RESERVA HURÓN WENDAKE ✏️ Diarios de Viajes de Canada

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Siguiendo con nuestro tour de Canadá Salvaje vamos a conocer un poco de una de las tribus de las denominadas Primeras Naciones.

El término "Primeras Naciones" se utiliza para referirse a los pueblos indígenas de Canadá que no son métis (mestizos: comunidades de origen mixto europeo e indígena) ni inuit (los que nosotros conocemos como esquimales). Estaban presentes en el territorio antes de la llegada de los europeos. Según el Censo de Canadá, en 2016 había 820.120 indios registrados, el 49% de la población indígena. Según el Registro Indio, que es una lista administrativa de todos los indios registrados mantenida por los Servicios Indígenas de Canadá, había 970.562 indios registrados en 2016 y, a 30 de diciembre de 2019, 1.008.955. En Canadá hay 634 comunidades de Primeras Naciones, que representan más de 50 naciones y 50 lenguas indígenas. Se concentran en Ontario y la región de la Columbia Británica y están presentes en todas las provincias canadienses. Según el Censo de Canadá de 2016, alrededor del 40% vive en una reserva, el 45% en zonas urbanas y el 14% en zonas rurales (fuera de la reserva).


Lo primero que tengo que decir es que la reserva es de la tribu que nosotros conocemos como hurones pero que ellos se denominan a sí mismos wendat. Y a todo esto, sí, hay reservas en Canadá, no solo en Estados Unidos, y aunque el guía local eludió un poco mi pregunta dando mil rodeos, han sufrido y sufren de los mismos problemas. Alcohol, drogas, alto nivel de suicidios (incluso en jóvenes) y cierta discriminación.

Ahora bien. ¿Vamos a ver realmente una reserva india?. Pues sí y no. ¿Cómo se explica esto?. Pues a nosotros nos van a enseñar un poblado falso, creado exprofeso para enseñárselo a los turistas. Eso no quiere decir que no exista una reserva, aunque ahora vivan en buenas casas y tengan sus coches. Cuentan con su propia policía y centro de salud, una escuela, la Wahta, en la que la prioridad es mantener las tradiciones, una emisora de radio o un Centro para el Desarrollo en el que se forma y apoya a los jóvenes a la hora de acceder a un empleo. Cuentan con un sistema de gobierno autónomo, dirigido por un consejo compuesto por un Gran Jefe y ocho Jefes de Familia. También siguen en activo las celebraciones de Pow Wows, los encuentros folklóricos entre diferentes tribus que, en este caso, se celebran anualmente en Wendake el último fin de semana de Junio.

Pasando por las calles de la reserva veremos como todas llevan el nombre de un antiguo jefe y en el cementerio los apellidos (o lo que supuestamente lo es, porque parece que son como apodos) se repiten.

Se cree que cuando llegaron los europeos, los Hurones, (o wendats) que vivían desperdigados en diferentes asentamientos alrededor del lago Ontario, eran unos 30.000 o 40.000 divididos en unos 25 pueblos. Cada una de estas aldeas (que solían tener un millar de habitantes) manejaban sus propios asuntos internos y solían cambiarse de lugar cada cierto número de años, a medida que el suelo era menos fértil y se agotaba la madera de los bosques. Lo curioso es que, aunque eran una confederación, hablaban dialectos distintos y no se entendían entre sí. El asentamiento más grande Wendat, y capital de la confederación, era Ossossane, cerca de la actual Elmvale, Ontario. Su territorio tradicional se conoce como Wendake.


Cuando Samuel de Champlain llegó a Wendake en 1615, quería desarrollar una red comercial para utilizarlos como intermediarios entre Nueva Francia y las naciones algonquinas de Canadá. Los Hurones se encontraban en guerra con sus eternos enemigos: los iroqueses. En 1648, en pleno desarrollo de la "Guerra del Castor", los iroqueses, con armas de fuego holandesas, invadieron y destruyeron la Confederación Hurona. El Padre Jean de Brebeuf, que había establecido una misión jesuita en 1626, fue asesinado con otros misioneros.


Los hurones huyeron, con los iroqueses persiguiéndoles implacablemente. Muchos hurones fueron exterminados. Muchos se fueron a lo que es ahora Estados Unidos (Detroit, Michigan u Ohio). Allí comenzaron a conocerse como Wyandot, y como tales lucharon junto a los británicos contra los americanos en la Revolución Americana. Después de la guerra de 1812 la posesión de sus tierras fue confirmada por los Estados Unidos, pero en 1842 vendieron sus posesiones y se trasladaron a Wyandotte, Kansas. En 1867 se vieron obligados a permanecer en una reserva india del estado de Oklahoma.

En Canadá en no demasiado tiempo su número se había reducido radicalmente. Los que quedaron se terminaron mezclando con los nativos (aunque los británicos rehuyeron el mestizaje). La viruela y el sarampión fueron especialmente dañinos y la población de hurones se redujo a aproximadamente 12.000 personas a mediados del siglo XVII.

