El Canyon Sainte-Anne es un espectacular desfiladero de paredes empinadas, excavado por el río Sainte-Anne-du-Nord , a 6 km al este de Beaupré en la provincia de Quebec. Encontramos una espectacular cascada de 74 metros que cae en el interior del cañón.

El cañón es parte del Escudo Canadiense, una formación rocosa fundamental del norte de Manitoba, Ontario y Quebec, alrededor de la Bahía de Hudson.
En la Edad Precámbrica (hace 1.200 millones de años) se formó la roca subyacente del cañón. Esta roca metamórfica, llamada gneis granítico, se formó a alta presión en las profundidades extremadamente calientes de la tierra y luego subió a la superficie a través de la erosión. Comprende gran parte del Mont Ste-Anne. Más tarde, hace unos 450 millones de años, un lodo marino se depositó en antiguos mares sobre el gneis y se consolidó en una roca llamada esquisto. El esquisto se transformó en pizarra durante la orogenia acadiana (un período de formación de montañas hace 375 millones de años). La pizarra es una roca dura y resistente, capaz de soportar el poder erosivo del agua.
Mucho más tarde, dos glaciaciones sucesivas cubrieron América del Norte. El avance y la recesión de la última edad de hielo ayudaron a esculpir la región en lo que vemos ahora (el área de St. Lawrence Lowlands con el río St. Lawrence, Île d'Orléans y las islas Magdalene, así como todos los ríos conocidos hoy). El peso del hielo deprimió la corteza de modo que, cuando el hielo se retiró, las aguas del Océano Atlántico invadieron la zona para formar el Mar de Champlain (y depositar los sedimentos más recientes de arena, grava y arcilla). El posterior rebote de la corteza y la erosión produjeron el paisaje que vemos hoy.
Durante un viaje de campamento a la zona en el verano de 1965, un ex maderero le explicó a Jean-Marie McNicoll cómo llegar a las cataratas del río Sainte-Anne. Como no había camino hacia el río, Jean-Marie tuvo que abrirse camino a través del bosque, pero acabó haciendo un gran descubrimiento. Cuando regresó a casa, le explicó a su hermano Laurent su sorprendente hallazgo.
Dos años más tarde, ambos hermanos arrendaron las orillas inmediatas del río a Hydro-Québec y compraron los lotes arbolados entre la Ruta 138 y las riberas arrendadas. El parque que ahora vemos (y que sigue siendo de propiedad privada) abrió sus puertas en 1973.

Tres puentes peatonales colgantes cruzan el cañón, incluido uno de 60 metros sobre el río. Yo ése último no me atreví a pasarlo. Di unos pasitos pero retrocedí sobre mis pasos.

Hay un tramo final de escaleras empinadas que llegan al borde del río.
La verdad es que el paisaje es bastante bonito. En la entrada del cañón de Santa Ana hay un restaurante y un área de picnic con mesas de madera. También hay columpios y un rocódromo. Al principio del camino vemos tallas de animales de la zona, como el oso o el lobo.
Con mi miedo a las alturas tampoco probé una especie de tirolina en la que, sentado, te llevan hasta la otra punta marcha atrás para después lanzarte muy rápido por encima del cañón (cuesta 11 dólares).