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En el norte de Chile me he encontrado lugares asombrosos. Después de haber visitado San Pedro de Atacama hace unos años, ahora buscaba algo más genuino, más intenso, más aventurero y menos comercial, y por eso decidimos conocer las regiones de Arica-Parinacota y de Tarapacá.
Es inabarcable la belleza del altiplano andino. Son paisajes que mis ojos no alcanzar a captar por completo. Algunos de los gigantes volcanes expelen fumarolas, dejando notar su presencia sobre pampas, bofedales, lagos y salares.
Territorios en los que coexiste la fauna andina salvaje (vicuñas, vizcachas, flamencos, cóndores y diversas aves) junto con rebaños de llamas, alpacas y ovejas. Se salpican pequeñas aldeas de pastores aymaras que permanecen despobladas la mayor parte del año, mientras que sus habitantes acuden durante las festividades. Los aymaras subsisten habitualmente en cabañas de pastoreo que se dispersan en rincones muy apartados. Concurren a los pueblos para celebrar fiestas que heredan los ritos ancestrales de ofrendas a la pachamama entremezclados con la religión católica.
La puna chilena posee un conjunto de iglesias coloniales, y aunque acusadamente dañadas por los frecuentes terremotos de la zona, han sido restauradas en los últimos años. Ahora lucen unas siluetas que imprimen una vistosa singularidad a sus solitarios enclaves naturales. Varias de ellas son Monumento Nacional y están nominadas para optar a Patrimonio de la Humanidad.
Los vestigios prehispánicos se muestran en forma de geoglifos dibujados en las laderas de los cerros, antiguos pucarás o tambos incaicos. Y es que antiguamente existían rutas comerciales recorridas por caravanas de llamas para intercambiar productos entre la costa, los valles y el altiplano. Durante el dominio español, floreció la Ruta de la Plata de Potosí a Arica, usada para embarcar hacia Europa la plata extraída de las minas de Potosí.
En la costa se asentaba la cultura chinchorro, que aplicaba técnicas de momificación desde tiempos primitivos. De hecho, las momias chinchorro que se conservan en diversos museos de Arica, Iquique, y principalmente San Miguel de Azapa, son las más antiguas del mundo.
Son lugares muy poso visitados, y quienes deciden conocerlos suelen hacerlo acompañados de guías locales. Es posible contratar excursiones en agencias de Arica, Iquique, o incluso Putre. Nosotros nos aventuramos a recorrerlos por libre alquilando una camioneta 4x4. Sentir esa libertad y al mismo tiempo esa intranquilidad de no saber hasta dónde podríamos llegar nos aportaba una excitación especial. Es necesario acarrear bidones de combustible, ya que no hay surtidores en toda la zona, más que en Arica e Iquique, aunque en algunas tiendas de Putre venden combustible en bidones, supuestamente de calidad comercial llevados desde Arica. Nos comentaron que también es posible comprar combustible en Colchane, aunque al parecer procede del mercado negro boliviano y las prestaciones dejan mucho que desear.
De todas formas, realizamos un par de excursiones con un guía local que se conoce la zona al dedillo. Se trata de lugares extremadamente apartados por donde queríamos hacer una pequeña ruta a pie. Habíamos leído tanto acerca de robos de vehículos por parte de contrabandistas bolivianos, que no nos hacía gracia arriesgarnos a que la camioneta se hubiese esfumando al terminar la caminata y quedarnos tirados en medio de la nada. No sé, yo no percibí ningún movimiento extraño y todo resultó muy tranquilo.
Día 1: Llegada a Arica
En Santiago aterrizamos a las 9 am tras el espectacular vuelo sobre la Cordillera. Mi impaciencia no puede más, y por fin, tras una hora de trámites estamos de nuevo en Chile. Aprovechamos la escala larga en Santiago para acercarnos al centro y ocuparnos de varios recados. Volamos a Arica con JetSmart y en la oficina de Europcar del aeropuerto de Arica recogemos la flamante y enorme camioneta 4x4 con la que nos aventuraremos por el remoto y hermosísimo altiplano. Aunque, de momento, nos quedamos una noche en Arica. Ya es hora de descansar. Nos alojamos en el hotel Diego de Almagro, al lado de la playa Las Machas, en un ambiente de total relax.
