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La importancia histórica de Belén es un hecho. Para los judíos fue el lugar de nacimiento del rey David. Para los cristianos es el lugar de nacimiento de Jesús, según los evangelios de Mateo y Lucas.
Los orígenes de Belén se remontan al año 3000 a.C. aproximadamente. En realidad, su nombre original no es “Betlehem”, la versión hebrea transliterada. Lahmo es el dios caldeo de la fertilidad, llamado por los cananeos de “Lahama”. A él le dedicaron la ciudad, teniendo en cuenta los fértiles campos que la recubren. Hay indicios de que esos primeros habitantes edificaron un templo a ese dios en el mismo monte donde actualmente se encuentra la Basílica de la Natividad. No obstante, no se han podido hacer las excavaciones pertinentes.
Belén nunca fue una gran ciudad. La primera mención extrabíblica a Belén de que hoy en día se tiene registro está en una carta encontrada en el sitio arqueológico de Amarna, en Egipto, del siglo XIV aC. En este documento, Abdi-Heba, el gobernador egipcio de Jerusalén, pedía al faraón Amenhotep III que le enviara arqueros para que pudiera recuperar la ciudad de “Bit-Lahmi”, donde los hapiru se habían sublevado.
Según la Biblia, Jacob y su familia pasaron por allí después de haber partido de Betel. En este pasaje se habla primero de la ciudad Efrata, y luego se lo menciona otra vez, pero incluyendo la aclaración “es decir, Belén”. También el profeta Miqueas la llamó “Belén Efrata”. “Efrata”, en hebreo, indica la fertilidad de la tierra. Lo que hicieron los hebreos fue sustituir el nombre del dios de la fertilidad por una palabra hebrea de fonética similar al mencionado “lahama”, como es “lehem” (pan, que de alguna manera también alude a las plantaciones de trigo y cebada de la ciudad), y añadir una especie de apellido que tradujera la palabra sustituida. De ahí vino el “efrata”.
Otro factor que hacía de Belén una ciudad relevante es que ahí se venera la tumba de Raquel, la matriarca esposa de Jacob y madre de José y Benjamín, y tercer lugar más sagrado del judaísmo. En el parto de su segundo hijo, ella se encontraba en Belén, y allí falleció. Nosotros no llegamos a ver la famosa tumba.
La Gruta de la Natividad es el lugar donde la tradición dice que nació el Nño Jesús. Sobre esa gruta se habría construido una impresionante basílica de cinco naves que es una de las más interesantes del viaje.
Uno de los testimonios más antiguos del nacimiento es el que da el filósofo Justino en el siglo II. Dice que al sobrevenir el momento del parto en Belén, y sin tener alojamiento, José se paró en una gruta cercana. Cuando Jesús nació, lo pusieron en un pesebre, donde le encontraron unos Magos que venían de Arabia.
Dice el Evangelio de Lucas:
"En aquellos días se promulgó un edicto de César Augusto, para que se empadronase todo el mundo. Este primer empadronamiento se hizo cuando Quirino era gobernador de Siria. Todos iban a inscribirse, cada uno a su ciudad. José, como era de la casa y familia de David, subió desde Nazaret, ciudad de Galilea, a la ciudad de David llamada Belén, en Judea, para empadronarse con María, su esposa, que estaba encinta”
Esta información históricamente es incongruente. Tenemos que suponer que Jesús nació realmente entre el año 6 y 4 a.C. y el censo de Quirino no se hizo hasta 10 o 12 años màs tarde. Algunos estudiosos sugieren que Quirino no fue el primero en promover el censo sino que algún antecesor suyo ya lo había empezado hacia el año 7 a.C.
En lo que respecta al nacimiento en un pesebre, hay autores que creen que en realidad se alojaron en una casa pero, al no estar solos, en el momento del parto fueron a la cueva usada de pesebre que había delante para gozar de mayor intimidad.
