Podemos cruzar al otro lado del río por el puente Metekhi, junto a la iglesia del mismo nombre (ojo con los coches y las obras). El puente actual se construyó en 1950.
Según viajeros franceses del siglo XVIII la actual plaza Meidan siempre ha sido un lugar comercial. De hecho, se considera que allí estaba uno de los bazares más antiguos del Caucado, ya en activo en los siglis IV y V y con conexiones con la Ruta de la Seda.
Hoy lo qye vemos en la plaza son muchos restaurantes (en el entorno hay hasta un español) y la parada el bus turístico (de esos rojos de dos plantas en los que subes y bajas y que hay en todas partes). El bazar permanece en el subsuelo y es una gran tienda de recuerdos y vinos.
En la plaza está el restaurante Machakhela, de comida georgiana y parte de una cadena (hay unos cinco en la ciudad). Calidad precio no está mal. Eso sí, son bastante lentos para servirte (una constante en el país). En la planta superior, junto a la ventana o en la terraza, hay vistas. Delante hay unas letras de I love Tbilisi.

En la fotografía anterior estoy apoyada en un monumento. Se trata de la escultura a Sayat Nova. El monumento al destacado poeta y músico armenio, el ashug (una especie de bardo) Sayat-Nova (Harutyun Sayadyan) fue inaugurado en Tbilisi el 7 de junio de 2009. El monumento de los escultores Gia Japaridze y Kakha Koridze se instaló debajo del muro norte de la iglesia armenia de Surb Gevorg. Este lugar no fue elegido por casualidad. Fue aquí, en 1795, durante el ataque del sha persa Agha Mohammed Qajar a Georgia, Sayat-Nova, junto con otros cristianos, se refugió de las tropas enemigas. En el umbral de este templo, Sayat-Nova fue asesinado y enterrado.
Y empezamos con las calles empinadas. Empinadisimas.
En la calle Samghebro encontramos la Iglesia de San Jorge. Según los historiadores armenios Hovsep Orbeli y Levon Melikset-Bek, la iglesia fue fundada en 1251. La fecha se basa en una inscripción árabe en un khachkar sobre la puerta occidental del patio de la iglesia. Según el cronista del siglo XIII Hovhannes Erznkatsi, la iglesia fue construida por el príncipe Umek de Karin. La Diócesis de la Iglesia Apostólica Armenia en Georgia afirma que la iglesia existió mucho antes del siglo XIII y que el príncipe solo la reconstruyó. Ellos proponen la fecha de construcción del 631.
La iglesia fue entregada a la guarnición persa por Safavid Shah Abbas I de Persia en 1616 y devuelta a la comunidad armenia en 1748 por el rey Heraclio II de Georgia . Se quemó cuando los persas saquearon Tbilisi en 1795. Fue restaurada en los siglos XVII y XIX.

Se convirtió en la sede de la Diócesis de Georgia de la Iglesia Apostólica Armenia después de que las autoridades soviéticas demolieran la Catedral de Vank en la década de 1930. Fue renovada nuevamente en 2012. Los edificios del complejo eran utilizados como residencia temporal del rey Jorge XII de Georgia.
La iglesia está construida en ladrillo con los muros exteriores estucados.
La Mezquita Juma de Tbilisi fue construida a principios del siglo XVIII (según una de las fuentes en 1864). La mezquita tiene dos mehrabs y parece que en el siglo XIX hubo dos mezquitas, una junto a la otra. Permaneció abierta durante el tiempo de la Unión soviética. Es la única en el mundo (o una de las pocas) en la que las dos ramas del Islam (los sunitas y los chiitas) rezan juntos.