Día 2: Ruta arqueológica de Arica a Putre
RESUMEN: Museo de sitio Colón de Arica (momias chinchorro), Morro de Arica, geoglifos del valle de Azapa, museo de San Miguel de Azapa (momias y cultura chinchorro), pucará de Copaquilla, Tambo de Zapahuira, aldea de Socoroma. Noche en Putre. Es muy accesible, por carretera asfaltada.
No sabría cómo definir la ciudad de Arica. No me recuerda a ningún otro lugar que haya conocido. Es una ciudad entre el mar y el desierto donde reina la eterna primavera.
Algunos edificios históricos de la época colonial se ubican en el centro de Arica. Nos acercamos al Museo de Sitio Colón para conocer las momias de la cultura Chinchorro, las más antiguas del mundo, anteriores a las egipcias. Las momias se presentan en el lugar en el que fueron halladas y en su posición original. La finalidad era prolongar la presencia de las personas, en una comunión entre la vida y la muerte tan característica de las culturas prehispánicas.
El Morro de Arica es el símbolo de la ciudad. Este peñón arenoso se alza sobre el Océano Pacífico. La enorme bandera chilena es visible de todas partes. Sin duda, es un símbolo territorial después de la conquista de la ciudad por parte de Chile en disputa con Perú. Hoy en día, el Morro de Arica es un lugar de esparcimiento, con vistas a la ciudad y a la costa de Arica, y quienes vigilan ahora son las docenas de buitres que vuelan en la zona.
Emprendemos rumbo a Putre por una ruta repleta de restos arqueológicos de distintas épocas. Esta ha sido desde la antigüedad una ruta comercial entre el altiplano, los valles y la costa. También era la vía de salida de la plata de las minas de Potosí rumbo al imperio español. Toda esa mezcla de pueblos ha dado lugar a una riqueza cultural que podemos conocer mediante los vestigios arqueológicos de diferentes épocas.
- Geoglifos del Valle de Azapa: Cerro Pintado, Atoca, Gran Llama. Se sitúan sobre las laderas arenosas con intención de hacerlos visibles desde la distancia, posiblemente para guiar el camino, aunque otros les atribuyen connotaciones místicas.
- Museo arqueológico de San Miguel de Azapa: Este recinto alberga una importante colección de momias de la cultura chinchorro, además de una estupenda colección de objetos de las diversas culturas que poblaron la zona.
Tras recorrer un solitario “atajo” por el desierto, enlazamos con la carretera internacional poco antes del Valle de los Cardones. A partir de entonces nos cruzamos repetidamente con camiones que transportan mercancías desde Bolivia.
- Pucará de Copaquilla: Esta antigua ciudadela del siglo XII está compuesta por docenas de viviendas circulares que observan el Valle de Copaquilla.
- Tambo de Zapahuira: En este lugar se conservan puestos de vigilancia incaicos, así como chulpas y algunos restos de viviendas circulares.
Socoroma: Este pueblo de adobe se esconde en el fondo de una quebrada, auténtico oasis cálido y verde en contraste con la aridez del desierto. A mí me gusta recorrer sus calles empedradas. La iglesia de Socoroma, construida en adobe y techada con paja, es una de las que componen la colección de iglesias de pueblos precordilleranos y altiplánicos. Para nosotros era la primera de este viaje. En los siguientes días iríamos conociendo muchas más.
El Mirador de Putre nos anuncia la llegada al pueblo precordillerano de Putre, a 3500 m de altitud. Divisamos su emplazamiento rodeado de verdes parcelas en las que se cultiva principalmente orégano, que ellos llaman su “oro verde”. Al fondo, los Nevados de Putre.