El emperador Constantino y su madre, haciéndose eco de la tradición, levantan una iglesia en el 325 sobre el llamado por los romanos bosque sagrado de Adonis. En el año 386 san Jerónimo se estableció en las cercanías de la basílica con la noble matrona Paula y otros seguidores. Se dedicó al estudio de la Biblia e hizo su famosa Vulgata, la versión latina que llegaría a ser la oficial en la Iglesia de occidente.
La patricia romana Paula: junto con su hija Eustoquio, llegó a Belén en el 386, como dije, y destinó gran parte de su patrimonio a la creación de dos monasterios en las proximidades del lugar de la Natividad de Jesús.
Tras la muerte de Jerónimo en el 420, la vida monástica en Belén no tuvo mucho seguimiento. Y la ciudad sería asaltada ferozmente por los samaritanos de Nablus, quienes, tras las revueltas contra el emperador de Bizancio de los años 521-528, saquearon iglesias y monasterios, atacando duramente a los cristianos.
La Basílica del siglo IV se sustituyó en el siglo VI por la que vemos hoy. De acuerdo con Eutiquio de Alejandría (siglos IX-X), tras la revuelta samaritana del 529 dC, “el emperador Justiniano ordenó a su enviado que derrumbara la iglesia de Belén, que era pequeña, y que construyera otra con tal esplendor, tamaño y belleza que ninguna otra ni de la Ciudad Santa la superara".
Los cruzados adornaron las paredes con impresionantes mosaicos (siglo XII). Excavaciones hechas en los años 30 del siglo pasado sacaron a la luz fragmentos de mosaico en el suelo de la basílica de Constantino. Están en la nave central y en el transepto.
Hoy Belén es una ciudad palestina de 30.000 habitantes, en su mayoría musulmanes. La ciudad está cercada por el muro de separación israelí. Está pintado con murales callejeros que se han convertido en sí mismos una atracción turística. Incluso alguno es del célebre Banksy.
Tras la conquista musulmana en el año 637, Belén pasó a formar parte del Yund Filastin. El dominio musulmán sobre la zona continuó hasta 1099, cuando un ejército cruzado la conquistó y reemplazó al clero ortodoxo local por otro católico. El día de Navidad del año 1100, Balduino I, primer rey del Reino Latino de Jerusalén, fue coronado en Belén, y ese año se estableció un obispado católico. En 1187, el sultán ayubí Saladino venció a los cruzados y conquistó Belén. El clero católico fue expulsado. En 1229, el sultán ayubí al-Kamil y el emperador del Sacro Imperio Romano Germánico Federico II firmaron un tratado por el que las ciudades de Belén, Jerusalén, Nazaret y Sidón pasarían a formar parte del Reino cruzado de Jerusalén a cambio de 10 años de tregua. El tratado expiró en 1239 y, cinco años después, en 1244, los musulmanes reconquistaron Belén. No obstante, se permitió el regreso del clero y de los peregrinos.
A mediados del siglo XIII los mamelucos demolieron las murallas de la ciudad, aunque los otomanos ordenaron su reconstrucción a comienzos del siglo XVI. El control otomano de la ciudad se extendió hasta el final de la Primera Guerra Mundial (1918), tras la que pasó a formar parte del Mandato británico de Palestina.
Cuando acabó la guerra árabe-israelí de 1948, Jordania ocupó toda Cisjordania, incluida Belén, hasta que Israel la ocupó a su vez tras la Guerra de los Seis Días de 1967. De acuerdo con los Acuerdos de Oslo de 1995, la Autoridad Nacional Palestina es la encargada de la administración de la ciudad. Es por eso que nuestro guía no da las explicaciones y llevamos uno local. La ciudad se encuentra rodeada por dos carreteras exclusivas para 18 asentamientos israelíes, en los que viven aproximadamente un cuarto de los colonos israelíes en Cisjordania, unas 170.000 personas.
Igual que ocurre en el Santo Sepulcro, la Basílica de la Natividad está compartida por la Iglesia ortodoxa, la Iglesia apostólica armenia y la Iglesia católica con derechos menores para los ortodoxos sirios y coptos. No es sencillo ver todo el conjunto de la Basílica y sus anexos desde la plaza. Mirando hacia la fachada, los muros de la derecha corresponden a los monasterios armenio y griego; a la izquierda se encuentran las construcciones modernas de la Casa Nova y del convento franciscano de la época cruzada. Todo tiene aspecto de fortaleza.