La mezquita está construida en ladrillo rojo y se encuentra en la empinada calle Botanical, en la subida a Narikala. Se puede entrar (descalzándote y cubriéndote la cabeza si se es mujer). En el interior está decorada con tonos azul cielo y blanco.
Siguiendo esa calle (empinada pero en un corto paseo) llegamos a la entrada principal del Jardín botánico y, a la derecha,, la escalera que sube a la fortaleza de Narikala.
Originalmente se conocía con el nombre de Shuris-Tsihe (La Fortaleza Envidiable). La fecha de construcción de la fortaleza data del siglo IV, antes incluso del nacimiento de la ciudad. Fue ampliada varias veces. Durante los siglos VII y VIII fue reconstruida por los árabes. David el constructor la amplió. Durante los siglos XI-XII fue el turno de los mongoles. En el tiempo de las invasiones mongolas la fortaleza tomó el nombre de Naryn Kala (en túrquico naryn significa “pequeño” y kala “fortaleza”).
Dicen los historiadores que Narikala, como parte de la Gran Ruta de la Seda, era la fortaleza más fortificada e inexpugnable de todas en Tiflis. En 1827 se destruyó en un terremoto y desde ese entonces no ha sido reconstruida por completo. Lo que hoy podemos ver son básicamente sus muros y no todo el recinto es accesible (es gratis).

En el interior de la zona accesible encontramos la iglesia de San Nicolás que data del siglo XII. El templo fue construido en 1996 aunque es una réplica exacta del edificio original, que fue destruido por un incendio en el Siglo XIII. El interior está decorado con frescos que muestran escenas tanto de la Biblia como de la historia de Georgia. Abre a las 11 horas. Yo no entré.
Que nadie espere, pues, ver mucho más allá de los muros. Pero se trata de un importante recinto histórico, accesible a pie, en coche (el aparcamiento es muy pequeño y hay accesos cortados por lo que ni el taxi que quisimos subir pudo; quizás sí por otra calle) o en teleférico (parte alta de los muros; tienes que bajar un poco para encontrar la puerta). Yo creí que sería más complicado subir andando y solo es un paseo (cuesta arriba, claro).
Apenas a cinco minutos de la fortaleza, un poco más allá de la estación del teleférico, encontramos la imponente estatua de la Madre Georgia o Kartlis Deda en georgiano (la verás de lado o por la espalda). La estatua fue erigida en la cima de la colina Sololaki en 1958, año en que Tiflis celebró su 1.500 aniversario. El importante escultor georgiano Elguja Amashukeli diseñó la figura de aluminio de veinte metros de una mujer en el traje nacional de Georgia. Dicen que simboliza el carácter nacional de Georgia: en su mano izquierda sostiene un recipiente de vino para los que vienen como amigos y en su mano derecha lleva una espada para aquellos que vienen como enemigos. Parece hecha de papel de plata.

Desde allí arriba también se puede acceder al enorme Jardín botánico, administrado por la Academia de Ciencias de Georgia y muy bien cuidado.
Ya desde antiguo la cresta Sololaki esta zona estaba cubierta con huertos de reyes georgianos. El viajero francés Jean Chardin, que pasó varios meses en Tbilisi en 1672, escribió que en el jardín real, junto con árboles frutales, vio hermosos árboles grandes que creaban sombra y frescor. En 1701, el botánico francés Joseph Pitton de Tournefort dijo que las plantas estaban bien cuidadas en el jardín real. A finales de la Edad Media, junto al hardín hubo un cementerio musulmán.
Según el plan de Tbilisi realizado por el príncipe Vakhushti Bagrationi en 1735, un jardín ocupa un área larga y estrecha en la margen derecha del río Tsavkisistskali entre el actual puente de la Reina Tamar y el antiguo cementerio musulmán. Después de la anexión de Georgia por el Imperio ruso en 1801, el jardín se convirtió en una propiedad estatal y se estableció un jardín municipal para el cultivo de frutas y verduras.
Durante el siglo XIX, fue mantenido y administrado por varias organizaciones estatales y tuvo varios períodos de declive y renovación. En 1845, Mikhail Vorontsov, el virrey ruso del Cáucaso, estableció el Jardín Botánico de Tbilisi, expandiendo el jardín hacia el valle, incluido el antiguo cementerio musulmán, que ocupaba un terreno ascendente en la margen derecha del río, en las proximidades del actual Panteón. de eminentes azeríes.

