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La visita a los Geiseres del Tatio es una de las principales atracciones que se ofrece desde San Pedro de Atacama.
Son muchas las excursiones que salen muy de mañana desde San Pedro. El tema es llegar antes del amanecer a la cuenca de los geiseres. Porqué?
Pues porque en las primeras horas del día es cuando los géiseres presentan mayor actividad y las fumarolas son más visibles debido al contraste de temperatura del interior, caliente, y el exterior en el que hace mucho frío.
Los géiseres son fenómenos poco habituales en la naturaleza. Se requiere una combinación de condiciones hidrogeológicas. Zonas de actividad volcánica en el pasado, rocas sometidas a altas temperaturas, agua subterránea y una red de conductos con una salida a la superficie. Suelen ser procesos cíclicos.
Los géiseres del Tatio son uno de los pocos campos geotermales que se pueden encontrar en el mundo.
Están ubicados a unos 80 km. de San Pedro por la carretera B 245. La carretera actualmente se encuentra en buen estado y se puede ir en coche propio. Se tarda como una hora y media.
Sobre las 4:30 de la mañana estamos saliendo de San Pedro. Son muchas las furgonetas que circulan por esa carretera a esas horas. Solo hay que seguirlas.
La oscuridad nos rodea y solo son visibles las luces de los faros reflejadas en la carretera. Poco a poco las siluetas de los montes se van perfilando a los lados de la ruta. Parecen adivinarse como algunas lagunas. A la vuelta lo comprobaremos.
Paulatinamente se va subiendo. El campo de géiseres se encuentra a 4290 m. de altitud pero antes se pasa por un puerto en el que se alcanzan los 4370.
Primeramente se llega al complejo Tatio Malku, dotado de baños y donde se encuentran las taquillas para la compra de los tickets. De la gestión de esta actividad turística se encargan las comunidades indígenas de Toconce y Caspana.
La entrada cuesta 10.000 pesos
Nada más cruzar del coche a los servicios ya se aprecia el tremendo frío que hace allí arriba.
Hay ya una cierta claridad.
Por eso siempre te advierten que lleves muchísima ropa de abrigo. Varias capas calentitas y complementos como gorros, bufandas, guantes. No sobra nada por ahora. Luego habrá tiempo de ir quitándose prendas.
De nuevo en el auto se baja hasta la cuenca en la que se sitúan los géiseres del Tatio. Este valle o cuenca tiene una superficie de unos 10 km. cuadrados y está flanqueado en el este por una serie de volcanes de cerca de 6000 m. de altura que conforman la frontera con Bolivia. Por otro lado, al oeste, el grupo volcánico del Tatio.
Los autobuses y coches paran todos en la última terraza de la cuenca. La que llaman terraza inferior o Grupo del Río. Por el río Salado que se puede apreciar bien cerca de los aparcamientos.
Ya bajando hemos comenzado a ver como se alzan el montón de fumarolas de este campo geotérmico.
Dicen que tiene unos 80 géiseres. Pero no todos desprenden fumarolas ni al mismo tiempo.
Las fumarolas no son muy altas. Algunas hasta parecen chorros de vapor. Por eso hay que verlas a estas horas ya que más tarde no se apreciarían del todo. El vapor, a esta altura, tiene una temperatura de unos 85 grados y la temperatura ambiente era de -1 grado. La diferencia de temperatura es lo que hace que se aprecien las fumarolas.
Éramos afortunados. En días anteriores, a esa hora había -10º. Eso estaban comentando dos guías de sendos grupos turísticos.
Por esta terraza inferior es por donde se sitúan la mayoría de las fumarolas. Y toda la gente que hemos acudido allí deambulando entre ellas. Algo de fantasmagórico tenía.
Al comienzo en realidad lo que más se aprecia son las cortinas de vapor. El sol aún no había salido y entre el frío, el ambiente gris y blanco del vapor que casi no deja ver nada, la mucha gente… Aquello no era lo que yo estaba esperando.
También es que habíamos comenzado por las atracciones cercanas al río y son las menos atrayentes.
Nos fuimos alejando y por lo alto del cerro Soquete comenzaba a reflejarse el sol. Poco a poco fue saliendo por encima de los volcanes que se comparten con Bolivia y la cuenca fue creciendo en colorido. Aquello ya era otra cosa.
Algunos manantiales con erupciones pequeñas presentan como unas piscinas de agua que hacen de espejo perfecto de las siluetas proyectadas por el sol naciente.
Otros manantiales presentan un colorido muy variado y atractivo, marrones, ocres, rojizos, amarillos, verdosos, grises. Igualmente coloridas las escorrentías de otras fuentes.
