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En el cruce el Maitén nos incorporamos a la ruta 7, a Carretera Austral, y escogemos dirección Cochrane. Son 88 kilómetros de puro ripio. Pero una carretera de belleza escénica que ni te imaginas.
De primeras la carretera va en cornisa bordeando un tramo del Lago Negro y hasta tiene su mirador.
El Lago Negro comunica con un brazo del Lago Bertrand que recién se ha formado por el desagüe del Chelenko, tal como vimos el día anterior debajo de la Pasarela General Carrera. Y este a su vez comunica con el llamado Lago Plomo que tiene bien merecido su nombre. Y desde este último se puede acceder al Valle Soler, remontar el río del mismo nombre y llegar al mirador del glaciar Soler sobre el que se alza el Cerro Hyades.
Una gran cadena lacustre que también me hubiera gustado recorrer. Una aventura al estilo glaciar Leones pero cruzando estos lagos. Y ello es posible hacerlo también en jet boat. Pero no había tiempo para otra excursión.
La Carretera asciende y se aleja del lago Bertrand.
Para encontrarlo de nuevo hay que bajar hasta Puerto Bertrand. La zona está envuelta en un bonito bosque. En esta población el lago Bertrand da paso al nacimiento del río Baker que seguirá su curso hasta desembocar en Caleta Tortel.
Dejamos Puerto Bertrand para visitarlo a la vuelta ya que en esos momentos llueve bastante.
Ayer en la tarde recorrimos también este tramo de carretera, hasta llegar a la Hostería y Cabañas Konaiken en la que paramos para tomarnos algo. Se encuentran como a unos 6 km. del cruce a Puerto Bertrand.
Nos atendió una chica muy amable que nos ofreció unos dulces caseros hechos por ella misma y un rico chocolate.
Estaban adecentando las cabañas y su entorno para comenzar la temporada. Dijo que éramos sus primeros clientes.
Nos enseñó un par de cabañas y parecían muy cómodas. Pero lo que sobresale por encima de todo es su situación privilegiada. Las cabañas se disponen entre árboles y todas tienen unas vistas envidiables del color increíble que tiene el río Baker.
Tomamos nota del alojamiento por si a la vuelta nos convenía. Pero luego no nos vino bien por el itinerario. Y fue una lástima perdernos este afortunado balcón. La noche anterior hubiera sido la ideal para dormir allí y adelantar algo de camino hacia Cochrane.
Me dio la impresión de que esta chica lleva este negocio desde hace poco y que antes tenía otros dueños.
Desde su nacimiento en Puerto Bertrand, el río Baker tiene un recorrido hasta su desembocadura de 175 km. Forma la cuenca del Baker configurando paisajes de enorme riqueza ambiental y una belleza difícil de olvidar. Todo ello acompañado de unas montañas y cerros de extrañas y retorcidas formas que van dando evidencias de haber sido talladas por algún glaciar. Y en las partes más altas los cordones montañosos que aún siguen formando parte del Campo de Hielo Norte.
Por encima del Lago Bertrand se alza el Cordón Contreras que me hizo especial gracia por la cercanía de ese apellido.
El río Baker es considerado también el río más caudaloso de Chile y sus aguas son estimadas además por su extrema pureza e innegable belleza. Su caudal se puede ver aumentado por las lluvias y por la retención de agua en un lago glaciar que es monitoreado con frecuencia pues su desborde podría tener consecuencias catastróficas.
Aparte de recibir el aporte de varios afluentes como el río Nef, Chacabuco, Cochrane, Del Salto, Ñadis, Calluqueo….
Siendo tan importante este río en el recorrido de Carretera Austral no es de extrañar que otro de los hitos importantes del mismo sea La Confluencia del río Baker y el río Nef. Tengas la guías que tengas, esta atracción aparece en todas
Como a trece kilómetros de Puerto Bertrand el camino carretero entra en un valle con vegetación más baja y de tipo arbustivo.
Hay un letrero bien visible y un aparcamiento.
Hay que caminar por un terreno que es privado, pero que tiene permitido su paso, durante unos 800 m., y otros tanto de vuelta.