En Putre nos quedamos 4 noches, como base para explorar el altiplano de la provincia de Arica-Parinacota. Hostal La Chakana, situado a las afueras del pueblo. La primera noche recibimos la visita de un par de pequeños escorpiones que aniquilamos al instante. Son las cosas del desierto.
Día 3: Parque Nacional Lauca.
RESUMEN: Sendero Las Cuevas, miradores del PN Lauca, Lago Chungará, aldea de Parinacota, aldea de Caquena, baño en las Termas de Jurasi. Noche en Putre. Los paisajes que componen los volcanes son una maravilla, el Parinacota, Pomerape, Sajama, Guallatire….
Es muy accesible llegar al Parque Nacional Lauca por libre, ya que lo atraviesa la carretera asfaltada internacional Arica-La Paz. Ojo con la altitud, se llega a 4500 msnm.
Día alucinante nos espera, ¡Cuánto tiempo hacía que quería conocer el Volcán Parinacota y el Lago Chungará!. Es un recorrido tan tan hermoso que a cada instante te incita a parar en cualquier lugar y quedarte contemplando los volcanes nevados, las montañas de colores, los verdes bofedales, y la fauna del altiplano. Es una experiencia multisensorial.
En el Sendero Las Cuevas nos reencontramos con la fauna andina. Las vizcachas buscan refugio entre las rocas, las vicuñas prefieren los bofedales, mientras que las aves chapotean en las pequeñas charchas. En escasa distancia no sólo apreciamos un completo ecosistema, sino que conocemos vestigios del pasado. En sus cuevas se refugiaban los primitivos cazadores hace milenios.
Avanzamos hacia el Lago Chungará, agradeciendo cada uno de los miradores con los que nos tropezamos. Son una continua incitación a detenernos en medio del altiplano. Uno de ellos es el Mirador de las Lagunas Cocacotani. Son un conjunto de lagunas comunicadas entre bofedales que se asientan al pie de los Payachatas.
El Lago Chungará es un lugar espectacular. Se emplaza a 4570 m de altitud y lo rodean conos nevados en la frontera entre Chile y Bolivia. Destacan las cumbres permanentemente nevadas de los volcanes Payachatas, Sajama, Guallatire, Acotango, de más de 6000 m de altura. Recuerdo con mucha emoción los momentos que pasamos admirando el entorno desde el Mirador y el sendero al borde del lago. ¡¡¡Es que yo no me quería marchar!!!. ¡Qué maravilla!. Son numerosas las especies de aves que habitan en el lago, que hacen nuestras delicias a cada instante.
Nuestra siguiente parada es la aldea altiplánica de Parinacota, declarada Monumento Nacional. Creo que no llegan a dos docenas sus habitantes. Su blanca iglesia hace juego con las blancas fachadas de las casas.
Me apetecía investigar un poco más y llegamos hasta la aldea de Caquena. Es un sitio precioso, que incluso me sorprende más porque jamás había oído nada sobre este lugar. Ni siquiera sabía que existía. El paisaje se decora con verdes bofedales, volcanes arriba, y otras montañas coloreadas con formas más dentadas.
Después de tanto polvo, no podíamos tomar mejor decisión que remojarnos en las Termas de Jurasi. Disponen de varias pozas de barro encerradas en la Quebrada de Jurasi.
Día 4: Suriplaza. Montañas coloradas.
No hay palabras para describir estos solitarios parajes pintados a todo color y habitados por la fauna andina. Realmente increíble estar entre los colores rojizos y anaranjados de estas montañas, especialmente tener la fortuna de subir a lo alto del cerro, a 5200 m de altura, y divisar un panorama que no te terminas de creer.
Llegar a Suriplaza es largo, solitario y cansado, por lo que decidimos acompañarnos de un guía local. Todo el itinerario discurre por pistas de tierra muy despobladas y se necesita 4x4.