No se ven muchas estructuras de sinter en esta terraza. Unas cuantas en forma de cono. Un par de ellas inactivas. Otra con un chorro muy pequeño de agua. Y otra algo más atractiva de color marrón que, dado su tamaño, tenía que ser bastante antigua. Creo que le llaman El Horno.
Cuando ya se alza el sol, la cuenca brilla en su totalidad y aún se aprecian algunas fumarolas.
Alguna de ellas con gran cantidad de agua y vapor. Una de las más grandes. Correspondiente al Géiser Cobreloa.
En mitad de la llanura hay una maquinaria antigua que se ha quedado allí. Como recuerdo de que se estaba perforando la cuenca para obtener energía geotérmica. Los ecologistas ganaron y en 2009 El Campo Geotérmico de El Tatio fue declarado Santuario de la Naturaleza y se fue adaptando para las visitas turísticas.
Las distintas fuentes y manantiales se rodean de piedras de colores para delimitar una zona peligrosa. Algunas incluso con una tapia de piedras. El agua que de allí sale está hirviendo. A 85º, que es el punto de ebullición del agua a esta altitud. Hay que caminar con precaución.
La gente va volviendo a sus furgonetas y las empresas les tienen preparado un desayuno. Hay una zona como una plaza que quieren acaparar por completo. Apenas si nos dejaron un pequeño espacio para nosotros que también teníamos que desayunar.
Pero nos esperamos y la gente se fue retirando. Lentamente volvimos a la que llaman Terraza Media, distante unos dos kilómetros pendiente arriba. En esta zona es donde están la piscina de agua caliente, a unos 34-35º, en dónde la gente se baña. El Pozón Rústico le llaman. Hay dependencias para cambiarse y zona de baños.
Ya no quedaba mucha gente.
Nosotros no nos bañamos.
Alrededor de la piscina hay varias pozas o piscinas pequeñas con agua que parece profunda y con erupciones tipo fuente que suelen ser cortas y continuas. Más parecieran un barboteo de agua hirviendo. La que más sobresale es la que llaman el Asesino.
Se puede ir caminando hacia la Terraza Principal y ver sus atracciones. Pero es en subida y dada la altitud a la que estábamos, pues no estaba yo muy fina esa mañana. Así que me quedé mirando cómo la gente se bañaba y las otras pozas.
Con el coche nos volvimos a parar en el aparcamiento de la Terraza Principal que ya a esa hora se hallaba desierto. De camino nos acercamos a ver unas vicuñas que paseaban por allí. Conforme la multitud se va retirando la fauna va acudiendo de nuevo al valle.
Esta terraza se encuentra al inicio de la pendiente de la cuenca y posee las terrazas más grandes de sinter así como los conos más vastos de toda la cuenca. Incluso el géiser más alto del campo geotermal y la mayor concentración de verdaderos géiseres, tal y como se conocen en otros campos geotermales (Yellowstone, Islandia…). Nosotros tuvimos la suerte de ver la erupción de uno de ellos, si bien nos pilló bajando a otro géiser y no captamos la imagen en su esplendor.
Fue de la fuente llamada La Concha. Porque tiene un cono de sinterización que realmente asemeja una concha. Precioso.
Algún cono más de por allí tenía por nombre La Llama, pero no era tan bonito.
Esta última parte casi que nos gustó más por la soledad en la que lo disfrutamos. Pese al avance de la mañana aún se notaban fumarolas en la terraza inferior.
Es la ventaja de ir en coche propio. Te puedes quedar el rato que quieras y disfrutar de todas las terrazas. No solo quedarte en un paseo por la inferior, el desayuno y el baño en la piscina caliente.
En términos generales una visita muy recomendable. Todo un espectáculo visual. Un espectáculo de la naturaleza que nos ha mostrado un poquito de la actividad surgida de las entrañas de la tierra.
Pero recién acabábamos de comenzar el día. Aún nos quedaban muchas cosas que ver y que disfrutar.
Después de la experiencia yo me quedé con la certeza de que lo mejor es ir en coche propio, si se puede. Y que no es necesario llegar tan temprano. Te evitas el encuentro con tantísima gente y algo más tarde también se pueden ver bien las fumarolas. Llegando a las 6:30 o las 7:00 creo que va bien.
Comenzamos la vuelta tranquilamente, recreándonos en el paisaje que se nos había ocultado por la oscuridad.
En el puerto de mayor altura que he comentado, 4370 m. nos detuvimos porque ofrece unas hermosas vistas de la zona que hemos dejado atrás.
Bonitos colores de las altas montañas y los valles que forman. Y bonitos los tonos de la paja brava que azotada por el viento tapiza gran parte de las laderas bajas.
En este punto hay una edificación abandonada que ha servido como de tienda de artesanía y venta de bebidas y snacks. Es posible que en temporada más avanzada la suelan utilizar.