El terreno está embarrado por la lluvia. Sigue lloviendo pero es una lluvia que se puede sobrellevar. Así que nos animamos y recorremos el camino hasta el mirador de la junta de ambos ríos.
De tanto como lo había visto en las distintas guías, no le había dado demasiada importancia y no me imaginaba el espectáculo visual y sonoro que nos esperaba. Y eso que deslucía bastante porque el cielo estaba cubierto y la lluvia lo entristecía.
El río Baker con su precioso color turquesa, (hoy aminorado de tono por estar nublado) viene tranquilo hasta que se topa con un desnivel de la roca volcánica del lecho del río y se precipita por el mismo formando varios saltos de agua antes de unirse con las aguas del río Nef que descienden tímidamente en la margen derecha del río.
El río Nef ha tenido un recorrido de 30 km. desde su nacimiento en el glaciar Nef. Y ha recibido la aportación de otros ventisqueros y cerros nevados en su recorrido lo que le ha dado un color blanco grisáceo a sus aguas.
El desnivel de los saltos no es muy grande, pero el caudal del río Baker sí que lo es, mostrando un espectáculo de gran poderío y colores. Más que el atractivo de la cascada lo atrayente es la cantidad y la fuerza del agua que se abre paso antes de comenzar a juntarse con el agua del río Nef
Las aguas lechosas del río Nef se van mezclando poco a poco con este gran caudal turquesa y aunque pueda parecer que no le influye el tono acuoso al poderoso río Baker, lo cierto es que el mismo continúa su recorrido con un tono más verdoso.
Recorrido que avanza encañonado en algunos tramos, que por aquí llaman cañadones, y en otros forma también algunos rápidos. Entre paisajes de transición de la estepa Patagónica al bosque húmedo que más adelante encontraremos.
Todo este espectáculo estuvo a punto de desaparecer por un proyecto para una represa hidroeléctrica que afortunadamente detuvieron con una campaña muy sonada, “Patagonia sin represas”.
La carretera se eleva y hay varías vistas hermosas de estos cañadones y quebradas del Baker.
Se ve el desvío a la Pasarela el Manzano que a la vuelta completaremos y otra subida que llaman Cuesta el Manzano para luego bajar de nuevo hacia el desvío señalado hacia el Paso Roballos y la Estancia Chacabuco.
El tramo desde la confluencia de los ríos hasta esta nueva confluencia es de grandes curvas en S. Hay retenciones por arreglos del firme de la superficie del ripio.
La nueva confluencia es la del río Baker con el río Chacabuco que baja del Valle Chacabuco.
Esta confluencia no es tan aparatosa como la anterior ni tiene su fama. Pero no está exenta de belleza.
La unión se produce al salir el Baker de un estrecho cañadón de complejas formas que él mismo ha ido labrando en la roca.
La vista es más lejana. El camino va en alto y el curso de los ríos mucho más bajo.
El río Baker baja encañonado en medio de un paisaje de auténtica postal patagónica. Su color turquesa verdoso irá mermando otro poco con el aporte lechoso de las aguas del Chacabuco.
El río Chacabuco forma al desembocar en el Baker una bonita playa de arena clara.
Esta confluencia también iba a desaparecer por la segunda represa proyectada para la zona.
La carretera baja acercándose al nivel del río y pronto se ve el desvío a la Balsa del Baker que comunica con la Pasarela el Manzano y que veremos a la vuelta.
Llegamos a Cochrane ya con tiempo casi despejado.
Buscamos la oficina de información turística que está en un pequeño kiosco en la bien diseñada Plaza de Armas.
Preguntamos algunas cosillas y lo siguiente era buscar alojamiento.
En Cochrane hay bastante oferta de alojamiento pero la mayoría en cabañas y con baño compartido. Fueron muchas las que desechamos por este motivo.
Nuestra opción favorita era Cabañas del Sur y allí que nos fuimos. Un poco en las afueras del pueblo, por el sector más nuevo. Pero solo les quedaba una cabaña.
Un largo peregrinar que acabó en Residencial Rubio como ya explico en la etapa de alojamientos y restauración.