En la época constantiniana, sobre la actual plaza se levantaba un gran atrio porticado que, como espacio abierto y amplio, daba acceso a la basílica. Así lo confirmaron las excavaciones, que sacaron a la luz la planta de la basílica del siglo IV.
Delante de la entrada a la basílica se encontraron algunas cisternas, de las que se han encontrado restos. Recogían el agua de lluvia para usarla en los ritos litúrgicos y para la vida cotidiana de los monasterios.
Todo el conjunto estaba cerrado por un muro perimetral. Se accedía por un gran portal, hoy desaparecido. La fachada actual es de época de Justiniano, aunque entonces tenía tres puertas que hoy vemos tapiadas. Aunque en época bizantina había una enorme puerta, ahora es muy pequeña. Cuando llegaron los cruzados, la puerta fue rebajada según el estilo de los caballeros occidentales, para asegurar mejor la defensa del lugar santo. Esta puerta también se llama de la Humildad, porque tienes que agacharte para entrar. En la época otomana, las dimensiones de la puerta fueron reducidas todavía más para evitar la profanación de un lugar santo.
Pasamos por la puertecita y llegamos a algo descrito como nártex, realizado en la época bizantina. El nártex, en la antigua tradición cristiana, desempeñaba la función de acceso a los espacios sagrados; también estaba destinado a los catecúmenos, que no podían entrar en la basílica en ciertos momentos de las celebraciones. En la época constantiniana no existía nártex, pero un amplio atrio desempeñaba una función parecida. En la época cruzada, los dos extremos sirvieron como base para dos campanarios que tenían una altura de cuatro plantas. Una cuarta área, a la izquierda de la actual puerta de acceso, es utilizada por los policías que protegen y vigilan la basílica desde la época de los turcos.
El portón de acceso es un regalo del rey armenio Hetum en 1227, tal como declara una doble inscripción en armenio y árabe.
Entramos ya en la basílica propiamente dicha. Y lo que vemos es en su mayoría fruto de la obra encargada por Justiniano I. Se dice que el emperador no aprobó las opciones tomadas por el arquitecto y lo acusó de haber malgastado el dinero, condenándolo a morir decapitado. Pues tan mal no lo hizo porque el edificio sigue en pie.
Como comentaba antes, en época de Constantino había un impresionante suelo de mosaico del que se han encontrado restos. Entre todos ellos, destaca el que se conserva a la izquierda del presbiterio: levantando la trampilla de madera, se puede observar el acrónimo ΙΧΘΥΣ(pez, en griego), que los primeros cristianos utilizaban para expresar el nombre de Cristo.
Las columnas dividen la nave en cinco partes. La sensación es de cierta oscuridad, aunque no por ello deja de verse majestuosa.
En el siglo VI, la basílica debía de estar totalmente recubierta de mármol: quedan todavía algunas huellas de orificios encontrados en los muros revocados en yeso y que servían para anclar las losas de mármol a las paredes.
Las columnas y sus capiteles, realizados en piedra roja de Belén, son las originales de la época bizantina y obra de artesanos locales. Los capiteles estaban pintados de azul. En los fustes de las columnas figuran imágenes de santos orientales y occidentales, religiosos y laicos. También los arquitrabes son de la misma época, pero las decoraciones datan del periodo cruzado y guardan muchas semejanzas con sus contemporáneas del Santo Sepulcro. Antiguamente las columnas rodeaban la Gruta de la Natividad.
Los muros son muy altos y, como comenté, tienen mosaicos. Aunque son de época cruzada, los hicieron maestros orientales. Da un poco la sensación de estar en una iglesia de Ravenna. Estos mosaicos están divididos en tres secciones horizontales que representan, de abajo hacia arriba, la genealogía de Jesús, los concilios y los sínodos locales.