La carretera ya es todo bajada.
Lo que subiendo en la oscuridad me parecían como lagunas son en realidad bofedales.
Un bofedad es un humedal de altura y se consideran praderas nativas de la región andina que suelen permanecer húmedos por acumulación de deshielos, precipitaciones de lluvia y, sobre todo, de afloramientos de aguas subterráneas.
En esta carretera nos encontramos con dos bofedales. El primero es el Bofedal de Putana. Llamado así porque se encuentra como a los pies del volcán Putana.
La carretera atraviesa el bofedal. Nos detuvimos en el margen de la carretera, antes de cruzarlo. Este bofedal es precioso y es un hábitat muy importante para muchas aves acuáticas. Gansos andinos, taguas, patos de varias clases … Y también acuden vicuñas.
Lo continuamos un rato a pie en un tramo que va encañonado. Luego volvimos al coche. Desde el otro lado de la carretera aún puede verse mejor. Es muy fotogénico. Con la mezcla de paisajes y colores. El volcán Putana, los restos de una mina, los verdes y azules del bofedal, el azul del cielo…..
Nombre raro este de Putana. Pues parece ser que el origen lo tiene de cuando la mina estaba activa y cerca de ella vivía una tal Ana de moral licenciosa que daba alegría y ánimo a los mineros. Que cosas….
En algunas barranqueras también se acumula agua de escorrentía de las laderas y enseguida crece vegetación. Sin llegar a ser un bofedal completo. Pero si un oasis entre tanto terreno desértico.
Y si hay vegetación se puede ver fauna alimentándose. Las gaviotas alpinas suelen ser frecuentes. Y en esta ocasión un rebaño de llamas complementa su colorido.
En uno de los recodos de la carretera se puede ver desde lo alto un poblado con apenas unas cuantas casas con el techado de paja. Y una iglesia que destaca encima de una colina al final de la calle principal. Es el pueblo de Machuca.
La iglesia no fue posible visitarla por dentro porque la estaban arreglando. Nos tuvimos que conformar con la visión desde lo alto de la carretera y una sesgada desde el pueblito.
Este pequeño pueblo vive del pastoreo de llamas. Pero al ser tan peculiar y estar en la ruta hacia el Tatio las excursiones suelen parar aquí a la vuelta.
Hay como un bar con una especie de barbacoa rudimentaria en la que asan pinchitos de llama. Y claro, ya que pasas por allí, quien no prueba un pincho de esos. Aunque no teníamos ningún apetito.
La verdad es que no son nada del otro mundo. Pero eso lo sabes ya cuando te lo has comido. También venden bebidas y otros artículos como empanadas, sopaipillas …
Cuando llegamos ya no había nadie en el pueblo. Las excursiones ya se habían ido. Tan solo coincidimos con otra familia chilena que estaban recorriendo el norte de su país y que también habíamos coincidido en el bofedal de Putana.
Estuvimos cambiando impresiones viajeras. También con el chico que preparaba los pinchos y un señor que tenía en el mismo porche un puesto de plantas de la zona. Todas documentadas en un librito que tenía. Con detalle de sus propiedades curativas. Que para tal las vendía.
Nos estuvo explicando las propiedades de la Tola, que tenía yo interés en saber cómo era esa planta tan común por la zona. Tenía documentado que era buena para perder peso. Y otra planta, Chachacoma que servía para el mal de altura y la tensión alta.
Fue un rato agradable. Hablar con los nativos y pasear por la única calle importante del pueblo.
El pueblo se asienta al lado de otro bofedal importante. El Bofedal de Machuca. Es también bonito pero el colorido del otro humedal era difícil de superar.
Aunque este bofedal es más bien como un río que emana de una laguna que alberga gran cantidad de flamencos.
Ya a menos altitud el calorcito se comienza a notar y nos va sobrando todo lo de abrigo. Nos paramos en la zona que hay como un mirador hacia la quebrada de Guatín.
Desde arriba se puede ver el fondo de la quebrada con el río que la recorre. En las paredes que aprecia alguno de los captus centenarios que caracterizan el paisaje de esta quebrada.
Hay una ruta de senderismo que la recorre y en la que se podrán apreciar muchos y variados ejemplares de estos captus de hasta 7 metros de alto.
Tenía yo pensado hacerla a la vuelta del Tatio. Pero la verdad es que nos habíamos entretenido bastante en el retorno y ya lo que teníamos eran ganas de tomarnos algo fresquito.
Así que nos fuimos al restaurante el Adobe a darnos un homenaje.
Recordábamos perfectamente este restaurante. Fue el único al que pudimos ir en nuestro viaje fallido de hacía cinco años.
El bocadillo que llevábamos para la ruta por la quebrada lo dejamos para la noche.
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