En 1872-3 se crearon jardines ornamentales con árboles, arbustos y flores en el área alrededor del edificio del Museo y la «Orangerie francesa». El Jardín Botánico se convirtió en un recinto académico en la década de 1890, y en 1896 ocupaba aproximadamente 6.5ha en la ladera sur de la cordillera Sololaki, desde la entrada actual a la cascada. A fines del siglo XIX, el Jardín Botánico se expandió hacia el oeste y el suroeste y sus colecciones crecieron significativamente y se organizaron en agrupaciones bioregionales a partir de 1897. Ha crecido mucho desde entonces.
En el jardín encontramos hasta un pequeño puente colgante y una cascada. La entrada es de 4 GEL por persona. Recomiendo su visita. Bonito y tranquilo.
Si volvemos a bajar nos encontramos con el Monsterio de los cuarenta mártires de San Sebastián, empezado a construir en 2002 y consagrado en 2009.
Nos encontramos ya en el barrio de Abanotubani. Este fue el lugar donde, según la leyenda, cayó el halcón del rey de Iberia, Vajtang Gorgasali, lo que le llevó a descubrir las aguas termales y, posteriormente, a la fundación de una nueva capital. No es de extrañar que abunden los edificios de baños, casi tan populares como los turcos. Una fuente con las dos aves recuerda la leyenda.
Preguntamos precios en varios establecimientos (en concreto, tres). Algunos baños tienen salas privadas y zonas públicas (donde, no sé si es verdad, los lugareños se meten sin ropa).
Hay fuentes históricas que sitúan el origen de los baños en el siglo X. Se construyeron a imagen y semejanza de los baños persas, con la diferencia de que en estos el agua debía calentarse manualmente y en Tbilisi brota ya caliente (a una temperatura de entre 25º y 40º). Y es agua sulfurosa, rica en azufre. Hay gente que acusa mucho el olor. Yo no lo noté.
Dicen que allá por el siglo XIII había en la ciudad unos 60 baños. En la actualidad no quedan más de 10. O eso dicen. Nosotros preguntamos en Orbeliani (los más famosos y elegantes, fácilmente reconocibles por su fachada llena de mosaicos), en Royal Bath y en el No. 5 (el más antiguo).
Cuando la ciudad llegó a ser un importante puesto comercial en la Ruta de la Seda, los comerciantes visitantes tenían que bañarse en las aguas antes de ingresar a las murallas de la ciudad.
Su arquitectura es persa. Se trata de construcciones bajas, prácticamente excavadas en la tierra, coronadas con cúpulas semiesféricas que en su parte más alta cuentan con un pequeño ventanal, para iluminar su interior. Las cúpulas representan una estampa muy curiosa.

En 1795, el fundador de la dinastía persa kayar, Aga Muhammad Khan, que había oído de las propiedades terapéuticas de las termas sulfurosas, intentó curarse con su aguas, pero ante la ausencia de efectos beneficios para su salud, montó en cólera y ordenó destruir los baños. Fueron reconstruidos tres años más tarde, después de la expulsión de los persas, y su arquitectura prácticamente no ha sufrido cambios hasta nuestro días.
Los baños fueron estatales hasta hace poco; ahora son de propiedad privada.
No hace falta llevar toalla ni zapatillas; te lo alquilan muy barato. Eso sí, que uno no espere encontrar lujo en la sala pública. Muchos turistas optan (optamos) por salas privadas. De ese modo no separan a hombres y a mujeres y no hace falta ir desnudo.
Nosotros nos decantamos por los Orbeliani. Las salas se pueden ver y contratar también en Internet (importante reservar; se llena). Hay salas de 1 a 3 personas, con o sin wc (piscina, salita...) por 60 o 100 GEL en total. Cuanta más gente haya en el grupo, mejor sale. Hay algunas muy lujosas y grandes. Esos precios no son aptos para la economía de los lugareños, que deben optar por pagar una miseria por los baños públicos.