En el nivel más alto figura una representación de ángeles en procesión, todos en dirección hacia la Gruta de la Natividad, con caracterizaciones femeninas y vestidos con túnicas blancas. A los pies de uno de estos ángeles se encuentra la firma del artista, “Basil”, de probable origen sirio. Se sabe que en época bizantina había otros mosaicos.
En los transeptos hay iconos y mobiliario litúrgico de las tradiciones greco-ortodoxa (transepto derecho) y armenia (transepto izquierdo) así como más mosaicos. Se pueden observar escenas extraídas de los evangelios canónicos: la incredulidad de Tomás (la mejor conservada), la ascensión y la transfiguración, en el transepto norte; la entrada de Jesús en Jerusalén, en el transepto sur. En el ábside principal, según el testimonio de Quaresmi, debía de estar representada la Virgen con el Niño; en el arco absidal, la Anunciación a María, entre los profetas Abraham y David; y sobre las paredes inferiores, escenas de la vida de la Virgen, según la literatura apócrifa. En la contrafachada, sobre el portón de entrada, estaría representado el Árbol de Jesé, con Jesús y los profetas. El mosaico está ahora cubierto con yeso blanco. Incluso es posible que estuviera representado el emperador Constantino.
El iconostasio griego que actualmente preside el presbiterio es de 1764. En la primera basílica, esta zona, justo encima de la gruta, era de forma octogonal. Bajo el suelo actual de esta zona se encontraron decoraciones en mosaico parecidas a las de la nave central, pero mucho más ricas, con representaciones animales, vegetales y geométricas.
Todo el subsuelo de la basílica está lleno de grutas. La gruta más amplia y próxima al lugar de la Natividad es la llamada “Gruta de San José”. Está dividida en dos espacios y comunica con el convento de los franciscanos. Desde aquí es posible acceder también a la Gruta Santa a través de un pasillo privado de los latinos, usado para la procesión que se realiza cada día hasta el lugar de la Natividad. Desde aquí se puede acceder a dos pequeñas grutas, una dedicada a los Santos Inocentes.
A la izquierda sale el pasadizo que conduce a las grutas de las Santas Paula y Eustoquio y de San Jerónimo. Aquí se descubrieron sus tumbas, junto a otros 72 enterramientos de diversas épocas.
A la derecha del iconostasio encontramos el acceso a la Gruta de la Natividad, por una escalera empinada y estrecha. Nada fácil cuando hay grupos numerosos. En la época bizantina, la roca natural de las paredes estuvo recubierta con mármol.
El Altar de la Natividad se empezó a venerar en época bizantina. Dos columnas de piedra roja sostienen el altar, donde figura la inscripción «Gloria in excelsis Deo et in terra pax hominibus»; en el conjunto están representados el Niño entre pañales, la escena del lavatorio del Niño y la llegada de los pastores. Bajo el altar se encuentra la estrella de plata con la inscripción latina: «Hic de Virgine Maria Iesus Christus natus est - 1717», en recuerdo del lugar exacto de la Natividad. Lo que vemos hoy es completamente distinto a lo que describen testimonios del siglo XII. Después de agacharnos con dificultad para tocar la estrella (hay demasiada gente para poco espacio) vamos a ver el pesebre.
A la derecha del altar de la Natividad está el lugar donde María colocó al Niño tras nacer: un “comedero”, llamado popularmente el Altar del Pesebre. En esta parte de la gruta el suelo es más bajo. Este espacio está delimitado por columnas parecidas a las bizantinas de la nave central de la basílica y por restos de dos columnas cruzadas. Frente al pesebre existe un altarcillo dedicado a los Magos donde los latinos celebran la misa. La zona del pesebre es estrecha y muy oscura. Parece el corral para los conejos.
Tras el incendio de 1869 y para prevenir nuevos siniestros, las paredes de la Gruta fueron recubiertas con paneles de amianto, donados por el presidente de la República Francesa, el mariscal MacMahon. Lo he sabido a posteriori. No sé si me habría gustado saberlo antes, siendo el amianto fuente de enfermedades. Por fortuna, estamos poco rato.