La Confederación Huron y los pueblos Petun finalmente se fusionaron a fines del siglo XVII para formar lo que se considera la tribu Huron moderna. Ya hemos visto que una parte se fue a Estados Unidos.

¿Y por qué si ellos se llamaban wendats (isleños) los conocemos como hurones?. Fue fue un apelativo que les pusieron los franceses porque el peinado de los guerreros les recordaba a un jabalí («hure» es cabeza de jabalí en francés).


Con el guía local (que era hurón aunque se parecía a los que hemos visto en películas como El último mohicano como un huevo a una castaña) visitamos una réplica de una casa comunal. Y es que los hurones no acostumbraban a vivir en los famosos tipis. Estas casas tenían 60 o 70 metros de longitud y dentro podían llegar a vivir juntas más de 20 familias. Eran de madera y sus tejados estaban cubiertos por corteza. Las camas tenían pieles de animales y ramas de pino. La intimidad allí era más bien escasa.


Los Hurones practicaban la agricultura y comían alubias (frijoles), maíz y calabaza (lo que conocían como «las tres hermanas», con lo que luego nos darían una sopa en el hotel), aunque después cultivaron tabaco (que tanto entusiasmó a los europeos). Su alimentación se complementaba con la pesca (esturión, lucio, marisco), la caza (venado, ardillas, conejo, pavo salvaje y pato) y la recolección de champiñones, bayas y frutos secos. También cultivaban el girasol, ya que el aceite se usaba para la cocina y los masajes corporales. Como he comentado, eran semisedentarios. Vivían en poblados cercados y cuando los recursos disminuían (o la tierra ya no daba más de sí) se iban a otra parte. Fabricaban harina de maíz que podía ser almacenada durante mucho tiempo, y en los largos inviernos cuando otros recursos alimenticios fallaban, siempre podían recurrir a ella.


Vimos el lugar donde se ahumaba la carne o el pescado y las planchas de ramas donde se dejaba secar al sol. Y también una especie de tipi donde se ponían piedras calentadas previamente en el centro de la estancia y luego se le echaba agua para provocar el efecto de una sauna.


Los hurones eran buenos comerciantes y recorrían largas distancia a bordo de sus canoas (vemos unas réplicas), que solían medir unos siete metros de largo y podían transportar a unos cinco hombres y cien kilos de carga adicional. Y no podemos olvidar (aunque en la visita no se nos diga nada al respecto) que también eran un pueblo guerrero. Las armas utilizadas por los guerreros hurones incluían arcos y flechas, garrotes de guerra, tomahawks, lanzas y cuchillos. No tenían caballos. Hace muchos siglos hubo caballos en América pero se extinguieron por motivos que se desconocen. No fue hasta la llegada de los europeos a ese continente que regresaron los caballos. Y al principio las tribus solo los usaron (cuando dejaron de tenerles miedo, ya que el caballo fue una de las claves de la conquista de América) para labrar la tierra.


Vestían con ropas muy simples, confeccionadas a base de piel de animales (principalmente de ciervo y castor) y corteza de abedul. Los hombres solían vestir con pantalones cortos, polainas, camisas, capas largas y mantos aunque en ceremonias muy específicas usaban tocados de pluma en el cabello y los bordes de las mangas y tobillos solían teñirse de rojo. Vemos algunos de esos tocados. Las mujeres llevaban vestidos, faldas y capas.


El guía (vestido con ropa tradicional que no le queda demasiado bien) nos enseña (con poco éxito) un artilugio para hacer fuego y vemos algunas máscaras rituales que se ponía el chamán de la tribu para curaciones. Nos da las explicaciones en francés, que nuestro guía se supone que traduce (aunque no nos lo dijo todo y algunas veces comentaba que no le entendía).

La sociedad Hurón era matriarcal. Aunque los jefes de cada clan eran hombres, estos eran elegidos por las propias madres de los miembros masculinos. Estos consejos se dedicaban a los asuntos civiles y a los bélicos. Sin embargo, las mujeres no podían tener en propiedad las tierras, aunque estas sí pertenecían a los clanes matrilineales.

Tras el matrimonio el hombre normalmente pasaba a vivir en la casa de los padres de la mujer. A su vez la sociedad estaba dividida en clanes, que representaban la línea materna de descendencia. Los miembros del mismo clan se consideraban parientes, sin importar que lo distante que fuera el parentesco. Por otra parte, estaba prohibido casarse con alguien del mismo clan.


Se ve por muchos sitios un símbolo de una tortuga. Y es que creían que el mundo se había originado en el caparazón de ese animal.

Por cierto, el poblado-museo se llama Onhoüa chete8e. Dispone de una tienda donde puedes comprar recuerdos muy monos sin impuestos (ya que ellos no los pagan) aunque la señora que la regenta es un poco borde. Le pedí una bolsa para llevar las cosas que había comprado y me dijo un "NO" muy tajante (aunque luego me la terminó dando).

Nos alojamos en el Hotel-Musée Premières Nations, que está dentro de la reserva y les pertenece. Las habitaciones son bonitas, decoradas (como todo el hotel) con pieles reales de animales y tocones como mesillas de noche. Yo tuve que ponerme una piel de zorro al llegar por culpa de lo alto que tenían el aire acondicionado.