Hemos tenido que atravesar los bofedales de Colpita donde se alimentan cientos de llamas. De vez en cuando encontramos alguna cabaña de pastores. Qué tremendo aislamiento vivir aquí. Abandonamos los bofedales y ante las miradas de un grupo de vicuñas accedemos al Suriplaza, “lugar de los suris”. Es como una plaza inmensa, como un anfiteatro natural rodeado de montañas de colores. Quedarse abajo ya contentaría a cualquiera. Aunque lo de “abajo” es un decir, ya que empezamos a andar a 4880 m de altitud.
Los colores rojizos nos rodean. Cuánto más subimos, más amplio es el panorama. A ralentí avanzamos hasta el primer objetivo, una cumbre que nos descubre la vista de otro valle, decorado en amarillos y naranjas. Cresteamos hasta alcanzar la cumbre más alta y entonces no me puedo creer lo que veo. Han aparecido otros valles, y al fondo distinguimos la silueta del volcán Tacora de Chile (5988 m) y el volcán Chupiriña de Perú (5780 m). Divisamos también el volcán Parinacota envuelto entre nubes. La vista es tan extensa que resulta indescriptible. El vocabulario se me acaba. Una mancha blanca sobresale en este escenario tan colosal y tan colorido. Se trata de la Laguna Blanca, compartida por Chile y Perú.
Extasiándome con este paisaje andino permanezco un buen rato. Miro a un lado y a otro, y no consigo asimilarlo.
Hay gente que se cansa pronto del altiplano, que no llega a conectar ni a entenderlo. A mí me ocurre todo lo contrario. Me parece un sueño, me entusiasma, me sorprende a cada instante.
Día 4: Cerros Jurasi.
Otro paisaje coloreado en tonos anaranjados. Lugares también muy remotos a los que fuimos con guía.
Los cerros Jurasi son como una galería de pintura al aire libre, en colores anaranjados, rojizos, amarillos y blancos. Accedemos desde Putre y se necesita 4x4. Para llegar a esta remota y despoblada zona contratamos una excursión guiada para evitar cualquier incidente que nos pudiera dejar tirados en medio de la nada. Álvaro es de nuevo nuestro guía.
La pista de tierra parte de la guardería Conaf de Las Cuevas y se adentra en la puna poblada de paja brava. Ahí en medio se emplaza un Chacu, antigua construcción aymara para capturar vicuñas.
Traqueteando y pegamos botes en la camioneta mientras las vicuñas se nos quedan mirando. En la 4x4 llegamos hasta 4700 m de altura, y ahí descubrimos este sorprendente paisaje de las montañas Jurasi pintado en naranjas, amarillos, beis. No nos conformamos con quedarnos aquí, sino que queremos caminar por este paraje fantástico, sentirnos rodeados por los colores. No hay absolutamente nadie.
Llegar a la cima no es largo, aunque requiere esfuerzo, ya que ronda los 4900 m de altura. La difícil respiración se ve recompensada por el entorno que nos rodea en las montañas Jurasi. Al fondo emergen los volcanes Payachatas. Es impresionante ver las cumbres nevadas sobre el fondo anaranjado. Al otro lado, la silueta piramidal del volcán Payacá se alza sobre los verdes bofedales o sobre las pampas pobladas por tolares o paja brava.
En la bajada, a medio camino nos detenemos en la apacheta para hacer una ofrenda, mientras despliegan su vuelo varios cóndores. Agradecemos a la pachamama lo que ya hemos vivido en este viaje y pedimos fortuna y salud para las aventuras que nos quedan por delante. Aunque de origen aymara, en la apacheta han incorporado también símbolos cristianos, fruto del sincretismo religioso de las comunidades andinas. Es como un santuario de las montañas.
Por la tarde teníamos tiempo libre y decidimos hacer un tramo de la Ruta de las Misiones por los pueblos de la Precordillera. Está considerado un circuito de alto interés cultural, ya que recorre un conjunto de pequeñas iglesias coloniales construidas por los misioneros, además de algunos pucarás indígenas. Transcurre entre Putre y Codpa, pasando por los pueblos de Belén, Tignamar………..
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