El complejo monumental de los edificios religiosos, incluyendo la Iglesia de la Natividad, que es el centro, ocupa una superficie de 12 000 m2, e incluye, además de la iglesia, conventos América (norte), griego (sureste), Armenia (suroeste) y la Iglesia Católica de St. Catalina de Alejandría, con el claustro de San Jerónimo.
La iglesia de Santa Catalina es accesible por tres vías: a través del transepto norte de la basílica, desde las grutas subterráneas y por el claustro de san Jerónimo. Nosotros entramos por el bonito claustro. El Claustro de San Jerónimo, llamado así por su acceso directo a la gruta dedicada al santo, fue restaurado por el arquitecto Antonio Barluzzi en 1947. Sí, otra vez Barluzzi.
La iglesia, que pertenece al conjunto del convento cruzado, ha sido objeto de numerosas remodelaciones a lo largo de los siglos. La última se realizó con ocasión del Jubileo del año 2000. El lugar estaba dedicado a Santa Catalina de Alejandría ya en 1347.
Esta iglesia sí es muy luminosa. Tiene tres naves con un ábside en el que se sitúa el coro de los frailes. En este mismo ábside está representada la escena de la Natividad, en vidriera de época moderna realizada en la reforma del año 2000. Al fondo de la nave derecha está situado el altar dedicado a Santa Catalina; un poco más a la derecha, en una pequeña capilla lateral dedicada a la Virgen, se encuentra la popular imagen del Niño Jesús de Belén, del siglo XVIII. En la entrada de la iglesia hay arcos de época cruzada.
Desde el claustro se accede a la Capilla de Santa Elena, situada en la base de uno de los campanarios cruzados; allí se pueden contemplar frescos del siglo XII mal conservados.
El convento franciscano fue construido sobre los restos de las grutas que utilizaron los primeros monjes que se instalaron cerca de la Gruta de la Natividad y del primer convento cruzado de los Canónigos de San Agustín. La fachada y la entrada al convento cruzado estaban en el lado norte del edificio, donde hoy hay un aparcamiento y la entrada a la Casa Nova.
Dejamos la Basílica y atravesamos la Plaza del Pesebre. Alrededor de la Plaza están la Mezquita de Omar (única mezquita de la ciudad) y el centro de la paz palestina así como el ayuntamiento. Durante la época Otomana, la Plaza del Pesebre era un espacio abierto que se utilizaba como un mercado de productos frescos y ganado. En 1929, el mercado se trasladó a una nueva ubicación en la Ciudad Vieja. En 1998 y 2000 se renovó la plaza. Aunque la ciudad es palestina y la mayoría de sus habitantes son musulmanes, en Navidad se coloca en la plaza un árbol gigante. Lamentablemente los guías no explicaron nada más una vez salimos de la Basílica ni dejaron tiempo para ver la ciudad. Solo importaba ir a una cooperativa cristiana a comprar (los precios no eran baratos). Es por ello que no pudimos ver la Gruta de la leche. La tradición cristiana afirma que es el lugar donde la Sagrada Familia encontró refugio durante la matanza de los inocentes, antes de que pudieran huir a Egipto. El nombre se deriva de la historia de que una gota de leche de la Virgen María cayó en el suelo de la cueva y cambió su color a blanco.
En lugar se construyó una iglesia bizantina alrededor del siglo V, de la que solo quedan parte del mosaico en el piso de la actual iglesia católica. La estructura actual fue levantada en 1872.
La mezquita recibe nombre de Omar ibn al-Jattab ( c. 581-644 ), el segundo califa musulmán Rashidun. Después de haber conquistado Jerusalén, Omar había viajado a Belén para emitir una ley que garantizase el respeto a la ermita y la seguridad para los cristianos y miembros del clero. Solo cuatro años después de la muerte del profeta Mahoma, según algunas fuentes, Omar rezó en donde se ubica la mezquita. La mezquita fue construida en 1860 en terrenos donados por la Iglesia ortodoxa griega y remodelada en 1955.
A 3 km estaba el Campo de los Pastores. Nosotros solo paramos allí para comer. Nos dieron las tradicionales ensaladas y carne a la brasa.
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