Puesto que sigue el día regulero mi acompañante dice de irse al camarote a echarse una siestecita y yo voy a aprovechar para acercarme al gimnasio y hacer unas rutinas. O ésa es la idea. Quedamos para dentro de un rato para luego acercarnos a la actividad de laser tag y me paso por el gimnasio a ver qué me encuentro.

Para mi sorpresa no hay casi nadie, son las 15:30 de la tarde, por lo que aprovecho y hago una tabla de ejercicios probando alguna máquina que no había visto nunca y dando unos paseos en una cinta de correr con vistas al mar. Parece que el tiempo se va estabilizando y ha dejado de llover pero, visto lo visto, no se puede uno fiar de nada.
Tras un buen entrenamiento toca volver a la cabina y demás para seguir con las actividades de la tarde. Hoy me he fijado en un cartel, en el extremo del lavabo, en el cual no había reparado hasta ahora y relativo al uso del inodoro. En el mismo se dan pautas de uso y las consecuencias de no llevarlas a cabo. No está de más el recordarlo.

Nos vamos con algo de tiempo a coger sitio en el Studio B en previsión de que hoy también haya tortas para participar en la actividad del laser tag.

Llegamos y apenas hay nadie. Mejor así…. Poco a poco se empieza a acercar alguien más y, afortunadamente, la gran familia “chunga” no hace su aparición. Mejor así… Llega la hora de comienzo y para allá que entramos.
Nos vuelven a poner el vídeo de instrucciones y comienza la partida. Hoy tengo pensado dejarme llevar por mis instintos e ir jugando con los parapetos en caso de esperas por recargas tras impacto. A ver qué tal…. Bueno, ni que decir tiene que el resultado es el mismo: vuelvo a quedar el 4º de 4 integrantes de mi equipo. Salimos fuera y nos encontramos, ¡oh, sorpresa! con el vestíbulo vacío. No hay nadie esperando la cola. Es decir, hemos salido los 8 de la partida anterior, ha entrado el siguiente grupo de 8 y allí no hay nadie más.

Nos planteamos entonces qué hacer y si repetir y la respuesta es la misma de cuando a nuestro último premio Nobel de Literatura (ya han pasado 35 años ni más ni menos) le ofrecían unas gachas: ¡si se empeña!
. Segunda partida: Me encomiendo al buen hacer del personaje de DC Comics, Deadshot, y me pongo en modo francotirador. Conclusión: quedo 2º de 4 participantes de mi equipo. No me lo creo ni yo.
Salimos al vestíbulo y sigue sin haber nadie en la cola.
¿Un plato de caldereta, Don Camilo?
¡Venga!
. Tercera partida: aquí toca hacer un poco el kamikaze por experimentar esta estrategia. Como un reloj averiado siempre da bien la hora 2 veces al día, ya ha pasado la hora y las cosas vuelven donde acostumbraban: quedo 3º de 4 miembros de mi equipo.
Volvemos a salir al vestíbulo y aquello está más solo que la una. Estamos los 8 que acabamos de participar más otras 4 personas del turno anterior. El monitor nos pregunta si hacemos grupos de 6 personas y así no hay esperas.
¿Le damos al ternasco, Don Camilo?
¡Vamos allá!
Bajamos a la zona de comienzo del juego y la monitora que está por allí, al ver que somos los mismos de antes, nos dice que casi que nos ahorramos el vídeo informativo y que para adelante. En estos momentos los que estamos jugando ya hemos hecho buenas migas ya sea por haber estado en el mismo equipo o en el contrario por lo que se lanzan pullas, se prometen dianas y se comparten consejos, todo de muy buen rollo. (Un adolescente español le dice a mi acompañante que quiere ir en su equipo porque como lo vive tan intensamente se lo está pasando bomba con él).
. Cuarta partida: aquí ya no hay vergüenza y hasta los monitores, que recorren la instalación para que todo se desarrolle en orden, participan del juego señalando objetivos y animando al personal. Se cantan retos, se comparten puntuaciones en voz alta y aquello es un desmadre. En esta ocasión quedo por la mitad: 3º de 6 participantes de mi equipo.
Volvemos a salir al vestíbulo y aquello sigue vacío. Nos miramos.
¿Un finito, Don Camilo?
¡Naturalmente! Y con unas olivas.
Bajamos a la zona de comienzo del juego y la monitora nos dice que se ve que nos ha gustado la experiencia y que, nada, para adelante, que ya os lo sabéis.
. Quinta partida: la cosa degenera en puro cachondeo pero, a la vez, en pura competitividad. A estas alturas ya los que estamos tenemos una idea de las pautas de juego de cada uno y todo es táctica para optimizar los disparos. Decimos burradas, gritamos, reímos con el dedo en el gatillo y volvemos a echar otra partida la mar de divertida. En esta ocasión quedo 4º de 6 integrantes de mi equipo. Soy como Tiro Loco McGraw...
Mientras subimos al vestíbulo mi cuerpo me va diciendo que por hoy ya está bien. Parece como si hubiera corrido 2 maratones seguidas. Parece que no pero éste es un juego muy intenso, en el que estás en tensión todo rato y con los sentidos alerta al 110 %. A mí me duele todo el cuerpo…. Llegamos al vestíbulo, no hay moros en la costa y nos miramos.
¿Unas papas con mojo, Don Camilo?
¡Uf! Es que me está esperando la parienta…
Yo estoy derrotado….
Yo me voy a tomar una cerveza que estoy muy cansado…
…
Para más abundamiento:
El jovencito adolescente quiere echar otra partida y nos anima pero casi todos los demás nos disculpamos y nos retiramos. Quedan 4 personas y los 4 se bajan para seguir con el bucle. Nosotros estamos derrengados y nos vamos a cubierta para tomar un helado y tirarnos literalmente en una tumbona para recuperarnos. Para nuestra sorpresa el día ha levantado, ha salido el sol y se está tan agustito… Incluso el grupo de música caribeña está amenizando la tarde. Los designios del Dios Zeus son inexcrutables…

A lo tonto se ha pasado la tarde en un santiamén y toca recogerse a adecentarse para el teatro, la cena y lo que reste de noche. Nos emplazamos a la siguiente etapa para continuar con el devenir de los acontecimientos.