En los alrededores del hotel, por donde pasa el río Akiawenrakh (hacia donde da nuestra habitación), hay carteles con explicaciones sobre las costumbres de los hurones.

Nos vamos hacia la carretera por donde hemos venido y, junto a una plaza con una fuente (en la que no falta la tortuga) encontramos unas escaleras que bajan a una cascada bastante impresionante (Kabir Kouba- el «río de las mil curvas» en el idioma montagnais- que cae al río san Carlos). La catarata tiene 28 metros de altura, con un cañón que alcanza los 42 metros de altura en algunos lugares. En la zona se concentraron en su tiempo varios molinos.

La caída de Lorette fue explotada por primera vez en 1732. En aquel momento los jesuitas que eran, en ese momento, los señores del señorío de San Gabriel, construyeron el primer molino. Se trataba de un edificio de piedra de "40 pies por 25 pies haciendo harina", como se menciona en las confesiones y enumeración de 1733. La colonización del territorio tuvo lugar mucho antes del siglo XVIII y los colonos tenían, antes de la construcción del molino cerca de la cascada, tenían que llevar el grano hasta el Moulin des Mères Hospitalières, en el vecino señorío de Saint-Ignace. Fue el aumento de la población y la llegada del pueblo Wendat en 1697 lo que impulsó a los jesuitas a emprender la construcción de un molino. Posteriormente se incorporó un aserradero en la parte noreste del molino harinero, entre 1732 y 1749. Se desconoce la fecha exacta de su construcción, pero sabemos que ya existía en 1749 cuando el botánico sueco Pehr Kalm describió el sitio y el molino durante su visita a Nueva Francia.


La orden de los jesuitas fue abolida en Canadá a finales del siglo XVIII. La tierra pasa a ser propiedad de la corona británica.

En 1807 el molino harinero se encontraba en mal estado; se otorgaron arrendamientos por 21 años para realizar las reparaciones mayores necesarias. Pronto fueron una carga económica para el estado y en 1853 volvió a ser propiedad de un particular: Joseph Falardeau. A partir de 1854, el molino harinero tuvo que compartir el caudal de agua de las cataratas con la nueva papelera ubicada más al norte, que había construido el hotelero de Quebec Willis Russel. El molino harinero pasó por varias manos: Willis Russell, Margaret Logan, Peter Smith y los hermanos James y William Reid, solo para terminar siendo destruido por el fuego a principios de agosto de 1900 al igual que la fábrica de papel.

Las cataratas forman parte del Parc de la falaise et de la chute Kabir Kouba, rico en flora, fauna y fósiles.

Después de ver las cataratas (la verdad es que se llega en un suspiro) nos fuimos a dar una vuelta por la actual reserva (un pueblo sin más) y compramos algo en la tienda. Luego nos contaron que los actuales wendat se identifican como tales (lo llevan en su documento de identidad señalado) y compran más barato.


Y llegó el momento de la cena esperada. El restaurante del hotel es bonito. Nos sentamos en tres mesas, llega el pan y es delicioso. De maíz. No necesita ni mantequilla. Llega la ya mencionada sopa "tres hermanas" y es... Decepcionante. Una especie de caldo depurativo de dieta con algo de maíz y alubias durísimas flotando en el fondo. Cuando estoy escribiendo este diario he buscado la receta y he visto fotos de la famosa sopa. En fin... Lo nuestro fue una tomadura de pelo. La sopa original tiene un montón de alubias, maíz y calabaza.

Bueno, vamos por el segundo. Nos anuncian carne de ciervo con puré de patatas. Para empezar el puré o era invisible o nadie nos lo puso. Y la carne tenía buen aspecto pero, por lo menos mis trozos, un regusto a hígado que echaba para atrás. Con el asco que le tengo yo al hígado (excepto cuando alguien lo convierte en foie y te lo pones en el pan o lo comes como terrina). Vamos, que no pude comérmela. Iba acompañada de verduras pero terriblemente duras. El hambre me hizo comer más pan.


El restaurante La Traite tiene mucha fama en la zona y el chef, un tal Marc de Passorio, ha recibido dos veces una estrella Michelin. Todo el mundo pensó que estaba de vacaciones y dejó a los aprendices. Eso o que el tal Passorio pasaba de nosotros y de darnos una cena en condiciones.

El postre sí era bueno, una especie de mousse (no me atrevo a jurarlo pero podría ser que llevara jarabe de arce) sobre galleta. ¿No hay más?.

En el interior del moderno edificio del hotel (que, dicen, se inspira en las casas tradicionales comunales huronas) se encuentra el Museo Huron-Wendat. Aunque nos lo encontramos cerrado, desde fuera vimos que hay algunas vitrinas con objetos.


A la mañana siguiente desayunamos en el mismo restaurante. Nos dieron... dos huevos fritos (esta vez no revueltos), bacon, salchicha (pero de bisonte y muy rica), alubias (las que se olvidaron de poner en la sopa), patatas y el pan de maíz. Lo mejor era el zumo de fresa natural.

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