo llegar a duras penas hasta el cuarto de baño, y a las 7.30h ya estamos desayunando en Zana´s Café, la cafetería restaurante adyacente al hotel, que tiene concertados con él los desayunos, así que pedimos en recepción nuestro cupón y fuimos para allá. Camareros latino americanos y el gerente o encargado bastante rancio, pero el desayuno está bastante bien y se puede elegir entre tres tipos: continental (con bollos); americano (con huevos y beicon o salchichas, y tostadas); y el madison (con tortitas o Franch coast). Desayunamos rápido, y con la tripa llena nos vamos de camino a Castle Clinton, en Batery Park, la zona sur de la isla, donde teníamos que coger el ferry para ir a la Estatua de la Libertad.
Al entrar al metro nos sacamos la metrocard válida para 7 días, aunque nosotros sólo íbamos a estar 4, pero os aseguro que se amortiza con creces, porque las distancias son enormes y usamos muchísimo el metro. Pronto nos damos cuenta de que no es tan complicado orientarse en el metro de Nueva York como dicen, va por líneas y colores, y en el mapa, en cada estación, te dice las líneas que paran, así que no es nada complicado, sólo hay que tener cuidado por las noches, porque no todas las líneas funcionan o no hacen todas las paradas, y a veces hay cortes por obras, vamos, como en España.
Llegamos a Battery Park y fuimos directamente a canjear nuestras citypass. En Manhattan, dependiendo de los días que vayáis a estar, y de las cosas que os apetezca hacer o ver, tenéis dos opciones de tarjeta, la citypass y la New York Pass. La citypass vale para 5 monumentos, los principales, y es válida para 9 días. La New York Pass la podéis coger por 3, 5 ó 7 días e incluye mayor número de actividades, pero ya depende de lo que tengáis planeado hacer. Nosotros, según los días que íbamos a estar, y lo que teníamos planeado hacer, nos decidimos pos la citypass y la llevábamos comprada desde España. Con las entradas que incluye el talonario de la citypass no tienes que esperar colas en casi ninguna de las atracciones que incluye, así que para el ferry entramos enseguida, mientras había unas colas considerables para los que tenían que coger la entrada y no tenía preferencia.

El trayecto en ferry está genial, porque las vistas que se tienen de la bahía de Manhattan son impresionantes, y también de la estatua, y sólo por eso ya merece la pena el paseo. De hecho, si no hubiésemos ido a la estatua, seguramente hubiésemos cogido el ferry que va a Staten Island para ver el skyland desde la lejanía, que es alucinante. Llegamos a la Estatua, y tras coger las audio guías, que están también incluídas en la citypass, nos vamos corriendo a subir al pedestal de la estatua, porque luego se forman muchísimas colas. Allí también hay muchas medidas de seguridad y sólo te dejan pasar con la cámara de fotos y la de video. Después de subir más de 100 escalones, estábamos en el pedestal de la Estatua. Te puedes asomar y observar las vistas, y ver a la gente que está abajo en la base. Tanto la audio guía, como un pequeño museo que hay dentro de la estatua te cuentan toda su historia. La verdad es que una vez que estás allí, la Estatua de la Libertad es bastante menos impresionante de lo que nos imaginamos, porque es bastante más pequeña de lo que parece en las películas, pero aún así, estar allí, es una pasada. Después salimos a la explanada y dimos toda la vuelta andando al pedestal desde abajo. Y tras sacar un montón de fotos, como no, volvimos a coger el ferry rumbo a Ellis Island.


Ellis Island es la isla a la que llegaban todos los inmigrantes que querían entrar al país. Allí hay ahora un museo que explica paso a paso cuál y cómo era todo el proceso de entrada al país. Como llegaban, como los interrogaban, los hacían pasar una cuarentena, los hacían exámenes médicos y psicológicos, y en en base a qué o que no les permitían el acceso. Allí también cogimos la audio guía, que ayuda bastante a comprenderlo todo. En unos tres cuartos de hora lo tenéis visto. A nosotros nos mereció bastante la pena ir, pero ya depende de los gustos de cada cual y su interés por la historia del país. A nosotros fue un museo que nos impresionó mucho.


A las 12.30h estábamos de vuelta en Manhattan para comenzar el recorrido que teníamos previsto por Finalcial District (por cierto, tenéis todas las rutas que me hice para recorrer nueva York, con los enlaces a los mapas de Google maps, dentro del foro de USA y Canadá, en RUTAS PARA RECORRER NY PARA DESCARGAR EN PDF). Primero fuimos a ver el toro de la Niso, el toro que hay en la zona de la bolsa, y que es conocido porque la gente le toca los genitales, y los tiene desgastados de tanto sobe, jajaja. Después, subiendo caminando vimos los edificios de la bolsa, la iglesia de la Trinidad y entramos al famoso McDonalds que tiene dentro un pianista tocando en directo. También estuvimos en la zona cero, que actualmente está toda tapada por las oras que están haciendo, pero que realmente impresiona mucho ver toda la superficie que abarcaba. Allí también está la iglesia de St.Paul´s, que se ha hecho famosa porque no tuvo ningún desperfecto durante el atentado de las torres gemelas.