No pretendíamos encontrar alojamientos lujosos, sino alojamientos que nos dieran buena onda, que nos hicieran sentir bien. Y con Residencial Rubio este aspecto lo conseguimos.
Teníamos pensado irnos el día siguiente hacia Villa O’Higgins porque el día 30 había navegación hacia el glaciar y lago O’Higgins.
Con el wifi del restaurante Ada’s contactamos con algunos alojamientos de Villa O’Higgins. Pero las comunicaciones no eran muy fluidas. Y por teléfono casi menos todavía. Con tres que logramos contactar no tenían disponibilidad.
Hasta un chico que estaba comiendo en el mismo restaurante nos intentó ayudar pues conocía la zona.
Como no contactábamos con otros alojamientos pensamos en ir hasta Villa O’Higgins, pensando que allí in situ encontraríamos algo libre que nos encajara. Pero quise cerciorarme con la navegación de que había plazas disponibles ya que era nuestro principal objetivo pues las caminatas ya las estábamos descartando por las razones ya expuestas.
Menos mal que pude contactar con el chico que lleva las reservas. Me dijo que el barco no salía porque tenía una pieza rota que tenían que llevar desde Coyhaique. Que me avisaría para la navegación del día 2 de diciembre.
Abortamos momentáneamente la partida hacia O’Higgins y alargamos la estancia en Cochrane para ver los atractivos que lo rodean mientras esperábamos el arreglo de la nave.
Total que perdimos muchísimo tiempo con tanta gestión. Situación que ya sospechaba. Pero no había otra opción.
Lo poco que nos quedó de tarde disponible lo dedicamos a visitar una atracción minoritaria y poco frecuentada. La escogimos por su cercanía a Cochrane.
Se le conoce por unos cuantos nombres. La cascada del Salto, o El Salto de Valle Castillo, o el Salto de Valle Grande. Y este último creo que es el más nombrado.
Al final no supe si el valle que visitamos era el Valle Grande o el Valle Castillo, pero la cascada o salto sí que corresponde al río El Salto.
El río Cochrane forma un bonito valle en las afueras de Cochrane en donde se va retorciendo. Y con un telón de fondo de grandes picos nevados que corresponden aún al Campo de Hielo Norte, más concretamente al Cordón Colonia.
Saliendo del pueblo hay que coger dirección Caleta Tortel y una vez pasado el puente sobre el río Cochrane y en medio kilómetro hay una desviación a la derecha a un camino de ripio que lleva a varias haciendas, la ruta X-892. La cascada que buscamos está a unos 16 km.
Se encuentra en una propiedad privada y la chica de la oficina de información turística nos comentó que si los dueños estaban allí, les pidiéramos permiso y si no estaban que no tuviéramos problema en entrar.
Una extensa pradera con ganado precedía a una vivienda al lado de un río. No había nadie.
Sobre este río había una pasarela de madera que se veía remozada no hace mucho y el camino proseguía hacia otras estancias. La Pasarela del Salto.
Aparcamos cerca de la vivienda.
Desde la pasarela se ve un paisaje cautivador. La corriente caudalosa del río El Salto y al fondo parece que está la cascada que buscamos si bien no es muy visible. En otra dirección las vistas de los picos nevados que no me esperaba encontrar por aquí.
Desde el camino no se aprecia con detalle la caída de agua del fondo. Así que con mucho cuidado de no tocar nada de la propiedad atravesamos la extensa pradera y al final de la misma está el promontorio rocoso por donde cae el río formando una majestuosa caída de unos 40 m. Nos acercamos a los pies de este salto.
El agua tamizada en blanco cae por entre las rocas erosionadas por la misma fuerza del agua en esta caída, formando un bonito espectáculo natural.
Las orillas del río están tapizadas de flores de lupino y luego continúa con algunos calafates y lengas menores.
Este es el río el Salto con el que nos encontraremos en los días siguientes y recibe este nombre precisamente por este “salto” de agua. Aunque no es el único, como ya veremos.
Unos paisajes privilegiados que disfrutamos sin encontrarnos con nadie en toda la tarde.
Una visita muy recomendable que no se suele hacer por las muchas atracciones que ofrecen los alrededores de Cochrane.
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