El alquiler es para una hora y es imposible estar todo el rato en el agua. Está ardiendo y hace mucho calor. Por suerte hay un lavabo y una ducha junto a la piscina. La temperatura del agua oscila entre 35 y 37 grados centígrados y los médicos recomiendan que la duración del baño mismo, dependiendo de la condición de la persona, sea de entre 8 y 12 minutos. Imposible estar mucho más. Te sientes sofocado, como en una sauna. Eso sí, dicen que las propiedades curativas y para la piel son muchas.
Nota a 2023: He estado también en los Royal bath, a los que pertenecen las cúpulas. Hay salas de varios precios. Nosotros cogimos una de 130 laris y tiene una piscina más grande que la de los otros que ya conocemos. Por algún problema, llevaban retraso y entramos 30 minutos tarde. Nos rebajaron 20 laris y nos dieron toallas. No se admite pago con tarjeta: se debe reservar.
«Nunca vi algo tan magnífico como los baños de Tiflis», escribió hace doscientos años el poeta ruso Alexandr Pushkin sobre su visita a este lugar. También Alejandro Dumas las visitó y dicen que no se tomó nada bien que un hombre subiera a su espalda para darle un masaje (por las fotos antiguas que vi, te echan los brazos para atrás de tal modo que parece que te los van a arrancar).
«Gassan me hizo tenderme sobre el lecho de piedra templado y comenzó a romperme las extremidades, a retorcerme las articulaciones, a golpearme duramente con los puños, pero no sentí el más mínimo dolor, sino un alivio sorprendente», con esas palabras describió hace casi dos siglo Pushkin el masaje que recibió en los baños de Tiflis.
Y dijo Dumas " Dos torturadores comenzaron a retorcerme las articulaciones. Empezaron por última falange de los dedos... Estas manipulaciones que, parecía, iban a dislocarme las extremidades, terminaron de un modo absolutamente natural, no sólo sin dolor, sino con una sensación placentera".

Los comentarios sobre los baños n.5 en tripadvisor dejan un poco qué desear; no puedo saberlo.
Dejo un enlace a los de Orbeliani (Chreli Abano).
chreli-abano.ge/
Es muy curioso leer que esas aguas contienen también gas metano.
Por un lado de estos preciosos baños, con fachada parecida a las de Samarkanda, hay un corto paseo hasta una cascada.
Hay un río que se llama Tsavkisistskali y quiere decir "aguas de Tsavkisi" en español. A la garganta del río Tsavkisistskali se le conoce como “Leghvtakhevi”, que diría que significa "barranco de los higos" en español. Una parte de este lugar se sitúa en el Jardín Botánico.
El nombre de Leghvtakhevi viene de las abundantes higueras de la zona. Las primeras menciones a este lugar provienen de los registros históricos del año 1429 d. C. Leghvtakhevi separaba la antigua ciudad de Tiflis, Kala, del resto de Tiflis, que hoy en día es el barrio de Abanotubani. Leghvtakhevi ha sido conocido bajo un sinfín de nombres distintos como: Tsavkisiskhevi, Salalakiskhevi or Dabakhana (llamado así porque había una concentración de artesanos peleteros que trabajaban el cuero en las aguas sulfurosas o "Dabaghs" del Leghvtakhevi).
La cascada mide 22 metros de alto y viene desde el Jardín botánico.
No hace mucho se ha acondicionado la zona y se han hecho puentes para pasear. Hasta hace poco, y debido al olor a azufre, el lugar solo era un vertedero y un aparcamiento ilegal. Eso sí, junto a la cascada hay un tipo con un mono y otro con un papagayo, esperando para ponértelos encima.
De camino hay muchos vendedores de zumos (hay muchos en el país). Naranjas, moras blancas o granadas. Javi pidió uno de granada, hecho al momento (10GEL). Muy rico; sabe a mosto.
Por toda la ciudad vale la pena detenerse a ver los balcones, hermosas filigranas de madera. Algunos amenazan ruina; otros han sido restaurados con mejor o peor acierto.