También entramos al Century 21, y como no, según nos habían recomendado, nos compramos cada uno unas gafas de sol de marca, que allí están muy baratas. Me quedé con ganas de ver más a fondo estos grandes almacenes y de hacer allí más compras, porque creo que si rebuscas un poco puedes encontrar grandes ofertas. Pero si nos quedábamos allí mucho rato se nos iba el día, así que salimos de allí y nos fuimos rumbo a City Hall Park, donde está el edificio del ayuntamiento, desde donde íbamos a coger el metro para ir a comer a Kat´s Delicatesen, en el barrio judío. Es un restaurante famoso por sus sadwichs de pastrami, un embutido de carme. Aunque el sitio me pareció un poco guarrete, era un sitio de mucha solera y donde han ido a comer muchísimos famosos y personalidades. Además, el famoso sándwich estaba muy bueno.


Desde allí comenzamos nuestros recorridos de la tarde por Lower East Side hasta Chinatown, Little Italy y Soho. También teníamos planeado Tribeca, pero a este último barrio no nos dio tiempo a llegar. El barrio de Chinatown me gustó mucho, me pareció mucho más auténtico que el de San Francisco (que era más turístico). En el de Nueva York, si callejeas un poco sí que puedes ver sus mercados, sus tiendas típicas, sus restaurantes. Veías frutos raros, raíces, especias, galletas de la fortuna que vendía una viejecita…

Little Italy ya no es lo que era, se reduce a una calle, y está siendo invadida también por comercios chinos y judíos, pero sigue conservando los famosos restaurantes italianos que atraen a los turistas, las fotos de la mafia en los escaparates y las bocas de incendio pintadas con la bandera italiana, que hacen que siga siendo una calle con encanto.

El barrio del Soho es hoy en día lo más inn de Manhattan. Recorrimos su parte baja que va por la avenida Broadway, y que está todo lleno de grandes tiendas de marcas. Muy chic, fashion y, sobre todo, caro. Entramos a varias tiendas para echar un vistazo, pero realmente la mayoría de las cosas se escapaban a nuestro bolsillo.
Desde allí, como ya no íbamos muy bien de hora, cogimos de nuevo el metro para regresar al City Hall Park, ya que nuestra meta del día consistía en cruzar andando el pueste de Brookling y ver cómo se esconde el sol sobre la isla, desde el otro lado del puente. Era bastante más largo de lo que nos imaginábamos, y aunque tratamos de cruzarlo muy deprisa, se nos echó la noche encima. Es una experiencia guay y nos hubiera gustado haberle podido dedicar más tiempo para cruzarlo tranquilamente y no a la carrera.


La idea, una vez cruzado el puente, era ir a coger una pizza para llevar en Grimaldi´s, pizzería muy famosa, e írnosla a comer a la zona que hay debajo del puente, y desde donde hay unas vistas magníficas, pero una vez más las distancias eran demasiado largas y, además, nos perdimos y anduvimos un buen trecho en la dirección opuesta, pero en fin… Una vez que rectificamos el camino y conseguimos llegar a Grimaldi´s, ya de noche, nos encontramos con unas estupendas colas, propias de una famosa pizzería. Como ví que había un poco de gente apartada de la cola esperando, pensé que era la cola de “para llevar”. Allí me plante, y en “sólo” media hora salíamos con nuestra pizza calentita. Después me dí cuenta de un cartel en el que ponía que era la misma fila tanto para restaurante como para llevar, jajajaja, así que me había colado como una campeona, jajjaa, lo siento.
Nos fuimos a cenar con las maravillosas vistas de Manhattan iluminado (verdaderamente preciosas), y nuestra pizza de jamón, cebolla y aceitunas negras. Un consejo, podéis pasar sin Grimaldi´s. Llevaros unos bocatas y saldréis ganando. Es una pizza corrientucha y muy cara, además en nuestro caso las aceitunas negras estaban tan saladísimas que no fuimos capaces de comérnoslas.
Nos sentamos en unos bancos, nos descalzamos, y nos pusimos como bárbaros a comernos la pizza porque ya teníamos un hambre brutal. Parecíamos mendigos y la gente se nos quedaba mirando, jajaja, pero nos daba igual, cuando uno tiene todo el skyland de Manhattan iluminado delante de sus ojos hay cosas que no importan demasiado.
Sacamos fotos y más fotos y regresamos a coger el metro para irnos a reencontrar con la ducha y la maravillosa cama. Un nuevo día maravilloso se nos había ido, y teníamos cada vez más la sensación de que nuestras aventuras llegaban a su fin.

